Capítulo 9

Jessica

Al llegar a la residencia, tal como Aiden promete, me acompaña hasta mi dormitorio, ambos nos detenemos en mi puerta, no hemos dicho ni una sola palabra después de la pequeña conversación.

—Gracias por acompañarme.

Inquiero, su mirada se encuentra con la mía y da un asentimiento antes de pasarse una mano por la nuca.

—Gracias por el hot dog.

Murmura, soltando una risita baja que me es contagiosa.

—Podríamos repetirlo —digo sin pensar, sus cejas se enarcan con asombro por mi propuesta y de inmediato me sonrojo, una risita nerviosa se me escapa—. Claro, si tú quieres, no tienes que decir que sí, tampoco decir que no si no quieres decir nada, solo digo que podríamos repetirlo si te ha gustado, pero eso no quiere decir que es una cita y tampoco. —Ay, Dios, la estoy regando, pienso, estoy hablando sin saber qué estoy diciendo, de nuevo, me encuentro sintiéndome intimidada ante su presencia y nerviosa por mi torpeza—. No, espera, no quise decir eso, mejor pretende que no he dicho nada y...

—Podríamos repetirlo el fin de semana si te parece —dice mirando directamente a mis ojos, ahora soy yo quien lo mira con asombro sin esperar su comentario, tímidamente asiento y su pequeña sonrisa se ensancha—. ¿Puedo venir a buscarte por la tarde?

Sugiere, afortunadamente no tengo planes para mi fin de semana y pienso que puedo darme un pequeño descanso de los estudios, mi corazón late con gran fuerza al tiempo en que asiento en acuerdo.

—Es una buena idea, el puesto de hot dogs abre a las ocho.

Aiden ríe al tiempo en que niega.

—Seguro que podemos hacer algo horas antes, ¿Qué me dices?

Me muerdo el labio, la idea de pasar una tarde con él hace que experimente un par de emociones que, en cualquier otro momento, desearía no sentir, aun así, asiento.

—Suena bien.

—Entonces nos veremos el fin de semana.

Con esto, Aiden se despide y se da media vuelta, dispuesto a irse, me quedo de pie en mi lugar observándolo marcharse, a ambos nos toma unos segundos recordar que tengo las llaves de su auto.

—No puedo irme sin mis llaves.

Murmura volteando de nuevo a verme, me acerco a él, dispuesta a entregárselas, al llegar a su lado, la mirada que me da me resulta tierna y cálida.

—Estaba deseando que te fueras caminando —bromeo y él ríe—. Aquí tienes.

Le entrego sus llaves y sus dedos rozan los míos cuando las toma, provocando que mi piel se erice.

—Nos vemos.

Murmura antes de irse.

***

Presento mi examen el viernes por la mañana, al reunirme con mis amigas, no les cuento sobre mi siguiente encuentro con Aiden para no despertar drama entre ellas, desde el incidente del miércoles, Castriel y Ana se encontraron en la universidad, a pesar de que mi amiga dijo que era un encuentro casual, pienso lo contrario, pues nunca antes nos habíamos encontrado con él o con Aiden, ya que nuestros edificios se encuentran de un extremo a otro, es muy difícil tener encuentros casuales.

El sábado por la mañana, me reúno con mis amigos en la cafetería que está a dos cuadras de la universidad, donde solemos desayunar la mayor parte del tiempo, Ella como de costumbre tiene un libro de estudios y Matt está atento escribiendo en su celular, Ana conversa con Chase sobre los exámenes y el hospital, cuando tomo asiento al lado de ellos, ambos me miran curiosos.

—¿Qué?

Inquiero, con una ceja enarcada.

—¿No te enteraste?

Pregunta Ana y niego, con el ceño fruncido, ella y Chase comparten una mirada cómplice.

—¿Qué sucede?

Pregunto, veo que todos mis amigos tienen sus miradas fijas en mí.

—El hospital de Oxford ofrecerá tres puestos vacantes para los practicantes una vez que terminemos la universidad —responde Ella.

Observo a mis amigos con incredulidad, eso es una grandiosa oportunidad para cualquiera de nosotros, una gran sonrisa se dibuja en mí.

—¿No están mintiendo?

Todos niegan.

—No, es verdad, me he enterado anoche gracias al doctor Maez, pensé que el doctor Sullivan ya te lo había comentado —dice Chase, el doctor Maez es con quien él hace las pasantías, niego dejándole saber que no sé nada al respecto.

