Capítulo 22

22 - EL CÍRCULO O'RILEY

Oh did he shoot that girl

That used to be mine

Tell him I'm ready any time he chooses

The pay-off for the things, for the things he's done

[Did He Shoot Her? — Elton John]

SIENDO UN O'RILEY—aunque fuese solo políticamente—, Dara asistía mensualmente a las reuniones privadas del círculo familiar. También se reunían cuando Jacqueline Lamar viajaba hasta allí; hablaban de los temas financieros, legales, de informantes y otros inconvenientes que Jackie siempre resolvía. Nadie conocía sus métodos pero al ser eficaces, no preguntaban. Dara tuvo el pálpito de que la tarde del ocho de febrero sería importante.

Perro acababa de echar a sus clientes de La Herradura con su usual resignación; no era una sorpresa, después de todo tenía que sacar a sus clientes de su establecimiento por orden de un mafioso. Sin embargo Douglass era de los pocos—a parte de los O'Riley y Lamars—que sabía para cuándo estaban programadas las reuniones del círculo íntimo y hacía mucho tiempo había insistido en que su local era el mejor sitio para gestarlas.

Dara creía que eso se debía a que no confiaba en que en otro lugar los secretos de Grant estuviesen a salvo. No era que se preocupase por Grant El Suertudo; Dara tenía por seguro que era más por cuestión de lealtad hacia los niños O'Riley.

Después de todo, los había visto crecer a él y a sus hermanos, además de Evelyn. Dara no comprendía ese instinto de protección hacia ellos; quizás Eve o él no, pero estaba claro que Shay habría traicionado a Perro a la mínima de cambio.

—Evelyn, ¿qué sucede?—preguntó Dara levantándose de un salto al ver a su prima.

Douglass salió de detrás de la barra al mismo tiempo y ambos se acercaron a Eve, cuyos ojos enrojecidos habían llamado la atención de los únicos presentes en el bar. Su prima negó con la cabeza reprimiendo un sollozo. Perro la meció entre sus brazos de manera protectora y fulminó a las personas que no prestaron atención al letrero de "cerrado" del local.

Evelyn era la única O'Riley que no había sido corrompida hasta el momento, a parte de Casey. Tal vez ser hijas de un policía influenciaba un poco, pero en el caso de Eve, Dara creía que era porque su prima tenía un corazón indiscutiblemente bueno. Casey también parecía tenerlo, sin embargo se había criado en otro entorno, por lo que no podía estar seguro.

—Solo... vamos a comer—articuló ella finalmente.

Dara no discutió y se movió junto a su prima hasta la parte secreta del bar. Las mesas de billar estaban desplazadas y en el centro se encontraba una mesa de comedor vestida con un mantel de bordado dorado y motivos florales.

En las sillas de alrededor ya se encontraban varias personas: Maeve, sus hermanos, su padre, Jacqueline y su sobrino y lo más sorprendente: Keith. Era algo novedoso, especialmente porque había cuatro sillas más libres. ¿Quién más venía?

Se suponía que en esas comidas solo eran bienvenidos O'Rileys y Lamars, cuando estos pasaban por la ciudad. El segundo de Séaghdha portaba su usual sonrisa descarada, no obstante Reagan llevaba el ceño fruncido, es decir que seguían teniendo asuntos pendientes.

«Va a ser una comida intensa», pensó Dara.

—¿Cariño, estás bien?—se preocupó Maeve levantándose de su sitio y Eve asintió. No muy convencida, dejó el tema apretando los labios—. Si necesitas hablarlo solo dilo, hija.

Dara ya no podía ver a su tía del mismo modo.

Maeve había abandonado a una de sus niñas y le resultaba imperdonable, sobre todo cuando se había llevado a Evelyn consigo. ¿No tenía dos hijas? No lo meditó demasiado porque Eve tomó el asiento entre Gavin y Keith y saludó al resto con una sonrisa que jamás le llegó a los ojos.

Como de costumbre su padre presidía la mesa, a mano derecha estaba su querida hermana y a mano izquierda su confidente legal: Jacqueline Lamar. Al lado de Maeve estaban Shay, Reagan y Dara; y en el caso de la francesa: su sobrino, Evelyn, Keith y un sitio desocupado. El lado frente a Grant estaba también vacío, lo que resultaba una sorpresa dado que Jackie solía ocuparlo cuando les visitaba.

—¿A quién esperamos, papá?—preguntó Reagan tras un breve silencio.

Séaghdha se removió en su asiento dándole una pista a Dara de que él sabía quiénes eran los invitados especiales. Keith le lanzó una sonrisa forzada y Dara miró a Gavin. Entonces supo quién estaba por llegar. Fue su turno para removerse en su asiento y frotarse las sienes. Sí que iba a ser una comida intensa.

