26. Lecciones de Vuelo

Estimadxs lectorxs, decepcionen a su unicornio bajo su propio riesgo.

¿Necesitas preguntar por qué?

...¿Deveras?

Bueno, te cuento...

Mientras viajas en la espalda de un unicornio, puede pensar que estás al mando, instruyendo al animal (a través de la manipulación de las riendas y el lenguaje corporal) sobre la altitud, la ruta de vuelo y el aterrizaje, pero si su unicornio está molesto con usted, ella está en todo su derecho (según la tradición de los unicornios) de ponerte en peligro mortal.

Ashley no tardó mucho en darse cuenta de esto.

Aunque Louisa y Ashley tuvieron una alegre reunión en lo alto de la fortaleza cubierta de nieve de las brujas, la unicornio tuvo un montón de quejas para presentarle a su ama. Aparentemente, pasar el rato en el Bosque Prohibido, aunque al principio fue divertido, provocando a las zarzamoras y perfeccionando su técnica de aterrizaje en el techo de la casa de pan de jengibre de la bruja caníbal, resultó ser tedioso hasta más no poder.

¿Cuántas veces puede un unicornio pisotear un techo de pan de jengibre antes de que se derrumbe?

Respuesta para aquellos que se preocupan por saber: tres.

—Oye, ten cuidado —le rogó Ashley a Louisa por enésima vez mientras sus dedos de los pies mordidos por el frío golpeaba contra la copa de un árbol—. ¡Ay! Louisa, ¿es esto necesario? Dije que lo sentía. Repetidamente.

—¿Qué es necesario? —Louisa relinchó, tambaleándose a la izquierda.

Ashley se deslizó parcialmente de la silla, agarró las riendas y gritó. —Castigar mis patitas volando tan bajo —relinchó una vez que su corazón se desaceleró a mil latidos por minuto, y pudo tomar suficiente aire para hablar.

Louisa respondió elevándose hacia las nubes en una trayectoria casi vertical, dejando el estómago de Ashley pegado al espinazo. Apretó las rodillas contra los flancos de Louisa y, abandonando las riendas, agarró el pomo.

El ascenso persistió. Carámbanos se cristalizaron en las cejas de la princesa; la cabeza le daba vueltas por la falta de oxígeno. Le dolían los muslos, amenazando con ceder. Puntos negros picaron en su visión. Daría la bienvenida a la inconsciencia pronto. Pero justo antes de hundirse al vacio, Louisa descendió unos cientos de pies.

El oxígeno volvió a inundar los pulmones de Ashley. Las manchas desaparecieron. Logró gritar. —Louisa, podrías haberme matado.

—Solo estaba haciendo lo que tú querías.

—¿Eh?

—Dijiste que estaba castigando tus pies porque volaba demasiado bajo.

—¿Alguna vez has oído hablar de un punto medio?

—No se leer, pero tenía la impresión que solo había un punto y aparte, y punto final.

—No es ese tipo de punto.

—¿Ashley? ¿Ashley? —El grito apagado de Layyin provino de debajo de las nubes.

—Aquí arriba —gritó ella.

—¿Qué? No puedo oír...— La voz de Layyin era tan suave que Ashley apenas podía oírla.

—Luisa, basta.

—Si no tienes cuidado, te dejaré en esa isla desierta donde dejé a tu horrible familia adoptiva —dijo Louisa.

—Espera, ¿tú fuiste quien los llevó a su exilio?

—Sí, yo y Louis. Uno de nuestros mejores viajes.

—Guau —dijo Ashley—. Creo que me gustaría no volver a ver a esa chusma. ¿Podemos unirnos a los demás allá abajo?

—Por supuesto —Louisa relinchó, extendiendo sus alas, cayendo en picada, el viento azotando la cara de Ashley, el cabello ondeando detrás. Ashley volvió a gritar—. ¿Qué? Dijiste que bajaras —gruñó Louisa.

