21. Tomate, Jitomate, Patata, Pásame una Toalla
La vejiga de Ashley amenazó con estallar, como la mañana en la que Azul la había dejado esposada a la cama. Pero esta vez fue aún peor. Había alcanzado un nuevo punto bajo en términos de molestias en la vejiga.
Sin embargo, podía usarlo a su favor. Preferia enfocar la mayor parte de su atención en la frenética necesidad de orinar en lugar de ser interrogada y convertida en un orinal por un mago sádico, o preocupada de que Gerald hiciera algo estúpido y héroico, o preguntándose si la poción había funcionado, o dándose cuenta de que sus posibilidades de escapar habían disminuido enormemente, sin mencionar el dolor de espalda, cuello y muñecas que sentia.*
Aun con su peluca que le picaba, rezando para que no se le cayera el bigote, Ashley ocupó la picota junto al hombre barbudo. Su cabeza y brazos sobresalían a través de los agujeros mientras que el resto de su cuerpo colgaba del otro lado, inclinado como una criada que friega los pisos de la cocina. Afortunadamente, los años de Ashley haciendo precisamente eso habían fortalecido su espalda. Aun así, su cuerpo crujió, gruñó y aulló por la injusticia.
—Si te sirve de ayuda, eventualmente perderás toda sensibilidad en tus extremidades —le informó el anciano, cuyo nombre resultó ser Manfred. Estornudó tan fuerte que una bandada de buitres salió disparada de un sicomoro medio muerto cercano entre un batir de alas, con expresiones de quejas indignadas en sus picos.
Un trío de lavanderas sin dientes observaba a los buitres, luego dejaban sus bates de lavar** y seleccionaban tomates podridos de la pila de fruta podrida que alguien había colocado ingeniosamente cerca de la sección de picotas.
—¿De veritas? —Ashley dijo, con un ojo en las lavanderas mientras se reían de alegría. Sabes que cuando la gente se ríe de alegría y tú no eres uno de los que se ríen, algo terrible está por sucederte.
—No. Solo quería hacerte sentir mejor. No te ves muy comodo, amigo.
—Necesito hacer mis necesidades —confió Ashley cuando un tomate se estrelló contra la tabla de madera superior de la picota—. ¡Para! —Ashley grito cuando se le escapó un poco de orina.
—Furcias ponsoñeras —burló Manfred***. El resto de la munición podrida salió disparada en su dirección, y no la de Ashley.
—Gracias —dijo Ashley, tratando (sin éxito) de cruzar las piernas.
—Ni lo menciones. Estás mucho más limpio que yo. Y la verdad es que ya me daba un poco de hambre. ¿Por qué no orinas? —Manfred pateó la tierra mojada en la parte trasera de la picota. Eso explicaba el barro y el olor a gallinero.
Ella se estremeció. —Eh, no creo que pueda.
—Claro que puedes.
—Todavía no. Voy a escapar primero.
Manfredo se rió. —Buena suerte. ¿No crees que lo he intentado?
Ashley echó hacia atrás su brazo izquierdo. La picota había sido diseñada para hombres corpulentos, no para delicadas princesas hadas. Su mano casi logró safarse. Si se rompiera deliberadamente uno o dos dedos, podría sacar las manos. Pero su cabeza era otra historia. Uno no podía arriesgarse a una fractura de cráneo en nombre de la libertad. Al menos no sin consecuencias significativas. Si pudiera liberar una mano, tal vez podría forzar la cerradura con un fragmento de madera roto de la picota. O bien podría invocar algunos caracoles para lubricar las sisas. —¡Puaj!
—Mira el lado positivo —dijo Manfred.
—Lo único que puedo ver son pilas de caca de caballos y árboles.
—Es solo un dicho.
—Ah, verdad. Por supuesto —dijo Ashley—. Dime, ¿cuál es el lado positivo de estar inclinado en una posición imposible con el cuello y las muñecas atrapados dentro de un trozo de madera astillada sin agua, comida o baños? Sin mencionar el olor. —Ella arrugó la nariz.
