6. ¡Sorpresa! ¡Sorpresa!
En su búsqueda para localizar a su marido y su dama de honor, y demostrarse a sí misma que no pasaba nada malo, Ashley pasó quince minutos perdida y congelada en el laberinto de piedra conocido como el Castillo Cornell. Por alguna razón, recibió muchas miradas extrañas y movimientos de cabeza del personal cuando pasaba, incluida una ceja arqueada juiciosa del bufón de la corte—un hombre que vestía medias de rombos con campanillas tintineando en su gorra, arrastrando un títere de su cabeza por el suelo de piedra.
Al menos treinta doncellas, cuatro lacayos, un capellán con la cara roja y un caballero borracho le dieron instrucciones incorrectas. Ashley recurrió a preguntarle a las ratas, arañando y serpenteando detrás de las paredes, pero no fueron de ayuda. Era como una pelota rebotando de un pasillo oscuro, húmedo y lleno de telarañas a otro.
Sus pensamientos también rebotaban.
De:
No hay nada de qué preocuparse; mi esposo es mi único amor verdadero, lo que significa que Scarletta no es su amor.
A:
Scarletta es bonita y culta y probablemente no hable con los mosquitos. Quizás Azul se arrepienta de haberse casado conmigo.
De un lado a otro pingponeaban sus ideas hasta que su cerebro estaba tan revuelto como huevos en una sartén.
Hablando de huevos, cuando dobló la esquina hacia el ala este, Ashley percibió una bocanada de tocino, salchichas, jarabe de arce y pan con levadura, que siguió con el estómago gruñendo como un perro rabioso.
—Lo encontré —se regocijó Ashley, ejecutando el primer auto choca-los-cinco registrado en la historia. Encontrar el desayuno puede parecer una hazaña menor para la mayoría de nosotros, pero para Ashley fue como completar un maratón, solo que con menos sudor y ampollas.
—¿Quién va ahí? —dijo una voz áspera desde más allá de una pared curva.
Dobló la curva para descubrir a Terrowin, uno de los aterradores guardias del castillo. Además de tener aproximadamente el tamaño, la forma y la vellosidad de un oso, llevaba un hacha de guerra de hierro de dos metros como si no pesara más que la marioneta de un bufón.
Al ver a Ashley, en lugar de inclinarse y besarle sus piecesitos reales, Terrowin adoptó una postura de batalla y preparó su arma, como si fuera un dragón o un troll que hubiera penetrado en el castillo.* Ashley trago en seco. Las hojillas se veían muy, muy afiladas.
Ashley retrocedió, levantando la mano en un gesto de "no soy un dragón o un troll, así que por favor baja tu arma antes que me haga pipi encima." —Soy yo —gorjeó ella. Tal vez debería haberse tomado un momento para domar su cabello antes de salir de la alcoba. Ashley alisó sus rizos.
Los ojos de Terrowin se agrandaron. —¿Princesa Ashley?
Dejó caer el hacha con un ruido sordo en el suelo de piedra y se inclinó profundamente. —Lo siento mucho, mi alteza. No fue mi intención levantar un arma hacia usted. Pensé que era un... no importa —el gimió—. Por favor, no me mates.
Ashley suspiró. ¿Por qué la gente siempre pensaba que los iba a hacer ejecutar? Si querían un déspota, deberían mudarse al País de las Maravillas, donde vivía esa reina psicótica.
—Terowin, por favor, levántate. Ni siquiera sé dónde encontrar un verdugo, si es que tenemos uno. Espero que no lo tengamos. Pero a pesar de todo, nunca te lastimaría.
—Gracias, Alteza. Gracias —gritó en voz baja, sin moverse de su reverencia.
—¿Está el príncipe ahí? —señaló una entrada arqueada de piedra.
—Sí. ¿Debería anunciarle?
—No, gracias, me gustaría sorprenderlo. —Ella guiñó un ojo.
Sus mejillas enrojecieron. —Eso explica mucho.
En lugar de presionar al guardia para que explicara esta extraña declaración, decidió continuar con su búsqueda original. Como Terrowin no se había movido, se vio obligada a pasar por encima de él y del hacha de guerra para poder entrar. Parpadeó mientras sus ojos se acostumbraban a la luz que entraba por una pared de vidrieras en el lado este. El diseño del cristal representaba una espantosa escena de un apuesto príncipe con una sonrisa asesina, apuñalando a un dragón, con sangre brotando de una herida mortal.
