Capítulo 21
Juntos pasearon cobijados por la tiniebla. A su paso todos los sonidos acallaban, sólo el crepitar del fuego se mantenía entre ambos, iluminando tenuemente sus figuras separadas por apenas un centímetro.
Todo el campamento había caído presa de un sueño encantado, provocado por el suave aleteo de las aves nocturnas. Búhos, cárabos y lechuzas sobrevuelan los edificios de tosca madera, esparciendo su magia con cada batir de sus alas.
Los vigilantes quedaron dormidos sobre sus lanzas, con sus cuerpos oscilando al viento como espantapájaros sin vida.
Los ojos helados de Nínive albergaban recuerdos de épocas pasadas, acostumbrada a observar el mundo desde su cima, siendo anhelada pero nunca tocada. Artistas de todas las partes del mundo darían sus vidas por esculpirla, perpetuando su belleza en la piedra.
Considerada la más hermosa bajo el cielo, Nínive portaba el encanto de una mujer adulta. Cada parte de ella era enigmática y seductora, como la noche misma. Tenía un cuerpo curvilíneo y tonificado. En su oscuro encanto, cabellos de plata que siguen el viento y realzan su figura.
Hace mucho, un campesino la observó descender para recoger una flor silvestre. Quedó tan hechizado por ella, que una vez se fue, él se acostó en la hierba para mirar el cielo, hasta morir de hambre y sed.
Prajnā caminó a su lado con elegancia, sintiendo el pesar de la hierba bajo sus pies descalzos. La humedad impregnaba sus prendas y añadían una sensación frescura al ambiente. En la intimidad, relató a su compañera los eventos sucedidos durante el día, de los que ella no podía ser testigo...
— Ahí estaba Nasmë, delante de mí. El veneno de adelfa adormilada había hecho su efecto, ¡era mi oportunidad! Su destino colgaba de mis manos.
— Pero no la mataste, algo te retuvo.
Las palabras etéreas de la Luna contenían una sabiduría profunda, capaz de adivinar la naturaleza oculta del mago, que se mueve entre la verdad y la falsedad.
— Así es. Podría haberla matado, y durante un instante, me sentí tentado... sin embargo, recordé algo importante. — Su aliento formaba nubes de vaho. — Nasmë es una víctima de mis antiguos actos. Todo lo que es ahora se debe a mi culpa. ¿Acaso merece morir por buscar represalias?
Otros podrían aceptar aquellas palabras, pero "moral" y "justicia" son términos a los que Nínive no podía identificarse
— Ella es un peligro que no te puedes permitir. — Refutó. — La dejaste viva por tu propia debilidad. Ahora es una amenaza para las personas que quieres... y todo porque no fuiste capaz de matarla en el momento.
— Aún no irá contra mis seres queridos.
— ¿Qué te asegura eso?
— La conozco: Primero esperará que profundice mis antiguos lazos, dejando que saboree la felicidad un tiempo...
— Y entonces atacará, buscando causarte el mayor dolor.
— ¡Exacto! desea convertirme en una cáscara vacía, por eso desgarró mi sombra. — Hizo una breve pausa. — Pero no se conforma con disipar mi alma; también quiere que sufra en el camino. Poco a poco, irá arrebatándome las cosas que aprecio, hasta no dejar nada.
Las cejas de la helada reina se arquearon levemente. Quizás era la primera vez que formaba expresión alguna.
— No puedes confiar en mí para ayudar. Mis actos en este mundo son muy limitados. Incluso estas visitas intempestivas son peligrosas.
— Lo sé. — Suspiró el joven Prajnā. — Tengo un plan, me resolveré. No espero más que tu compañía.
Durante un largo tiempo, pasearon sin comentar nada, disfrutando del frío nocturno que calaba en sus huesos. Las antorchas del campamento alumbraban su camino, pasando entre rústicas torres y cabañas.
— Hay una pregunta que no puedo soportar más. — Prorrumpió el mago de la nada. — No soy más que un mortal, alguien pasajero. Al final, el tiempo me convertirá en polvo, como a otros tantos. ¿Merece la pena ayudarme? ¿por qué lo haces?
Nínive se detuvo, fijando sus ojos traslúcidos en Prajnā. Ella misma desconocía la respuesta, simplemente era víctima de un sinfín de emocionas, liberadas aquella remota noche, de sangre y nieve... mil años al futuro.
— No lo sé.
Antes era una reina sin corazón que vivía indiferente del mundo, sin deseos ni pasiones. Cada palmo de la tierra estaba a su alcance, pero nunca anheló nada, gobernando todo bajo el cielo estrellado como parte del equilibrio natural...
Una existencia semejante, ¿cómo podía comprender los sentimientos humanos, que eran efímeros y cambiantes?
— Entonces perdona mi mala educación. — La voz de Prajnā se hizo ronca.
Y tan rápido como cayeron esas palabras, sus labios la encontraron. Probó el agradable sabor de su boca apenas un breve instante, prendiendo como fuego entre ambos. Extendió los dedos acariciando su esbelto cuello, a disfrute de la sensación electrizante de su pálida piel.
Tal instante fugaz sería recordado por el resto de la eternidad, en presencia del cielo y las montañas, sellando el destino del mundo entero.
Si indagamos en el auténtico origen del Príncipe de las Bestias, quizás debiéramos remontarnos a este instante. Al momento que los labios de la Luna y el mago se encontraron por primera vez, sellando definitivamente sus destinos.
De súbito, un terrible rayo cayó del cielo despejado. Su trueno arrastró el rugido de los dioses indignados. ¿cómo un simple mortal se atrevía a tocar a la Luna?
Advertido de su crimen, Prajnā se separó de ella, esbozando una sonrisa sagaz.
— Hasta la próxima vez.
Masculló con voz profunda y misteriosa, como el sonido de la marea. Dejando atrás esas últimas palabras, se retiró a la cabaña donde dormiría por el resto de la noche.
Nínive quedó en blanco. Sus ojos confundidos persiguieron al joven mago hasta la cabaña, pareciendo una mujer inexperta. En ellos brillaba una emoción desconocida. Una chispa.
Se tocó los labios. Por primera vez en mucho tiempo, alguien los había besado. Cerró los ojos e inspiró profundamente.
Aún quedaba su persistente aroma.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top