Primera parte: RENACIMIENTO (III)
Tras establecer una nueva alianza con la humanidad, los Ángeles ascendieron de nuevo a los cielos dispuestos a que aquel incidente no volviera a ocurrir. Además, para demostrar que nunca olvidarían a los mundanos, dejaron caer tres plumas plateadas de las que nacerían almas inmortales para que lucharan y velaran por la paz del mundo.
Pero mientras los mundanos volvían a poblar el planeta, los Caídos los observaban con ojos envidiosos a través del cristal del espejo. Aquel era un mundo distinto a cualquier otro, un lugar bañado por la eterna luz crepuscular, donde el cielo se encontraba siempre salpicado de nubes rojas que les haría recordar la sangre derramada en aquellas carnicerías. Los Caídos lo llamaron Crepúsculo o reino de las Sombras, ya que estas se extendían hasta alcanzar el horizonte.
Cuentan que el Crepúsculo era un mundo hecho para que los criminales renaciesen arrepentidos de sus pecados, sin embargo, los Caídos se acostumbraron a su siniestra luz, y allí reconstruyeron lo que una vez había sido su hogar.
Sus pieles se volvieron grisáceas debido a la falta de sol, sus ojos rojos por la furia de haber sido condenados a vivir en el exilio sin haber vengado la muerte de los suyos, y el odio acabó corrompiéndolos y consumiendo sus alas. Sustituyeron el blanco de sus ropas por el negro y sus cabellos plateados se tornaron oscuros como sus corazones. Las venas poco a poco fueron marcándose en sus frías pieles y la falta de alimento hizo que sus estómagos se atrofiasen.
Con el paso del tiempo, como si de una maldición se tratase, las mujeres murieron, así que los Caídos levantaron un templo, esculpieron en sus paredes la historia de su desgracia y encendieron un enorme fuego al que llamaron Taÿro. Allí quemaron el cuerpo de sus muertos y rezaron porque su nuevo Dios los librara de su condena. Como respuesta, del fuego salieron tantos niños como cadáveres habían echado, y aunque no hubiera ninguna mujer entre ellos, los Caídos comprendieron que su antiguo rey no los había abandonado y que gracias a él sobrevivirían.
Con esa nueva forma de vida, los Caídos comenzaron a llamarse a sí mismos Twili (hijos del Crepúsculo), y utilizaron sus conocimientos y poderes para las artes oscuras. Crearon un sistema de educación para la guerra, e incluso armas hechas de cristales oscuros con las que combatirían a los mundanos cuando tuvieran oportunidad de destruir el sello que los apresaba. Algunos demostraron tener mucha agilidad y la capacidad de regenerarse en lo que se tarda en pestañear; Twili que nacían de las llamas con ojos amarillos, dientes puntiagudos y dos marcar con forma de serpiente en la muñeca izquierda. Poseían la capacidad de controlar los elementos de la naturaleza y la usaron para mejorar las condiciones de vida en el reino de las Sombras. Únicamente nacían Twili con esas características cada 4500 años.
Aquellos fueron llamados los hijos de Taÿro, los que cargaron con el odio de su Dios y la responsabilidad de conducir a su pueblo hacia la libertad y la venganza.
Por otra parte, la humanidad comenzó a usar el espejo para purgar a los criminales, herejes y pecadores, y con ayuda de los Templarios esos humanos eran enviados al Crepúsculo, donde los Twili se alimentaban de sus carnes con afán. De esa manera, la paz pudo seguir prosperando en el mundo debido al miedo que infundía la reliquia sagrada.
Los hijos de Taÿro no tardaron en encontrar un arma más poderosa que la magia que los retenía. Gracias a su poder y al dominio que ejercían sobre las artes oscuras, crearon un casco de piedra que posteriormente se conocería como Sombra Fundida: la manifestación física de la magia de las sombras. Fue el mayor de los hijos de Taÿro, Harkarÿan, quien condujo a todo el pueblo del Crepúsculo hacia el espejo y destruyó el sello que los encerraba en aquel mundo.
Derrotaron a los Templarios con ayuda de la Sombra Fundida y se sublevaron sobre la humanidad con la intención de establecer el control sobre el mundo. Los Twili extendieron el Crepúsculo por el resto del planeta y esclavizaron a sus habitantes. Harkarÿan se convirtió en rey de los Twili y de los mundanos, y condenó a la humanidad a la extinción. Juró que él mismo se encargaría de ejecutar a cada miembro de aquella desgraciada y cobarde raza, y así fue cómo su nombre pasó a la historia como el más temido de todos los tiempos.
No obstante, se dice que Harkarÿan no fue capaz de matar a una mundana: una niña de pelo plateado y ojos azules en la que cuentan que él encontró la paz. La acogió y protegió como si fuera de los suyos, y después de un tiempo, cuando la muchacha demostró tener poderes superiores a los suyos, la nombró hija de Taÿro.
Harkarÿan le prometió a la joven un mundo de paz bajo un Crepúsculo eterno y la convenció para sumir a los mundanos y al resto de Twili en un sueño infinito del que nunca despertarían, una fantasía en la que vivirían felices todos sus deseos. Mas Arkarÿan, el segundo de los hijos de Taÿro, no estaba dispuesto a permitir que su hermano usara a la chica en su propio beneficio, de modo que tras su fracaso en un intento de convencerla de lo contrario, la ejecutó.
Arkarÿan liberó a los mundanos de las mazmorras y los ocultó de su rey. Por otra parte, Harkarÿan rechazó cualquier sentimiento de clemencia que su corazón aun pudiera albergar y decidió exterminar a su hermano librando una batalla que duró dos siglos y que casi destruyó el mundo. Al verse acorralado e intimidado por el gran poder de la Sombra Fundida, Arkarÿan rezó a Los Cinco
Fue cuando los Dioses enviaron a cuatro espíritus dorados para que destruyeran a Harkarÿan y a aquellos que le seguían. Los espíritus se impusieron ante los Twili y dividieron la Sombra Fundida en cuatro fragmentos. Tres de ellos fueron ocultados en los confines del mundo, mientras que un cuarto fue enviado al Reino de las Sombras, donde Arkarÿan lo custodiaría y sería nombrado rey.
Los Twili volvieron al Crepúsculo y los espíritus lograron sellar el Espejo de nuevo. No obstante, los espíritus permitieron que el sello se debilitara únicamente al atardecer, la única hora que los Twili tendrían autorización para vagar por el mundo bajo el manto rojo crepuscular.
Arkarÿan rompió las doctrinas del rey anterior, protegiendo a los Twili del odio y la codicia que los había conducido a la muerte, y por fin la paz alcanzó los corazones de los Caídos. Dos años después, una niña de pelo plateado y ojos azules nació del fuego de Taÿro.
Ahora que estáis más enterados de lo que realmente ocurrió, demos un salto en el tiempo hacia la actualidad de estos escritos
Año 10 829 de la Segunda Edad.
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