Todos aquí son mi rebaño

—Tú y todas las demás, alumnas y profesoras, no van a poder seguir usando magia, Akko, ¿estás de acuerdo con eso?

Akko desvió la mirada ante mi pregunta.

Nos encontrábamos a los pies de la torre de la Piedra Filosofal. Era de noche, y estaba lloviendo. Akko estaba ahí, junto con las criaturas mágicas, arrullada en una esquina con una capa que la protegía de la lluvia.

Lotte, Sucy y yo habíamos estado ahí con un par de paraguas, intentando convencer a Akko de dejar la huelga, pero como suponía, aquello era tarea imposible.

—No me gusta eso pero... —vaciló— las hadas me dijeron que no pueden vivir sin la Piedra Filosofal.

—Así es. Cuando el dragón tomó la Piedra Filosofal, ninguna criatura mágica pudo moverse —explicó Sucy.

—Necesitan la Piedra Filosofal más que nosotras, pero nunca se habían quejado. Las brujas utilizan el 90% de la energía de la Piedra Filosofal —replicó Akko.

—Estamos en una academia de magia —dijo Lotte— es normal que las brujas usen la magia.

—Pero... yo no quiero que nadie sufra a costa de lo que hago. Quiero hacer feliz a la gente con mi magia, no hacer sufrir a nadie... —dijo Akko.

—Akko tiene un punto —opiné— y aunque esta sea una academia para aprender magia, lo que ocurre aquí es una exageración. Estuve hojeando un poco algunos registros cuando estuve junto a Diana. Las criaturas mágicas literalmente necesitan la energía de la Piedra Filosofal para vivir, pero las brujas no. Sin mencionar que hay energía mágica fluyendo por el cuerpo de todas ustedes, y esa es la energía que usan a la hora de hacer hechizos, no la energía de la Piedra Filosofal. Aún no entiendo muy bien como funciona todo esto, ni a dónde va la energía de la Piedra Filosofal cuando se "usa".

—¿Energía mágica en nuestro cuerpo? —preguntó Lotte, intrigada.

—Así es. —Asentí— la energía mágica fluye en el cuerpo de todo ser vivo. Antiguamente, solo los Brujos Arcanos eran capaces de controlar la magia. Hay un vacío extraño en la historia, donde la mayoría de los míos se extinguieron. Luego, dieron origen las brujas. Quizá haya sido un tipo de adaptación biológica o algo por el estilo, no lo sé, ni tampoco tengo claro porque esta peculiaridad solo se presenta en mujeres —expliqué— tendré que seguir investigando.

El rugir del estómago de Akko interrumpió el tranquilo ruido de la lluvia.

—Tengo hambre.

Tiempo después, un duende nos trajo una sopa a cada uno. Los cuatro nos sentamos junto a Akko, sin embargo, yo no bebí la sopa. Se veía... extraña.

—Es sopa de verrugas de rana y globos oculares de gecko —dijo Sucy después de beber un poco, como si aquello fuera lo más normal del mundo.

Akko escupió la sopa al escuchar eso.

—¡Qué puto asco! —exclamé, y luego comencé a reír a carcajadas. Lotte rió conmigo.

Akko me lanzó una mirada fulminante mientras se limpiaba la boca con la manga de su capa.

—¡No es gracioso! —protestó, con las mejillas encendidas de vergüenza.

—¡Sí lo es! —repliqué, secándome una lágrima de la risa.

Lotte seguía riendo por lo bajo, mientras Sucy observaba su sopa con una expresión de diversión retorcida.

—Deberías terminarla, Akko. Te hace bien al sistema inmunológico. Aunque... también podría ser tóxica si no estás acostumbrada.

—¡Sucy! —chilló Akko, empujando el cuenco lo más lejos posible.

—Yo que tú no la dejaría ahí —comenté, señalando al duende que había traído la sopa— míralo, te ve como si fueras maleducada.