La mancha que ella supuso era el suelo se enfocó. Ashley cerró los ojos con fuerza, esperando el impacto, pero segundos antes de convertirse en una princesa molida, Louisa levantó la nariz. Ashley abrió un ojo. Su pie rozó unos escombros en la base de una montaña de mármol blanco translúcido que sobresalía de la tierra como la lápida de un gigante con complejo de dios.

En lugar de volar arriba y abajo, Louisa se inclinó hacia la izquierda para rodearla.

—¿Por qué no pasamos por encima? ¿No sería más rápido? —Ashley dijo.

—Es demasiado alto para mí. Los unicornios no pueden volar hasta la cima. No hay suficiente aire para sostener nuestras alas. Con todos tus lloriqueos allá atrás, no creo que quieras arriesgarte a una muerte segura.

—Si es segura, no creo que califique como un riesgo.

—Ustedes los humanos con su semántica.

—¿Qué tan alto puede ser? Casi saliste de la estratosfera hace unos minutos.

—El monte Dolorem no es una montaña con la que se pueda jugar. Nadie puede ver su pináculo y vivir para contarlo.

Espera, ella conocía este lugar: Monte Dolorem. Del mito.

La historia iba asi:

Hace mucho tiempo, cuando el hielo se extendía por los siete reinos y las estrellas aún eran lo suficientemente jóvenes como para recordar su nacimiento, el dios del hielo, Moroz, se enamoró de Mania, una diosa del inframundo. El corazón de Moroz se llenó de alegría y lujuria y todas esas otras emociones de corta duración que vienen con el florecimiento inicial del amor.

Sin embargo, cuando Dolorem, la esposa de Moroz, descubrió el asunto, su corazón no se llenó de alegría. En cambio, se endureció con los celos, la ira y la pérdida, lo cual es natural cuando el esposo de una busca el afecto de otra.

Cuando Moroz se atrevió a presentarle a Dolorem los papeles del divorcio, su corazón se endureció como el mármol. Ante sus ojos, vio con horror como el cuerpo entero de su esposa comenzaba a cristalizarse. Fue hacia ella, se aferró a sus pies de piedra y le rogó que se detuviera. Pero tan grande fue su ira, que la transformación se extendió a través de sus pies hacia la tierra. Mármol empujo hacia arriba, más alto que las nubes, y lo más lejos posible del inframundo. En todo momento, Moroz se aferró a su esposa, con falsas disculpas en sus labios. A medida que la roca se elevaba, él también. Alto y más alto.

Una vez que la diosa esposa terminó su rabieta, una nueva montaña blanca se elevó sobre el paisaje, su cima oculta para siempre en la nube. Sus lados tan lisos que nadie podría escalar o descender por sus caras escarpadas. Sus cuevas y senderos infestados de monstruos de todo tipo.

Varado en el pináculo, Moroz nunca volvería a ver a su amada Mania.

Se dice que cualquiera que sea lo suficientemente tonto como para escalar el monte Dolorem nunca regresará.

Aunque la historia señaló a Dolorem como la villana del cuento, eso fue porque un hombre escribió la historia. Sin embargo, Ashley pensó que dejar varado a un cónyuge infiel en un trozo de mármol insuperable por toda la eternidad era un castigo apropiado. Si tan solo tuviera el conjunto de habilidades de Dolorem. Pero era sólo una historia, una parábola.

—¿Ashley? ¿Ashley? — llamó Layyin una vez más.

—Adelante. —Ashley clavó sus talones dañados en los costados de Louisa.

—Sabes, no tienes que hacer eso. Podemos usar nuestras palabras.

—Mira, lamento no haber regresado por ti en el Bosque Prohibido. Realmente lo siento. Me capturaron. Y me preocupé por ti todo el tiempo.

—Lo sé —dijo Luisa.

—Entonces, ¿por qué has estado tratando de matarme todo este viaje?

