Capítulo 3

Los candidatos fueron llevados al interior de la Escuela del Árbol Roto, donde aguardaba la segunda prueba.

Los salones de entrenamientos eran magníficos. La luz natural se colaba a través de las ventanas, reflejándose en el suelo de impecable madera. Toda la estructura tenía una apariencia simple y elegante, libre de lujos innecesarios. Sólo un lugar extenso y amplio para respirar.

El anciano Sattva Mandira levantó un dedo. Varias docenas de tablones se elevaron en el aire, controlados por una fuerza desconocida.

Murmullos asombrados inundaron el salón de entrenamiento. Los tablones flotaban por doquier, sin un orden preciso. Zahkāh Tomoe se estiró para tocar uno y sonrió como un crío. Prajnā sólo giró los ojos al presenciar el infantilismo de su amigo, pero una débil sonrisa traicionó sus labios.

Todos ustedes están aquí para probar su valía como magos. Sattva Mandira habló con voz distendida y relajante. ¿Pero sabéis lo que significa?

Mandira agitó la mano y todos los tablones se movieron al unísono, conformando una asombrosa plataforma de madera.

Los hechiceros controlamos el maná, la energía que fluye a través del cosmos.Explica con paciencia. Por medio de esta energía, podemos manejar las leyes de la naturaleza, alterar la realidad y someterla a nuestros propósitos.

Los asistentes del anciano traían una exquisita estatua de monje. Aunque medía cerca de dos metros, era llevada como si no pesara más que una silla. La posaron en el centro de la plataforma y se retiraron rápidamente.

Un mago débil no tiene lugar en este mundo. Si sus voluntades flaquean, jamás serán capaces de avanzar por el Camino Espiritual. Sattva Mandira hablaba con gravedad, y muchos participantes lo escucharon atentos. Con la primera prueba, hemos visto el auténtico rostro de vuestros corazones. Ahora, es momento de conocer su fuerza.

Sattva Mandira permaneció en silencio unos segundos, viendo las reacciones del grupo. Después soltó una sonrisilla e inclinó la cabeza educadamente, dando entrada al siguiente profesor.

Maestra Zahkāh Johari, es su turno.

Una llama se prendió en el aire, sobresaltando a algunos aspirantes. De las profundidades del fuego, emergió una mujer alta y hermosa. Al igual que el anciano, iba ataviada con una larga túnica negra, identificatoria de su posición.

Johari posó una mano sobre sus pronunciadas caderas. Aunque su túnica era holgada, los pliegues de tela se dejaban caer por su cuerpo, dejando entrever un cuerpo voluptuoso y bien definido. Muchos jóvenes inexpertos la observaron con timidez, hechizados por su intimidante belleza.

Nada más verla, Zahkāh Tomoe puso mala cara.

¿Cómo puede ser? ¿Desde cuándo ella es profesora?Susurró.

Es tu prima, y la principal heredera del clan Zahkāh. ¿No deberías saberlo? Prajnā arqueó una ceja.

Nadie puede saber lo que hace esta desquiciada. Siempre hace lo que quiere.Cuchicheó Tomoe con un mohín.

La voz de Johari cortó su conversación, ganándose la atención de la sala.

La segunda prueba es sencilla. Cuando se les llame, deberéis subir a la plataforma y golpear la estatua con vuestro maná. Mientras informaba, su mirada esmeralda se posó en el rostro de Prajnā y su amigo. Si no pueden hacer algo tan simple, no merecen entrar en la escuela. Ahora, ¡comiencen! 

¡Aa'in Denali! Se llamó a la primera aspirante, una chica de cabello corto y rubio. Sus mechones de cabello dorado decoraban de manera encantadora el color violáceo dominante en sus ojos.

Aa'in Denali saltó con elegancia a la plataforma, sintiendo las miradas de todo el salón. Caminó con calma y fijó sus pies delante de la estatua, adoptando la postura del tigre.

De súbito, una poderosa aura de color índigo y sutiles lenguas doradas emanó de su cuerpo. El propio aire se agitó, generando una brisa que rodeó al público. Denali se inclinó aún más, encarnando la fiereza del tigre, y entonces atacó.