Examinó el pasillo en busca de su esposo y Scarletta. El lugar era del tamaño de un campo de justas, con largas mesas y bancos de madera vacíos, y una línea de candelabros de hierro iluminados con velas que colgaban del techo. En la pared del fondo, una enorme mesa gemía bajo el peso de un banquete de desayuno que podría haber servido a cien hombres. ¿Eran esos panqueques con chispas de chocolate? La saliva llenó su boca; su vientre estaba tan hueco como una secuoya golpeada por un rayo.
Pero primero lo primero. Confrontar a la dama de honor y al esposo.
Los dos estaban sentados en la mesa más alejada frente a las ventanas, prácticamente en la oscuridad. Sus cabezas se inclinaron juntas. La bilis subió a la garganta de Ashley. Caminó de puntillas hacia ellos, pasando por delante de mesas y bancos. Extrañas sombras en forma de araña de los candelabros se arrastraban a sus pies.
—Esposo mio...
Azul se levantó de una silla dorada que chirrió contra el suelo de piedra, mientras su "leal" dama de honor saltaba lejos de él, tan roja como su nombre. El olor metálico de la mujer quemó la parte posterior de la garganta de Ashley.
—Estás aquí —dijo Azul con asombro y aplomo a partes iguales.
—Pos si. —Se golpeó las caderas con los puños y se volvió hacia Scarletta, que hizo una profunda reverencia. Su pecho bien dotado prácticamente sobresalía del corpiño de su vestido verde hielo. Las sedas de la dama temblaban como gelatina de lima. La mujer estaba aterrorizada—. ¿Por qué estás aquí? —Una pequeña vena latía en la sien de Ashley.
Scarletta se rió.
¡Se rió!
Aparentemente, el temblor no se debía al miedo. Por un lado, eso era un progreso: al menos una persona en el castillo no pensaba que ella fuera una asesina. Aún así, si fuera a enviar a alguien a la horca, sería a Scarletta. Por suerte para ella, Ashley no sabía dónde estaba la horca.
Ashley enderezó la columna y cruzó los brazos sobre el pecho. —¿Qué está pasando?
—Bueno, si quiere saberlo, esposa mía, estábamos discutiendo tu sorpresa.
Atrapada en la magia de los ojos azules, la mandíbula afilada y los pantalones ajustados de Azul, con hilos de luz dorada bailando en su cabello, Ashley casi olvida por qué estaba molesta con él. Se frotó las muñecas doloridas y recordó.
—¿Qué? —De todas las explicaciones, Ashley no había considerado esta.
—La gran sorpresa. ¿Recuerdas mi nota? —Azul destelló su perfecta sonrisa blanca en su dirección y, a pesar de todo, se le revolvió el estómago—. Ay, me temo que podría estar arruinado ahora. ¿Por qué pensaste que te dejé encadenada a la cama?
—¿Qué usted hizo que? —dijo Scarletta.
Ahora fueron las mejillas de Ashley las que se pusieron rojas. Solo había compartido la adquisición de las esposas con la guardia del castillo.
—No importa. Haremos la sorpresa aquí. Scarletta, por favor, trae a Marveloni.
Sin dudarlo, Scarletta salió volando de la habitación, el golpeteo de sus tacones disminuyendo mientras desaparecía en el laberinto de piedra.
—¿Marveloni? ¿Está involucrado?
Cuando el mago real tuerto la miraba con esa mirada vacía suya, era como si mil arañas se deslizaran sobre su piel, tejiendo telarañas cada vez más apretadas.
—Claro, por supuesto. Fue idea suya. Ahora tengo una pregunta para ti.
—¿Sí?
—Por mera curiosidad, ¿cómo escapaste de los grilletes, mi zorrita escurridiza?
Por un momento, pensó en decirle la verdad. Pero decidió que tal vez eso no sería útil. Ella solo podía imaginar cómo iría la conversación:
—Un mosquito vio que estaba en problemas y le transmitió la situación a una paloma que llamó a una legión de ratones, tuzas, caracoles y mapaches. Les expliqué lo que necesitaba y lograron ayudarme a escapar.
—Guardias, por favor confinen a la princesa en una torre acolchada.
—No, está bien, querido. Fueron muy amables. Aunque tuve que hacer algunas promesas sobre el cese de las actividades de envenenamiento en el castillo.
