Epílogo

Aiden

Siempre creí que convertirme en rey era mi destino. Lo cierto es que el destino al final resulta incierto. Me convertí el primer heredero de Archer Mountbatten, rey de Inglaterra por derecho, después, tras su muerte, me preparé gran parte de mi vida para convertirme en el siguiente rey, aquello nunca sucedió.

Los siguientes días, empaqué mis cosas sin decir nada a nadie, la reina y yo no volvimos a cruzar caminos por el palacio, me evadió todo el tiempo y para ser sincero, una parte de mí creía que todavía existía oportunidad de que me perdonará, de que me dejará quedarme, no importaba si asumía el trono, lo había comprendido, no podía ascender a este después de corromper una de las leyes, no sería aprobado por la mayoría del parlamento, aun así, era como un niño ingenuo que creía que las cosas podían mejorar.

—¿Alteza, ya tiene todo listo? —preguntó William con seriedad al entrar a mi habitación para confirmar que he guardado todas mis pertenencias, doy un asentimiento.

—Sí, ya he pedido que suban mi última maleta al auto.

—Bien, la señorita Jessica ya debe de estar lista también.

—Espero que sí.

Dije sin ánimos. Cuando le conté a Jessica sobre la conversación con la reina, le costó creerlo al principio, pero al final, comprendió que eran cosas que solo sucedían dentro de una monarquía, aun así, hablé con ella, fue una decisión difícil ponerla en mi posición, le juré que podía hablar con la reina y pedirle que le permita quedarse en Inglaterra junto a su familia, se olvidaría de mí y recibiría una pequeña pensión por su embarazo hasta que el bebé cumpliera la mayoría de edad, todo esto con el dinero que por derecho me correspondía, pero ella decidió la decisión más complicada cuando se la propuse, decidió seguirme.

William tragó con fuerza y me observó por unos intensos segundos, su cabello lucía alborotado y podía ver las ojeras debajo de sus ojos marrones.

—¿Está todo bien?

Le pregunté al percibir cierta inquietud.

—Yo he tomado una decisión, alteza. —Encontré absurdo que aún continuara llamándome "alteza" cuando en tan solo unos minutos, terminaría de tener ese título. William inhaló y exhaló pesadamente—. Le prometí a su padre que estaría con usted hasta mi último día de vida si es posible y es una promesa que estoy dispuesto a cumplir.

—¿Qué dices?

Fruncí el ceño. Estaba loco, ¿cómo es que podía decir semejante cosa? Él tenía una vida, incluso mejor que la mía.

—Que no pienso dejarlo solo —afirmó con seguridad—. Larga vida al rey, y para mí, pase lo que pase, siempre serás el único rey de Inglaterra. Mi deber es contigo y con nadie más.

Su voz se rompió, era el único que sabía lo de mi exilio. Ni siquiera le di tiempo que me hiciera una reverencia porque lo abracé, agradeciéndole que decidiera quedarse a mi lado aun cuando las cosas no giraban a mi favor.

—Gracias, Will —dije cuando me aparté de él—. ¿Qué sucederá con tu familia?

—Ya lo saben todo, tenemos pocos ahorros, pero estamos dispuestos a seguirlo.

Lo volví a abrazar, aun en la tempestad, era el único que se negaba a darme la espalda y eso era suficiente para mí, por lo menos, me hacía sentir que no estaba solo.

—Realmente te lo agradezco.

—No tienes que hacerlo —susurró. Cuando me aparté de él, me ofreció una diminuta sonrisa—. Debes reunirte con la reina de nuevo.

Aquello tensó mi cuerpo, di un asentimiento, William se hizo cargo del resto de mis pertenencias mientras que fui al despacho de la reina, quien ya estaba esperándome allí.

—¿Puedo pasar?

Inquirí en cuanto abrí la puerta. Estaba parada detrás de su escritorio esperándome.

—Adelante —dijo. No me molesté en sentarme, nuestra conversación sería breve.

—Ya he subido todas mis pertenencias, creo que ya no queda nada.

—De acuerdo.

Respondió un poco seca. El silenció nos inundó a ambos hasta que decidió romperlo.

—Lamento que las cosas tengan que ser de esta manera, pero no hay forma de volver atrás. Conoces las reglas.

Di un asentimiento, que lo dijera, aún lograba colarse en mí y romperme.

—Por supuesto, me haré responsable de mis errores.