—No he estado tratando de matarte. He estado tratando de convertirte en un mejor jinete. Lo vas a necesitar.

—¿Qué quieres decir con que 'lo voy a necesitar'?

—Ya verás.

—¿Sabes algo que yo no?

—Soy un unicornio. Por supuesto que sí. —Louisa se adelantó.

—No intentes cambiar el tema de esa manera —insistió Ashley.

—¿Que manera? —dijo Luisa.

A veces quieres estrangular a tu unicornio. Pero esto es desaconsejable, especialmente mientras todavía estás en el aire.

Delante, Layyin, Derek y Sadira habían desmontado, sus largas sombras se extendían ante ellos como fantasmas larguiruchos. Los unicornios pastaban cerca, tirando de las matas de hierba que sobresalían de la nieve.

—Wow, eres una jinete tan competente —dijo Layyin, trotando hacia Ashley—. Estabas tan alto que ni siquiera podía verte.

Louisa aterrizó tan delicadamente como un copo de nieve. —Créeme, esa no fue mi decisión. Y si yo fuera tan buen jinete, mi montura no estaría tratando de matarme.

El unicornio corcoveó a Ashley. Cayó de cabeza en un banco de nieve, que es bastante doloroso y frío. —¿Por qué hiciste eso? —dijo ella, sacudiendo la nieve de su cabello.

—Te lo dije, no estaba tratando de matarte. Fue por tu propio bien.

—Ashley, deja de fastidiar al unicornio —dijo Derek.

—No estoy... —comenzó a decir Ashley, pero decidió ni siquiera tratar de defenderse.

👑👑👑

Una vez que los unicornios se alimentaron y descansaron, el equipo de héroes monarcas se elevó hacia el cielo, volando de cuatro en cuatro. Pronto, el río de Siempre Jamás se avecinaba. Siguieron la brillante franja serpentina de azul hacia el sur, arrastrándose sobre el paisaje.

El sol apenas se había hundido en el horizonte cuando se acercaron al pueblo de Siempre Jamás. Las estrellas se asomaron con cautela desde el manto de cielo púrpura como si confirmaran que era hora de hacer su aparición. La temperatura bajó, recordándole una vez más a Ashley su insustancial ropa. Pero fue el hecho de que nadie caminaba por las calles empedradas, que no salía humo de las chimeneas y que no entraba luz por las ventanas, lo que la hizo temblar. El monumento cubierto de flores para los niños desaparecidos se había extendido como zarzamoras. ¿Cuántos niños más habían desaparecido?

Cuanto más se acercaban al castillo, más crecía la inquietud de Ashley. Cuando pudo distinguir las torres del castillo, con sus banderas ondeando al viento, Ashley sintió ganas de vomitar. Algo estaba muy, muy mal.

Antes de que comenzaran su último descenso hacia el jardin del castillo, "lo que estaba muy mal" se hizo evidente. Algunos aldeanos, algunos con antorchas, otros con palas y rastrillos, se apiñaron en la entrada gritando blasfemias a los guardias. Cuando vieron a los cuatro unicornios, levantaron sus armas con ira.

En las murallas almenadas, los guardias manejaban el cañón. ¿Qué iban a hacer? ¿Abrir fuego sobre la gente de Siempre Jamás? Debajo del puente, los caimanes chasqueaban las mandíbulas, esperando un bocado humano. Incluso el monstruo del foso estaba en acción, extendiendo sus mandíbulas mucho más alto que sus compañeros caimanes.

—Parece que aún no han abierto una brecha en el castillo —dijo Derek como si fuera un gran alivio.

—La gente cerca del borde del puente podría ser devorada si el monstruo salta lo suficientemente alto —dijo Ashley.

—Cierto —dijo Derek—. Ahora que lo pienso, el monstruo se ve un poco mejor alimentado que cuando nos fuimos.

—Esto no es gracioso. Louisa, baja ahora. Lo digo en serio. No más lecciones de equitación en este momento. Por cierto, sé que disfrutaste aterrorizarme.