Akko se giró lentamente para encontrarse con los ojos pequeños y brillantes del duende, que parecía evaluarla como un crítico culinario severo.

—Está... ¡está deliciosa! —mintió, tomando el cuenco de nuevo con una sonrisa falsa que parecía más bien una mueca.

Sucy no pudo contenerse más y soltó una risa baja y sarcástica.

—De todas formas —dije, volviendo a un tono más serio— creo que Akko tiene razón en algo en este tema de la huelga.

Lotte dejó su cuenco en el suelo y asintió.

—Es complicado. Si la academia deja de usar la Piedra Filosofal, ¿cómo aprenderemos magia? Pero si seguimos así, estamos perjudicando a las criaturas mágicas.

—Eso es lo que estamos intentando cambiar —dijo Akko con firmeza, aunque su voz temblaba ligeramente— no quiero que esto sea un conflicto entre brujas y criaturas mágicas. Tiene que haber una forma en la que podamos convivir.

—¿Y cuál sería esa forma? —preguntó Sucy, aún bebiendo su sopa.

—¡Pues no lo sé! —admitió Akko, frustrada— pero seguro que Shiny Chariot habría encontrado una manera, así que yo también lo haré.

—Akko... —murmuró Lotte, mirándola con una mezcla de admiración y preocupación.

—Si vas a salvar la academia con la misma energía con la que pusiste esa sopa, entonces tal vez haya esperanza para todos nosotros —dije con una sonrisa torcida.

Akko me lanzó el cuenco vacío y volvió a refugiarse bajo su capa, murmurando algo ininteligible, probablemente insultos dirigidos a mí.

La lluvia continuaba cayendo mientras las luces de la torre brillaban tenuemente en la noche lluviosa.

Los días continuaron y la huelga no cesó, por lo que las profesoras decidieron tener una reunión con el sindicato de criaturas mágicas para una negociación. Akko asistiría, claro, en el bando de las criaturas, como su ¿secretaría? O algo así.

Yo me encontraba en mi habitación, solo. Sentado frente a la mesita de noche, con una libreta abierta frente a mí llena de anotaciones y garabatos. Estaba intentando descifrar el misterio sobre cómo el resto de Brujos Arcanos lograron hallar la forma de abrir Líneas Ley a voluntad.

No parecía tener sentido.

En realidad, no tenía mínima idea de cómo funcionaba la Magia Arcana en un sentido técnico. Para nosotros, los Brujos Arcanos, aprender a usar magia es tan natural como aprender a caminar. Y, por más que buscaba una forma de lograr esa hazaña de abrir una Línea Ley, era imposible. Era como si... intentara mirar por mi espalda, simplemente imposible.

Me sobresalté cuando escuché el repentino sonido de la puerta abriéndose detrás de mí, seguidos de los inconfundibles gritos de Akko.

—¿Qué pasó, por qué tanto alboroto? —pregunté, dándome la vuelta para ver a mis tres amigas paradas en la entrada de la habitación.

—¡Las criaturas mágicas están atacando a alumnas y profesoras! —gritó Akko.

Salí junto a ellas del dormitorio y nos encaminamos por los pasillos.

Efectivamente, había criaturas mágicas persiguiendo a alumnas que corrían aterradas por los pasillos.

Se ve divertido —dije, encogiéndome de hombros.

—Eso mismo dije yo —dijo Sucy.

—Ya en serio, ¿qué putas pasó? —Volví a ver a Lotte, confiando en que ella tuviera la respuesta.

—Al parecer alguien lastimó a una hada de fuego, y ellos creen que fue alguna alumna. Por eso están tan enfadados —me explicó.

—¡¿Qué haremos ahora?! —exclamó Akko.

—Ya que las criaturas mágicas están muy ocupadas haciendo despiche, vamos a la torre y quitemos los paneles anti-magia. Así las profesoras podrán usar magia y se harán cargo de esto.