—A mí, por supuesto—respondió una voz antes de escuchar pasos descender.

Casey Robins parecía tener el don de la oportunidad a la hora de ser dramática en sus entradas. Keith entornó levemente los ojos pero fingió asombro cuando el rostro de la pelirroja se iluminó bajo las lámparas de La Herradura. A su lado Kieran—o Jamie tras su confesión la noche previa—imitó el gesto de McManus aunque con un deje de diversión. Reagan abrió mucho los ojos.

—¿Kier? ¿Bishop?—se dirigió a su padre—. ¿No se suponía que era una reunión privada?

 Pobre Reagan, nunca estaba al tanto de lo que sucedía...

—En efecto, lo es—repuso Casey exagerando su acento británico y le guiñó un ojo antes de volverse seria—. La próxima vez que queráis confirmar mi identidad, por favor, solo preguntad. No es muy agradable despertarse y tener un pinchazo en el brazo.

Reagan miró a su padre preguntándose qué estaba diciendo Casey pero este tenía la mirada clavada en ella. Dara examinó las reacciones del resto: Reags, impresionado; Shay, irritado; Evelyn, confusa; Gavin, a punto de reírse; Keith, muy serio; Jacqueline, de algún modo orgullosa. Y Maeve...Bueno, Maeve parecía haber recibido un puñetazo en el estómago. Se hallaba totalmente descompuesta.

Dara no había visto tantos O'Riley juntos en la vida, a veces sus hermanos o su prima se ausentaban de las reuniones para estar en otros sitios. En su caso, se escabullía con Andromeda; no sabía lo que hacía Shay, pero era consciente de que Reagan iba al hipódromo—o estaba con Keith. Evelyn prefería estar con Iana Tate a escuchar los crímenes que cometían sus familiares. ¿Entonces, por qué había asistido a la comida?

—Lamento ese inconveniente—se disculpó—. Es un placer tenerte en nuestra mesa, Quinn. Lo mismo contigo, Sheridan.

Él asintió, sin embargo, Casey respondió borrando la emoción de su rostro y se sentó frente a Grant con los ojos fríos. Miró a todos los presentes excepto a su madre y se detuvo unos segundos más en Jacqueline, por la que su mirada dura se suavizó un poco. Empezaron a comer y Casey no despegó la mirada del mafioso, él tampoco de ella. Pese a que el resto siguió veinte minutos intercambiando frivolidades, ni la pelirroja ni El Suertudo pronunciaron palabras.

—Dejémonos de rodeos—intervino Casey cortante—. Sabes que soy policía y que estoy yendo abiertamente contra ti, así que dime, Grant, ¿por qué motivo crees que no te voy a detener cuando acabe el postre?

—Hija, no deberías...

 Casey lanzó puñales con sus ojos en dirección a Maeve O'Riley.

—No me llames así. —La interrumpió apretando la mandíbula—. Mi madre es Samantha Wilder, y tanto ella como Jacqueline han sido más mi madre que tú—le espetó despertando la perplejidad hasta en Grant. Dara no era el único que no sabía que ellas se conocían, entonces—. Perdiste todo derecho a llamarme «hija» al separarme de Lynn y dejarme a mi suerte cuando ni había cumplido ocho años.

—¿Casey?—preguntó Evelyn haciendo que los ojos de todos se clavasen en ella. Eve miró a Maeve en una mezcla de incredulidad e ira—. Dijiste que mi hermana y mi padre se habían ido...Me dijiste que no querían volver aquí con nosotras...¿Cómo has podido?—miró al resto de los presentes, intuyendo que alguno debía saberlo—. ¿Cómo habéis podido?

Nadie respondió. Los no-O'Riley se miraron entre sí disimuladamente sin saber qué hacer. Desde luego la intervención de Evelyn no era algo con lo que nadie contaba, ni siquiera su hermana, que dijo para sí:

—Me recuerdas.

—¿Cómo podría olvidarme de quien me cantaba para dormir, de quien me llamaba «Lynn»?

El tono melancólico y la sonrisa triste de Eve le rompieron el corazón. La intimidad de la escena no duró mucho, pues Grant El Suertudo contestó a la pregunta de su sobrina.

—No me vas a detener, Quinn.

—Pruébame, O'Riley—replicó dibujando una sonrisa incluso más afilada que la de él.

—¿Y arruinar tu cumpleaños? Sería una pena—comentó Grant—. Por si esa idea no te parece suficiente, creo que no te agradaría que le pasase nada a tu querido sobrino..., ¿era Tommy, no?—Casey no se molestó en lucir indiferente, sus ojos brillaron con miedo. Le tembló el labio—. Ahora estará volviendo a la escuela acompañando su madre y su hermanita. ¿No crees que sería una pena que algo les pasara de camino?

