Capítulo 2

En otro lado de la playa, Wasabi estaba tomando un descanso en las rocas. A darse cuenta que tenía piernas, se asombró y sonrió entusiasmado. ¡Por fin tenía piernas!

Karmi voló por encima de ellos y se les acercó—¡Vaya! Mira lo que ha traído la marea. —se posó en la pierna levantada de Wasabi—Mira nada más. Tienes algo diferente, no me lo digas. —trató de adivinar—Hmm... Ya sé, ¿te peinaste? Seguro que has usado el artículo.

Wasabi negó con una sonrisa.

—¿No? A ver... —Karmi miró el pie del joven—¿Nuevos accesorios?

—Agh, ¡Tiene piernas, estúpida! —Tadashi le gritó a Karmi—Le dio su voz a cambio de un par de piernas.

—Ya lo sabía. —la gaviota sonrió de lado.

—Wasabi se ha vuelto humano. El príncipe debe enamorarse de él y tiene que besarlo. —dijo Fred mientras que Wasabi intentaba ponerse de pie.

—Y sólo tiene tres días-

El chico perdió el equilibrio y se cayó mojando a los tres por su torpeza.

—¡Fíjate en él! ¡Con piernas! ¡Con piernas humanas! —jadeó dramáticamente—¡Estoy destrozado! ¡Esto es una catástrofe! ¿Qué dirá su padre? Yo sé lo que dirá. —agarró a Fred de sus "cachetes"—¡Dirá que va a matarme a un cangrejo, eso dirá! Ahora voy a contárselo todo, debí hacerlo antes. —se fue sumergiendo hasta que Wasabi lo agarró con sus manos sacudiendo su cabeza para que no fuera a decirle.

—¡Y no niegues así con la cabeza, jovencito! Si convencemos al brujo de que te devuelva la voz, podrías volver a cada y ser... —miró la mirada entristecida del príncipe del mar—Ay... no me hagas esa cara, por favor... —Tadashi se rindió y bufó—¡Ok ya! Está bien, tú ganas. Voy a tratar de ayudarte, pero hay que ser atractivo y actuar pronto, y que no se te olvide del beso.

Wasabi sonrió y le dio un beso a Tadashi pensando que hablaba de su amigo el cangrejo.

—¡Ah! ¡A mi no! ¡al príncipe! —carraspeó Tadashi.

Karmi se interpuso a la platica de ambos—Perdón por interrumpir, chicos. Pero si quieres ser humano, debes vestir como tal. Veamos. —con su pico tomó una tela blanca que había por ahí.

🌊

Dae paseaba pensativo junto a su perro Marley por la playa. Hasta que su mascota por alguna razón se fue corriendo al otro lado de la playa.

—¡Marley! ¡espere! —persiguió a su perro, hasta llegar a una parte de la playa donde se encontraba un joven con una ropa improvisada sentado en una roca siendo "perturbado" por el perro.

—¡Marley! —corrió hacía su mascota y lo alejó del contrario—Disculpe, no sé que le pasa últimamente... —levantó la mirada la final, encontrándose con el bello rostro del desconocido. Aquel joven era alto y robusto, de piel oscura y hermosos ojos marrones. Su cabello caía elegantemente por ambos hombros anchos. Lo que más le llamó la atención era su encantadora sonrisa...

—Tú rostro me parece familiar, ¿nos conocemos?

El contrario asintió con la cabeza. Dae inmediatamente se alegró y lo tomó de las manos, maravillado–¡Nos conocemos! ¡lo sabía! ¿Cuál es tu nombre?

Wasabi iba a hablar, pero ninguna palabra le salía de su boca.

–¿Qué pasa? ¿No... puedes hablar? —cuestionó Dae.

Wasabi negó con su cabeza, entristecido. Al igual que él, Dae también se entristeció.

—Oh.. Entonces, no puedes ser quien pensaba...

Wasabi resoplo, hasta que se le ocurrió intentar explicarle con señas improvisadas de lo que había ocurrido, pero se cayó en los brazos del rubio sin querer.

—¡Woah! ¡cuidado! —lo sostuvo con todas sus fuerzas—¿Estás bien? —miró la ropa que llevaba puesta—Debiste pasar momentos muy difíciles... por tu ropa se ve que eres un naufrago. —dijo con pesar—Ven, te ayudaré. No te preocupes, todo saldrá bien. —comenzó a caminar junto a Wasabi, ayudándolo a caminar hasta el castillo...

🌊

Las criadas llevaron a Wasabi a los baños del palacio y lo desvistieron para darle un baño. Wasabi las miraba desconcertado, sin entender bien qué esperaban de él. Nunca antes se había bañado de esa forma tan extraña para los tritones.

Una de las criadas puso a llenar la bañera con agua tibia y vertió en ella flores y aceites aromáticos. Otra tomó un pastel de jabón y comenzó a frotarlo sobre la piel de Wasabi para formar espuma.

Wasabi vio el jabón y, creyendo que se trataba de algún extraño alimento humano, le dio un mordisco. De inmediato hizo una mueca de asco y escupió, provocando las risas de las criadas.

—No, no, señor, el jabón no se come. —dijo una de ellas entre risas—Es para limpiar el cuerpo, obsérvelas.

Se sumergieron en la bañera y comenzaron a tallar gentilmente la piel de Wasabi con el jabón para quitarle la suciedad y sal del mar. Wasabi se dejó hacer, desconcertado por tantas atenciones. Aunque el contacto del jabón picaba en su piel acostumbrada al agua salada, también resultaba agradable. Poco a poco se relajó en el agua tibia, dejándose envolver por el aroma de las flores.

Cuando terminaron de bañarlo y lavar su larga cabellera oscura, lo vistieron con ropas suaves de lino y lo llevaron hasta los aposentos que Dae había dispuesto para él. Wasabi se sentía fuera de lugar en ese mundo tan distinto al suyo, pero la amabilidad de Dae y las criadas lo reconfortaban.