—No he hablado con el doctor Sullivan sobre eso.

—Nosotros tampoco, al menos no nos han comentado nada el resto de los médicos, seguro lo harán ahora que regresemos —dice Matt.

—¿Creen que nos postularán? —pregunta Ella, con curiosidad.

—Seguro que sí, al menos entramos todos los pasantes, pero de que nos escojan eso nadie lo tiene seguro.

Dice Ana, lo cual es totalmente cierto, conseguir una plaza fija dentro del hospital es lo más difícil.

—Como sea, espero que alguno de nosotros seamos los afortunados.

Inquiero para todos, quienes asienten en unisón.

***

Por la tarde, Aiden llama a mi puerta, a diferencia de la noche que vino a visitarme, tiene una vestimenta bastante casual e informal, trae puesta una camisa roja y pantalones de mezclilla, aun así, pienso en que se ve guapo.

—Hola —me saluda al tiempo en que lo invito a pasar, es una suerte que me he alistado temprano para verlo—. ¿Cómo estás?

—Estoy bien, intentando no estresarme con la universidad —digo con una risita corta, que dibuja una sonrisa en su boca—. ¿Qué hay de ti? ¿Alguna novedad interesante en tu vida?

Enarco las cejas juguetonamente.

—Lamento ser aburrido, pero estoy igual que tú, la universidad puede ser muy estresante.

—Bienvenido a la vida universitaria.

Inquiero y ríe.

—Estaba pensando en que podemos ir al pequeño bar que hay cerca aquí.

No hace falta que especifique qué bar, sé que se trata del que tuvimos el incidente. Checo la hora en mi celular, son casi las cinco, el lugar ya debe de estar un poco lleno por los estudiantes, pero no se me ocurre otro lugar al que podemos ir, por lo que asiento.

—¿Iremos en tu auto? —pregunto.

—¿Planeas quitarme las llaves de vuelta? —cuestiona curioso y sonrío.

—Si me das una razón para hacerlo, probablemente —me encojo de hombros.

Hay un breve silencio entre los dos y Aiden se pasa una mano por el pelo.

—Antes de eso, hay un pequeño inconveniente. —Sus ojos hacen contacto con los míos y me mira apenado.

—¿Cuál?

Inquiero, curiosa.

—Sucede que William vendrá con nosotros.

—¿William?

—Es mi asistente —se apresura a aclarar—. Trabaja en el palacio y su deber es acompañarme a todos lados excepto a las clases en la universidad, pero teniendo en cuenta que no estamos en clases, tiene que venir con nosotros, sin embargo, ha prometido no sentarse cerca, estará a una buena distancia para darnos algo de privacidad.

Me pienso las cosas por unos segundos, no tenía idea de qué tuviera un asistente, aunque no me sorprende y la idea de que seamos vigilados y escoltados a todos lados por un empleado de la realeza, no me agrada mucho, me resulta incómodo, aun así, me veo asintiendo.

Cuando salimos de la residencia estudiantil, me percato de que hay un hombre recargado en un coche negro que está estacionado junto al de Aiden, quien se aclara la garganta para llamar la atención del hombre.

—Alteza, ¿está todo bien?

Pregunta con amabilidad, Aiden se pasa una mano por la nuca.

—Sí, William, la señorita y yo daremos un paseo.

—De acuerdo, alteza, le he pedido al chofer que mantenga una distancia razonable entre su auto y el nuestro para darle privacidad.

Puedo ver que la situación le incomoda a Aiden tanto como a mí, no tengo idea de si esto es nuevo para él, pero si para mí y presiento que me costará adquirir confianza si vamos a ser vigilados todo el tiempo que estemos juntos. Aiden le da un asentimiento a William antes de abrir la puerta de su auto para mí, él y su asistente intercambian un par de palabras más, frente al auto antes de que suba, una vez dentro de la privacidad que nos proporciona estar los dos solos, Aiden deja caer un suspiro pesado.

—Lamento que la salida tenga que ser de esta forma, dado que no es de noche y me han visto salir, no he tenido manera de librarme de ellos.

Me encojo de hombros al tiempo en que me meto el cabello detrás de las orejas, una diminuta mueca permanece en la boca de Aiden, mientras conduce.