—No hueles tan mal. Deberías haber olido al tipo que estaba allí antes que tú —dijo Manfred—. Y siempre hay un lado positivo. Por ejemplo, no estamos muertos. Mientras respiremos, hay esperanza. Incluso si lo que respiramos huele mal.
—¿Qué pasó con el tipo antes que yo?
Señaló con la cabeza hacia una plataforma de madera en medio del campamento. Envió un escalofrío por la columna vertebral de Ashley. Un poste montado en la parte posterior tenía una cuerda que colgaba del extremo.
—¿Ahorcado?
—No. Solo fue usado de piñata.
—Excelente.
Ashley tiró de su brazo de nuevo. Su muñeca se enganchó en una astilla y sangró.
👑👑👑
Un grito recorrió el campamento. Provenía de la dirección de la tienda de Azul. Toda actividad se detuvo cuando cien pares de ojos se volvieron hacia la conmoción. Los gritos continuaron cuando una mujer en camisola irrumpió por la entrada de la tienda de acampar, derribando la tienda mientras empujaba a los guardias y corría hacia el campamento.
—Agárrenla —ordenó el príncipe mientras salía de los pliegues de seda de la tienda caída. No vestía camisa y tenía los calzones desabrochados. Las personas más cercanas a él se quedaron sin aliento y no en el buen sentido. Apartaron la mirada. El príncipe miró hacia abajo, notó su estado de desnudez, se volvió para cerrar la parte delantera de sus calzones.
—¿Dónde está mi mago? —grito. Alguien dijo algo demasiado bajo para escuchar—. No me digas que todavía está buscando esa maldita capa. ¡Esa cosa debería estar en un basurero en alguna tienda de segunda mano! ¡Encuéntrenlo!
Los cortesanos rodearon al príncipe cortando la imagen, pero Ashley tenía una buena idea de qué hizo que la mujer corriera y los demás se quedaran boquiabiertos. Aparentemente, el No Mas Cola había funcionado. A pesar de su incomodidad, Ashley logró esbozar una pequeña sonrisa.
Una flota de palomas despegó en todas direcciones, probablemente en busca del mago desaparecido. Ashley casi sintió pena por él. Aquí estaba el, buscando una asquerosa capa de piel de dragón cuando el príncipe más lo necesitaba. Estará en grandes problemas. Con un poco de suerte, el príncipe esposaría a Marveloni a un dragón que no apreciaba a las personas que usaban capas hechas de sus compatriotas.
Los chismes se extendieron por el campamento como un bote de tinta derramado sobre su vestido favorito. La pobre mujer que había huido de la tienda de Azul logró evadir a los guardias. La gente decía que contó los rumores más extravagantes: el príncipe había sido maldecido. Sus partes masculinas eran tan moradas como una berenjena. Encogido como presupuesto en un año de sequía. Solo Ashley sabía que no estaba siendo exagerada en absoluto.
La oleada de poder que sintió en ese momento fue tanto estimulante como inquietante. Una pequeña parte de ella estaba preocupada. ¿Qué pasaría si este pequeño acto de rebelión era un tobogán de venganza y ella se deslizaria demasiado rápido para detenerse? ¿Y si ella se estaba convirtiendo en la villana? ****
Ashley apartó el pensamiento para contemplarlo más tarde. En este momento, se merecía celebrar el éxito de su venganza y regresar con sus compatriotas reales con las buenas noticias. Podrían marcar la casilla de sexo en la "Lista de las cosas favoritas de Azul."
Poco tiempo después, la corneta trinó unas cuantas notas, después de lo cual un hombre corpulento con un alegre traje de terciopelo rojo subió la pequeña escalera a la horca improvisada. A pesar del frío de la mañana, el viento y el número relativamente modesto de peldaños, el hombre se secó la frente con un pañuelo. Parecía estar subiendo la escalera por su propia voluntad, por lo que no parecía ser una ejecución.
—¿Quién es ese? —Ashley dijo, asintiendo al hombre.