—Lo hice —estuvo de acuerdo Louisa, moviendo su gran cabeza—. Buen ejercicio.

En unos momentos, los unicornios aterrizaron a salvo en el cesped. —Nadie nos disparó —se quejó Layyin.

—Suenas decepcionada —señaló Ashley.

—Solo un poco. ¡Imagina los moretones que me hubiera provocado!

—Se ha vuelto loquita —dijo Derek, saltando de su unicornio. Una vez que los pies descalzos de Ashley tocaron el suelo, corrió hacia el castillo—. ¿También has perdido la cabeza? ¿A dónde crees que vas?

—A detener esta tontería en la puerta antes de que alguien sea devorado.

—Um, ¿te das cuenta de que estás encuerada y estás sucia? ¿Estás seguro de que quieres saludar a tu gente así?

Ashley miró hacia abajo. Él tenía un punto. —Haré una limpieza rápida. Nos vemos luego.

—Nosotros vamos contigo —dijo Sadira.

—¿Al baño?

—No, cuando te enfrentas a tu gente.

—¿Por qué?

—Porque hay como cientos de ellos y uno de ti. Hay fuerza en numeros —dijo Sadira.

El corazón de Ashley se derritió un poco.

Los empleados del castillo salieron del castillo y los establos. Pero Ashley solo tenía ojos para un hombre. Gerald corrió hacia ella con una sonrisa en su rostro. Su corazón realmente latía como un tambor. Durante toda su vida, pensó que era solo un cliché.

La princesa Ashley quería correr hacia él para que pudieran encontrarse en medio del prado, y él podía levantarla y girarla a cámara lenta, pero sus pies estaban demasiado doloridos. Así que ella esperó. Finalmente, llegó con sus brazos extendidos. Sería sólo un momento, y estarían abrazándose. Se imaginó la sensación de su cuerpo contra el de ella, de ese beso.

Pero en lugar de la reunión romántica, hizo una reverencia, se arrodilló a sus pies y le tomó la mano. Presionó sus labios contra sus dedos. —Mi princesa.

—Sir Gerald —respiró Ashley, examinando cada centímetro de su rostro. Una cicatriz de corte irregular le cruzaba el lado izquierdo de la mandíbula.

—¿Qué sucedió?

—Yo podría preguntarte lo mismo —dijo Gerald, haciendo un gesto hacia sus pies, que se veían mucho peor que cualquiera que haya tratado de cortar una parte del pie para que quepa en una zapatilla de cristal. Además, había quemaduras en sus espinillas, agujeros en su camisón, rizos dorados enteros de cabello que habían sido chamuscados...

—¿No vas a presentarnos a tu... amigo? —Derek guiñó un ojo.

—Él es mi caballero, Sir Gerald. No mi amigo —respondió Ashley.

—Uh, huh. Claro. Sabes, uno pensaría que después de que las personas se arrastran dentro de una chimenea juntas y se rescatan entre sí de calderos hirviendo y brujas, NO MENTIRÍAN.

—Perdóneme, altezas, pero —dijo Gerald.

Ashley y Derek se giraron hacia Gerald y dijeron al unísono, —¿Qué?

—Mi rodilla me está matando. ¿Crees que podrían decir algo como 'levántate' o 'déjame ayudarte a levantarte' o incluso empujarme al suelo y sacarme de mi miseria?

—Que dramatico — dijo Derek.

—Oh, lo siento, Gerald. Levántate caballero.

Gerald se tambaleó hasta ponerse de pie, frotándose la rodilla. —Gracias.

—Sir Gerald, por favor conozca al Príncipe Derek de El Arcoiris.

—Un placer —Derek miró a Gerald con su diminuto traje de mozo que dejaba poco a la imaginación—. Un verdadero placer.

—Y estas son mis amigas, la princesa Layyin y la princesa Sadira.

