Un poco de verdad

—¡No puede ser que hayan reparado toda la academia tan rápido! —exclamó Akko, dejándose caer sobre el cesped— yo quería más días libres.

Yo y mis tres amigas estábamos junto a Amanda, Constanze y Jasminka en el patio de Luna Nova, sentados en el césped.

Era un día nublado. El otoño no tardó en llegar, al igual que no tardaron en reparar todos los daños que sufrió la infraestructura de Luna Nova en el atentado de hace unos días.

—Pues con magia obviamente van a reparar todo rápido —le dije.

—Quizá si no hubieras ayudado tanto, tendríamos un par de días libres de más —se quejó Amanda.

—Ustedes si son unas vagas de mierda —dije, negando con la cabeza y mirándolas con reproche.

—Amanda, por pensar así perdiste todos los exámenes del semestre pasado, ja, ja, ja —dijo una voz robótica.

Era el robot de Constanze, el cual controlaba con un pequeño control remoto. A pesar de las palabras que comunicó el robot por ella, su expresión era una tremenda cara de poker.

Descubrí que, realmente, Constanze no puede hablar, no es que sea muy tímida. Es muda, mas no sorda, porque escucha muy bien todo lo que decimos.

—Digo lo mismo de Akko —comentó Sucy— por esa mentalidad es que le va tan mal en clases.

—¡Oye! —exclamaron Akko y Amanda al unísono.

—Y espero estén preparadas para este semestre —dijo Lotte— porque he oído que vendrá una nueva profesora. Implementarán un nuevo curso en nuestro horario, por lo que sé, y la nueva profesora será quien impartirá la materia.

—¿Y qué va a ser la materia o qué? —pregunté.

Lotte se encogió de hombros.

—No lo sé. No han dicho nada sobre eso.

—Yo solo espero que no sea una vieja gruñona de 100 años —dijo Akko.

Desde el atentado de la Secta del Libro de las Sombras, ni yo ni mis amigas habíamos vuelto a tocar el tema y simplemente lo dejamos de lado, pero respecto a las demás alumnas... Se notaba cierta tensión cada vez que me veían. La directora había dado un comunicado sobre lo sucedido, y explicó que no se sabía prácticamente nada de la secta ni de sus intenciones, pero dio una pequeña explicación sobre la Magia y los Brujos Arcanos, luego dijo que defenderían Luna Nova y a toda la comunidad mágica y bla, bla, bla. Nunca me mencionaron a mí, a pesar de que era el elefante en la habitación. Con la breve explicación que dio sobre los Brujos Arcanos, para todas era más que obvio que yo era uno, pero nadie decía nada.

No podía reprocharle nada a Miranda. Más bien, estaba muy agradecido con ella por no haber mencionado el objetivo real de la secta: yo. Lo había mantenido en secreto, ni siquiera las demás profesoras lo sabían, ni tampoco compartió la información con la F.D.M. o con la ministra de magia. Las únicas personas con ese conocimiento, aparte de mí, eran la directora Miranda, Akko, Lotte y Sucy.

Si todos supieran que la secta estaba detrás de mí y que soy un imán para los problemas... Bueno, quién sabe lo que harían al respecto. No quiero ni pensarlo.

—¿Quieres?

Jasminka me sacó de mis pensamientos, ofreciéndome de sus papas.

—Obvio que sí, véngase pa' acá —dije mientras tomaba un par de frituras.

—Por cierto, Akko, ¿cómo hiciste para convertir a Vajarois en una princesa? ¡Fue increíble! —dijo Amanda.

—Es cierto, yo también me pregunto lo mismo —dije— tus habilidades en clases y lo que hiciste en el festival como que no concuerdan mucho.

Akko se quedó pensativa por unos segundos ante nuestras palabras. Su Vara Brillante estaba en su regazo, aquella varita que, supuestamente, había pertenecido a Shiny Chariot.

—La verdad es que no estoy segura de como lo hice —respondió— la Vara Brillante nunca hace lo que yo desee, pero cuando realmente lo necesito, es como si leyera mi mente.

—¿Y de dónde la sacaste? —preguntó Amanda.

—La encontré en el bosque de Arcturus.

—¿Qué? ¿El bosque prohibido?

Akko solo asintió.

—Digamos que Akko, Lotte, Sucy y yo tuvimos un par de inconvenientes en el camino al primer día de clases —expliqué— nos perdimos en el bosque, pasaron cosas y Akko encontró esa varita ahí.

—Fue un día muy... inusual —dijo Lotte, afirmando mis palabras.

El robot de Constanze se nos acercó y se paró frente a nosotros.

—¿Qué hacía una varita mágica en el bosque prohibido? —preguntó el pequeño autómata.

No lo sé... —contestó— no sé qué hacía la Vara Brillante ahí, en medio del bosque... Me pregunto porqué después de desaparecer, Chariot dejó su varita ahí.

—Quizá haya alguna relación entre la Vara Brillante y el bosque de Arcturus —sugirió Sucy.

—O quizá Chariot un día pasó volando por ahí con su escoba, se le cayó y nunca la volvió a encontrar —sugerí, encogiéndome de hombros— es una posibilidad.

La conversación continuó, pero en cierto punto me distraje.

Diana estaba cruzando el corredor frente al pasillo. Desde lejos, cruzamos miradas.

El parón de clases también había parado nuestra constante competencia académica. De alguna forma, me hacía falta. Aunque ella me enfadara con su sola presencia, me hiciera irritar y sacara mi peor lado.

Había algo en ella que lograba mantenerme en alerta, siempre dispuesto a demostrarle que podía superar cualquier expectativa que tuviera sobre mí. Diana Cavendish, con su aire de perfección y su mirada altiva, era la personificación de todo lo que me irritaba… y, a la vez, algo más que no podía explicar.

—¡Oye, oye! ¡Vuelve a la Tierra! —dijo Akko, agitando una mano frente a mi cara.

—¿Qué? —parpadeé, volviendo mi atención al grupo.

—Parecías hipnotizado —comentó Sucy, con una ceja levantada— déjame adivinar, ¿Diana?

Intenté mantener una expresión neutral, pero Amanda y Akko estallaron en risas.

—No sé de qué hablan —repliqué, rodando los ojos— simplemente estaba pensando en cosas más importantes que escuchar sus tonterías.

—Claro, claro —dijo Amanda, dándome un leve codazo— no te preocupes, todas sabemos que Diana vive en tu cabeza sin pagar renta.

—¡No vive en mi cabeza! —respondí rápidamente, quizás demasiado rápido.

—Definitivamente vive en su cabeza —dijo el robot de Constanze, provocando más risas.

Suspiré, dejando que se burlaran todo lo que quisieran. Después de todo, nunca dejarían pasar una oportunidad como esta. Aunque... no podía evitar sentir que, tal vez, había un poco de verdad en sus bromas.

Volví a ver en dirección donde antes estaba Diana, pero ya se había ido.

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Les dejo esto por aquí y mañana vuelvo con otro cap.

Yo fui F Green, su escritor anónimo de confianza. Me lees en el próximo capitulo.

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