Hiro, el leal mayordomo de Dae, estaba sirviendo el desayuno en el comedor real cuando el príncipe regresó de su paseo matutino por la costa. Dae se sentó a la mesa con un suspiro, pareciendo cansado y un poco distraído.

Hiro se acercó a él con una sonrisa y le sirvió una taza de té—¿Todo bien, alteza? —preguntó con preocupación.

Dae asintió con la cabeza, pero luego su expresión cambió repentinamente—¿Recuerdas al chico misterioso que me salvó de ahogarme en el mar? —preguntó con entusiasmo.

Hiro recordó perfectamente la historia que el príncipe le había contado hace poco, así que asintió con la cabeza—Sí, alteza, lo recuerdo. —respondió Hiro con una sonrisa.

—Lo he estado buscando. —continuó Dae—pero no he tenido éxito todavía. Pero cuando lo encuentre, me casaré con él.

Hiro casi dejó caer la bandeja que llevaba entre las manos. ¿El príncipe se casaría con un extraño que había salvado su vida? ¿No era eso una idea un tanto descabellada?

—Alteza, ¿está seguro de que eso es lo que quiere? —preguntó Hiro, tratando de ocultar su sorpresa.

Dae pareció un poco sorprendido por la pregunta, pero luego asintió con determinación—Sí, lo estoy seguro. Desde que me salvó, no he podido dejar de pensar en él. Sé que suena un poco loco, pero creo que estoy enamorado de él.

Hiro se quedó boquiabierto ante la declaración del príncipe. No sabía qué decir. Nunca había visto al príncipe enamorado antes, y mucho menos de alguien que no conocía.

—Entiendo, alteza. —dijo finalmente—Pero quizás deberíamos conocer mejor al joven antes de tomar una decisión tan importante.

Dae asintió con la cabeza, pero luego suspiró—Sí, lo sé. Pero es que no puedo dejar de pensar en él. Me pregunto quién será, de dónde vendrá, cómo se llama...

Hiro sonrió con indulgencia—Entiendo, alteza. Pero por ahora, debería concentrarse en sus deberes como príncipe y dejar que los demás se encarguen de buscar al joven. Después de todo, no puede hacer todo por sí mismo.

Dae asintió con la cabeza, pero su mirada seguía perdida en la distancia—Sí, tienes razón, Hiro. Pero no puedo evitar sentir que mi destino está ligado al de ese joven misterioso.

Miguel entró en el comedor real, acompañado por un joven de cabello negro y ojos brillantes. El joven vestía un traje elegante verde, con tonos más oscuros en el dobladillo y detalles dorados en las mangas. Era Wasabi, el "naufrago" que el príncipe había encontrado.

Dae y Hiro estaban sentados a la mesa, tomando el desayuno. Dae se sorprendió al ver a Wasabi en el comedor real, pero se levantó de la mesa y se acercó a él con una sonrisa.

—Me alegra verte de nuevo. —dijo Dae con amabilidad.

Wasabi sonrió tímidamente y asintió con la cabeza. Parecía feliz de ver al príncipe de nuevo.

Miguel se acercó a la mesa y se inclinó en una reverencia.

—Alteza, desde que nuestro huéspede llegó al castillo no ha hablado. ¿Sabrás la razón? —preguntó Miguel con respeto.

Dae negó con la cabeza, observando con curiosidad al joven frente a él.

—Bueno... puede que sea mudo. Pero no creo que sea un impedimento para comunicarme con él. —dijo Dae con una sonrisa y vio al joven—¿Verdad?

Wasabi sonrió de nuevo, sus ojos brillando con alegría.

Hiro se acercó a Wasabi y le ofreció una taza de té. Wasabi aceptó algo dudoso y comenzó a beber el té. Al principio fue complicado por lo caliente que estaba, pero pudo acostumbrarse.

Dae se sentó a la mesa con Wasabi a su lado, observando al joven con admiración. Aunque Wasabi no podía hablar, había algo en su expresión dulce y suave que hacía que Dae se sintiera tranquilo y feliz.

Miguel se sentó a la mesa también, pero se mantuvo en silencio, observando a los demás mientras bebía su té. Era evidente que había algo especial en la relación entre Dae y Wasabi.

Miguel notó la mirada de Dae fija en Wasabi y decidió intervenir—Alteza, ¿no crees que nuestro invitado querrá visitar al reino? Ya sabes, una excursión. —sugirió.

Dae miró a Miguel con sorpresa, pero luego sonrió—Me encantaría. —dijo Dae con entusiasmo.

Wasabi asintió con la cabeza, su sonrisa dulce y amable. Miguel se levantó de la mesa y se acercó a Dae—Permítame organizar su carruaje adecuada para ustedes, alteza. —dijo Miguel con respeto.

Dae asintió con la cabeza, agradecido por la preocupación de Miguel—Gracias, Miguel. Eres un buen amigo. —dijo Dae con una sonrisa.

Miguel sonrió de vuelta y salió del comedor real para ocuparse de otras cosas. Al final de la tarde, Wasabi estaba explorando el palacio cuando de repente se encontró frente a una puerta cerrada. Curioso, abrió la puerta y se adentró en la habitación. Vio que estaba lleno de objetos y recuerdos de sus aventuras en el barco. Mientras miraba a su alrededor, sus ojos se posaron en una pequeña figura de tritón tallada en jade. La figura tenía una expresión dulce y amable, y estaba colocada en una pequeña plataforma de madera.

Wasabi se acercó a la figura y la levantó con cuidado. Mientras la sostenía en sus manos, escuchó a alguien entró y se escondió detrás del mueble.

Dae entró en la habitación, hasta que vio
a Wasabi escondiéndose detrás del mueble, sus ojos se iluminaron con sorpresa y alegría.

—Ah, eres tú.

Wasabi lo miró aún escondiéndose, ¿acaso no estaba enojado?

—La verdad nadie viene aquí. —Dae se acercó a la gran mesa redonda que estaba en su frente.

Wasabi dejó de ocultarse y decidió colocar la figura en su lugar correspondido.

—Oh, mi hermoso tritón. —dijo Dae con una sonrisa.

