Capítulo 50
Aiden
En algún punto de la noche debo quedarme dormido en mi escritorio, mis ojos están hinchados por culpa del llanto y los malos sentimientos, recuerdo todo y observo los papeles y fotografías desordenados en mi escritorio, me apresuro a guardarlos de vuelta en los sobre manila como si alguien de pronto fuera a entrar a mi habitación y arrebatármelos, una vez que ordeno todo, me levanto de mi lugar y me desabotono la camisa que traigo puesta, está arrugada y desaliñada, pero parece sofocarme.
Me quedo observando el escritorio por aproximadamente un minuto. No hay forma en que mi familia se entere de esto, al menos no es el momento, necesito más pruebas, necesito confirmar que todo lo que William me ha traído es real y no se trata de una simple incriminación.
Para ser sinceros, mi instinto me dice que mi asistente no se ha equivocado, pero conozco las reglas, no puedes simplemente pararte y hacer una simple acusación aun cuando hay pruebas, se necesita más, sobre todo, necesito saber por qué, por qué lo hizo. Me llevo una mano a la boca y me muerdo las uñas mientras pienso en dónde guardar los sobres, alguien llama a mi puerta y me hace sobresaltarme, me apresuro a esconder ambos sobres entre las colchas de mi cama, es un pésimo escondite, pero parece el más seguro cuando la puerta se abre y William aparece, el alivio cruza en mí porque sé que él conoce la verdad.
—Will...
Murmuro y él me da una mirada afligida.
—Alteza...
Se me rompe la voz y me acerco a él para abrazarle, me siento como un niño pequeño cuando acepta mi abrazo e intenta consolarme, me aferro a él porque es lo más cercano a un padre y no quiero que me abandone. Me deja llorar en su hombro todo lo que quiero y cuando consigo calmarme, me aparto de él, me quito con el brazo las lágrimas de mis ojos, un gesto brusco.
—Gracias por conseguir la información, de verdad te lo agradezco.
—No tienes que agradecerme —decide tutearme cosa que me gusta más—. Sabes que confío en ti y no me equivoco al hacerlo, ¿qué piensas hacer al respecto?
—No lo sé, no puedo decirle a la reina y mucho menos a mis hermanos, al menos no es el momento.
—Estoy de acuerdo, quizá será mejor que espere un tiempo hasta encontrar un momento adecuado.
Ese es el problema pienso, nunca habrá un momento adecuado para tocar el tema de mis padres, no cuando la reina decide evadir ese tema.
—Claro, ya llegará la ocasión —concluye y doy un asentimiento. William deja caer un suspiro—. La reina espera verte en su despacho, ha dicho que necesitan hablar antes de ir a la reunión de hoy.
—Bien, me presentaré.
Doy un asentimiento, él sale de mi habitación y me doy una ducha rápida antes de ir al despacho de la reina, necesito relajarme primero y la ducha no sirve de mucho más resulta lo necesario para tranquilizar un poco mis nervios. Agradezco de no toparme con Edward en ningún lado porque si lo llego a ver, perderé el control de inmediato.
Al llegar al despacho de la reina, toco dos veces y espero a que me invite a pasar, cuando lo hace, entro, cierro la puerta y me siento en frente de su escritorio. Su cuerpo está tenso y tiene una postura seria, seguramente ya envuelta en el estrés que le traerá el día.
—¿Dónde has estado a noche?
—Salí a ver a Jessica. —me limito a decir, su mandíbula se contrae y veo que no le agrada, cosa que me extraña—. ¿Está todo bien?
—Necesitamos terminar nuestra conversación.
—Claro. —Por primera vez no me opongo porque por mucho que evada el tema, es realmente necesario—. Pero tengo una condición.
—¿Cuál?
—Debes escucharme a mi primero.
—Bien, adelante. Te escucho.
Dice con un asentimiento. Me tomo mi tiempo sin hacerla esperar mucho porque sé que perderá la paciencia, a la reina no le gusta que la hagas esperar.
—Sea cual sea la ley que quiera el parlamento. Me quedaré con Jessica, no habrá ninguna otra chica.
Ella suspira.
