Capitulo 11

El extraño fruto onduló en su palma, liberando tenues vestigios de energía pura y vibrante. Era similar a manzana dorada, libre de defectos. Cualquier hombre común que la mirase, estaría extasiado: ¿Cómo puede el mundo crear un fruto tan maravilloso? La respuesta no podría ser más simple ni fascinante: "magia".

Prajnā cruzó los pies, adoptando la postura de loto. Con los ojos cerrados, controló su respiración, calmando lentamente su pulso. Ni una hebra de cabello se agitó, se había convertido en un elemento más de la habitación. Sólo su pecho subía y bajaba, exhalando e inspirando.

Om... Exhalaron sus labios, apaciguando su mente, cesando cualquier pensamiento innecesario.

Aquel sonido era un mantra, una palabra o frase que ayuda a fijar y reforzar la mente, facilitando la meditación. La repitió con cada respiración, dejando que su simple sonido llenara su alma. Y al cabo de pocos minutos, alcanzó un sentimiento de "ambigüedad", como si el mundo estuviera desapareciendo, convirtiéndose en una ilusión de su mente.

Con movimientos practicados y ceremoniosos, Prajnā llevó el fruto de Caliesi a sus labios. Apenas tomar el primer mordisco, una increíble corriente de energía sacudió su cuerpo, como un rayo. Cada nervio de su cuerpo estaba ardiendo.

Cualquier hombre habría perdido la cabeza. Aquel sentimiento no era distinto a ser quemado vivo. El dolor era demasiado cruel, demasiado intenso. Pero Prajnā no es un "hombre cualquiera". A pesar de que no le gustaba el dolor, y lo evitaría si pudiera, había tenido más de mil años para curtir su mente... siendo capaz de soportar esto... y mucho más.

Sólo el sufrimiento de su sombra arrebatada podría hacerlo gritar, pues era como cortar una extensión de su propia alma.

Una gota de sudor cayó por el rostro del joven. Con su voluntad, controló el furioso flujo de energía, guiándolo hacia el sexto chakra (ajna).

Los chakras son centros de energía, fuentes de maná que forman la base del alma. Los humanos tienen un total de siete chakras, cada uno con sus propias características y funciones.

Cada chakra entraña ciertas habilidades. El sexto chakra en concreto, es el Tercer Ojo, aquel que ve a través del mundo, a la verdad escondida tras el maya (el tejido ilusorio de la realidad). Se ubica en la frente, y está implicado en la intuición y el intelecto. Toda persona que despierte su Tercer Ojo, descubrirá el potencial de su mente.

Prajnā no sólo intenta abrir el Tercer Ojo. ¡Pretende evolucionarlo! Convirtiéndolo en el mítico Ojo de Eremīta. ¡Un chakra demoníaco, que no obedece la ley de los cielos!

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Primer chakra → Muladhara (Raíz)

Segundo chakra → Svadhisthana (Morada del Ser)

Tercer chakra → Manipuraka (la Joya del Loto)

Cuarto chakra → Anahata (Asiento del Alma)

Quinto chakra → Visuddha (Puerta de la Voz)

Sexto chakra → Ajna (Tercer Ojo)

Séptimo chakra → Sahashrara (Loto de los Mil Pétalos)

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Los nadis son conductos de energía que se distribuyen por todo el cuerpo. Conectan los chakras con cada órgano o músculo. Son como el sistema circulatorio del alma.

Cuando una persona nace, los siete chakras están dormidos. Sólo a lo largo de toda una vida, llena de vivencias y lecciones, podrían tener la fortuna de despertar uno. Por tanto, se puede considerar que abrir cada chakra requiere mucho trabajo e iluminación. Se cree que el mismísimo Buda sólo logró despertar cuatro.

Soportando el ardiente dolor, Prajnā tomó un segundo mordisco del fruto de Caliesi. Su fragante aroma llenó toda la habitación.

Om...

El dolor es una ilusión de la mente. El hombre no necesita dominarlo, sino dejarlo ir. Y sólo cuando eso suceda, descubrirá que nunca hubo dolor...

Volcado en la meditación, un punto de luz surgió en su frente. El sexto chakra había comenzado a abrirse, muy lentamente... pero aún no era suficiente. Necesitaba un último paso.

