Capítulo 24


Inmerso en las sombras permutadas de su cabaña, el mago meditaba de acuerdo a los principios zen de la cultura mahātma. Su respiración acompasada seguía a un breve mantra, repetido continuamente para silenciar sus pensamientos.

Los latidos de su corazón golpeaban como un tambor, mientras un Ojo Astral parpadeaba en su frente, absorbiendo el brillo de las velas, que danzaban por la habitación como fuegos fatuos.

Espíritus curiosos asomaban por los bordes de la cama, atraídos por el susurro de los árboles y el sobrecogimiento de las estrellas. Querían conocer a aquella persona que el destino aguarda y teme: al hombre que encandiló a la musa de los antiguos poetas.

Mas aquellos diminutos entes no se atrevían a acercarse demasiado. Sus formas metafísicas se retorcían bajo el desvelo de ese extraño ojo, como si una sola mirada pudiera comprender su esencia misma.

En la habitación contigua, los padres dormían plácidamente, ignorando el fascinante espectáculo que sucedía a pocos metros de ellos. Misteriosas fuerzas jugaban aquella noche, en el beneplácito de la Luna... tan lejos y tan cerca...

Pero la calma no era más que una fina apariencia, y la belleza, una ilusión pasajera. Incontables imágenes se sucedían en la mente del mago, albergando numerosos esquemas especializados del cuerpo humano sobre distintos saberes médicos y espirituales.

«El cuerpo humano alberga tres tesoros: Ego (ziwǒ), Carne (rou) y Espíritu (ezbën). Cada tesoro es un enorme sistema, y los tres juntos forman una entidad. ¡Toda criatura tiene materia, consciencia y alma! Aquel ser que prescinda de uno de los tres tesoros está incompleto. (un hombre sin alma, un alma sin cuerpo, una criatura sin mente)

Las técnicas de fortalecimiento utilizan la meditación -combinando ego y espíritu- para influir en el cuerpo. Pero no despreciemos la complejidad de un organismo vivo, incluso la forma más simple está llena de sutilezas. Existen incontables métodos para distintos resultados, mejores o peores.»

— Gupt ekyoopankchar. — Una aguja de energía se formó en su mano, basada en el maná más fino y puro a su alcance. Su creación impuso un gran desgaste, provocando una pesada sensación de soñolencia.

«A lo largo de la historia, se han inventado un sin fin técnicas... ¡Ofreciendo un mundo completo de posibilidades! Desde sanar enfermedades, hasta prolongar la vida o romper los límites del cuerpo.

Desgraciadamente, el conocimiento es un secreto bien guardado. Mientras las clases privilegiadas tienen sus propios pergaminos secretos, la gente normal se limita a las técnicas más comunes y simples.»

Anteponiéndose al cansancio, Prajnā aplicó la aguja sobre 18 puntos de acupuntura. Su precisión daba cuenta de una larga destreza acumulada.

Debe entenderse que la mayor parte de los meridianos del cuerpo humano están bloqueados. Nuestra energía circula por conductos (nadis) conectados a los siete chakras. Los "meridianos" son las puertas o intersecciones de esos canales. 

Una vez se desbloquean, el maná puede circular mejor. Esto es muy útil para los magos, quienes necesitan un estricto control para sus conjuros. 

Además, a largo de los años, los meridianos bloqueados acumulan mucha energía. Al abrirlos, esa energía estancada vuelve a ponerse en circulación. Esta suma de poder puede mejorar la densidad espiritual. 

Cuando Prajnā abrió los 18 puntos, una explosión de energía corrió como lava por sus venas. ¡Incluso podían entreverse suaves líneas de luz bajo su ropa!

La fisionomía humana contiene 361 meridianos. Prajnā apenas posee 52 abiertos, pero este el límite de su capacidad. Un sólo meridiano más, y su sangre habría estallado en llamas. Estaba al borde de la rotura.

Con la energía derramada, Prajnā refinó sus órganos y músculos. El proceso era lento y doloroso. Si una persona se acercara, podría escuchar el crujido de sus huesos cambiando y recolocándose.

«Sí, esta es la injusticia de un mundo determinado por el poder. La auténtica magia es un privilegio. Quien la domine, será poderoso más allá del dinero o los bienes materiales. Y eso... es peligroso.»

Entonces, sus labios rompieron en una sonrisa. El paso de sus manos danzarinas dejó extraños símbolos sobre la piel, mientras atraía a más espíritus curiosos que lentamente, se fundieron con estos dibujos.

«Y en un mundo así, yo soy el más peligroso de todos.»