Dara sintió que se le encogieron las tripas. Grant O'Riley era un desecho de persona; ahora no le cabía duda de que no lo había acogido como a su hijo por cariño sino por su propio bien. Había hecho cosas horribles, había quitado y arruinado vidas, había amenazado a Andromeda Harper porque era "demasiado buena" y por orden suya estaban siguiendo a una familia inocente—a niños inocentes—para extorsionar a Casey Robins.

—Eso pensaba—dijo su padre una vez que la chica se sentó.

Dara se sorprendió a sí mismo al levantarse y dirigirse a Grant. Ser el supuesto hijo bastardo del O'Riley siempre había significado no cuestionar las decisiones de su padre y agradecer tener un sitio en la mesa y un poco de privacidad, pero estaba harto.

—¿Qué demonios, papá?—Dara quizás dijese algo más fuerte que «demonios», pero el mensaje se entendía—. Eso es enfermizo hasta para ti.

Reagan también se levantó provocando el asombro en Dara y miró por encima del hombro al silencioso Séaghdha. Dara no se perturbó ante las dagas que lanzó su padre con los ojos, mas dudó un instante al recibir la mirada de advertencia de su prima Casey. Recordó que era mejor hacerle caso, a fin de cuentas siempre sabía qué hacer; aunque eso no le quitó la inquietud al sentarse al mismo tiempo que su hermano.

—¿Habéis terminado?—miró a la pelirroja—. Puede que hayamos empezado con mal pie, sin embargo me gustaría arreglar las cosas, después de todo eres una O'Riley. Pensarás que quiero aprovecharme de nuestra coincidencia genética, pero no te obligaré a hacer nada involuntariamente.

—¿Qué te hace pensar que pudiese querer unirme a ti?

—Eres una O'Riley—repitió—. Si conoces a Jacqueline supongo que habrás tenido una vida difícil antes de volverte policía, ¿no es así?—Grant se tomó como un sí el silencio de Casey—. No hay nada de lo que avergonzarse, Quinn; yo mismo lo tuve difícil. Puede que no lo sepas pero nuestros padres prefirieron abandonar sus obligaciones paternales inhalando monóxido de carbono cuando Maeve apenas tenía ocho años. Estas cosas te marcan.

—Lo sé—dijo mirando en dirección a su madre y suspiró—. Y hablando de la compatibilidad, iba a acceder a donarte sangre de todos modos. Hoy mismo, si lo quisieras.

Todos se detuvieron abruptamente, en especial Jamie y Gavin, quienes abrieron los ojos de par en par ante la revelación. Ella los ignoró, pero las mandíbulas de los de su alrededor cayeron con incredulidad.

—Si bien sigues siendo el reflejo de todo lo que aborrezco—continuó Casey—, no creo que merezcas morir. Todavía—añadió en voz tan baja que solo Dara o Jamie pudieron oírla.

Grant sonrió complaciente y dejó su servilleta encima de la mesa antes de exculparse para atender una llamada. La inspectora lo siguió con la mirada hasta que desapareció por las escaleras y borró cualquier atisbo de ligereza de su rostro pecoso, se volvió una fachada dura y decidida.

—Lynn, por favor, márchate ahora mismo.

—¿Qué? ¡No! ¿Por qué?

—No quiero que veas nada de lo que pueda suceder—respondió su hermana con una sinceridad protectora que hizo que el ceño fruncido de Evelyn se suavizase e inclinó su cabeza haciéndole una señal a Dara—. Gavin, Dara y Reagan, id con ella. Shay, como hables replicaré lo que le hiciste a Tate por cien.

Él asintió levantándose y se movió al extremo donde estaba Eve, que miraba de repente a Séaghdha inquisitiva, como si estuviese encajando las piezas de un rompecabezas. La hermana de Casey se puso en pie y su confusión se transformó en cólera.

—¿Qué le hizo a Iana?—inquirió Evelyn apretando el mentón y nadie respondió.

«Mierda—pensó al darse cuenta de lo que sucedía—. La ha matado».

La noticia impactó en Dara como una caída libre y quedó en estado de shock antes de asimilar por qué su prima lloraba previamente. Su amiga, la que estaba buscando el arma que acabaría con Grant El Suertudo, Iana Tate, había muerto a manos de Shay. Lo siguiente que notó fueron las lágrimas deslizándose por sus mejillas. Evelyn repitió la pregunta y siguió sin recibir respuestas.

—¿Fue él?—exigió saber. Dara se dio cuenta de que las lágrimas también rodaban por su rostro—. ¿Él la disparó?

Evelyn se debió tomar el silencio a modo de afirmación, porque sacó una pistola de la cinturilla de su pantalón y apuntó con ella a su primo mayor. Dara ahogó un grito atónito, desconocía que Eve tenía un arma, pero lo que no se habría esperado jamás es que la empuñase con tal seguridad.