—Aiden, entiendo que la chica te tenga enamorado y entiendo que la quieras a ella antes que cualquier otra cosa, sin embargo...
—No. La quiero a ella, ya está decidido.
La interrumpo. Su cuerpo se tensa.
—Escúchame. Te conozco bien, sé que estás interesado en la chica, lo entiendo y también entiendo que tu padre se haya enamorado de tu madre, Sofía era una buena mujer y no estoy diciendo que Jessica no lo sea, pero creo que no estás pensando con la cabeza. Yo...
—No. Eres tú quien no está pensando con la cabeza, ¿qué hay de malo en Jessica? ¿Por qué no quieres permitir que salga con ella?
—Aiden, vas a convertirte en el rey de Inglaterra, ¿sabes lo que significa eso?
—Tengo muy en claro lo que es convertirse en rey, sé que asumiré una gran responsabilidad sobre mis hombros, entiendo todo lo que tenga que ver con ello, lo que no entiendo es por qué te empeñas en rechazar a Jessica.
—No me empeño en rechazarla.
—A mí me resulta lo contrario.
—Aiden, escúchame —exige, su voz aún es baja, está tratando de mantener la calma pues es una mujer de temperamento—. No estoy rechazando a la chica, entiendo que la quieras, sin embargo, creo que aún eres joven para tomar una decisión tan apresurada sobre el amor.
—¿Y los matrimonios arreglados dentro de la realeza no te parecen apresurados?
Alzo la voz, cosa que no le gusta.
—Tienes un gran futuro por delante, aún eres joven para tomar una decisión tan grande, formar un hogar no es una cosa sencilla, mucho menos para un monarca, lo único que quiero es que estés seguro de lo que quieres, no quiero que después te arrepientas de una decisión.
—No trates de inventar excusas —me quejo, es claro para mí que está evadiendo todo este tema—. Desde niño, se me ha criado para tomar decisiones importantes, te aseguro que lo que siente por Jessica no es algo de lo que dude.
—Aiden, hay más que amor detrás del trono, no todo se trata sobre el amor, entiende que hay un deber en la corona.
—¿De qué hablas? ¿Estás tratándome de decir que yo no debería de casarme por amor? ¿Acaso te estás escuchando?
Pierdo la paciencia y siento un arrebato dentro de mí, ella bufa.
—Sé muy bien lo que estoy diciendo, hijo. Te he preparado todos estos años para que te conviertas en el siguiente heredero y no estoy dispuesta a perder esto solo por un capricho tuyo. Serás el siguiente rey y los reyes hacen sacrificios, si vas a casarte algún día, no será ahora.
Me rio.
—¿No ahora? Más bien, no con Jessica, ¿verdad?
Su cuerpo se tensa porque sabe que digo la verdad y me levanto de mi lugar, comienzo a moverme de un lado a otro.
—¿Por qué estás haciéndome esto?
Cuestiono señalándome a mí mismo, ella aún continúa sentada detrás de su escritorio, su cuerpo rígido y tenso.
—¿Por qué no vas a dejarme estar con la mujer que amo? Papá nunca tuvo un inconveniente con eso.
—Tu padre era testarudo.
Se excusa y me resulta la excusa más boca del mundo.
—Entonces, yo también puedo hacerlo, no hay una ley que me prohíba estar con la mujer a la que amo.
—Aiden, no es lo correcto.
—¿Por qué no lo es? ¡Quiero una respuesta!
Estallo de molestia, la reina se levanta de su lugar, molesta porque le he alzado la voz.
—¡Porque yo no lo quiero! ¡No voy a permitir que te quedes con la chica!
—¡¿Por qué?! ¡¿Cuál es el problema con ella?!
—No puedo decírtelo. —Baja la voz y su absurda respuesta solo alimenta mi enfado.
—Es patético, eres patética.
Espeto con coraje y ella se acerca a mí, acusándome con su dedo índice.
—Te pido que me respetes, mide bien tus palabras.
—Entonces dame una buena razón para no estar con Jessica, exijo una respuesta.
Poso mis manos en mis caderas, su mandíbula se tensa, de nuevo no tiene forma de darme una respuesta.
