Tiempo perdido
Se las haré corta.
Según lo que nos contó Finnela, Luna Nova tiene una deuda gigantesca con un tal Fafnir, un dragón. Bueno, lo de la deuda en realidad era una estafa, ya que el dragón les estaba cobrando unos exorbitantes intereses, los cuales no son mencionados en el pagaré, o sea, que la academia ha estado pagando dinero que en realidad no debe. Todo gracias a que el pagaré estaba escrito en un idioma que las profesoras no entendían, de hecho, hasta ahora nadie lo había descifrado...
Hasta que llegó Diana a salvar el día, qué alegría.
"Lo aprendí a los 12 años", sí, sí. Maldita presumida.
Junto con la profesora Finnela y Diana, fuimos a las ruinas de Rastavan, el lugar donde vivía ese dichoso dragón. Yo voy de metiche nada más, solo quiero ver a ese dragón, y también por si sale meterle sus buenos pichazos a ese dragón.
¿Quién es más fuerte, el dragón o tú?
Oh, querido creador. Veamos, si ese tal Fafnir fuese como cuentan las historias que son los dragones, me daría algunos problemas.
¿Perderías?
Lo vencería.
—¡Dragones! —exclamó Diana.
Efectivamente, dos dragones, iguales a los que se habían llevado la Piedra Filosofal, se acercaban hacia nosotros.
—Detrás de mí —nos ordenó Finnela. Sacó su varita, recitó un hechizo pero no pasó nada.
Obvio, aquí no había Piedra Filosofal. Sin energía mágica, no se podía realizar ningún hechizo.
A lo lejos se podían ver unas inmensas ruinas, esas debían ser las ruinas de Rastavan. De ahí habían salido esos dos dragones.
—Tranquila, profesora —dije con aire despreocupado— yo me encargo.
Corrí hacia los dragones. Diana y Finnela me gritaron, pero no les hice caso.
Nah, i'd win.
Uno de los dragones bajó hacia mí, extendiendo sus patas traseras para atacarme mientras empezaba a volar bajo.
Esquivé el ataque y aproveché para darle un fuerte puñetazo...
¡MIERDA!
—¡ESAS COSAS NO SON DRAGONES! —grité mientras me alejaba rápidamente del dragón.
Giré y vi la dirección donde había dejado a Diana y a Finnela, me veían boquiabiertas. Seguro que veían lo que acababa de hacer como una locura.
Al chocar mi puño contra esa cosa, me di cuenta que no eran dragones, sino robots con forma de dragón. No toqué escamas, sino metal frío.
—¡SON ROBOTS! —grité.
El segundo dragón me lanzó una llamarada de fuego desde arriba, rodee en el suelo y la esquivé por muy poco.
¿Qué hago, le lanzó un Uzumaki? No, no frente a ellas.
Ni modo, toca usar la vieja confiable: correr.
Ignorando los gritos de Finnela, corrí como alma que lleva el diablo hacia las ruinas de Rastavan, esquivando como pude las constantes llamaradas de los dos dragones robots.
Me refugié detrás de unas murallas de las ruinas, así haciendo que los dragones me perdieran de vista.
Ya me había exhibido en la carrera de relevos, las profesoras de alguna manera lograron encubrir eso y simplemente decir que usé una varita, pero eso fue suerte, no puedo volver a arriesgarme.
Sin embargo... desde esta lejanía, Diana y Finnela no verían mucho, y aparte, estoy escondido, tampoco verían qué los golpeó, ¿verdad?
Lancé un Uzumaki hacia los dos robots, los cuales en tan solo segundos se volvieron nada más que unos pedazos de chatarra súper comprimidos.
Después de sacarme de encima a las dos amenazas, comencé a caminar por las ruinas, explorando lo que había.
No era la gran cosa, solo eran... pues, ruinas. No sé, esperaba algo más. Eh, suave, sí que hay algo más.
