11. Bienvenido al Infierno

Estar muerta no era exactamente la experiencia que esperaba Ashley.

Para empezar, no había nubes, arpas, ángeles, demonios o pozos de llamas sin fondo.

No podía sentir sus extremidades.

Estaba oscuro.

Pero sobre todo, estaba mojado. Si Ashley tuviera que describir la principal característica inesperada del más allá, sería su humedad.

Quizás la forma en que mueres impacta tu vida después de la muerte. Como si te ahogas, estás mojado por la eternidad.

Las imágenes de sus últimos momentos destellaron en su conciencia. Un borrón de viento y plumas voladoras y rayas de sangre de arcoíris. El peso del brazo de Gerald alrededor de su cintura, como un cinturón de seguridad medieval, tirando de su vientre para mantenerla sobre la espalda de Louis. Los gritos de Louis.

O tal vez eran sus propios gritos.

El asta emplumada de la flecha aleteaba en la turbulencia. Si ella pudiera sacarla, tal vez él se recuperaría. Los unicornios se curan rápidamente.

Su brazo se estiró, largo, con todas sus fuerzas.

Luchó contra el agarre de Gerald incluso cuando él le advirtió que mantuviera su centro de gravedad. Luego dijo algunas palabras soeces que un mozo nunca debería decir en presencia de una dama, y ​​mucho menos de una princesa.

Pero ella había fallado.

Obviamente.

Ya saben, con todo ese asunto de que estaba muerta.

Y Louis y Gerald. ¿También estaban muertos? Se le retorció el estómago. No podían estarlo. Gerald era un piloto poderoso. Seguramente logró salvarse. Después de todo, él no estaba aquí, dondequiera que fuera aquí.

¿Pero qué hay de Louis? Si tan solo hubiera quitado la flecha para que pudiera curarse.

¿Quién le había disparado? ¿Encontrarían al culpable? ¿Qué haría Azul cuando se enterara de su muerte prematura?

No había nadie para responder a sus preguntas.

Uno pensaría que habría un mejor comité de bienvenida en el más allá. Alguien que venga y diga: "Me alegro mucho de que te hayas unido a nosotros. Dirígete a la central de procesamiento para conseguir tu arpa y tu túnica. La cena es a las seis. Nada de saltar entre nubes. (Eso es si estaba en el cielo en primer lugar, lo cual realmente esperaba.)

Pero si ella estuviera en el otro lugar, al menos esperaba alguien diciéndole: —Bienvenida a la condenación eterna. Tu pozo de fuego personal no está del todo listo, pero ¿serías tan amable de entrar en esta tina de ácido hirviendo? No te preocupes por el azufre. Te acostumbrarás al hedor. El buffet de arcilla, queso de cabra y ceniza es servido a las seis todos los días.

—¿Crees que está muerta? —dijo una voz femenina. Sonaba angelical, lo cual era francamente un alivio después de todos los pecados que había cometido últimamente: escabullirse, mentir, incendiar la sala del desayuno, irrumpir en la biblioteca, sin mencionar las esposas. Por otro lado, un ángel debería saber que ella estaba muerta.

—No lo creo, Sadira —dijo otra voz, suave como plata líquida—. Su párpado se contrajo. ¿Es eso una señal de vida en los humanos, no?

¿Humanos? Ese nombre... Sadira. Sonaba familiar. Como si ella debería saberlo.

—Sadira, Kai, permítanme —dijo un hombre. No sonaba angelical. Definitivamente diabólico.

Alguien, con aliento como hierba fresca, le abrió el párpado. —Ouch —dijo ella. Todo estaba borroso, como estar bajo el agua.

—Ves, no está muerta. Se los dije.

La imagen de un hombre se enfocó. Tenía los iris más verdes que jamás había visto, como dos esmeraldas brillantes, y vestía un elegante abrigo de terciopelo verde con pantalones de montar a juego. Su pelo corto y oscuro tenía mechones de un verde iridiscente; su rostro estaba bien afeitado.

Se sentó sobre sus talones, levantando una ceja verde burlona. No parecía ni angelical ni demoníaco, pero ¿por qué no ser optimista? A su lado, en un semicírculo, estaban 5 de las mujeres más impresionantes que jamás había visto.

Con los dientes castañeteando, se aclaró la garganta en carne viva (debe haber sido por sus gritos). —¿Están aquí para decirme dónde conseguir mi arpa y mi túnica? Estas ropas están un poco mojadas.

—Sin embargo, es posible que haya sufrido daños mentales. —El hombre cubrió el cuerpo tembloroso de Ashley con su abrigo de terciopelo. Su calor y peso la calmaron.

—Vamos, Derek. Se acaba de estrellar y probablemente esté desorientada —dijo la mujer de voz angelical a la que llamaban Sadira. Llevaba un velo naranja y un vestido, tachonado en joyas. Un elaborado colgante de turquesa y rubí colgaba en medio de su frente.