—¡Sabías lo que significaba ella para mí! ¡Te dije que íbamos a irnos hoy y me felicitaste!—le echó en cara—. ¿Lo tenías planeado con antelación o lo decidiste para que no me marchase?

Un dolor genuino atravesó la mirada de Séaghdha. Quizás fuese una persona horrible, pero si quería a alguien era a Evelyn O'Riley. Aquellas palabras le debieron golpear más que nada.

Era una escena caótica: Shay había sacado un revólver y con él señalaba a su prima pequeña, Casey, Jamie y Keith se habían levantado y todos apuntaban directamente a Shay. ¿Qué hacía McManus apuntando a su jefe? ¿Cómo podían estar Jackie y Gavin tranquilos mientras Maeve miraba hacia los lados, inquieta?

«¿Por qué acabo siempre en el medio?», se preguntó Dara en el medio del caos.

—Eve, no tenía alternativa...Él me lo ordenó—dijo, haciendo que la ira de Evelyn estallara.

—¡Siempre hay otra alternativa!—objetó Evelyn con frialdad—. Le tenéis tanto miedo a vuestro padre que no sois capaces de pensar por vosotros mismos.

Su prima tenía razón. Incluso Reagan acababa de darse cuenta de ello. Acababa de sacar su pistola, y se había unido al sentido del resto: contra Séaghdha. Podía ser una pelea injusta, pero Shay apuntaba a la única persona que más le importaba, lo que dejaba claro que por encima de todo el cariño, estaba la lealtad a su padre.

—Evelyn, suelta la pistola—le pidió Casey—. Sabes que no quieres disparar; da igual lo despreciable que sea él, tú no eres así.

—Tú no sabes cómo soy, apenas me conoces—replicó temblorosa—. Él ha matado a la persona que más quería en este mundo, merece pagar.

—Séaghdha merece pagar, pero no de este modo, Lynn. Y sí, sí que lo sé—repuso Casey haciendo que los ojos de Eve se moviesen a ella—. Lo sé porque he pasado por ello...Hasta ayer pensaba que él—dijo señalando a Gavin con la cabeza—estaba muerto.

La mano de Evelyn tembló según su hermana hablaba.

—Maldita sea, me involucré en todo esto solo para descubrir al asesino de nuestro padre y vengarme...Y resulta que es a quien le voy a donar sangre—emitió una risa irónica antes de continuar—. Estoy aquí, ayer dejé hecho un desastre a Shay y eso no me llenó ni un instante...Creerás durante un tiempo que tu mundo se ha acabado, pero te lo prometo: mejora.

Evelyn bajó la pistola y se la guardó antes de aferrarse a los brazos de Dara. Él le acarició el pelo de manera protectora y no pudo evitar pensar si tendría aquella sensación de sobreprotección por su bebé sin nacer. Seguramente sí.

Reagan le dio un golpe a su hermano mayor con la culata de la pistola arrebatándole su revólver y se lo pasó a Casey, que asintió en señal de aprobación. Lo siguiente que solicitó Casey fue que el resto abandonase el local y un poco reticentes—en especial Jamie—, lo hicieron.

 A Dara no se le escapó la complicidad con la que los dos policías se miraron, cómo la expresión de Jamie se había suavizado y la manera en la que la mano de Casey había rozado la suya, un pacto silencioso, una promesa entre dos personas que habían derribado los muros del otro y que pasase lo que pasase, estaban juntos para bien o para mal.

Solo quedaban Jacqueline, Casey y él, y antes de salir, Dara O'Riley escuchó la voz de la francesa decir:

—O'Rileys...Siempre tan dramáticos. —Casey Robins la abrazó y Jackie se relajó antes de añadir—: Arriésgate y cambia tu forma de vida...Sabía que harías lo correcto, mini-Robins.

Dara habría jurado que aquellas eran las letras de una canción de Elton John, pero Jacqueline tosió, aclarándose la garganta y sonrió antes de continuar enigmáticamente.

—Espero que sigas coleccionando cochecitos. Recuerdo el pequeño coche anaranjado que decías que traía suerte. ¿Tenía un ocho en el capó, no?—soltó una risita—. Siempre lo llamaba El Ocho de la Suerte.

Dara se sorprendió durante un momento pero salió de la parte trasera de La Herradura despidiéndose con curiosidad a Perro. En ese instante recordó que el sobrenombre había nacido hacía unos veinte años, cuando Dara era pequeño y Douglass cuidaba de cierta niña que aún estaba aprendiendo a hablar.

Las lealtades de los del círculo O'Riley se habían vuelto difusas en su cabeza, pero si Dara O'Riley sabía algo era que a Casey Robins no le quedaba nada para encontrar El Ocho de la Suerte.

Entonces todos ellos serían libres.

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