—Haz de eso una celda de mazmorra acolchada. Ah, y tira la llave.
—No puedo revelar todos mis secretos, esposo mío —dijo Ashley al fin.
—Ya veo. Bueno, si no me dices eso, ¿podrías explicarme qué diablos llevas puesto?
Ashley miró hacia abajo. —Ay, rayos. —A pesar de toda la locura y la preocupación, se había olvidado de ponerse algo sobre su camisola.
Tendrás que entender que en Siempre Jamás, la idea misma de una princesa deambulando por el castillo en lo que era esencialmente su ropa interior, era inaudita. Sería el equivalente a un presidente o primer ministro apareciendo desnudo en la televisión nacional.
—Tengo que ir a cambiarme —dijo Ashley.
—Aun no. —Azul se quitó la capa de terciopelo con borde de armiño y la envolvió alrededor de los hombros de Ashley, abrochando el broche en su cuello. La tela, pesada como la niebla de la mañana, la clavó en el suelo de piedra—. Viene una sorpresa. Y mientras esperamos, tengo noticias increíbles para discutir contigo. ¿Te sientas?
—Gracias. —Ella se sentó.
Tomando sus manos entre las suyas, le acarició los nudillos con los pulgares desnudos. Su corazón se aceleró; su respiración se aceleró. Él sonrió. —Son las mejores noticias, mi amor. Debido a algún error de contabilidad relacionado con el año bisiesto, o la alineación de Júpiter con Marte, o un solsticio fuera de lugar, o algo por el estilo, ¡resulta que este otoño se llevarán a cabo los Juegos Intra-Reinos! Y como príncipe, se espera que yo participe. Estoy seguro de que ganaré la batalla del dragón y las justas, si no todo el asunto.
—¿Dónde se llevarán a cabo los juegos? —preguntó Ashley, esperando que fuera justo aquí en Siempre Jamás.
—En el Estado Libre de Ugge. Un pequeño y tonto lugar que cree en algo llamado Democracia. Nunca funcionará.
La decepción oprimía los pequeños hombros de Ashley como la yunta de un buey. —Pero eso es tan lejos, mi príncipe.
—Sí, pero podemos intercambiar 'mensajes' con Igor. —Levantó las cejas y le levantó la barbilla.
—¿Quizás podría unirme a ti?
—Eres dulce, mi amor, pero es un viaje arduo lleno de charcos de lodo y paseos en carruajes y siervos sin lavar. Las princesas odian ese tipo de cosas. Oye, ¿por qué la cara larga?
—Nada —suspiró Ashley—. Al menos estarás aquí hasta el otoño.
—Oh, no. Salgo otra vez esta tarde. El entrenamiento tomará meses.
—¿Qué?
—¡Prometo traer a casa el trofeo de oro! Se verá genial en nuestro dormitorio. Haré quitar el asiento junto a la ventana para hacer espacio. No te preocupes. Volveré antes de que cumplas 21 años el 20 de octubre.
—Fantástico —murmuró Ashley. El asiento junto a la ventana era la única parte de la habitación que le gustaba. Se estaba yendo—otra vez. Y ella no podía hacer nada para detenerlo. Como consuelo, al menos sabía su fecha de nacimiento.
—Estoy encantado de que estés complacida. Oh, aquí vamos —dijo Azul.
El fuerte olor a hierro quemado de la magia oscura invadió la habitación. Entró el Maravilloso Marveloni con dos unicornios embridados. Ashley se abrazó a sí misma, tratando de resistir la sensación de arañas arrastrándose sobre su cuerpo.
—¡Sorpresa!
👑👑👑
*Sí, a los dragones y trolls les gustaba penetrar rutinariamente las paredes castillo, como si solo demostraran que podían hacerlo. Lo que planteaba la pregunta: ¿no tenían nada más urgente que hacer? ¿No les gusta cuidar de sus crías o cuidar de los puentes sin vigilancia? Algunas criaturas de cuentos de hadas necesitaban aclarar sus prioridades.
👑👑👑
OK, SÍ, ¡SABES POR QUÉ ESTOY AQUÍ! EL ANTIGUO RECORDATORIO DE VOTO. SIÉNTETE LIBRE DE DEJARME UN COMENTARIO HACIÉNDOME SABER QUE RECORDARON VOTAR Y QUE DEBO ELIMINAR ESTA TONTERÍA.
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