—Él es el pregonero real. Probablemente significa que nos vamos a mudar de sitio. —Por segunda vez hoy, el movimiento se detuvo en el campamento. Incluso las ratas detuvieron su vaivén. El único movimiento era el de los caballos mientras sus colas sacudían moscas negras y los siempre presentes y siempre pacientes buitres dando vueltas y vueltas.
El hombre se aclaró la garganta y desenrolló un pergamino. —Escuchad, escuchad, todos y cada uno. Por orden del Príncipe, levantaremos el campamento de inmediato. La partida se producirá en tres horas, momento en el cual nos dirigiremos hacia el norte.
—¿Norte? dijo alguien en la multitud que se había reunido debajo de la plataforma—. ¿Por qué al norte? Los juegos Interreinos están al sur.
El pregonero miró hacia abajo, frunciendo el ceño. —¿Debo entender que estás cuestionando el juicio de nuestro Magnánimo Genio Benevolente Apuesto Príncipe?
—Hace frío allá —se quejó otro hombre.
—No traje mis prendas de lana —gritó un mozo flaco.
—¿Qué pasará si nos topamos con los elfos de hielo? Son horribles en esta época del año.
El volumen de quejas se intensificó. Si Ashley hubiera podido taparse los oídos con las manos, lo habría hecho. Pero una de las desventajas de la vida en la picota era la incapacidad de usar las manos para tareas como esta.
—¡Suficiente! —bramó el pregonero—. Tres horas.
Ashley giró la cabeza hacia la izquierda tanto como pudo. —¿Crees que nos dejarán aquí?
—No. Hay un carrito carcelario. Entraremos allí.
—Pero, ¿por qué cargar prisioneros encima?
—Nunca se sabe cuándo uno puede ser útil.
—¿Útil?
—Sí. Como cuando accidentalmente cruzas la línea de propiedad de un gigante, tendrás que arrojarle un ser humano de tributo para que usen sus huesos para hornear pan. Los gigantes son muy particulares con su propiedad privada. Luego está la vieja bruja que vive en la casa revestida de caramelo. Necesitará una ofrenda para hornear en su horno tan solo una gomita de regaliz de su techo desaparece en nuestra vecindad. O podríamos encontrarnos con el lobo feroz. Ese tipo siempre tiene hambre. Arroja un prisionero en su camino, y el resto estará a salvo.
Las venas de Ashley se volvieron frías como el hielo. ¿Cómo podía Manfred hablar tan a la ligera sobre esto? —Entonces, ¿estás diciendo que los prisioneros son sobornos para villanos hambrientos?
Frunció los labios y miró hacia arriba. —Más como un cebo.
—¿Eso no contradice la Convención de Ginebra?
—¿Que es eso?
—No estoy seguro. Leí sobre eso una vez. Algo sobre no torturar a los prisioneros.
—Eso no tiene sentido. Si no torturas a los prisioneros, ¿a quién torturas?
—Eh, ¿nadie?
—Pero entonces, ¿qué pasaría con todos los sadistas locales? ¿Cómo se las arreglarían para satisfacer sus necesidades?
—Honestamente, no me importa. Pero dime, ¿por qué no te preocupa que te coman?
—La preocupación no logra nada.
—La preocupación conduce a la planificación, que logra cosas.
—Pues preocúpate. Yo estaré aquí al lado de ti, sufriendo lo mismo, pero con paz mental.
Él tenía un punto. —¿Por qué crees que vamos al norte?
—Solo puede haber una razón —dijo Manfred. Bajó la voz—, iremos a ver a las Brujas Enclaustradas del Claustro Clautrofobico.
—¿Qué es eso?
—Digamos que el príncipe debe requerir una curación mágica importante.
Oh, sí, lo requiere, Ashley no dijo. Y por suerte, No Más Cuernos no tenía antídoto.
👑👑👑
Ashley revisó sus opciones:
Opción 1: permanecer en la picota; posiblemente convertirse en carne de villano.
Opción 2: invoca caracoles para que babeen los agujeros y traten de escapar, lo que puede provocar la decapitación si los atrapan.
Opción 3: intentar escapar cuando los prisioneros son transferidos a la cárcel móvil, lo que, si no tiene éxito, podría hacerlos convertirse en carne de villano antes de tiempo.
