Capítulo 10


Los dulces rayos del atardecer tiñeron la Ciudad de Loto, acercando el día a su inminente final. Su bello paisaje sobrecogía el corazón de artistas y viajeros, que levantaban la vista al cielo, pensando: "Así mismo es la vida: Un ciclo sin fin que gira y fluye, perpetuándose en el tiempo."

Pero oculta entre las callejuelas, una lastimosa figura se movía al cobijo de la oscuridad.... luchando por cada paso arrastrado. Parecía exhausto, perdido de toda elegancia, pero... llevando consigo un aire heroico y fatídico.

Aquella persona se detuvo al final del estrecho callejón, sin cruzar a la luz. Respirando pesadamente, dejó pasar los minutos. En sus ojos solo se reflejó el ocaso, ardiendo dentro de él, como un fuego.

Quien se atreviera a mirar aquellos ojos, quedaría atrapado en ellos, sólo pudiendo exhalar un nombre: Prajnā.

Una sonrisa desdeñosa asomó por sus demacrados labios. Respiraba pesadamente, dejando una gota de sudor caer por su atractivo rostro. Una simple mano descansaba sobre la pared, sosteniendo su agarrotado cuerpo. Las ropas que cubrían su cuerpo estaban sucias y destrozadas, haciéndolo parecer un mendigo. Y sin embargo, más que nunca, durante aquellos fugaces instantes... pareció aquella figura que recortaban las leyendas.

Parece que el mundo aún depara algunas sorpresas.

Exhaló con voz rota, cruzando la luz.... sin dejar una sombra a su paso....

-----------------------------------------

*Tic* La cerradura se abrió. Con un chirrido, la puerta dejó paso al interior de la casa. El exhausto joven respiró con alivio, disponiéndose a entrar.

¡Prajnā! Gritó una voz.

Tomoe apareció al fondo de la calle, con su típica sonrisa de loco. Apenas avistar a Prajnā, corrió en su dirección. Después de salir de la escuela, estuvo buscándolo todo el día.

El pelinegro soltó una maldición. No podía implicar a Tomoe en sus problemas. ¿Y si Nasmë decidía volver? No tenía poder ni siquiera para protegerse a sí mismo. Por otro lado, tampoco quería que su mejor amigo lo viera así, en un estado tan lamentable.

Bajo estas razones, el joven cruzó la entrada y cerró.

¡Ey, Prajnā! ¿No me has visto? Exclamó Tomoe, tocando el portal con un puño.

Vete. Le pidió Prajnā, casi sin fuerzas.

Sé que estás deprimido, pero traigo buenas noticias. Hizo una pausa.Sólo déjame entrar.

No hay nada que hablar. Con una mueca de dolor, el joven apoyó su espalda en la puerta. Las cosas son así. Estoy fuera.

¡Te equivocas! Escúchame un momento, he hablado con algunos profesores.

Tomoe...

Calla, no digas nada. Cortó enfurecido. Tras una acalorada discusión y algunas amenazas, he conseguido que el consejo de maestros cambie de opinión. ¡Dijeron que podrían abrirte un hueco en la clase de bronce! ¡Aún puedes ser mago!

Al escuchar esto, Prajnā rió con amargura. Sabía muy bien cómo consiguió aquel trato: si no lo admitían, Tomoe se marcharía de la escuela. ¿Pero cómo podría sentirse feliz con algo así? Era exactamente igual que en su antigua vida. Y su respuesta jamás cambiará.

No. La decisión ya fue tomada, estoy fuera. Apenas poseo afinidad mágica. Enseñarme es un desperdicio de tiempo y esfuerzo. Sólo han cedido para conservarte en la escuela... yo no significo nada para ellos. 

 Prajnā, olvida por un maldito segundo tu estúpido orgullo. Tomoe intentó razonar. La magia siempre fue nuestro gran sueño, desde que jugábamos por las calles cubiertos de barro. Todo el mundo desea convertirse en mago, pero sólo unos pocos afortunados tienen la oportunidad. ¡Simplemente acepta este favor! ¿Acaso un momento de orgullo vale más que tus sueños? ¡¿Ese es el camino que quieres tomar?!

Pero el joven pelinegro no respondió. Estaba demasiado agotado. Su espalda se deslizó lentamente por la puerta, hasta tocar el suelo. Con la mirada perdida en el techo, dejó pasar el tiempo.

Tomoe golpeó numerosas veces la puerta, hablando largo y tendido... sin resultados. Al final suspiró, rindiéndose.

No te abandonaré, Prajnā. Prometió antes de irse. Se escucharon sus pasos alejándose, hasta desaparecer. 

Tras unos minutos, una palabra rompió de sus labios, como un sollozo.

Idiota...

-----------------------------------------

Unas manos suaves y delicadas recogieron a Prajnā del suelo. Junto a la brisa nocturna, lo posaron en su apacible cama.

