Capítulo 33
Jessica
Aiden viene a verme por la tarde después de que termino mi jornada en el hospital, la cual me ha tenido cansada. Cuando pasa al dormitorio, lo invito a la cocina, he ordenado pizza para la cena y él accede comer conmigo, sin embargo, hoy no trae su humor habitual, su semblante es serio y parece que algo le molesta.
—¿Cómo ha ido tu semana? —pregunta para iniciar un tema de conversación.
—Ha sido una semana muy ocupada en el hospital, hemos tenido mucho trabajo.
Respondo y Aiden asiente, dejando que un pequeño silencio se forme entre los dos, estoy por preguntarle sobre su semana, pero se me adelanta.
—¿Puedo hacer una pregunta más directa? —dice y asiento, con el ceño fruncido—. No has vuelto a ver a Edward en el hospital, ¿o sí?
—No, no ha vuelto a presentarse al hospital —contesto, me sorprende su pregunta por lo que decido cuestionarla—. ¿Sucede algo malo con tu tío?
—No, nada —responde de inmediato y se pasa una mano por el pelo para despeinarlo—. Es que... solo tengo curiosidad en sí ha regresado.
Niego.
—Realmente no ha vuelto al hospital, al menos, no me ha tocado verlo.
Repito y él asiente.
—¿Crees que podrías decirme si llegas a volver a verlo?
Pregunta y de nuevo, mi ceño se frunce sin comprender por qué.
—¿Estás seguro de que todo está bien con él?
Aiden parece pensar por unos minutos hasta que asiente.
—Sí, es solo que... —Hace una larga pausa—. Olvídalo, son cosas mías, necesito hablar con él sobre algo, asuntos políticos.
Me da la impresión de que está mintiendo y algo en particular sucede, quiero cuestionarlo, pero presiento que no sacaré mucha información y el hecho de que cambia de tema lo deja en claro.
—¿Quieres dar un pequeño paseo en auto?
Sugiere, me toma un tiempo asentir, pues ahora me he quedado pensando sobre Edward Mountbatten y mentiría si digo que de pronto no tengo ganas de ir a la biblioteca e investigar sobre él un poco más.
***
Al principio, Aiden conduce en silencio, tiene la radio apagada y no me molesto en encenderla, estoy tan metida en mis propios pensamientos que no se me ocurre romper el silencio entre los dos, por suerte, Aiden se anima a hablar.
—¿Sabes? Siempre he encontrado relajante los paseos en auto.
—Lo son, ayudan a despejar la mente.
Agrego y asiente.
—Lo hacen —dice y deja que haya una pequeña pausa entre los dos—. ¿En qué piensas? Puedo ver que algo te preocupa.
Me meto el cabello detrás de las orejas e intento negar para restarle importancia.
—Lo siento, pero no dejo de pensar en la conversación que hemos tenido en el dormitorio, sabes que puedes contarme lo que sea que pase, incluso si es sobre tu familia, quizá no conozca nada sobre monarquías y leyes como tú, pero soy buena escuchando.
Una parte de mí se siente esperanzada en que Aiden se abra y decida contarme que realmente está sucediendo en vez de evadir las cosas, aunque Aiden no es la clase de chico que evade las cosas, puedo decir que les hace frente por más complicadas que sean.
Aiden toma una respiración profunda y la suelta en un suspiro pesado.
—No lo sé, honestamente encuentro extraño que Edward estuviera en el hospital, no me creo lo que haya sido coincidencia —cuenta, hay una gran mueca en su boca que deja en claro que el tema no le agrada mucho—. A veces es un poco misterioso, no lo sé.
Juego con mis manos nerviosamente porque yo también he tenido la idea en la cabeza de que no ha sido pura casualidad tenerlo en el hospital.
—Tampoco lo creo —me atrevo a decir luego de un gran tiempo—. Me pareció extraño que se haya presentado.
—Exacto, es extraño y... —Hace una pausa como si tuviera que pensar bien sus palabras y niega para sí mismo—. Necesito hablar con él, solo que no he encontrado el momento correcto aun, mi agenda apenas me da tiempo de ver a mis hermanos y él merodea por el palacio a horas que es imposible que tenga oportunidad de hablar con él.
Se queja.
—Si no ha sido una coincidencia, ¿por qué crees que ha ido al hospital? —cuestiono y Aiden niega.
—No lo sé, estoy seguro de que tenía una excusa como lo del golf, pero sigo pensando en que no tiene sentido, ¿por qué querría verte?
—¿Crees que estuvo allí por mí?
Siento tener la respuesta de ello, pero quiero que Aiden la confirme.