—¿Lo ves? No puedes impedírmelo, sabes que no puedes hacerlo.
—¡Claro que puedo! ¡Soy la reina!
—¡Entonces exijo una respuesta! ¡Quiero un maldito porqué!
Grito de vuelta y veo que ya hemos perdido la poca paciencia que nos quedaba.
—¡Porque no es correcto!
—¡Claro que lo es! ¡La amo! —le dejo en claro y doy un paso al frente y le sostengo la mirada, sus ojos me miran con firmeza—. Realmente la amo y no quiero perderla.
—Estar con ella no es correcto.
—¿Para quién no lo es? ¿Para ti? ¡Es absurdo!
—Es imposible tener este tema contigo, ya he tomado una decisión y te aseguro que la chica no está en mis planes.
—¿De qué hablas?
Frunzo el ceño.
—De que terminarás tu relación con Jessica, estoy harta de tener estás discusiones contigo.
—No puedes impedírmelo.
—Claro que puedo, soy...
—No, no puedes —vuelvo a callarla, oprime una mueca. Esta no es la manera en la que esperaba decirle esto más me gana el impulso—. No puedes porque Jessica está embarazada y ese bebé es mío.
Su cuerpo se aleja de mí y me mira con incredulidad, su boca se abre con asombro y se cierra segundos después.
—¿Qué has dicho?
—Que Jessica está embarazada y ese bebé es mío.
—¿Cómo pudiste? —me recrimina con dolor en su mirada e ira en su voz.
—No voy a dejar a Jessica te guste o no. No puedo hacerlo.
—Esto es una locura, tienes que estar bromeando —dice más para ella misma.
—No lo estoy.
Al decir esto, se acerca a mí y me da una bofetada. Siempre creí que cuando llegaría este momento, ella se pondría contenta de saber que pronto tendría un bisnieto, sin embargo, estoy experimentando todo lo contrario, su mirada es fría y en ella hay dolor y enojo, lo cual me rompe.
—¿Cuál es el problema conmigo? ¿Por qué no puedes aceptarme? —No me importa que me vea roto, no me importa que me vea llorar porque estoy herido, es como si el mundo se me ha venido encima en cuestión de horas.
—¡Acabas de cometer una deshonra para la familia!
—¿Deshonra? —Enarco una ceja y río a secas—. ¿En verdad estás escuchándote? ¿Desde cuándo acá un bebe es una deshonra?
—¡Acabas de procrear fuera del matrimonio! ¿Sabes qué significa eso para la realeza? ¡No significa nada bueno, Aiden! ¡Carajo!
—¡No me lo eches en cara! —exclamo con dolor y enojo—. No es una deshonra y pienso hacerme responsable de ello, por lo tanto, no puedes apartarme de Jessica aun cuando lo desees con todas tus ganas. Realmente la amo, ¿qué no lo entiendes?
—No, no puedes hacerlo...
Niega.
—¡¿Por qué?! ¡Quiero una maldita respuesta! ¡¿Qué hay de malo con ella?! ¡¿Por qué no puedo estar con ella?!
Grito al borde de la histeria, acercándome más a ella.
—¡Porque no estoy dispuesta a perderte de nuevo!
Su instinto es golpear mi pecho con fuerza, apartándome un poco de ella, es en ese momento cuando me doy cuenta de ello. Me doy cuenta de que, por mucho tiempo, no solamente me ha visto como su nieto, sino como papá, probablemente es el hecho de que me parezca tanto a él, que sea su viva imagen y la mayoría de las cosas que hago le recuerdan a él, es como si papá estuviera presente y no Aiden, siempre lo he percibido, aunque ella trata de verme como soy, sé que en ocasiones es imposible hacerlo, tengo tantas costumbres de papá, miles de ademanes suyos que le hacen creer que podría estar presente, no la culpo, porque en el fondo, yo siempre he anhelado ser como papá, al menos, es la forma en la que consigo sentirme más cerca de él y hacer que su recuerdo aun perdure en mi memoria y nunca lo olvide, porque aun cuando tengo fotografías de mamá, me cuesta recordar su voz, me cuesta saber que la tengo cerca. Nunca he tratado de suplantar a mi padre y sé que ella tampoco intenta que lo haga.