--- o ---

El amanecer aconteció los reinicios de su entrenamiento. Sin embargo, había algo diferente aquella vez; en los campos de entrenamiento, ya no sonaban los quejidos acostumbrados de un joven tocando los límites. En cambio, un denso grupo rodeaba el área, cargado de estupefacción.

Val-Tareh salió de su cabaña como todos los días, dispuesto a preparar algunas trampas para esta tarde. Tenía un encargo en la granja de los Dukalen, un monstruo escurridizo estaba matando su ganado por las noches.

Ataviado con una armadura de hierro reforzado, era una fortaleza andante. Se había ganado una cierta reputación como trampero astuto y borracho empedernido. Pero apenas salir, se percató del grupo reunido en el campo. Y debido a la curiosidad, se acercó a ellos.

— ¿Qué pasa aquí? — Interrogó.

Pero los hombres ni siquiera lo atendieron. Todas las miradas estaban en el centro del campo, llevando expresiones incrédulas.

— ¡Hmp! — Val-Tareh se apretó los dientes, tragando su ira. — Parecéis imbéciles. ¿Qué os sorprende tanto? ¡A un lado! Quiero ver.

Sin educación, empujó a unos pocos de su camino, llegando a la primera fila. ¡Y entonces lo vio!


--- o ---


Prajnā se movía cual torbellino entre una lluvia de ataques. Su figura borrosa apenas era distinguible entre el destello de los sables. Aunque su técnica era burda, lo compensaba con una velocidad extraordinaria, superando por un amplio margen a sus dos contrincantes.

Como es costumbre tras los ejercicios rutinarios, sus padres lo sometieron a una prueba de combate. En pocos días, planeaban llevarlo a una misión sencilla. Pero entonces, lo que apuntaba a ser una práctica común dio un vuelco inesperado.

Apenas empezar la práctica, el joven los sorprendió con un increíble poder físico. El par se vio obligado a luchar en equipo.

Sus mentes estaban confusas. Tal mejoría era imposible de la noche a la mañana. Incluso si hubiera practicado el "Fortalecimiento corporal de Rotura" desde la cuna, no podría llegar a este nivel.

— Hijo, ¿nos estabas engañando para que fuéramos suaves contigo? — Preguntó Ghalia con una sonrisa que no era una sonrisa. — Te vas a cagar.

— Quizás lo hiciera, ¿y qué? ¿Vas a hacerme algo? — Replicó el joven con sorna. — ¡Ni siquiera puedes tocarme!

— Esposa mía, parece que nuestro hijo necesita una lección de respeto... ¡y una larga explicación! — Lonan sonrió como un maníaco. Aunque en situaciones cotidianas era un hombre dulce, dentro de la arena no era diferente a un bárbaro. Quizás esta naturaleza contradictoria fue la que atrapó el corazón de Ghalia, quien tampoco es una delicadeza.

— ¡Sí! Después de unos pocos golpes, le haremos contar todo.

— Os invito a intentarlo. — Replicó. — Pero tanto esfuerzo no es bueno para vuestros viejos huesos. ¿Necesitáis descansar un momento? No tengan vergüenza, la salud es lo primero. Al fin y al cabo, estáis en la edad. ¡Que nadie diga que yo, Prajnā, no respeto a los abuelos! 

Pero pronto pagó por sus palabras. Una hoja pasó rozando su mejilla. Prajnā giró en el aire, esquivándolo en el último momento. Pero tan pronto como se asentó, llegó el golpe lateral de un mandoble.

Forzado por la situación, se dejó caer de espaldas, rodando hacia atrás. Usando el impulso, se levantó en el siguiente parpadeo. Pero la alegría es momentánea, pues antes de disfrutar de un respiro, bloqueó a duras penas un lance de Ghalia. La rudeza del impacto causó chispas. 

El intercambio de golpes se hizo más rápido y furioso. La ventaja se inclinaba lentamente a favor del dúo. Tretas sucias y amagos descarados obligaron al joven a imprimir toda su atención en el combate, encontrándose en un callejón sin salida. Hierba y tierra volaban por todas partes.

No tenía espacio contraatacar, sólo podía defenderse.

Prajnā era como un animal arrinconado, su resistencia era efímera. Tras unos pocos minutos, finalmente fue golpeado. Un poderoso estoque lo lanzó lejos, arrancando una parte de su brazal.

A vista de todos, una hilera de patrones místicos se retorcían sobre su brazo. Estos oscuros tatuajes brillaban pausadamente, albergando secretos ya enterrados de la magia.

El mago se irguió lentamente, albergando un fuego oculto en sus ojos ambarinos. 

  — Aún no he terminado. 

Declaró con desmedido atrevimiento. 



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