Rápidamente, Prajnā juntó las manos. La energía explotó de su cuerpo, formando una tormenta de energía que lanzó toda la habitación al desorden. Ahora llegaría la parte más peligrosa de la ceremonía. Los restos del fruto se desintegraron, convirtiéndose en pura energía que se fundió con la tempestad.

¡Om ajna kundalini asura arohanum! Gritó con toda su voz.

Un rayo púrpura brotó de la tormenta, golpeando la frente del joven.

Su mente quedó en blanco, y entonces... llegó la iluminación. El mundo entero se abrió a sus ojos. La realidad oculta tras un fino velo ahora era tan evidente como el sol a mediodía. Su sexto chakra había despertado, y ahora brillaba en todo su esplendor.

Y ahogado por aquella luz, todo se desvaneció. 

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No supo cuanto tiempo soñó. Su cuerpo era llevado por una bandada de aves nebulosas, que lo guiaban a las profundidades del espacio sin rumbo. 

Vio un dragón dorado nadando entre constelaciones estrelladas, ballenas azules engullendo agujeros espaciales, hipogrifos durmiendo sobre cometas helados...

El tiempo había perdido su forma. Los segundos no tenían sentido, los días podían ser un instante, y un suspiro convertirse en una eternidad.  

La vejez pasó por sus huesos, pero no resintió su alma. Todas las cosas que presenció en aquel viaje se tallaron en su memoria. 

Y con el tiempo aprendió a ver, no con la mirada, sino con la mente.

Directamente al corazón de las cosas...

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Finalmente despertó de su letargo. En el mundo terrenal, no había pasado más que una hora.

El misterioso símbolo de un ojo se dibujó en su frente. Era exótico y místico, evocado entre fascinación y miedo; el Ojo de Eremīta.

Los eremīta eran poderosos sabios que desentrañaron los secretos de la inmortalidad, hasta entonces reservados a los deva (dioses). 

Pero su ambición tuvo consecuencias. 

Habiendo pisado un terreno prohibido, los deva decidieron exterminarlos, emprendiendo una guerra que agitó los cielos y partió la tierra. Si era cierto o no, nadie quedaba vivo para decirlo. Sólo ruinas mudas que permutaban la tragedia en el tiempo, con sangre de dioses y diablos.

Prajnā no conocía mucho sobre este ojo. Descubrió un método para adquirirlo en su anterior vida, mientras investigaba las ruinas de un mundo abandonado. Por desgracia, en ese momento no pudo adquirirlo. 

Sólo una persona con extraordinario karma y un espíritu joven podría invocar el Rayo de la Iluminación, despertando este chakra inmortal.

La tormenta de maná se desvaneció, dejando atrás una inusitada calma.

Jamás había visto el mundo con tanta claridad. El joven observó su entorno como si fuera la primera vez. Todo pensamiento se aceleró varias veces, siendo más eficiente y ágil que nunca.

Ahora podía discernir en la realidad oculta tras el velo. Los objetos eran atravesados por una bruma etérea y cambiante. Percibía los latidos silenciosos de la tierra y el movimiento de los espíritus inocentes. Cada forma de vida constituía una llama única.

La materia ya no es obstáculo frente al Ojo de Eremīta: podía ver a través de las cosas comunes, siempre que no fueran protegidas con magia. Así mismo, adquirió una visión cuasi-telescópica, pudiendo contar las patas de una hormiga desde el otro lado de la sala. 

 Con este poder quizás tenga una oportunidad.

Prajnā extendió sus brazos. Era asombroso. Percibía cada uno de sus propios huesos, músculos y nervios. El maná corría por los nadis (canales de energía) como diminutos ríos por todo su cuerpo. Ni siquiera podría comenzar a describir lo extraño que era...

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Después de una breve experimentación, el ojo de Eremītase apagó.

El espíritu de Prajnāaún era demasiado débil, no podía resistir la tensión durante más de unos minutos. 

Por supuesto, en un futuro -si se fortaleciera- podría mantener abierto su sexto chakra permanentemente, ya que es una parte natural de sí mismo. No diferente a cualquier órgano de su cuerpo. 

Tras consumir el fruto de Caliesi, todas sus heridas sanaron. Aunque consideró sus efectos curativos, estaba algo sorprendido. Ahora estaba en perfectas condiciones, como si nunca hubiera sido tocado.   

Pero apenas sintió satisfacción. 

Sus ojos denotaban una profunda preocupación, caminando a ciegas por un destino que no puede controlar... 

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