Capítulo 7
— ¿Qué estás diciendo, Prajnā? — Tomoe lo miró estupefacto.
— Utiliza un poco la cabeza: si te quedas, seguramente te convertirás en un gran mago. Entonces podrías enseñarme magia. — El pelinegro se dio la vuelta. — Que ambos nos marchemos es una pérdida innecesaria.
— Pero... — Tomoe apretó los dientes.
— No te preocupes. — Prajnā sonrió ladinamente. — Esto no es un adiós. Vivimos en la misma ciudad, y podremos seguir viéndonos. La única diferencia... es ésta.
Sin más que decir, se encaminó a la salida. El salón tenía buena acústica, y casi todo el mundo lo había escuchado. Un ayudante iba a punto de escoltarlo a fuera, pero Prajnā lo detuvo con un gesto. — Ya conozco el camino.
Tomoe observó a su mejor amigo marcharse por la puerta. Dentro de él, se libraba una intensa batalla. Aunque las palabras de Prajnā tenían sentido, su nobleza seguía gritando que el juicio fue injusto.
— ¡Prajnā, espera! — De pronto, Tomoe se lanzó a correr tras él. Al salir al pasillo, su mirada barrió el área, pero fue en vano. Prajnā ya se había marchado.
— Déjalo ir. — Se escuchó una voz ronca a su espalda. Era el instructor Daerav, que miraba los pasillos vacíos con admiración. — Esta ha sido su decisión, sólo puedes respetarla.
Sin duda, guardaba una opinión favorable de Prajnā. En lo que había visto, era inteligente, humilde y honrado. Incluso si no tenía talento para la magia, debía ser un gran hombre. Alguien digno de elogiar.
Y no sólo él. Todos los profesores, incluso quienes estaban en contra de su entrada, se sintieron afectados por aquel espectáculo. Johari sonrió con cariño y cerró los ojos. Se recordó jugando con Prajnā cuando era pequeño, y estaba orgullosa de ver el tipo de hombre en el que se había convertido.
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— ¡Jajaja! ¡Menudos idiotas! — Se rió Prajnā, caminando entre magníficos tesoros y montañas de oro. — Una vez más, todos han sido engañados por un servidor.
Estaba en la tesorería secreta de la escuela. Sólo los profesores y la directora tenían conocimiento de ella. Se ubicaba por debajo del edificio principal, y era uno de sus lugares mejor protegidos. Para mantener el absoluto anonimato de este lugar, no habían guardias. En cambio, toda la zona estaba protegida por varias cadenas cuasi-interminables de hechizos, escritos en el idioma arcano.
El arcano es el idioma de la magia. Su alfabeto es extremadamente complejo, siendo compuesto por 10.800 caracteres distintos que varían de significado según su combinación. Cada uno de los cuatro grandes imperios conoce una pequeña parte del abecedario, pero ni siquiera los cuatro juntos podrían reunir la mitad.
Los hechizos que protegen la tesorería parten de diversas inscripciones arcanas, que son mantenidas con una fuente de energía. Tanto si borras las inscripciones, como si cortas la fuente, el hechizo caería. Sin embargo, esto no es sencillo, puesto que ambas generalmente se encuentran dentro del área protegida. ¿Cómo desactivar un hechizo si no puedes alcanzarlo?
Por desgracia, para alguien con los conocimientos de Prajnā, que había vivido por miles de años y adquirido los saberes de otros mundos... llegar hasta ahí es como un paseo. En su antigua vida, ostentó muchas identidades... y entre ellas Céfiro, la sombra del crepúsculo. El ladrón de sueños.
— Lo siento, Tomoe. No quería utilizarte. — Con un movimiento casual, Prajnā dibujó unos símbolos arcanos sobre la propia barrera. Estos se fundieron al instante, disolviendo el hechizo como si jamás hubiese existido. — Pero debes entender que era necesario. ¡Hay que saber aprovechar las oportunidades!
Desde el mismo momento que cruzó aquellas puertas de marfil, este había sido su plan. Robar a la escuela.
— Además, esto podría considerarse una indemnización. — Continuó murmurando. — Me han tratado muy mal. Merezco un escarmiento.
Cuanto más se adentraba en la tesorería, más riquezas y objetos valiosos se encontraba. Sin embargo, apenas les dedicó una mirada. Para él, no eran más que baratijas. Sólo venía a robar tres cosas.
— ¡Ahí está! — Prajnā alzó la vista. Sobre una montaña de monedas doradas, flotaba un pequeño fruto de energía vibrante.
Este era conocido como el Fruto de Caliesi, una especie extremadamente rara que sólo crece de los manzanos alimentados con la sangre de un djinn (genio mágico). Ingerirla nutriría al espíritu de energía vibrante y pura, que podría aumentar significativamente el poder después de una meditación adecuada.
Sin hacerse esperar, trepó por aquella montaña. Las monedas caían en cascada mientras el astuto ladrón lograba subir. Parecía nadar en dinero.
Cuando al fin alcanzó la cima, inspeccionó el Fruto de Caliesi y asintió, dando su silenciosa aprobación. «Lo necesitaré para despertar mi sexto chakra.»
Obtenido su tesoro, lo guardó en una pequeña bolsa y cayó rodando por la montaña de monedas. Estaba buen humor. Nada era más relajante que robar a una gran potencia en sus propias narices.
Continuó la búsqueda. En su camino, se topó con nuevos hechizos restrictivos que deshizo con la misma facilidad que los anteriores. También evitó algunas trampas ocultas, mecanismos destinados a matar o atrapar a los estúpidos que cometieran la insensatez de caminar sin ningún tipo de cuidado.
«Te encontré.» Sobre una plataforma de madera, reposaba una moneda giratoria. Estaba conformada de oro blanco, una variedad increíblemente apreciada, y con propiedades perceptibles a la magia. Tenía la inscripción de un sol en una de sus caras, y un nombre ilegible en la otra.
Era una moneda del desaparecido Imperio del Sol. Su valor era esencialmente monetario. Decíase que a cambio de ella, los espíritus venderían su libertad. Tal era la ambición por semejante reliquia.
De un joven tranquilo y elocuente, Prajnā se había convertido en un cabronazo astuto.
— Y ahora, sólo queda un último tesoro...
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