Una onda de Maná golpeó y meció la estatua. Toda la plataforma tembló ligeramente. Volutas de su aura quedaron esparcidas en el entorno, como rastro de su poder manifiesto. Tras un breve silencio, llegaron los aplausos. Aa'in Denali hinchó su pecho orgullosamente y volvió a su sitio, dando saltitos.

Prajnā la observo con disimulado interés. Su mente discurría por un sinfín de recuerdos nostálgicos. Tenía que aprovechar esta segunda vida, salvar a la ciudad y la vida de sus seres queridos. No podía fallarle a esa responsabilidad.

Entonces notó el peso de una mano sobre su hombro. Prajnā levantó la vista, topándose con los ojos preocupados de Tomoe.

Prajnā, desde esta mañana te he notado algo extraño. No sé... tenso. Tomoe esbozó una sonrisa algo forzada. Se le daba fatal inspirar tranquilidad cuando intuía que algo iba mal. Si algo anda mal, sea lo que sea... puedes confiar en mí. Lo sabes, ¿verdad?

Prajnā observó absolutamente sorprendido a su amigo. No esperaba esas palabras. Hasta ese mismo instante, no se había percatado de lo serio y abstraído que se había mostrado.

Había estado tan concentrado en cambiar el futuro, tan inmerso en los recuerdos de su anterior vida, que se había olvidado de lo más importante: vivir.

Prajnā miró dolorosamente a Tomoe, su mejor amigo.

Tengo una profunda deuda con alguien. Entrecerró sus ojos dorados.Pero no estoy seguro de cómo pagarle. Ni siquiera sé cómo alcanzarla...

¿Es una chica? Zahkāh Tomoe se frotó las manos. ¡Quien lo diría! El pequeño Prajnā  está creciendo tan rápido. Cuéntame, ¿es guapa?

Prajnā lo miró consternado unos segundos. Entonces también rompió de risa. Su carcajada era suave y profunda, como el murmullo de un arroyo.

Ya que se les ve tan alegres y confiados, ¿Qué tal si venís a hacer la prueba?Comentó la profesora Johari en voz alta, interrumpiendo la risa de los dos jóvenes. Una sonrisa maliciosa asomó por sus labios sugerentes.

Todos los rostros se voltearon para mirarlos al mismo tiempo.

Ug... la hemos cagado. Chirrió Zahkāh Tomoe.

Puede ser. Respondió Prajnā con una mirada cargada de petulancia. Las damas primero.

Ja. Qué graciosillo. Tomoe frunció el ceño. Sólo mira bien. Vas a flipar tanto que te entrará diarrea.

Eso no tiene sentido.

Los dos amigos se abrieron paso a través del denso grupo de aspirantes. Se sentían ligeramente avergonzados, pero su orgullo les impedía dar marcha atrás.

Zahkāh Tomoe saltó a la plataforma y miró con decisión la estatua. A pesar de haber recibido un golpe de Maná de medio grupo, seguía intacta.

Prajnā se colocó al lado de la profesora Zahkāh Johari. Ésta, con la mirada puesta en su hermano, murmuró con voz peligrosa.

¡Vaya, vaya! Cuánto ha crecido el pequeño Prajnā.

Por favor, no me llames así. Ya soy un hombre. Respondió, haciendo un mohín. Zahkāh Johari lo miró de reojo... y esbozó una sonrisa demoníaca.

¿Un hombre? Eso aún está por ver.

Mientras hablaban discretamente, Zahkāh Tomoe adoptó la postura del dragón y se concentró en su aura. Una poderosa energía de color rojo y verde rodeó todo su cuerpo, como un tornado furioso.

¡Bien! Parece que mi primo aún es digno de apellidarse Zahkāh.

Prajnā asintió en silencio, concentrado en la actuación de su amigo.

Zahkāh Tomoe tenía una expresión grave, muy concentrada. Su aura daba vueltas sin parar. Tras un tiempo de inmovilidad, lanzó un veloz puñetazo. Toda la fuerza de su Maná siguió al movimiento, golpeando y rodeando completamente la estatua.