Opción 4: dale a Azul lo que desea.
Dado que solo una de esas opciones no implicaba una muerte probable, la Opción 4 parecía la más viable. Además, la "varita mágica" de Azul no funcionaba.
—¡Guardia! —gritó Ashley al guardia más cercano, un joven de cabello pajizo y nariz desafortunada. Apoyó la palma de la mano en la empuñadura de su espada envainada y la miró como si fuera un montón de excremento de caballo infestado de moscas en el camino—. Oye, no es necesario que me mires así.
—No te preocupes por el Hal ahi —dijo Manfred—. Los guardias tienen que mirarte así. Parte del contrato colectivo del gremio de Guardias Reales.
—Correcto —dijo el guardia, que asintió hacia Manfred.
—Está bien. Supongo que no puedo discutir entonces. Guardia, sí, aca. ¡Yoohoo! Por aquí. —Esta vez el guardia la miró como si fuera un excremento infestado de moscas sobre una montaña de restos de cocina podridos—. Impresionante mirada —dijo Ashley.
—Gracias, he estado entrenandola —dijo el guardia.
—Yo diría que eres un crack.
—¿Qué es lo que deseas, bosta? —Le tiró un tomate podrido. La golpeo de lleno en la nariz. Por suerte no golpeó su pelo de hombre falso.
—¡Ay! Pero que buen brazo para lanzar —dijo Ashley, soplando pedazos de tomate de su nariz.
—Eres un prisionero tan agradable; es casi triste castigarte. —Le tiró un calabacín. Al menos estaba blanda por ser más una papilla podrida que una verdura.*****
—Uh, gracias —dijo ella—. Mira, me rindo por completo. Le daré al príncipe todo lo que desee.
El guardia frunció el ceño. —¿Estás seguro?
—Es mejor que ser práctica de tiro —dijo Ashley.
—Cierto. ¿Pero viste a la muchacha que estaba con el príncipe antes? La que salió de su tienda, gritando.
—Estoy dispuesto a arriesgarme.
—Está bien. —El guardia sacó un anillo de llaves de su bolsillo y abrió la picota. Deshizo la tabla superior.
Ashley intentó ponerse de pie, pero su cuerpo sintió que no era prudente. Mejor quedarse inclinada por el resto de sus días. y noches. Pero como esta no era una opción de vida factible, decidió intentar enderezarse. Le tomó un minuto completo articular cada vértebra de su columna, cada movimiento acompañado de una gran inhalación. Finalmente, se puso de pie. —Está bien —exhaló ella.
El guardia dio un paso atrás, moviendo su brazo como una invitación para que ella caminara. —¿Listo, amigo?
—Justo después de una visita rápida a un árbol —dijo Ashley—. Solito, por mi cuenta.
—Tímido, ¿no? No intentes escapar. No pareces rápido.
—Intenta correr con tacones —dijo Ashley en voz baja.
👑👑👑
El Príncipe Azul estaba sentado en su carruaje dorado, mirando con el ceño fruncido a la comitiva mientras empacaba para partir. Era evidente que pensaba que simplemente mostrando su disgusto, el tiempo se aceleraría. Príncipes, reyes, jefes y presidentes suelen ser así. Se imaginan que pueden doblar la realidad a su voluntad. Mover a las personas con la mente. Lo triste es que muchas veces funciona. Pero no afectaba a las personas que tenían mil tareas que realizar: arrear caballos, empacar y cargar cajas, desarmar tiendas, enganchar carros, pulir, limpiar y, para los nobles, un extenuante juego de cartas.
Cuando Azul vio a Ashley (quien, si recordarán, se parecía más a un Asher salpicado de salsa de tomate o a un Ashton que a un Ashley) a través de la ventana del carruaje, frunció el ceño aún más, sus cejas se juntaron; sus mejillas perfectas brillaban rojas como tomates demasiado maduros. —¿Cuál es el significado de esta insolencia? —escupió mientras su escolta de guardia se inclinaba. Ashley recordó que también debería mostrar respeto. Ella accidentalmente comenzó a hacer una reverencia, que rápidamente convirtió en una arrodillada incómoda.