Wasabi lo observó nervioso, con un rubor casi notorio.

Dae sonrió relajado—Está bien, no pasa nada. Puedes mirarlo. Esa figura es muy especial para mí. La encontré en una de mis aventuras en el mar. —se acercó a él para observar la figura—¿No es bellísimo?

Wasabi lo miraba sin decirle nada, en ese momento le hubiera gustado poder hablar... mas era imposible ahora.

—Ah, es cierto... tú... La verdad eso no importa. Muchos de aquí hablan demasiado pero nunca dicen nada. Mira. —se acercó aún más y tomó la figura—Nunca me creí esos cuentos de como las sirenas y tritones atraían a los marineros a la muerte. Y verás... ni siquiera sé si realmente existen... —acarició el objeto y extendió su brazo a dirección del chico—Ten, es tuyo. No. En serio te lo regalo, es para ti. —se lo entregó a las manos del joven y se alejó un poco observando alrededor—Me estoy quedando sin espacio aquí. Casi todo lo que ves proviene de mis viajes... se que parece absurdo coleccionar tantas cosas pero...

Wasabi negó con la cabeza, sabía como se sentía el príncipe, él... también coleccionaba cosas, eran tan idénticos. Guardó de inmediato la figura en su bolsillo y fue con él.

Dae suspiró, agarrando una gran roca—Solo mira esta roca fosilizada. ¿Puedes creer que haya tantas maravillas haya abajo? —le pasó la roca.

Wasabi agarró la roca y con todas sus fuerzas lo tiró al suelo, espantando a Dae—¡No, espera!

La roca a caerse se abrió a pedazos, mostrando una bella piedra preciosa. Wasabi la recogió y se lo entregó a Dae.

—¿Pero qué...? ¿Cómo supiste que estaba ahí? —cuestionó Dae, y Wasabi solamente le sonrió.

—Todo este tiempo... ¡es increíble!

El de tez oscura caminaba observando los demás objetos con curiosidad, y vio una hermosa caracola en un mueble. La recogió y la sostuvo en su mano, admirando su forma y color.

De repente, Wasabi sopló en la caracola, haciendo un sonido hermoso y melodioso. Dae, que estaba detrás de él, se sorprendió al escuchar el sonido y se acercó a Wasabi con curiosidad.

—Wow, no sabía que se podría hacer eso.  —habló Dae con asombro.

Wasabi sonrió y le mostró la caracola. Dae tomó la caracola y el contrario se avergonzó.

—Ah, yo no- bueno, si tú lo dices... —agarró la caracola, y a querer hacerlo sonar no logró hacer el mismo sonido que Wasabi—¡No puedo hacerlo! —exclamó Dae con frustración, intentando de nuevo pero sin éxito.

Luego de un largo rato, ambos jóvenes estaban sentados en la mesa. Dae estaba sentado en su escritorio, rodeado de mapas y pergaminos antiguos. Wasabi se acercó a él, curioso por lo que estaba haciendo.

Dae le mostró los mapas a Wasabi y comenzó a señalar los diferentes países y regiones que había visitado en sus viajes.

—Este país se llama España. —dijo Dae, señalando un área en el mapa—Y aquí está Francia, donde encontré una gran cantidad de tesoros.

Wasabi observó los mapas con atención, asintiendo con la cabeza y comprendiendo cada país al que Dae señalaba.

Dae luego sacó un mapa más grande y lo extendió sobre la mesa, mostrando un mundo entero lleno de lugares desconocidos y fascinantes.

—Este es el mundo en el que vivimos. —dijo Dae con una sonrisa—Hay tantos lugares hermosos por descubrir.

Wasabi asintió con la cabeza, emocionado por la idea de explorar el mundo y descubrir nuevos lugares y aventuras.

Aunque Wasabi no podía hablar, su expresión facial y sus gestos de asentimiento demostraban su entusiasmo y curiosidad por el mundo que había sido revelado ante él.

Dae sintió una gran alegría al compartir sus mapas y aventuras con su nuevo compañero, y los dos continuaron explorando los mapas juntos. Al final de la tarde, Wasabi estaba en su cuarto, listo para dormir. Se sentía relajado y tranquilo después de un día lleno de actividades. Mientras se miraba al espejo, comenzó a jugar con su cabello, experimentando con diferentes peinados y estilos.

Mientras jugaba con su cabello, Wasabi miró por el balcón y vio a su amigo cangrejo, Tadashi, escalando hasta llegar al balcón. El joven sonrió y lo ayudó a subir.

—Fue terrible, Wasabi. Me costó mucho trabajo encontrar tu habitación. El palacio es enorme, ¡me perdí varias veces! —se quejó Tadashi con un aire de frustración.

Wasabi asintió con la cabeza y le ofreció una sonrisa comprensiva.

—Pero eso no fue lo peor. Cuando finalmente encontré tu habitación, casi fui cocinado por el chef del castillo. —continuó Tadashi.

Wasabi miró a Tadashi con preocupación, sus ojos abiertos en asombro mientras su amigo contaba la historia.

—Por suerte, logré esconderme en una olla, y el chef nunca me encontró. Fue muy aterrador. —continuó Tadashi con una voz temblorosa—Pero bueno, ya estoy aquí por suerte. Esto lo que estoy haciendo es por ti, mañana tendrás que ponerte guapo mañana. Y antes de besarlo tendrás que pestañear... así. —pestañeo delicadamente—Y fruncir los labios... así. —frunció sus labios y cuando menos se lo espero Wasabi ya estaba yendo a la cama—Ah... no tienes remedio, niño. Bien, vamos a descansar. —Tadashi acabó de hablar y Wasabi lo llevo a la mesita de noche con sus manos.

Wasabi se acercó a la gran cama con suaves sábanas blancas. Se sintió un poco nervioso al principio, nunca había dormido en una cama tan grande y blanda antes.

Con cuidado, Wasabi se acostó en la cama, sintiendo cómo su cuerpo se hundía en la suave superficie. Se movió un poco, experimentando la nueva sensación, y se sorprendió de lo cómoda que era la cama.