No tuvo el valor suficiente de verme a los ojos, su mirada estaba perdida en algún lugar de la habitación.

—He conseguido que puedas tener tus ahorros y quizá un poco de dinero extra. Será suficiente para que puedas empezar una vida nueva.

—Creí que me iría sin fondos.

Negó.

—Nadie lo sabrá.

—¿A qué te refieres?

Fruncí el ceño.

Si bien, cuando una persona era exiliada, no tenía derecho de llevarse nada que perteneciera al país, aun así, ella me había permitido llevarme mis pertenencias, incluso alguna que otra joya de Inglaterra con algún valor sentimental.

La observé tragar con fuerza el nudo en su garganta, hasta sus últimos días, la reina se mostraba indiferente y orgullosa.

—Estás son mis últimas condiciones. Firmarás una carta donde presentas tu abdicación al trono de Inglaterra, nadie sabrá que has sido exiliado, ni siquiera la corte.

—¿Ellos no lo saben aún?

Pasé mis días llorando tanto que parecía que ya no me quedaban más lágrimas.

—Lo consideré bien, no voy a perdonarte ni dejar que te quedes en Inglaterra, pero me niego a que sepan que has sido exiliado, mucho menos las razones. Así que firmarás la carta y te irás de aquí en cuanto antes.

Una risita seca se escapó de mí. Sabía que no cambiaría su pensar, pocas veces lo hacía y aunque esto le dolía, su orgullo no le permitía redimirse.

—De acuerdo.

Firme los papeles que me entregó, como dijo, era una carta que decía que abdicaba al trono y al resto de mis deberes reales. Después de eso, ninguno habló por un tiempo.

—¿Qué pasará con mis hermanos?

—Estarán bien.

Di un asentimiento.

—¿Podría despedirme de ellos?

—No, lo mejor es que no lo hagas. Empeorarás las cosas. Ya he hecho mucho por ti al dejarte tener tus ahorros. Conoces las reglas, no puedes regresar a Inglaterra o pagarás las consecuencias.

Claro, no podría regresar jamás a Inglaterra. Lo tenía en claro.

—Lo siento, realmente lo siento —dije sabiendo que, en parte, la había lastimado. Aunque ese lo siento se sintió más para mí mismo que para ella.

—También yo lo siento.

Dijo conteniendo las lágrimas que amenazaban en salir de ella. Quise abrazarla, pero contuve mis ganas de hacerlo, mi mundo iba a derrumbarse si lo hacía e iba a revivir aquella nueva herida que había en mí, en el fondo, deseaba que las cosas volvieran a ser como antes.

—¿Realmente tenemos que hacer esto?

—Es lo mejor para todos.

—¿No querrás decir que es lo mejor para ti? ¿Sabes lo que estás haciendo? —la cuestioné con dolor—. Estás apartándome de lo único que conozco, estás alejándome de todos, de mi familia.

Evadió mi mirada, porque sabía que ella también era mi familia. Quise decirle que no teníamos que hacer esto.

—Algún día podrás regresar a Inglaterra, quizás no pronto, pero lo harás, por el momento, será mejor que te vayas, es lo mejor para todos.

—¿No preguntarás a donde me iré?

Cuestioné y tragó con fuerza.

—Sé que estarás en excelentes manos con Johan y Melania. Alemania es un excelente lugar.

—Por supuesto, hablaste con ellos —dije más para mí mismo.

—Solo quería asegurarme de que llegarás a Alemania.

—Lo haré.

—Bien, porque cuando salgas del palacio, no llevarás ningún título contigo, tendrás una vida normal, no podrás relacionarte en ningún evento político, terminarás la universidad y la chica también solo que jamás podrán ejercer en Inglaterra y al menos, tú no lo harás como político, tampoco recibirás ningún trato real, de ahora en adelante, tienes que arreglártelas, es probable que Johan te permita tener seguridad en caso de que sea necesario, pero estoy segura de que aprenderás a adaptarte por tu cuenta.

Hubo un pequeño silencio y busqué su mirada, se negaba a verme y cuando lo hizo, vi dolor en sus ojos.

—¿Por qué lo haces?

Pregunté, si le dolía, porque me dejaba ir como tal. Optó por una postura más recta.

—Porque es lo mejor para ti. Tendrás una vida normal y tranquila, Aiden.

Reí secas.

—Lejos de todos, de mi familia.

Negó.

—No discutiremos este tema de nuevo. Ya todo está claro.