—Se rindió —dijo el guardia—. Como usted pidió, Alteza.
—¡Déjanos! —Azul ordenó. El guardia retrocedió. Una vez que estuvo lo suficientemente lejos del carruaje, corrió—. Entonces, ¿has cambiado de opinión?
—Sí, señor —dijo Ashley—. Me disculpo profundamente por mi mala conducta y estoy listo para servirle de la forma que desee. —Sus palabras sabían amargas como el veneno, pero al saber que Azul no estaba en posición de sacar provecho, sabían dulces como miel.
—Excelente. Entra.
Su estómago, como un trapecista sin red, dio varios saltos, se retorció y cayó. De cabeza. Ser invitada al carruaje de Azul no era lo que se suponía que debía suceder. Se suponía que diría que mejor después. Después de lo cual, se escabulliría del campamento, encontraría a Louisa y regresaría al castillo para informar sobre su éxito. —Oh ...
—¿Estás negándote? ¿Quieres volver a la picota?
—Por supuesto que no. No... no estoy seguro de cómo abrir la puerta de un carruaje. Nunca he abierto una. Además, estoy sucio. Odiaría ensuciar sus cojines de terciopelo.
—Bueno, aquí me huele algo raro. Conoces tanto los carruajes que te das cuenta a simple vista de que mis cojines están tapizados en terciopelo, ¿pero nunca has abierto la puerta de un carruaje?
—Eh...
—Oh, por el amor de Dios. Azul se inclinó y la puerta se abrió—. Entra, hombre.
Ashley subió al carruaje como se hace cuando se sube una escalera a la horca: lentamente y con muchos gemidos. Incluso peor que el hecho de que estaría a solas con Azul, haciendo más posible que él la reconociera, era que este era su carruaje. El que habían tomado después de su boda. Se sentó en el banco frente a Azul en lugar de su lugar habitual junto a él.
Una vez que Azul cerró la puerta, la cavidad dentro del carruaje se sintió apretada. Como si las paredes se estuvieran derrumbando. Azul se cernía sobre ella como una cobra esperando atacar. Necesitaba aire. Sus manos temblaban y su corazón se aceleró. Si no salía, vomitaría.
Azul palmeó a su lado en el banco de terciopelo. Como si un velo se hubiera levantado de sus ojos, Ashley notó puntos delgados en la tela. —Estoy bien aquí —dijo Ashley.
—¿Me estás desafiando de nuevo?
—Yo lo llamaría más un acto de bondad —respondió Ashley.
—Me diviertes —dijo Azul, Azuladamente. ¿Cómo podía estar de tan buen humor después de que las partes de su hombre se hubieran... purpureado? ¿Encogido a un tamaño muy pequeño? ¿Dejado de funcionar? Él entrecerró los ojos hacia ella—. Hay algo en ti que se me hace familiar. ¿Te he conocido antes?
Ashley sostuvo su estómago, tratando de mantener el escaso contenido donde pertenecía. ¿Cuándo había comido por última vez? —Le traje su aguamiel esta mañana —dijo.
Levantó una ceja real. —Correcto. Y poco después, me enfermé.
Ashley vomitó rápidamente en el regazo de Azul.
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* Por si no lo sabías, las picotas no se hicieron pensando en la comodidad del prisionero, probablemente porque aún no se había inventado la ergonomía.
**Bateas medievales. Si no sabes qué es una tabla de lavar, busca en Google. Es importante saber de dónde viene el término "abdominales de tabla de lavar."
*** Término medieval para "una mujer desordenada y facil."
**** Honestamente, ¿sería tan malo ser el villano? Consiguen todas las mejores líneas de dialogo. No se preocupan por lo que los demás piensen de ellos. Un buen villano enciende la historia, luego se sienta y observa mientras el héroe corre como un bombero frenético tratando de sofocar las brasas.
***** Resulta que el calabacín es en realidad el ovario de una planta. Decidí usar vegetal porque era menos confuso en la oración. ¡Pero honestamente! ¡Las cosas que aprendes investigando un libro!
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