Wasabi comenzó a mover sus piernas y brazos, sintiendo cómo la cama se amoldaba a su cuerpo. Se sentía como si estuviera flotando en una nube, con una sensación de comodidad que nunca había experimentado antes.

Mientras miraba hacia el techo, Wasabi se dio cuenta de que tenía una vista increíble de las estrellas a través de la ventana de su habitación. Se sintió agradecido de estar en un lugar tan hermoso y cómodo.

Con un suspiro de felicidad, Wasabi cerró los ojos y se dejó llevar por la sensación de la cama suave y acogedora. Se sintió como en casa, y sabía que dormiría bien esa noche.

🌊

Mientras tanto, en el océano, los amigos de Wasabi estaban preocupados. Habían estado buscando por todo el océano, preguntándole a todas las criaturas que conocían, pero no habían encontrado ninguna pista de su amigo.

Adriel, el rey tritón y padre de Wasabi, estaba igualmente preocupado. Había estado preguntando a los tritones y las sirenas que se encontraba, pero nadie había visto a su hijo.

—¿Alguien ha encontrado algún resto? —preguntó Adriel con preocupación.

Los tritones y las sirenas negaron con la cabeza, sus rostros llenos de compasión por el rey.

Adriel se sintió culpable. Había sido duro con Wasabi desde aquel día, y ahora temía que su hijo hubiera huido o incluso peor, que algo malo le hubiera pasado.

Los amigos de Wasabi se acercaron a Adriel, tratando de consolarlo.

—No te preocupes, encontraremos a Wasabi. —dijo Honey Lemon con determinación.

—Seguiremos buscando hasta que lo encontremos. —confirmó Go Go—Debe estar en alguna parte.

Adriel asintió con la cabeza, agradecido por el apoyo de los amigos de su hijo.

Juntos, continuaron buscando, revisando cada rincón del océano en busca de alguna pista. A medida que pasaba el tiempo, la preocupación de Adriel crecía, y se preguntaba adónde podría haber ido su hijo.

Adriel suspiró. Se sentó en una roca y miró su tridente. ¿Qué fue lo que ha hecho? Pensó decepcionado de sí mismo, si no hubiera pasado eso... su hijo estaría con él, juntos...

🌊

Al día siguiente, Dae llevó a Wasabi de paseo por el reino para mostrarle más de las maravillas de su mundo. Recorrieron mercados y plazas, con Dae explicándole el uso de cada cosa extraña que captara la atención de Wasabi.

En un momento, Dae se distrajo saludando a unos aldeanos y cuando se volteó, Wasabi había desaparecido entre la multitud. Preocupado, comenzó a buscarlo por los puestos cercanos.

Wasabi, mientras tanto, se había detenido ante un puesto de sombreros y tocados. El vendedor le ofreció probarse varios modelos, fascinado ante la curiosidad del joven por cada objeto. Wasabi se probó sombreros de paja, gorros tejidos y una boina, encantado con cómo se sentían sobre su cabeza. Minutos después, Dae lo interceptó con expresión preocupada que se tornó en alivio al verlo.

—Ahí estás, te he estado buscando. —dijo el rubio—No vuelvas a desaparecer así, por favor. Pensé que te había ocurrido algo malo.

Wasabi le sonrió como forma de disculpa y le puso un sombrero de paja. Dae soltó una risa, endulzado por la acción del chico. Luego Wasabi fue a otros lados, maravillado por la variedad de cosas que había en la pequeña ciudad.

Poco después siguió caminando y encontró un puesto de calzado. Los zapatos que le habían dado en el palacio le resultaban incómodos, así que se probó un par de sandalias más livianas. Suspiró aliviado al sentir que podía caminar sin dolor, y le pidió al vendedor que le envolviera el par de sandalias para poder llevárselas. Y como el generoso que era Dae, se los compró.

Al final del día se divirtieron en la playa con varias personas que bailaban al ritmo de la música que sonaba. Una experiencia para nada olvidada.

Wasabi se sentía dichoso de poder explorar ese nuevo mundo junto a Dae. Aunque echaba de menos su hogar bajo el agua, cada momento se sentía más cómodo en tierra, especialmente cuando estaba al lado del príncipe. Sin embargo, le entristecía no poder hablar con libertad y responder a todas las preguntas que este debía tener sobre él.

Por la noche, rentaron una canoa y se adentraron despacio en las tranquilas aguas del lago. Dae remaba con habilidad, y Wasabi iba sentado frente a él, observándolo con una sonrisa.

Remaron hasta el centro del lago, donde los rodeaba una panorámica de bosques y montañas. Dae dejó los remos a un lado y se recostó, disfrutando del paisaje y la brisa fresca.

—Podría quedarme aquí para siempre. —dijo con un suspiro—En días como este me gustaría poder escapar de las preocupaciones del palacio y disfrutar de la naturaleza en paz. ¿A ti no te pasa igual?

Wasabi asintió. Él también anhelaba la libertad, volver a sentirse parte del mundo natural que tan bien conocía en lugar de permanecer encerrado entre paredes de piedra. Pero su mayor anhelo era poder hablar y compartir esos pensamientos con Dae, decirle cuánto lo entendía porque ambos pertenecían a mundos diferentes y ansiaban fundirlos en uno solo.

Dae se incorporó y lo observó en silencio, perdido en la insondable profundidad de su mirada. Por un momento, Wasabi tuvo la sensación de que podía leer su mente y comprender todo aquello que no podía expresar con palabras. Quiso abrazarlo y susurrarle su secreto al oído, pero el hechizo que le arrebató la voz se lo impidió.

—A veces tengo la extraña sensación de que compartimos algún vínculo especial. —murmuró Dae, pensativo—Como si nos conociéramos antes, aunque sé que es imposible. Pero cuando estoy contigo me siento completo, como si hubiera encontrado algo que ni siquiera sabía que me faltaba.

Wasabi lo oía atentamente, si tan solo supiera que él fue el chico misterioso que lo rescato. Ambos jóvenes estuvieron acostados en la canoa viendo el cielo adornado por las estrellas y la luna. Disfrutando del bello ambiente.