Dicho y hecho.

Subimos hasta lo alto de la torre, la cual estaba aún cubierta por los paneles anti-magia. Ahí también estaba la Piedra Filosofal, brillando y desprendiendo energía mágica.

Antes de que pudiera derribar los paneles a base de puñetazos, un...

—¿Y este de dónde salió?

Un duende, color negro y... No es un duende. O sea, sí es un duende, pero no uno real. Es más que evidente que es un maldito robot. Esa cosa se puso frente a mí, cortándome el paso.

—¡Apártate, por favor! —le dijo Akko al robot— ¡Las profesoras ya aceptaron las demandas, déjanos usar magia!

El duende no dijo nada.

—Akko, esta cosa es un robot, es más que obvio. —Me acerqué al pequeño autómata, levantando mi puño para convertirlo en un montón de chatarra.

Cuando menos me lo esperé, el robot se transformó en quien sabe que cosa, un bicho horrible del infierno, parecido a un gusano gigante, y muy gordo, con tentáculos saliendo de todo su cuerpo, pero seguía teniendo ese aspecto de no ser una forma de vida orgánica.

Akko y Lotte gritaron de miedo, Sucy solo vio al monstruo frente a nosotros con curiosidad.

—Esta cosa está pidiendo a gritos que le tiré un Uzumaki. —Levanté mi mano y apunté mi dedo hacia él, pero antes de hacer nada, el monstruo lanzó a Akko contra un panel anti-magia usando uno de sus tentáculos.

La fuerza fue tanta que Akko cayó al vacío, desde lo alto de la torre, junto al panel el cual se desprendió cuando ella chocó de espaldas en la estructura.

Agarré un tentáculo del monstruo y, sin pensarlo dos veces, me lancé por la salida que había dejado el panel caído y el monstruo cayó junto a mí cuando tiré con fuerza de su tentáculo.

Sin perder el ritmo, le lancé un Uzumaki que lo elevó hacia lo alto en el cielo y destruyó al monstruo al instante. Mientras caía, usé el Uzumaki Corporal para atraer a Akko hacia mí. La abracé con fuerza y, antes de tocar el suelo, lancé un pequeño Uzumaki Inverso debajo de mis pies que me impidió estamparme contra el piso. Salí despedido unos metros hacia arriba por la fuerza repulsiva del hechizo, eso me ayudó a estabilizarme y caer sobre mis pies en el suelo, aún sosteniendo a Akko en mis brazos.

Desactivé el Uzumaki Inverso antes de que creará un cráter en el suelo y bajé a Akko de mis brazos.

Sí, sí. No hace falta que lo digan. Ya sé que soy el putísimo amo y todos aquí son mi rebaño.

Cállate un rato.

Hijo de-

—¿Qué está pasando...? —preguntó Akko.

Centré mi atención en mis alrededores. Las criaturas mágicas que antes perseguían a las alumnas estaban ahora totalmente apaciguadas. Arriba de las criaturas estaban esos drones, los que trajo la nueva profesora, Croix. Parecía que... estaban absorbiendo algo de las criaturas.

Las criaturas mágicas se calmaron. Todo volvió a la realidad de la nada.

La profesora Croix apareció frente a nosotros, descendiendo desde el cielo, parada en uno de sus drones.

—Menos mal que pude arreglar todo este desastre —dijo—. Y díganme, ¿ustedes están bien?

—... Sí —contestó Akko por ambos.

A ver, a ver, ¿de verdad todos vamos a ignorar al bicho ese gigante que nos atacó allá arriba?

Pues... parece que sí.

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Primero que todo, vaya título de mierda le puse al capítulo. Y segundo... No había escrito porque tenía pereza, no hay otra explicación. Solo no me entró la inspiración.

Equis de.

Yo fui F Green, su escritor anónimo de confianza. Me lees en el próximo capitulo.

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