Todos se inclinaron e hicieron reverencias como miembros de la realeza y, en el caso de Gerald, como un mozo recién ascendido a miembro de la nobleza. —¿Qué le pasó a Luisa? —dijo Gerald, quitando hojas de su melena.

—Vas a tener que preguntarle sobre eso —Ashley frunció el ceño al unicornio. Luisa relinchó—. ¿Qué le pasó a tu mandíbula? —Ashley dijo.

—Un pequeño malentendido con un troll fronterizo.

—¡Lo siento! —Ashley dijo.

—Eh, deberías haber visto como quedo el otro tipo.

Derek guiñó un ojo. —Me gusta este, Ashley. Puedes quedártelo.

—Gracias, Derek, pero te aseguro que no tengo nada que quedarme. Nuestra relación es puramente princesa/caballero. Profesional.

—Sí claro, y yo nací en Guadalajara en 1992.

—¿Que?

—Exactamente.

—Miren, todos, me encantaría quedarme y reunirnos durante un par de horas, pero los aldeanos están golpeando la puerta del castillo con el tronco de un árbol en este momento. Gerald, me gustaría un informe completo sobre tu búsqueda para encontrar a los niños desaparecidos.

—Por supuesto, mi princesa —dijo Gerald, retrocediendo.

—¡No hay necesidad de caminar hacia atrás! Ya sé cómo se ve tu trasero —dijo Ashley, frustrada porque Gerald pensó que tenía que cumplir con este estúpido protocolo. Gerald se volteó y corrió hacia el granero, los unicornios lo seguían como una bandada de pollitos corriendo detrás de su madre.

Ashley se volvió hacia el personal del castillo. —Bienvenida a casa, princesa —dijeron, ignorando amablemente que no se parecía en nada a una princesa, lo que le dio una idea inspirada—. Terrowin, me reuniré con los aldeanos ahora. Por favor, invítalos a la sala del trono.

—Ashley, no puedes hacerlo ahora. Pareces un... —dijo Layyin.

—¿Un qué?

—¿Un plebeyo? —dijo Sadira.

—¡Exactamente! —Ashley estuvo de acuerdo. Los guardias crearon un túnel de paso para que pudiera caminar entre la multitud. La gente sonreía, hacía reverencias su paso, y por un momento, la princesa, vestida con harapos, se sintió como una verdadera monarca por primera vez.

👑👑👑

Ashley llegó a la sala del trono a la peor escena que podía imaginar. Y no eran los cientos de aldeanos desaliñados, con problemas olfativos y armados que se abrían paso a través de las grandes puertas lo que la inquietaba. En cambio, fue el hombre esquelético estaba sentado en el enorme trono de terciopelo rojo y dorado de Azul, con el aspecto de un espantapájaros, lo que la perturbaba.

Borin aún no se había fijado en Ashley, que había entrado por la puerta trasera de las oficinas reales. Docenas de candelabros de antorchas que ardían a lo largo de las paredes hacían que la sala del trono fuera la más brillante del castillo. Y la más ahumada. El senescal se levantó. —¡Guardias! ¿Cuál es el significado de esto? ¡Dije una a la vez y solo las mujeres atractivas! ¡Rodarán cabezas!

—Terrowin —llamó Ashley a su guardia, que se había abierto paso entre la multitud hacia el frente—. ¿Crees que podrías aliviar a nuestro senescal de su angustia? —Ashley dijo.

—Sí, Su Alteza. Ya merito.

Terrowin marchó hacia el trono, hacha en mano. Era un espectáculo temible. Como un oso pardo enojado empuñando un acero afilado como una navaja de dos metros de largo. —Vas a tener que mover tu trasero de este trono.

—¡Haré que te azoten! —dijo Borín.

—¿Tú y qué ejército? —respondió Terrowin.

—¡Todos ellos! —Borin frunció los labios e hizo un gesto hacia los guardias que patrullaban el perímetro. —Aprendanlos. —Los guardias no se movieron.