—¿Sabes algo? Los marineros siempre se guían con ayuda de las constelaciones por el resto de su vida. Mira. —le señaló una constelación—Está se llama la estrella Osa Mayor, ¿la vez?

Wasabi observó el cielo, encantado. El momento era casi íntimo. Dos jóvenes solos, en una canoa y en plena naturaleza.

—Me siento feliz de que hayas venido conmigo al reino. Gracias... —agradeció Dae al final...

Ambos luego de quedarse por un rato acostados, siguieron con su paseo en la canoa remando.

Mientras tanto, Fred estaba tratando de verlos, pero estaba siendo tapado por Karmi—¡Hazte un lado! Tus plumas me tapan, no puedo ver nada.

—No esta pasando nada. Sólo queda un día y ese chico ni siquiera le ha dado un besito. —se quejó Karmi—Bien, esto necesita de una romántica estimulación musical. —voló hacia la rama de un árbol y se "afirmó" la voz, para comenzar cantar desafinadamente.

Dae escuchó aquel ruido confundido—Wow, deberían que liberar a ese pobre animal de su sufrimiento. —río él.

Wasabi miraba disimuladamente a su amiga con vergüenza y fingió demencia ante sus locuras.

—¡Estoy rodeado de aficionados! —se quejó Tadashi y decidió hacer lo suyo. Sumergiéndose al agua—Cuando quieres algo bien hecho, lo debes hacer tú mismo. —arrancó una hoja y volvió a la superficie—Primero, hay que crear ambiente...

Percusión, cuerdas, viento, letra.

Él está, ahí sentado frente a ti
No te ha dicho nada aún pero algo te atrae
Sin saber por qué te mueres por tratar
De darle un beso ya.

Sí, lo quieres, sí, lo quieres, míralo
Míralo y ya verás, no hay que preguntarle
No hay que decir, no hay nada que decir
Ahora bésalo.

Canten conmigo.

Sha la la la la la ¿qué pasó?
Él no se atrevió y no lo besará
Sha la la la la qué horror
Qué lástima me da ya que lo perderá.

—Me da lastima de no saber tu nombre, y ni ningún apodo tuyo... Quizá pueda adivinarlo. ¿Es... Daniel?

Wasabi hizo una mueca de desagrado, haciendo reír a Dae.

—Perdón. Está bien, no. —pensó Dae—¿Qué hay de... Samuel? ¿Antonio?

Tadashi se asomó a susurrarle—Wasabi. Su apodo es Wasabi.

—¿Wasabi? —Dae frunció su ceño dudoso. Wasabi asintió con la cabeza energéticamente y el contrario se alegró—¿Wasabi? Vaya, que divertido apodo. De acuerdo, Wasabi.

El momento es, en esta laguna azul
Pero no esperes más, mañana no puedes
No ha dicho nada y no lo hará
Si no lo besas ya.

Sha la la la la no hay por qué temer
No te va a comer, ahora bésalo
Sha la la la la la sin dudar
No lo evites más, ahora bésalo.

Sha la la la la la por favor
Escucha la canción, ahora bésalo
Sha la la la la la es mejor
Que te decidas ya, ahora bésalo.

Bésalo, Bésalo, Bésalo, ¡Bésalo!

Cuando ambos jóvenes estaban apuntó de darse un beso, la canoa se derrumbó y los dos cayeron al lago. A propósito de las anguilas...

En lo bajo del océano, Richardson los estaba viendo desde su esfera mágica.

—Bien hecho, muchachas. Esto cerca, ¡demasiado! Ese niño desvergonzado es mejor de lo que creía... —dijo con pesar—A ese paso lo besará antes del anochecer.

Fue por sus pociones y comenzó a crear una nueva poción para su nuevo plan.

—¡Es hora de que Richardson meta sus tentáculos en el asunto! ¡El hijo de Adriel será mío! ¡Y a él le haré sufrir! ¡Se retorcerá como un gusano en un anzuelo!

Comenzó a reír maliciosamente, listo para crear un caos que jamás iban a olvidar...

🌊

En la anochecer, Dae se encontraba en uno de los pasadizos del palacio tocando su flauta, perdido en melodías dulces que evocaban en su mente la imagen de Wasabi. Pensaba en el joven misterioso que había acogido, anhelando descubrir el secreto tras su silencio y entendiendo por qué se sentía tan ligado a él en tan poco tiempo.  

De pronto, Hiro se acercó con expresión preocupada—Alteza, lamento informarle que aún no hemos hallado rastro del joven que te rescato. Hemos buscado por todo el reino sin éxito, me temo que debamos considerar la posibilidad de que solamente fue una... ilusión tuya.

Dae dejó de tocar, abatido. No podía aceptar la idea... sin embargo, ya no podría hacer nada.

—Está bien, lo entiendo... —suspiró él. Cuando Hiro se retiró, vio de lejos a Wasabi cepillándose su larga melena con una sonrisa.

Se iba a dirigir rápidamente a la habitación de Wasabi. Pero de repente, le pareció escuchar una voz angelical entonando una dulce melodía. Provenía de la playa, y sin pensarlo corrió hacia allí guiado por aquella esa voz.

Cuando llegó a la playa, vio a un joven alto de cabello negro caminando por la arena. Llevaba puesta una camisa blanca con volantes y un collar con una caracola en el cuello. Sin dudarlo, cayó en el hechizo del aquel joven...

🌊

Al día siguiente, Wasabi dormía plácidamente en su habitación del palacio cuando de pronto escuchó unos a alguien llamarlo. Se despertó sobresaltado y vio a Karmi, su amiga gaviota.

—¡Wasabi, despierta! —gorjeó Karmi, emocionada—¡Acabo de enterarme! ¡Enhorabuena, lo conseguimos! —felicito contenta.

—Ash, ¿pero qué dice esta estúpida? —Tadashi intento a volver a dormir, pero Karmi no lo dejo.

—Como si no supieran. Todos comentan que esta tarde, por fin "pescan" el príncipe. —alzó sus alas—¿No entienden? ¡se casa!