—Descuida, supongo que no puedes librarte del protocolo.

—No la mayor parte del tiempo —inquiere dándome una rápida mirada—. Sucede que escabullirse en el día es mucho más complicado que por la noche.

Pienso un poco las cosas, no imagino mi vida siendo escoltada por guardias las veinticuatro horas.

—Debe ser complicado para ti, ¿no?

Me atrevo a decir y Aiden se encoge de hombros.

—Entiendo que es necesario, mi abuela siempre nos recalca la importancia del por qué debemos salir con una persona del palacio, pero a veces resulta incómodo ser observado la mayor parte del tiempo, incluso cuando ellos respetan y no se entrometen al menos que sea necesario.

Asiento, tratando de comprender un poco.

—El día del hospital estabas solo.

Inquiero, recordando ese día, no había nadie acompañándole, estaba por su cuenta.

—Créeme, dieron conmigo a pesar de que hice lo posible de olvidarme de ellos, con el tiempo sueles acostumbrarte un poco.

Personalmente, me gusta tener mi propio espacio y a veces estar rodeada por personas suelo encontrarlo un tanto abrumador. Su auto se detiene en el estacionamiento del bar, ambos salimos del auto y veo que William junto con otro hombre que parece intimidante y viste un traje negro, nos siguen a una buena distancia, entramos primero al bar, tal como me imaginé, en el lugar hay bastantes estudiantes, la música de fondo animando a todos, buscamos una mesa disponible y tomamos asiento.

—¿Qué es lo que sueles pedir? —pregunta Aiden con curiosidad.

—Me conformo con una cerveza.

Digo y él asiente, antes de ir hasta la barra, minutos más tarde, vuelve con dos cervezas en mano.

—¿Te apetece otra cosa? He encargado un par de nachos, son buenos.

—Estoy bien, la comida aquí es buena, ¿ya has venido aquí?

Pregunto y asiente, tomando un trago de su cerveza.

—Es la tercera vez que vengo, Castriel y otros amigos suelen hacer reuniones aquí.

—Como la mayoría de los estudiantes.

—¿Vienes aquí seguido?

Asiento, uno de los camareros aparece con una ronda de nachos y la coloca sobre la mesa antes de irse.

—Cuando queremos un poco de tiempo libre de la universidad, nos reunimos aquí y en los otros locales que están cerca, como puedes ver, está área de Oxford está llena de estudiantes.

—Claro —dice, bebo un trago de mi cerveza y un pequeño silencio se forma a nuestro alrededor. Aiden observa el lugar con curiosidad, imagino que debe de estar buscando a sus guardias quienes no tengo idea de dónde se han ido a sentar, cuando su mirada se topa con la mía, me ofrece una pequeña sonrisa—. ¿Puedo preguntar algo?

—Adelante, hazlo.

Lo animo.

—¿Qué te hizo querer estudiar en Oxford? Sé que hay otras universidades que imparten medicina y son mucho mejores que Oxford —inquiere, cosa que es cierto, hay escuelas de medicina mejores que esta. Dejo mi cerveza en la mesa y lo observo por un buen tiempo.

—Tengo mis razones. —Sé que puedo darle una mejor respuesta, pero he decidido por una corta, Aiden rueda los ojos.

—Me la pondrás difícil, ¿eh? —dice recargando sus brazos sobre la mesa, tiene una sonrisa juguetona en los labios.

—Depende, ¿qué hace el príncipe de Inglaterra estudiando en la universidad de Oxford cuando puede estudiar en otra universidad mucho mejor que esta?

Ahora soy yo quien sonríe juguetonamente, Aiden me sostiene la mirada por unos largos segundos antes de bajar la cabeza y jugar con su cerveza.

—Mi madre estudió en Oxford.

La sonrisa se desvanece de su boca y la mía también, sorprendida de sus palabras, admito que esperaba otra clase de respuesta y no una tan personal.

—Oh —murmuro, no se me ocurre que decir con ello, agacho mi mirada hacia mi cerveza antes de darle un trago—. Estudiar aquí tiene un valor sentimental.

Esto lo digo más para mí misma que para él, aun así, asiente.

—Estudió Lenguas modernas y lingüísticas.

Me deja saber.

—Es una buena carrera.

Digo, Aiden bebe un gran trago de su cerveza

Nuestro ambiente se ha vuelto un poco diferente por culpa de la conversación.