—Me obedecen solo a mí —dijo Terrowin.

—¿Bajo la autoridad de quién estás realizando este acto de traición?

—La corona —respondió Terrowin, su puño carnoso agarrando el mango de su hacha de batalla.

—El príncipe azul me ha dado jurisdicción completa sobre estos procedimientos —ladró Borin.

Ashley entró en la vista de Borin.

Espuma brotaba de las comisuras de la boca de Borin. —¡Sucia plebeya! Estás derramando barro sobre el trono del príncipe. —Tras el arrebato de Borin, el silencio cayó sobre la habitación y todos los ojos se centraron en Ashley.

—¡Discúlpese con Su Alteza! —Terrowin empujó a Borin con el extremo menos puntiagudo del hacha de guerra.

El labio de Borin se curvó. —No creo que lo hare.

Terrowin colocó el lado puntiagudo de su hacha de batalla contra el cuello de Borin. Ashley lo apartó. —No derramemos sangre frente a nuestra gente —dijo—. Borin. Pensé que te había confinado a la mazmorra por violar las leyes y ser un idiota insensible y traicionero en general. Incluso si no hubieras violado la ley, tu corazón del tamaño de un guisante te ganaría un lugar en las entrañas del castillo.

—¡Dile que coma tierra, Ashley! —dijo Derek.

Ashley giró. —¿De donde salieron ustedes?

—No podíamos perdernos la diversión —dijo Layyin. Miró el arma de Terrowin y batió sus largas pestañas de ébano—. Me gusta tu espada.

—Gracias, Alteza —dijo Terrowin—. Es un hacha de guerra. Muy peligrosa.

—¿Crees que podrías enseñarme cómo usarla?—

Terrowin se volvió rojo cuatro tonos más oscuro.

Ashley puso los ojos en blanco. —Eh, ¿Terrowin?

—Er, ¿sí, Alteza?

—¿Podrías ayudar a Borin a regresar a sus aposentos subterráneos?

—No va a suceder —dijo Borin.

—Lo siento, pero yo soy la princesa aquí.

—Pero mi autoridad viene de un lugar más alto.

—¿Papi Chayanne?

—No, bruja. El sarcasmo es la lengua de los campesinos. Por orden del príncipe Azul. No le hizo gracia que me hubieras enviado a la mazmorra. Y me ordenó explícitamente que supervisara la Semana Quejumbrosa.

—Lo llamamos el Tribunal Trimestral. Y, si no te has dado cuenta, el príncipe no está aquí —dijo Derek.

Ashley lo hizo callar con una mirada y luego señaló a Derek. —Eso mismo que dijo.

Borin retrocedió hacia el trono y levantó un rollo de pergamino del asiento. —Las órdenes del príncipe están aquí, 'Alteza'. —Podía escuchar las comillas alrededor de la palabra "alteza." El senescal desenrolló el pergamino y se lo entregó a Ashley.

Por la presente otorgo plena autoridad para administrar el castillo y escuchar las quejas de los aldeanos a mi estimado senescal, Borin. Ordeno la liberación inmediata de dicho senescal del calabozo, y bajo ninguna circunstancia debe volver a ser encarcelado.

Llevaba la firma y el sello del príncipe.

Borin sonrió en señal de victoria. —Terrowin, escolta a nuestra princesa fuera de esta cámara para que pueda continuar con el trabajo que tengo entre manos. Y haz que los guardias limpien la habitación de estas alimañas. No puedo pensar con claridad con todas estas protestas.

El pergamino yacía pesado en las manos de Ashley. Incluso cuando el príncipe estaba a kilómetros de distancia, se las arregló para frustrarla. Si tan solo pudiera hacer desaparecer la orden. Pero espera. ¡Ella podía! Ashley caminó hacia la antorcha más cercana y encendió una esquina del pergamino. —Ay —dijo ella.