Wasabi sintió que el corazón le daba un vuelco a comprender después de unos segundos. Se vistió rápidamente, impaciente por saludar a Dae y abrazarlo.
Bajó las escaleras a toda velocidad y se detuvo en seco al llegar al final. A lo lejos, en la gran sala, vio a Dae parado junto a un apuesto joven que no conocía. Se quedó escondido tras una columna, observándolos.

—Bueno, Dae. Parece que yo estaba equivocado. Ese joven misterioso de él que hablabas existe en realidad. —comentó Hiro—Y es precioso. Muchas felicidades.

—Sí, felicidades Alteza. —felicito Miguel—Les deseo lo mejor.

—Queremos casarnos enseguida —dijo Dae decidido.

Miguel y Hiro se vieron entre sí sorprendidos, y uno de ellos habló.

—Eh, sí, claro... pero ¿estás seguro? Estas cosas llevan tiempo. —habló Hiro.

—Esta tarde. El barco nupcial zarpará al anochecer. —indicó Dae.

—Muy bien, Dae. Lo que tú digas. —finalizó Hiro.

Wasabi sintió que se le rompía el corazón en mil pedazos. Había confiado en que su amor era correspondido, pero ahora Dae pertenecía a otro. Su felicidad se desvaneció, reemplazada por una amarga tristeza.

En la tarde, el gran barco se estaba alejando lentamente del muelle. Tocando una linda melodía musical. Karmi, Tadashi y Fred buscaban a mi amigo que se había desaparecido después de su decepción. Wasabi se encontraba acostado en una de las grandes rocas que había en la playa, lamentándose...

Todo arriesgué para volver solo al principio
Vuelvo hacia atrás cuando quizás él me miró.
Pienso que allá, dentro del mar, no habría un corazón herido.
¿Qué abandoné para estar con él?
¿A dónde iré si no tengo un puerto?

Tadashi junto a Fred lo observaron desde debajo del agua, tristes por su estado. Sin mas que decir, el cangrejo subió y escalo para quedarse con Wasabi.

Al otro lado, Karmi sobrevolaba la costa, De pronto, escuchó una voz que se le hizo muy familiar proveniente de un barco navegando por el mar. Se acercó volando y aterrizó en la barandilla, asomándose con cuidado.

En la cubierta vio a Kyle, el joven apuesto que había estado con Dae en la sala, cantando una bella melodía. Pero al escucharlo cantar, Karmi se percató de que su voz era idéntica a la de Wasabi. Sintió un escalofrío y observó con más atención a Kyle.

Era un joven de belleza casi irreal, de tez pálida y cabello negro cual ala de cuervo que caía con gracia sobre su rostro. Sus ojos eran de un marrón profundo como el café y en ellos se adivinaba un brillo malicioso. Vestía ropas oscuras de corte elegante que acentuaban su figura esbelta, y se movía con la gracilidad y fluidez de una pantera negra.

De pronto, Kyle se miró en un espejo y su reflejo cambió brevemente: en lugar de su hermoso rostro, Karmi vio la imagen de Richardson, el hechicero malvado al que Wasabi había descrito. Soltó un graznido de alarma y echó a volar lejos del barco a toda velocidad.

¡Kyle y Richardson eran el mismo! El brujo del mar había adoptado esa forma para acercarse a Dae y separarlo de Wasabi. Karmi debía encontrar a su amigo cuanto antes y advertirle, antes de que Richardson consumara su plan y les arrebatara para siempre la posibilidad de estar juntos.

Se maldijo por no haber reconocido antes las señales. Kyle irradiaba un aura oscura y atrayente propia de quien esconde intenciones malignas tras una máscara de belleza. Y ahora, si no lograban detener a Richardson, destrozaría dos corazones y condenaría a Wasabi a vivir perdido entre mundos sin posibilidad de hallar un lugar al cual pertenecer. 

Karmi voló con todas sus fuerzas rumbo al mar, esperando no llegar demasiado tarde para salvar a sus amigos y vencer a quien durante tanto tiempo había intentado separarlos utilizando trucos sucios y magia prohibida para obtener un amor que jamás podría ser verdaderamente suyo.

—¡Wasabi! ¡Wasabi! —gritó Karmi, aterrizando a donde él estaba—Iba volando... —tomó aire—¡Claro que iba volando! Eh, y vi a... a la burbuja, digo, al brujo, ante el espejo y cantando unas cuerdas robadas. —agarró a Tadashi—¿¡Entienden lo que digo!? ¡El príncipe va a casarse con el brujo del mar! —sacudió al cangrejo desesperada.

—¡Tenemos que hacer algo rápido ya! —exclamó Fred.

Wasabi se armó de valor y se aventó al agua, comenzando a nadar.

—¡Así es, Wasabi! ¡impide que se casen esos dos! —elogió Tadashi—Y ustedes dos. Tú Karmi, acompaña a Wasabi. Y tú Fred, ven conmigo. —se sumergió al agua y el pez lo siguió.

La ceremonia de boda estaba por comenzar. Dae se encontraba frente al altar, con la mirada perdida por el hechizo, mientras Kyle caminaba hacia él rumbo al altar.

En ese momento, cuando Kyle estaba junto a Dae en el altar. Karmi voló hacía ellos y comenzó a fastidiar a Kyle picoteándolo.

—¡Suéltame ave apestosa! —gritaba Kyle. Corrió tratando de huir de la gaviota y para él colmo, Marley lo estuvo persiguiendo—¡Socorro! —se subió arriba de una mesa de inmediato, intentando alejarse de ambos animales al mismo tiempo.

Wasabi subió al barco apurado. Se detuvo en seco al ver la escena, pero en cuanto reparó en Kyle sus ojos centellearon de furia. Comenzó a correr hacia él sin vacilar.

Kyle palideció al verlo acercarse y Wasabi lo jalo hacía él, tirándolo al suelo. Ambos comenzaron a pelear, aterrorizando a la multitud.

—¡Wasabi! ¡cálmate! —exclamó Dae.