—¿Y bien? ¿Me dirás por qué enfermería en Oxford?

Pienso en que, si Aiden me ha dicho algo que es personal para él, lo justo es que yo también lo haga, sin embargo, las razones por las que he decidido estudiar medicinas son tan personales que me cuesta abrirme del todo y me toma tiempo responder.

—Tengo una hermana, es mayor que yo —inquiero, desviando mi mirada de la suya—. Su nombre es Kiara, tiene una discapacidad motriz desde que es una niña. Distrofia muscular.

Definitivamente, el ambiente se vuelve más pesado entre los dos, no se lo he dicho a nadie, ni siquiera a mis amigas y no es que me avergüence de mi hermana, es solo que el tema es difícil para mí, verla todos los días postrada en una silla, me parte el corazón.

—Siento lo de tu hermana —inquiere, sintiéndose incómodo por mi brutal honestidad—. ¿Por eso decidiste estudiar enfermería?

Asiento.

—Crecí aquí en Oxford, estudiar en la universidad de aquí me daba la oportunidad de ir a casa cada que mamá y papá me necesitaban, así podía ayudarles con mi hermana, decidí enfermería porque quiero hacer una diferencia, como enfermera, puedo asistir a mi hermana por tiempo completo, aunque ella tiene a sus propios enfermeros y siempre me ha dicho que no quiere que dedique mi vida a cuidarla, digamos que es algo terca y comparte un pensamiento similar a mis amigos sobre que debo de disfrutar la vida —digo, mientras recuerdo en el dulce rostro de mi hermana, Aiden me regala una pequeña y comprensiva sonrisa—. Como decía, tiene esta discapacidad de que es una niña así que crecí con ello, sé lo complicado que es para mis padres cuidarla y también sé que hay otros niños con discapacidades similares a los de ella, quiero ayudarlos.

Hablar del tema me pone un poco sentimental, tomo una profunda bocanada de aire antes de soltarla, hablar de mi familia siempre consigue poner mis emociones a flote.

—Lo siento, necesito ir al baño.

Inquiero, levantándome de un brinco de mi lugar para retirarme, no sé en qué momento se levantó de su lugar, pero Aiden me sigue hasta al baño, llamando mi nombre.

—Jessica, espera —dice tomándome con delicadeza del brazo, haciendo que me detenga frente a la puerta. Dios, la última vez que hablé con mis padres, me dijeron que Kiara no estaba bien, y a pesar de que hablamos seguido, no he tenido oportunidad de verlos, gracias a la última terapia que recibió mi hermana, tuvieron que mudarse a Liverpool, pues el médico que ha llevado el caso de Kiara desde que era una niña, se ha mudado allí. Si no es por el suave pulgar de Aiden quitando las lágrimas de mis ojos, no me doy cuenta de que estoy llorando—. Ey, está bien.

Necesito hablar con mis padres, pienso.

La cercanía que su cuerpo me proporciona es cálida, no recuerdo cuando fue la última vez que alguien tuvo un gesto tierno conmigo, y siento el impulso de querer abrazarlo.

—No suelo comportarme de esta forma.

Murmuro en un susurro, Aiden niega por lo bajo.

—De nuevo es una lástima, porque creo que este comportamiento tuyo hace que quiere conocerte mejor.

Ambos reímos, es una risita tonta y baja, sus manos continúan aún en mi rostro, sus pulgares acariciando mis mejillas, estoy demasiado aturdida como para tomarle importancia al hecho de que estoy sonrojada por esto.

—Gracias, creo.

Aiden niega.

—No tienes por qué agradecer, tampoco disculparte.

Asiento, apenada, desviando mi mirada de la suya, si esta fuera otra situación diferente y no me sintiera tan vulnerable como me siento en estos momentos, ya lo habría besado.


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¡Hola! ¿Cómo están? Hoy les traigo un capítulo un poco más personal sobre los personajes, ¿se esperaban que la reina Sofia estudió en Oxford? ¿Y que me dicen de la hermana de Jess? ¿Lo esperaban? Por alguna razón, me la vivo pensando que los martes son miércoles así que estuve a punto de no actualizar porque no me acordaba que hoy era miércoles, perdonden mi mala memoria jajaja, por suerte aquí me tienen actualizando, espero disfruten el capítulo<3.

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