 Te han quitado algo importante. Murmuró una voz femenina, calmada y estremecedora.  Un mortal no puede vivirsin su sombra. Es el símbolo de su corporeidad, que ancla su alma a este mundo.Tu alma será acosada por las sombras, siendo arrastrada y deformada hasta loirreconocible. 

Diminutas luciérnagas flotaban por la habitación, siguiendo los elegantes movimientos de la intrusa. Su mirada era lejana y distante, como una reina llegada de otro mundo.

Su cabello blanco ondeaba con la tenue brisa, trayendo consigo cambios en los pájaros y la marea. Un sólo gesto podría arrancar la razón de los hombres, llevándolos a la locura febril. Su vestido era la noche, que la cubría como un elegante manto. Nadie, dioses o demonios, osarían enfrentar su voluntad.

Ella era la existencia más bella y aterradora bajo el cielo: la Luna, reina del firmamento.

 Mi pobre e imprudentemago, no puedo salvarte... Con cuidado, sus dedos apartaron los mechones caídos de su rostro.  Pero sólo esta noche, cuidaré de tu sueño. Ningún fantasma enturbiará tu dulce descanso. Es lo único quepuedo hacer...

Y así fue. Durante aquella larga noche, no hubo luna en el cielo.

-----------------------------------------

Prajnā despertó con la llegada del sol. Una dulce voz hizo eco en el fondo de su memoria, desapareciendo finalmente en la subconsciencia, el lugar donde van nuestros sueños perdidos.

Al principio se resistió, quería retener ese recuerdo a su lado, pero fue escurriéndose en sus manos como gotas de lluvia. Sabía que había olvidado algo importante, pero no tenía modo de recuperarlo.

Sintiéndose algo frustrado, trató de levantarse, pero una corriente de dolor cruzó todo su cuerpo.

Una palabra vulgar escapó de sus labios. Con algo de esfuerzo, logró apartar las sábanas. Inmediatamente dejó de lado sus anteriores pensamientos. Ahora tenía otras cosas de las que preocuparse.

Estaba cubierto de raspaduras y contusiones, bastante desagradables a la vista. Cualquier pensaría que acababa de recibir una paliza. También tenía un esguince -torcedura de tobillo- y un leve caso de distensión muscular, ambos debido al esfuerzo extremo puesto en su huida.

En palabras de Tomoe (si pudiera verlo): "Estás hecho mierda".

Para recuperarse, lo único que podía hacer ahora es descansar. No disponía de medicamentos, ni dinero para pagarlos. Aquellos lujos sólo podían ser permitidos por las clases altas.

No obstante, estas lesiones son el último de sus problemas.

Observó su cuerpo bajo la apacible luz de la ventana. Sin sombra, ¿Cómo podría enfrentarse al resto del mundo? Suspiró con resignación. De momento, lo ocultaría con magia. No sería difícil crear una falsa sombra... pero era como a tapar una herida profunda con una simple tirita.

«Debo pensar en algo.» Se dijo con cierto temor. «Estas maldiciones son demasiado extrañas. He leído algunos casos anteriores, pero la información es demasiado dispersa...» Respiró hondo, controlando su nerviosismo. «De momento sólo puedo seguir adelante. Encontraré una solución.»

Aprovechando que su ropa ya estaba rota, Prajnā arrancó un buen pedazo y lo usó como venda para el tobillo. No haría mucho, pero permitiría mantener el pie quieto, facilitando su recuperación.

Recordó lo sucedido en la escuela, pero no temía que lo encontrasen. «Este robo es una gran humillación para la Escuela del Árbol Roto. Evidentemente, no lo harán público. Sólo unas pocas esferas sociales conocerán lo sucedido.» Pensó. «Además, tienen demasiados enemigos. Si se extendiera el rumor, saben que muchas personas tratarían de confabularse o negociar con el ladrón... lo que sólo empeoraría la situación.»

«Y por último, está mi identidad.» Prajnā soltó una carcajada llena de alevosía. «Jamás esperarían que un joven de 16 años, sin instrucción mágica ni capacidades, podría ser el verdadero criminal. Percibieron el aura de Nasmë, y por tanto, esperarán que el ladrón sea un mago de alto nivel. Mi propia debilidad se ha convertido en un escudo.»

Entonces su mirada se posó en la bolsa, colgada a un lado de la cama. Ahí guardaba su merecido botín. Lleno de avaricia, pasó una mano por su contenido.

Al cabo de un momento, sacó el Fruto de Caliesi. Su energía vibrante lanzó una descarga agradable a sus dedos, como si su simple tacto lo pudiera revitalizar.

Todo esto no ha sido más que el precio de mis actos. Los hilos del karma aún me persiguen en esta vida. — Una sonrisa pasional asomó de sus labios. — Hoy iniciaré mi cultivo espiritual... despertando el Ojo de Eremīta.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top