Trago con fuerza el nudo que hay en mi garganta.
—Estar con alguien a quien amo no significa que vas a perderme. No soy mi padre.
Digo con seriedad y firmeza y ella traga con fuerza.
—Lo sé, pero he dado todo por ti y por tus hermanos como lo hice con tu padre y después lo perdí. Lo perdí desde el momento en que conoció a tu madre.
Su voz se quiebra al igual que la mía, sus palabras duelen.
—No digas eso, eso no es cierto. Mamá era una mujer maravillosa, amaba a papá y...
Alza su mano, haciéndome callar, sus ojos se cierran y contiene el aire en sus pulmones antes de sacarlo y hablar.
—No digas nada. Este es un tema que no tocaré de nuevo. Debí prohibirte a la chica desde un principio, ahora es muy tarde.
—¿De qué hablas?
De nuevo frunzo el ceño, su pecho se hincha y trata de recobrar la compostura, ignorando sus lágrimas.
—Los hijos fuera del matrimonio están prohibidos dentro de la realeza y no pienso ayudarte con ella.
—¿Qué quieres decir con eso?
Me tenso, de pronto no comprendo la situación, no comprendo nada de lo que está pasando.
—Que has cometido un error y vas a enmendarlo, he aprendido mi lección aquí, cometí un error con tu padre y no voy a cometerlo dos veces. Te vas de Inglaterra.
—¿Qué? ¿Qué dices?
—Lo que oyes. —Sus ojos marrones me miran con seguridad—. Tienes una semana para tomar tus pertenencias y largarte de Inglaterra.
—¿Lo dices en serio? ¿Qué piensas hacer? ¿Exiliarme?
Traga con fuerza mi cuerpo se tensa de nuevo y de pronto me siento como un niño pequeño sin protección. Sé que no puedo discutir mucho sobre el tema, sé que existe una ley dentro del parlamento que obliga a los monarcas a ser exiliados cuando contraen matrimonio sin autorización del rey o reina, si alguien comete algún delito o traición a la corona, o incluso si procrea fuera del matrimonio y el actual rey o reina no da su perdón, yo, he cometido un delito para la corona, he procreado fuera de mi matrimonio a poco tiempo de convertirme en rey y ahora tengo que asumir las consecuencias de ello.
—He tomado una decisión. Te irás de Inglaterra.
—¿Acaso estás escuchándote? —Se me quiebra la voz y de nuevo, como con William, no me importa llorar porque realmente estoy herido—. ¿Por qué me haces esto? Creí que me amabas.
—Lo hago, te amo con todo mi ser, pero esto no es algo que esté en mis manos...
—¡Por supuesto que está en tus manos! ¡Eres la reina de Inglaterra!
—Y por eso mismo, porque soy la reina de Inglaterra, respeto a mi nación. Lo que has hecho es como una traición a la corona, estás demostrando tu poco respeto hacia ella y no puedo permitirlo.
—Eres la reina...
Y mi abuela, pienso.
Trago con fuerza, y no puedo evitar llorar.
—¿Qué vas a hacerme?
Toma una profunda respiración.
—Te irás de Inglaterra con la chica y nunca volverás, no quiero saber de ti, no después de lo que hiciste.
—¿Vas a exiliarme así sin más? ¿Sin darme una oportunidad?
—Lo siento, Aiden. Ya no eres el futuro rey de Inglaterra.
Y como la mayor parte del tiempo, ella tiene la última palabra, no tengo manera de responder o luchar ante ello porque me he roto por dentro con esto, sé que, en parte, esta situación es porque está dolida, porque también está rota.
Me quedo en su despacho por unos minutos cuando me deja solo, me rompo de nuevo, me tiro al suelo en una esquina de la habitación y lloriqueo como cuando me dieron la noticia sobre la muerte de mis padres. Siempre he asumido mis responsabilidades, intento hacerles frente a mis errores, más está vez no tengo fuerzas para dar guerra y me rindo.
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