—Creo tener el presentimiento de que, si fue así, pero necesito confirmarlo —dice con seriedad—. Espero poder tener tiempo de hablar con él, es solo que es difícil hacerlo.
De nuevo, me quedo pensando en ello, si Aiden tiene razón, ¿cuál es el motivo por el que ha tenido que ir a verme? No tiene sentido para mí.
—Por eso he insisto en saber si te has vuelto a topar con él —inquiere, sacándome de mis pensamientos—. Espero que no sea mucho pedir que me cuentes si llegas a volver a verlo.
—¿Has tenido problemas con él antes?
Me atrevo a preguntar y su ceño se arruga cuando niega.
—No, mi relación con él es un poco distante y formal —responde con seguridad—. Incluso a veces acudo a él cuando necesito algún consejo, no tiene mucho sentido para mí el que Edward esté cerca de ti.
—Para mí tampoco.
Agrego con un suspiro.
—Bien, no quisiera abrumarnos pensando en ello todo el trayecto —dice con una mueca—. Siento que apenas y también tengo tiempo de verte a ti, dios, estos días han sido bastante ocupados y estresantes para mí, apenas puedo hacer algo por mi cuenta, siento que ni siquiera en mi habitación tengo mi espacio.
No sé qué decir con exactitud porque no tengo idea de lo complicado que debe ser tener una gran responsabilidad como la suya, a veces me parece increíble e ilógico saber que salgo con el príncipe del país, es como si fuese una especie de sueño, pues esta clase de cosas no suceden, es casi imposible y cuando llegas a decir que sales con un príncipe es más imposible hacer que te lo crean.
—Oye, ¿te parece si nos detenemos en algún lugar?
Pregunta.
—¿Tienes un lugar en mente?
Se pasa una mano por el cabello y lo alborota un poco.
—Tenía pensando en que podíamos ir al museo.
—¿Al museo? ¿A esta hora?
Enarco una ceja y él asiente con seguridad.
—¿Por qué no? Será divertido.
No lo cuestiono, dejo que conduzca hasta el museo, el cual no está muy lejos de donde nos encontramos. Es una locura que proponga venir al museo pues es tarde y seguramente ya han cerrado, cuando apaga el motor de su auto y sale de este a abrirme la puerta, me ofrece una mano con su mejor sonrisa.
—¿No crees que está cerrado?
Pregunto y él ladea la cabeza.
—Es muy probable, pero siempre he querido venir al museo cuando no hay nadie y tengo mis contactos, nos dejarán pasar.
Asegura y vacilante tomo su mano entre la mía y dejo que me lleve hacia la entrada, donde vamos hacia lo que me parece una entrada de emergencia donde Aiden toca con fuerza y minutos después aparece un señor mayor de cabello blanco y bigote, quien le da una gran sonrisa al príncipe.
—Alteza —lo saluda y Aiden le ofrece una gran sonrisa al tiempo en que hace una reverencia.
—Hola, Gregory, ¿cómo has estado? —pregunta Aiden con amabilidad y él le sonríe.
—Bien alteza, estoy sorprendido de tenerlo por aquí, ¿a qué se debe su visita?
Pregunta con curiosidad y Aiden voltea a verme, nuestras manos continúan entrelazadas.
—Esperábamos tener oportunidad de dar un pequeño recorrido por el museo.
—¿A esta hora? —cuestiona Gregory con curiosidad y Aiden asiente.
—Si es posible sí.
Responde Aiden y él lo considera por unos segundos.
—Está bien, pasen, tienen suerte de que esté yo de guardia esta noche, de lo contrario sería imposible.
Nos dice haciéndose a un lado para que los dos podamos entrar.
Las luces continúan encendidas en el museo, y Gregory nos dice que ambos que solo gritemos su nombre en caso de que lo necesitemos, me da la impresión de que Aiden ya conoce bien el lugar porque se mueve con gran familiaridad a diferencia mía que solo una vez he estado en el museo y creo que fue cuando era niña, así que el recuerdo es muy vago.
—Sigo sin entender muy bien qué hacemos aquí.
Inquiero y Aiden, quien hace unos minutos soltó mi mano, ríe mientras se gira para verme, pues va a un par de pasos delante de mí.
—Tranquila, nada fuera de lo normal, solo recorreremos el lugar —explica y se lleva una mano a los bolsillos de su pantalón y con otra mano, atrae mi cuerpo al suyo cuando la posa sobre mi cintura y tira de ella, mis manos se colocan sobre su pecho y una sonrisa socarrona se forma en mi boca.
—¿Acaso estamos teniendo una cita en un museo de noche?
Cuestiono y él ladea la cabeza.
—Honestamente no lo había pensado, pero podríamos considerarlo.