El golpe fue tan poderoso, que una pequeña parte de la plataforma se agrietó, y la estatua fue lanzada fuera, causando un terrible estruendo al rodar por el suelo.

Grandes aplausos, más fuerte que todos los anteriores, inundaron el aire.

Podrías haberte contenido, que ahora es mi turno.Se quejó Prajnā.

Tomoe lo miró con grandilocuencia y dijo.

¡Ja! Más quisieras.

Anda y sube, pequeño Prajnā.Insistió Johari, empujando suavemente su cintura.

Prajnā le guiñó un ojo y saltó con absoluta gracilidad a la plataforma. Sus movimientos llamaron la atención de algunos maestros. ¿Cómo un joven de su edad podía moverse con tanta precisión? No desperdiciaba un solo movimiento. Ni una sola respiración.

Los asistentes recolocaron la estatua. Estaba en perfectas condiciones, a pesar del mal trato que le dio Tomoe. No estaba conformada por simple piedra, pues de ser así, ya habría sido destrozada.

Prajnā adoptó la postura del zorro. Sus ojos brillaban al mirar la estatua. En su anterior vida, no logró pasar esta prueba. Sus calificaciones resultaron incluso ridículas, lo que atrajo el desdén de muchos.

"Alguien como tú jamás será hechicero. Con ese poder, ¡me sorprende que tengas la simple cara de intentarlo!" Recordó aquellas crueles frases, aún resonando en su mente. "Permitirte caminar entre nosotros simplemente ensuciará la reputación de la Escuela. ¡Márchate y no vuelvas, basura!"

El joven apretó los puños con tanta fuerza, que casi sangraron. Ahora, tenía una segunda oportunidad para enfrentarse a sus viejos fracasos. Y superarlos.

Su aura emergió con sutileza de su piel, ondulando como una vela frente a la suave brisa. Su color, de un negro azabache con trazas doradas, era tan puro como las gemas escondidas en el palacio de un emperador. Sin embargo, su capa era tan fina y delgada, que parecía que en cualquier momento podría desaparecer.

Los aspirantes pronto comenzaron a murmurar.

Su aura parece muy débil.Se escuchó como un susurro entre el público.

En la primera prueba, llegó a mostrar una imagen tan profunda e imponente. Sin embargo, resulta que ésta es su fuerza...

¡Atentos! Nos vamos a reír mucho de esto.

A pesar de escucharlos, el alma de Prajnā no se agitó. Simplemente, ya no podían alterar su corazón con palabras tan banales.

Prajnā avanzó un paso, sin prisas, dejando que el maná se condensara en la punta de los dedos.

Y entonces, en el espacio de un simple parpadeo, se movió como un látigo, golpeando la estatua toda la mano, como si fuera una garra. Sonó un terrible estallido, pero... ¡la estatua ni se agitó! Parecía completamente indemne al ataque.

Tras un largo silencio, algunos rompieron en risa. ¡Incluso un soplo de viento habría sido más peligroso que ese mísero golpe! Casi sin poder creérselo, miraron a Prajnā como si toda su persona se tratara de una simple broma.

Pero... entre el ruido disonante de las burlas, la estatua comenzó a temblar... derrumbándose al instante en cientos de pedazos. Su caída causó un estruendo tan agudo que ahogó todas las risas.

Todo el público quedó mudo, observando los restos de la estatua como si se trataran de una ilusión. Esa estatua ni siquiera sufrió un arañazo tras los bates de docenas de personas. Sin embargo, un plebeyo como él, la había destruido con un ataque tan extraño.

¡Esto es absolutamente imposible! Gritó con ofensa uno de los postulantes. Se sentía ridículo e indignado. Muchos otros se sintieron igual que él.

Debe haber hecho algún truco.

¡Cierto! Tiene que ser así, no hay otra explicación.

Bajo el peso de todas sus miradas, Prajnā sonrió con la picardía oculta de un ladrón, sobresaltando los corazones de algunas damiselas desprevenidas. Quizás vistiera con ropas algo viejas y descuidadas, pero se debía admitir... que tenía estilo.


PD: si os está gustando la novela, por favor, ¡voten! Un simple click puede parecer poco... pero saber que os gusta me inspira para continuar.

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