Los ojos de Borin prácticamente se salieron de sus órbitas cuando se abalanzó sobre el documento en llamas. Demasiado tarde. Ya se había convertido en cenizas.

La multitud pisoteó sus pies, armas y herramientas de jardín, el estruendo resonó en la cámara. —Escúchanos, escúchanos, escúchanos... Maten a Borin... ¡Maten a Borin!

Se precipitaron hacia el trono.

—Hemos terminado aquí —dijo Borin, saliendo corriendo de la cámara usando la puerta de las oficinas reales.

—Ustedes tres, vayan tras él —ordenó Terrowin, señalando a los tres guardias más cercanos.

—Qué valentía la de ese gusano —observó Derek—. A la primera señal de un conflicto, sale corriendo. —Los gritos de la multitud crecieron—. Bueno, supongo que terminamos aquí. —Se frotó las manos—. Será mejor que nos vayamos también.

Los ojos de Ashley se abrieron. —No me iré de aquí.

—¿Quieres que te hagan pedazos? —dijo Layyin—. Si es así, me gustaría quedarme también.

—No, pero esta es mi gente. Debo ayudarlos, ¿o qué clase de princesa sería?

—¿Una princesa viva? —ofreció Derek.

—Me temo, Su Alteza, como su protector, debe ponerse a salvo —dijo Terrowin.

—No, Terrowin. Debo quedarme. —Ella levantó los brazos—. ¡Tranquilos! —Los gritos resonaron en la habitación, pero eventualmente fueron reemplazados por muchos silenciamientos—. En primer lugar, me alegra que hayan venido a informarnos sobre sus problemas. Escucharé sus quejas. En nombre de la corona, pido disculpas por la confusión durante estos tiempos turbulentos. ¿Tienen un representante para presentar sus quejas? —En lugar de sentarse en el trono, se sentó en el borde del estrado, con los pies descalzos metidos debajo de ella.

Una mujer joven, vestida con harapos, dio un paso adelante. —Gracias por escucharnos, Su Alteza. —Ella hizo una reverencia—. Hay dos temas apremiantes: uno, la desaparición de diez niños. Y dos, la doble tributación. No podemos permitirnos pagar los impuestos una vez, y mucho menos dos veces.

—Esta es la primera vez que escucho sobre este tema —dijo Ashley. Se volvió para mirar a sus amigos monarcas. Ellos negaron con la cabeza—. Haré que revisen esto de inmediato. Estoy al tanto de las desapariciones. No solo están sucediendo en este pueblo. Los niños están desapareciendo por toda la tierra. Y juro que los encontraré y los devolveré sanos y salvos a sus familias.

—Gracias.

—Si tienen alguna información sobre las circunstancias de las desapariciones, descripciones de los niños, nombres, edades, qué vestían, etc., quédese y brinde los detalles a mis guardias. Gracias por venir y hacerme consciente de estos temas. Estoy agradecida. Terrowin, antes de ir a arrestar a nuestro ex senescal, ¿podrías pedirles a tus hombres que tomen notas detalladas de los aldeanos?

—Sí. Lo haré —dijo.

—Ashley, ¿puedo ayudar a Terrowin? — Layyin dijo, mirando al enorme guardia como si fuera una especie de dios—. Nunca antes había visto a nadie ser arrestado.

—Uh, supongo —dijo Ashley. No tenía fuerzas para discutir. Lo único que deseaba en ese momento era un baño caliente. Con suerte, se las arreglaría para encontrar su camino al baño.

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Este capítulo está dedicado a por contribuir con frases graciosas que puedo usar. Le estoy en deuda por su humor.

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¡Hola bellezas! Aquí estoy, entrometiéndome en su día, extendiendo mi mano, pidiéndole que VOTE, SEGUIRME, COMENTAR, AGREGAR EL LIBRO A SU BIBLIOTECA. Es mitad triste, mitad totalmente adorable. xoxoxoxo

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