Sus palabras salieron como una orden tragué con fuerza el nudo que se había formado en mi garganta. No había marcha atrás y tenía que aceptar las consecuencias, aunque no lo entendía, todo era parte de su capricho.

—¿Cuándo saldrá a la luz el comunicado?

—Aún no lo sé. Quizá más adelante.

Por lo menos, no haría las cosas de inmediato, buscaría una forma de informar mi renuncia a la corte.

Di un asentimiento.

—Bien, ¿podría dar una última visita a mi habitación? Quiero asegurarme de que no queda nada y después de ello, me iré.

—Adelante.

Esa era la despedida de ambos. Salí de su despacho para regresar a mi habitación, había dejado un par de cosas allí a propósito, cosas que quizá mis hermanos podrían recordar de mí.

Ir a mi dormitorio solo era una excusa para ir a sus habitaciones, sabía que los dos estaban dormidos y tampoco tenía intenciones de despertarlos, en el fondo, sabía que era lo mejor para los tres, no soportaría decirles adiós, quizá en un futuro, como ella lo había dicho, regresaría a Inglaterra y podría volver a hablar con ellos.

Después de pasarme por sus habitaciones y verlos dormir, me encaminé hacia la salida del palacio, no sin antes toparme con Edward en uno de los pasillos.

—Aiden, ¿sigues despierto?

Asentí, tenía ganas de encararlo y exigirle la verdad sobre mis padres, incluso, quizá esa información podía permitir que me quedará en Inglaterra, aun así, preferí omitirla a la reina.

—Aún tengo cosas que hacer. —Me encogí de hombros para restarle importancia.

—Ya veo —dijo dudoso.

—¿Vas a trabajar aún?

—Eh, sí, tengo un par de asuntos que ver...

Asentí y me atreví a dar un paso al frente para quedar a escasos centímetros suyos.

—¿Sucede algo? —preguntó con el ceño fruncido, oprimí una sonrisa y me incliné para susurrar muy cerca de él, era como revelarle un secreto que solo él y yo sabríamos.

—Te destruiré cuando tenga las pruebas suficientes.

—¿Has perdido la cabeza? —se apartó de mí, había un poco de burla en su mirada y negué.

—Sé que tuviste que ver con la muerte de mis padres y créeme que no descansaré hasta descubrir la verdad.

Edward sonrió a manera burlona.

—Vaya, el futuro rey tiene agallas o más bien, las tuvo demasiado tarde —se burló de mí—. Buena suerte con ello después de tu exilio.

—Ten por seguro que regresaré, regresaré y te haré pagar por ello.

Palmó mi hombro y se marchó dejándome en medio del pasillo solo. Ni siquiera me pregunté cómo es que lo supo, era realmente astuto y parecía ir un paso adelante para todo.

Con el paso de los años, aprendí que la vida no es fácil. Hay momentos en los que podemos sentir que estamos en la cima y después nos vemos cayendo y no encontramos una razón o explicación de ello. Aquel día me sentí como si tuviera catorce otra vez, recordé aquel día en el que me dijeron que algún día, sería el rey de Inglaterra, ese día jamás llegó. Jamás me convertí en rey, ¿me hubiese gustado? Si soy sincero, aquel tema quedó incierto en mi vida porque descubrí la felicidad entre la tragedia, formé un hogar cuando creí no tener alguno y conocí la lealtad en las personas.

No volví a saber de la reina o mis hermanos salvo lo que veía en las noticias y de vez en cuando me enteraba a oídos de otros reinos. Me convertí en un príncipe despojado, en un heredero sin corona. Sin embargo, por mucho que me haya preparado para convertirme en rey y tuviese la certeza de que eso era lo que quería por el resto de mi vida, era una mentira. Probé la libertad de lo que era vivir sin reglas, vi al mundo con ojos de un hombre normal y no de un príncipe, me convertí en cualquiera y, al final, disfruté más de esa vida que de la que me esperaba en la realeza.

No mentiré que sufrí al estar alejado de mis hermanos y la reina, al final de cuentas, eran la única familia que conocí por mucho tiempo, los extrañé día y noche y aunque aún guardaba cierto rencor y dolor hacia la reina por lo que hizo, al final, entendí que fue lo mejor para los dos, creo que si hubiese probado esta clase de libertad a pocos meses de haberme convertido en rey, hubiese ascendido al trono y estuviese allí, siendo infeliz, anhelando haber vivido una vida que al final entendí que era mía.

Fin

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