—¡No! —gritó Kyle, desesperado—¿¡Estás loco!? ¡Déjame!

Wasabi le arrancó el collar y lo tiró al suelo, rompiéndolo a pequeños pedazos...

Una pequeña luz dorada salío de la caracola, cantando la misma canción que Dae escuchó. La aquella voz fue subiendo dirigiéndose a Wasabi hasta llegar a su verdadero dueño... y ahí fue cuando él príncipe supo de la verdad.

—¿Wasabi...?

—Sí... —sonrió Wasabi ligeramente.

—Siempre fuiste tú... y yo... tenía que saberlo. —Dae se acercó a Wasabi, tomándolo de ambos antebrazos—No sé que fue lo que paso.

—Él te embrujo... —Wasabi vio a Kyle con disgusto.

—¡No te atrevas a besarlo! —gritó Kyle furioso.

—Dae, necesito que sepas que...

—¡Ya besénse! —exclamó Tadashi, que había llegado hace poco.

—Quiero contarte la verdad...

—Ya no me importa nada. —Dae se acercó a los labios de Wasabi, siendo ambos iluminados por la atardecer... pero, cuando el sol se escondió... se escucho un ruido extraño proveniente de las piernas del joven.

Wasabi se dejó caer en los brazos del rubio, jadeando de dolor. Dae no sabía que le pasaba, y Kyle sonreía con maldad pura.

Las piernas del aquel joven de piel oscura fueron reemplazadas por una cola de tritón, la gente gritaba de horror, mas Dae no se apartó de él en ningún momento.

—¡Demasiado tarde! ¡No lo lograste! —gritó Kyle. Convirtiéndose en su verdadero ser. Siendo reemplazado por Richardson. Los invitados de la boda gritaron espantados. Richardson miró a Wasabi con malicia.

—¡Aléjate de él! —exclamó Dae, pero fue golpeado por un tentáculo de la criatura malévola.

—Te tengo al fin, pequeño príncipe —siseó Richardson con malicia. Se volteó hacia Dae, que yacía en el suelo—Y ni creas que podrás salvarlo esta vez. Me lo llevaré conmigo.

Dicho esto, Richard agarró al tritón con uno de sus tentáculos y se metió al agua. Dae gritó desesperado, negándose a perder a Wasabi de nuevo.

Bajo el agua, Richardson se encontró con el rey Adriel y le propuso un trato: a cambio de entregarle su poderoso tridente, dejaría en libertad a Wasabi. Adriel aceptó para salvar a su hijo, pero en cuanto le entregó el tridente, Richardson rio con maldad.

—Necio. ¡Ahora tu reino será mío, y tú mi primer esclavo! —exclamó. Con un haz de luz del tridente, transformó a Adriel en una horrenda y diminuta criatura. Wasabi intentó detenerlo, pero Richardson lo inmovilizó con su magia.

—¡Eres un maldito monstruo! —insulto Wasabi con odio.

—¡Silencio! —miró el tridente con victoria—Ahora por fin podré gobernar el océano todo-

De pronto, una lanza surcó las aguas y se clavó en el brazo de Richardson. Era Dae, que se había sumergido para ayudar a su amado. Richardson rugió de dolor y furia.  Apuntó el tridente a dirección Dae para destruirlo, olvidándose momentáneamente de Wasabi.

Wasabi aprovechó para nadar hasta él brujo y lo empujó para que Richardson apuntará mal. Un rayo de luz impactó en las anguilas, acabando con sus vidas.

—¡NOOO! —gruñó furioso. Viendo a ambos jóvenes subiendo hacía la superficie.

Los dos a salieron del agua y tomaron aire.

—¡Dae! ¡¿Qué haces aquí!? ¡es peligroso!

—Vine a ayudarte, Wasabi. No quiero dejarte solo en esto. —lo tomó de la cara con cariño y protección. De pronto, subieron elevados por un Richardson demasiado grande... a transformarse en un monstruo enorme, los que estaban en el barco tuvieron que huir para salvar sus vidas.

—¡Ahora que YO soy el rey del los mares, voy a acabar con ustedes dos! —gritó. Con el tridente creó un remolino de agua elevando los barcos perdidos que estaban en el fondo del mar.

Dae y Wasabi se habían subido a la cabeza de Richardson, pero ante el remolino cayeron al agua. Vieron con horror cómo los barcos eran succionados por el remolino.

Dae logró subirse a los restos de un barco destrozado. Tomó un arpón y lo arrojó con todas sus fuerzas hacia Richardson, pero falló el tiro y el arpón cayó al agua.

Mientras tanto, Wasabi subió a otro barco que aún no era arrastrado por el remolino. Se arrastró hacia la rueda del timón y comenzó a girarla con desesperación, orientando al barco en dirección a Richardson.

Richardson estaba concentrado en mantener activo el hechizo del tridente y no se percató del barco que se acercaba peligrosamente. Para cuando quiso reaccionar, era demasiado tarde: el barco embistió contra él a toda velocidad.

La proa del barco, con un filoso espolón de madera, se clavó en el pecho de Richardson haciéndolo soltar un alarido de dolor. El remolino comenzó a desvanecerse, liberando a los barcos atrapados que cayeron estrepitosamente al agua. Richardson empezó a encoger de tamaño, mortalmente herido, mientras el tridente caía de sus manos sin poder ya sostenerlo. A encogerse por completo, se desvaneció por completo...

El tridente cayó en la arena del fondo marino, liberando un destello de luz mágica. La luz se expandió por el océano, devolviendo a la normalidad a todas las víctimas de la magia de Richardson.

En una parte del océano, Adriel emergió de las aguas recuperando su forma original. Se sobresaltó al verse en medio del mar, sin saber cómo había llegado allí, pero poco a poco fueron regresando a su memoria los recuerdos de lo ocurrido. Recordó el trato con Richardson y cómo había caído en su trampa, siendo transformado en una repulsiva criatura. Pero ahora estaba libre del hechizo, gracias al sacrificio de su hijo por salvarlo.