—Es una idea bastante original, debería darte créditos por tanta creatividad —murmuro y Aiden me acerca más a él si eso es posible, de pronto quiero darle un beso y como si leyera mi mente, me besa, es un beso cálido y tierno.
—De acuerdo señorita, esta noche yo seré su guía.
Se aparta de mí, pero entrelaza su mano con la mía mientras caminamos entre los cuadros de pintura que hay en el museo, Aiden me va explicando un poco de historia, lo cual me sorprende bastante, es como si se supiera cada pieza de este museo de memoria y como es de esperarse, nos detenemos frente al gran retrato de la familia real, donde hay una fotografía de la reina y otra de sus padres por separado.
—Algún día mi pintura también estará aquí —explica observando el gran retrato a olio de su padre—. Es tradición poner a los reyes en el museo y al resto de la familia real también, pero sobre todo a los herederos del trono.
—Vaya, son impresionantes.
Realmente son pinturas preciosas, la forma en que están perfectamente pintadas es impresionante.
—Lo son —inquiere Aiden con una sonrisa pequeña y se lleva ambas manos a los bolsillos de su pantalón—. El retrato de mi padre fue pintado un mes antes de su coronación, como puedes ver, trae puesto el traje militar rojo y del listón cuelgan sus medallas de honor por haber servido en el ejército británico, todos los príncipes estamos obligados a hacer el servicio militar.
—¿Las mujeres no lo hacen?
—Por lo general no, al menos que sea coronada. Mi abuela hizo el servicio militar a sus dieciocho porque debía ser coronada como reina, es un requisito entre la realeza al menos.
—¿Quieres decir que si te casas con algún príncipe debes hacerlo?
—No precisamente —responde con una mueca—. Como reina consorte es probable que te sometan a un par de entrenamiento para tu defensa propia, cosa que no está mal, pero no estás obligada a hacer el servicio militar como los príncipes y reyes.
—Vaya, sí que debe ser una tarea complicada. Hasta parece que ser príncipe no es tan complicado cuando no eres parte de la realeza, hacen ver la tarea sencilla.
—Sí, la mayoría piensa que somos como especies de muñecos con dinero, lo cual no es muy cierto, tenemos obligaciones complicadas y no podemos desertarlas, al menos no siempre.
—Es una gran responsabilidad —digo volteando a verlo, sus grandes ojos azules me miran con cierta ternura—. Realmente admiro tu trabajo como príncipe.
—Gracias —dice y toma una profunda respiración que suelta en un suspiro pesado. Me acerco más a él, l que hace que Aiden me atraiga a él en un pequeño abrazo—. Si te confieso algo, me reconforta estar contigo.
Susurra por encima de mi cabeza, sus labios dejan un pequeño beso entre mi cabello y por la forma en que su voz suena, puedo deducir que no ha estado bien, suena cansado y hay un poco de desilusión en su voz. Nos quedamos de esa forma por un tiempo hasta que levanto mi rostro para verlo, él tiene que agachar su cabeza para verme, pues es un par de centímetros más alto que yo.
Continuamos recorriendo el lugar, sin embargo, presiento que la falta de ánimos de Aiden se debe a algo más, un tema el cual parece estar evadiendo. Cuando salimos del museo y su auto se estaciona en la residencia, su celular timbra e inmediatamente contesta la llamada de William, quien suena algo preocupado del otro lado de la línea.
—De acuerdo, iré lo antes posible.
—¿Está todo bien? —pregunto y me deja ver una gran mueca al tiempo en que niega.
—La reina está buscándome y no está contenta con el hecho de que no esté a estas horas en el palacio, debo irme en cuanto antes —dice con decepción en su voz.
—Descuida no tienes que acompañarme a los dormitorios, deberías de ir a casa antes de que te metas en serios problemas.
Digo y Aiden agradece por ello. Sin pensarlo, me acerco y tomo su rostro entre mis manos y le planto un corto beso a modo de despedida.
A pesar de que no entra conmigo a los dormitorios, su auto se queda en el estacionamiento hasta que me pierde de vista, me llevo las manos a los bolsillos de mi pantalón y camino pensativa por los pasillos, ha sido un día largo y aunque Aiden no ha estado con la autoestima baja, me la he pasado bien, hemos conseguido tener una buena distracción. Cuando me detengo frente a mi dormitorio, me percato de que hay alguien más cerca de la puerta, ralentizo mis pasos, insegura de quien es quien está allí, ya que la figura no me resulta familiar y cuando estoy lo suficientemente cerca para darme cuenta de quien es, me tenso, Edward Mountbatten está aquí en la residencia, justo frente a mi puerta.
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