Ashley decidió sentarse. Lo intentó, pero cada músculo de su cuerpo suplicaba estar en desacuerdo con esta decisión. —Louis y Gerald —gimió.

—No te muevas —susurró una mujer con cabello negro hasta los codos, con un flequillo cortado recto como el filo de una espada sobre su frente. Se cubrió la boca con un brazo manchado con varios moretones amarillos y bostezó—. Podría empeorar las cosas.

—Layyin, vamos. No puede vivir el resto de sus días tirada en el césped. No todas son tan delicadas como tú —dijo Derek.

—Sensible. No delicada. —Layyin hizo un puchero.

Derek se levantó, sonriendo. —Te magullas si alguien respira sobre ti.

Layyin frunció sus labios en forma de corazón. —No es como si fuera un defecto de personalidad. Yo no puedo evitarlo. Tu, sin embargo...

La discusión hizo que la cabeza de Ashley palpitara aún peor. Luchó por sentarse, luego abandonó esa idea. —Gerald. Louis. ¿Estan ellos...? —ella dijo con voz áspera.

—¿Tu mozo y tu unicornio? —dijo la mujer de voz angelical.

—Sí.

—Ambos están bien, querida. Debido a tu rapidez de pensamiento, tu unicornio se curó una fracción de segundo antes de que se hubiera estrellado. Nos dijeron que ambos están siendo atendidos.

—Necesito verlos —dijo Ashley.

—Sadira, necesita quedarse quieta hasta que se evalúen los daños.

—Sí, Derek. Lo sé.

Derek. Sadira. Layyin. Kai. Estos nombres eran significativos de alguna manera. —¿Quiénes son ustedes? —Ashley dijo—. ¿Son del gremio de paramédicos montados de Siempre Jamás?

—No, nos dijeron que están en huelga, pero hemos pedido ayuda. Somos sus invitados, princesa —dijo Sadira.

—¿No nos invitaste a una fiesta de pijamas? —dijo otra hermosa mujer. Esta con cabello castaño y ondulado tan largo que fluía detrás de ella como un velo de novia.

—Lo hizo, Tressa —dijo una mujer muy pálida que sostenía una invitación con la letra de Ashley—. Soy Blanche, por cierto.

Todo volvió a ella con una marea en resaca. ¡No estoy muerta!

¡Ella estaba viva, al igual que Gerald y Louis! ¡Gracias a Dios!

¡Y todas las esposas reales habían venido!

Esas fueron todas buenas noticias.

¿Las malas noticias?

Todas las esposas reales habían venido.

Y en lugar de recibirlos con pompa y dignidad, las saludaba horizontalmente, empapada, con hierba en el pelo.

Y sin preparación alguna.

¿Pero la peor noticia?

Lo último que Ashley había visto en el suelo antes de estrellarse fue al ejército de Sadira dirigiéndose hacia la montaña con un grupo de arqueros. Todos los miembros de la realeza habrían traído arqueros para protegerlos en el largo viaje.

Lo que significaba que cualquiera de ellos podría ser responsable del tiroteo.

Ashley no podía acusar a nadie sin pruebas a menos que quisiera iniciar una guerra. Tendría que andar con cuidado.

—Un honor conocerte, Blanche. Y a ti también, Derek, Sadira, Kai, Tressa y Layyin. Bienvenidos a Siempre Jamás. Nunca recibí ninguna respuesta, así que asumí que nadie podría asistir.

—Yo respondí —dijo Kai, su voz como un pez escurridizo atravesando el agua, lo cual tenía sentido, ya que Kai era una sirena.

—Yo también lo hice —trinó Blanche.

Todos asintieron en aprobación.

—Me encantó tu paloma, por cierto —agregó Blanche—. Traté de ofrecerle un trabajo en Gravenstein con el doble de alpiste, pero ella dijo que era feliz en Siempre Jamás.

Ashley palideció ante el hecho de que Blanche había intentado contratar a Domino. Debe mantener un ojo vigilante en ella. Quizás la princesa de Gravenstein había robado a Domino y por eso aún no había regresado. Ay, pobre paloma. Por favor, déjala volver pronto. Tendría que enviar un grupo de búsqueda.

—Me disculpo por no saludarles de manera más apropiada y vertical. Parece que tuve un... um... accidente de unicornio.

Dereck sonrió. —¿En serio? Porque creo que esta es la recepción más interesante que he tenido. ¡Puntos por originalidad!

Ashley se rió, lo que hizo que su cabeza palpitara y ardiera como si tuviera un enjambre de luciérnagas dentro de su cráneo, tratando de escapar. Finalmente logró sentarse. Su traje de montar estaba cubierto de barro y sangre de unicornio, y tenía algo agarrado con fuerza en la mano. Una flecha. Se las había arreglado para quitársela durante la caída.

—¿Alguno de ustedes reconoce esta flecha?

Hasta ahí llego su plan de andar con cuidado. De hecho, ella había desatado el infierno.

Derek aplaudió. —Sí, la bienvenida más original de todas.

👑👑👑

¡Todos los votos son bienvenidos!

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