Wasabi observaba a lo lejos sentado en una roca. Vio que Dae estaba tumbado en la playa, con la mirada perdida en el horizonte, y su corazón se llenó de melancolía. Habían vencido a Richardson, pero Wasabi sabía que tarde o temprano debería volver al mar como correspondía a su naturaleza, separándose nuevamente de Dae.

Adriel emergió encontrándose con su hijo donde a pocos centímetros. Al ver la tristeza en los ojos de su hijo, comprendió el dilema que lo atormentaba y su lucha por pertenecer a dos mundos que parecían incapaces de fundirse. Había llegado el momento de enmendar sus errores del pasado y permitirle forjar su propio destino.

—Lo quiere de verdad, ¿no es así, Tadashi? —cuestionó Adriel.

—Bueno... Los hijos deben que tener su propia vida. —confesó el cangrejo.

Adriel suspiró—Entonces, sólo queda un problema...

—¿Cuál, su majestad?

—Lo mucho que lo echaré de menos...

El rey tritón con su tridente apuntó a dirección a su hijo, una luz dorada sobresalió de ahí y Wasabi a darse cuenta, sonrió asombrado.

Dae despertó lentamente después de unos segundos, para su sorpresa, vio al aquel tritón apareciendo entre el mar con un hermoso traje que brillaba a la luz natural. Dae se paró perplejo y exhaló, acercándose al joven.

—Estás devuelta...

—Yo jamás me separaría de ti, Dae... —murmuró Wasabi—Ya no habrá más despedidas. —dijo con suavidad—Mi padre aceptó en quedarme aquí, contigo... eres el chico de mis sueños, Dae.

Dae se arrojó a sus brazos, emocionado. Abrazó a Wasabi con fuerza, sintiendo al fin que podían estar juntos sin barreras que los separaran. Se apartó un poco para mirarlo mejor: la luz del amanecer arrancaba destellos azul cobalto a su elegante traje, acentuando la belleza sobrehumana de Wasabi que había cautivado a Dae desde el primer instante en que lo vio.

—Te adoro, y no permitiré que te aparten de mí nunca más. —susurró Dae.

Wasabi acarició su rostro con ternura y lo besó. Dae le correspondió, sintiendo que después de tantas pruebas al fin la vida los recompensaba permitiéndoles saborear la dulzura de un amor verdadero e inmortal. Un amor lo suficientemente fuerte como para cambiar el destino y desafiar a la muerte, venciendo todos los obstáculos con la promesa de una felicidad que valía la pena luchar hasta el final.

Se besaron con tranquilidad, sin prisas, redescubriéndose en la calidez de ese momento tan anhelado donde por fin eran libres de amarse sin ataduras. Las olas del mar acariciaban la arena a sus pies y el cielo enrojecía con la luz del ocaso, envolviéndolos en una atmósfera de ensueño mientras sellaban con un beso la promesa de jamás volver a separarse.

Y mientras el sol salía del horizonte, dos siluetas permanecieron abrazadas en la playa vacía, saboreando la dicha de haber encontrado su camino a casa en los brazos del otro después de haber luchado contra el destino y conquistado el derecho de forjar uno propio donde poder amarse sin fronteras bajo el cobijo de un cielo sin límites.

🌊

La boda de Wasabi y Dae estaba por comenzar. Wasabi se encontraba en un barco enorme, recién casado con Dae, cuando su padre Adriel se elevó entre las aguas del mar con ayuda de la magia de su tridente. Acarició suavemente la mejilla de su hijo.

—He venido a despedirme, hijo mío. —dijo Adriel con una sonrisa melancólica—Sé que estarás bien, pero te extrañaré. Recuerda que el reino siempre será tu hogar si deseas volver.

Wasabi abrazó a su padre, conmovido. Adriel acarició su cabello por última vez antes de volverse hacia el mar.

— Adiós, papá. Gracias por todo. —musitó Wasabi. Adriel asintió y se sumergió en las aguas, viéndolo desde arriba.

En ese momento, Honey Lemon junto a Go Go nadaron entre los invitados marinos. Con ayuda del rey tritón, el agua elevó a ambas sirenas y la rubia abrazó a Wasabi con entusiasmo.

—¡Wasabi, felicidades! Quería darte un regalo de bodas. —dijo, entregándole una caja de madera—Son algunas cosas que encontré en el fondo del mar y pensé que te gustaría tener.

Wasabi abrió la caja y encontró una preciosa concha marina, uno que otro objeto perdido y otros tesoros. Sonrió emocionado, agradecido por el detalle de su amiga.

—Gracias, Honey Lemon. Los atesoraré siempre. —habló él, y la abrazó nuevamente.

Go Go se acercó con su característico paso rápido y decidido, pero Wasabi notó que se esforzaba por ocultar la melancolía en su rostro. Odiaba las despedidas.

—Bueno, es hora de que te cases de una vez. —dijo con brusquedad, dándole una palmada en el hombro—Más vale que lo hagas feliz, ¿me oyes? O tendrás que vértemelas conmigo.

Wasabi sonrió y asintió. Go Go lo abrazó rápidamente, deseándole lo mejor, antes de volverse para ocultar sus ojos llorosos. Aunque le costara admitirlo, echaría de menos a su amigo.

Pero sabía que esa despedida no era realmente un adiós, porque los lazos que los unían eran demasiado fuertes como para romperse tan fácilmente. Wasabi siempre tendría un lugar en sus memorias y corazones, y el mar que ahora lo apartaba de su lado sería el mismo que siempre los volvería a reunir.

Wasabi les dedicó una última mirada de agradecimiento a sus amigos antes de tomar el antebrazo de su esposo. Ahora comenzaba una nueva vida junto a Dae, pero atesoraría para siempre los momentos compartidos con quienes se habían convertido en su primera familia al aceptarlo pese a sus diferencias y regalarle un hogar al cual pertenecer cuando se sintió perdido entre mundos.

Pueden saber lo que es amar
Ya siempre el sol les va a acariciar
Juntos al fin pueden vivir fuera del mar.







🌊









The End.


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