Había varios más de esos robots, hechos trizas, esparcidos por las ruinas.
Caminé hacia uno para examinarlo, estaba roto y con los cables salidos. Emitía una leve columna de humo.
Alguien había hecho todo esto, significaba que ya habían pasado por aquí. Finnela nos contó que Miranda, en compañía de Badcock y Lukic, también vinieron aquí para negociar con el dragón, pero dudo que ellas pudieran hacer esto, en especial, sin contar con magia.
—¡Michelangelo! —escuché decir a Finnela.
Me voltee y la vi llegar corriendo junto con Diana. La profesora se veía bastante preocupada, mientras que Diana más bien parecía decepcionada de que estuviera a salvo. Quería hacer un comentario sobre eso, pero me abstuve ya que Finnela estaba presente.
—Estoy bien. —Hice un ademán con la mano, quitándole importancia.
—¡¿Pero tú estás bien de la cabeza?! —me dijo Finnela— ¡Pudiste haber muerto!
—Pero no morí —dije con tranquilidad.
Diana dio unos pasos adelante, para ponerse frente a mí. Su mirada se veía más seria que de costumbre.
—¿Qué fue lo que hiciste? —me preguntó repentinamente. Su tono de voz era firme y serio.
Me hice el desentendido.
—¿A qué te refieres?
—Esos dragones, robots, o lo que sean. No se destruyeron solos. —Frunció el ceño— ¿Qué fue lo que hiciste?
—Nada. Yo tampoco sé qué pasó —dije fingiendo confusión.
—No hay magia aquí, Diana —nos interrumpió Finnela— no hay más qué discutir. Debió ser alguna falla en su sistema.
Diana no dijo nada más, pero estaba claro que no quedó para nada convencida.
Caminamos hasta el centro de las ruinas, dónde habían unos escalones que iban bajo tierra. No tardamos mucho en llegar al final de los escalones, que terminaban frente a... ¿Una puerta de ascensor?
Efectivamente.
No hice preguntas y actué como si esto fuera normal, aunque, técnicamente lo es, solo que no me lo esperaba. Cuando dijeron que íbamos a ver a un dragón, me imaginé cualquier cosa menos que viviría en un búnker tecnológico bajo tierra.
Las puertas del ascensor se abrieron y salimos a un INMENSO pasillo. Pero de verdad, esta mierda es gigante.
Caminamos en línea recta hasta llegar frente a unas puertas igual de enormes, eran dos y estaban semiabiertas, aunque para nosotros, pequeñísimos en comparación, el espacio que había para cruzar esas puertas era como si estuvieran abiertas de par de par.
—¡Paguen lo que se supone que tienen que pagar!
Se escuchó una estridente voz ¿Acaso es el dragón?
—El pergamino —le dije a Diana, la cual llevaba el pergamino del pagaré.
Ella me vio, dudosa de hacerme caso. Como no parecía estar en la labor de dármelo, simplemente se lo quité.
Apresuré mi paso y entré en la habitación antes que Diana y Finnela.
—No hay qué pagarte nada, dragón decrépito —dije.
Oh, sí. Mi sueño siempre fue hacer una entrada épica.
Lo primero que vi, fue al dragón, era gigante. En serio, ustedes no dimensionan lo descomunalmente grande que puede llegar a ser un dragón. Era bípedo, sin alas y con el cuello bastante largo, casi como una jirafa.
La habitación estaba llena de monitores y aparatos tecnológicos, para nada lo que esperaba ver en la habitación de un dragón, pero en fin. Quizá le guste jugar al Minecraft en sus tiempos libres, quién sabe.
Allí también estaban Miranda, Badcock y Lukic, las tres viéndome confundidas.
—Aquí está esta cosa donde dejaron escrita la deuda. —Puse el pergamino en el suelo y lo desenrollé. Lo hice así porque era enorme, sería imposible sostenerlo en mis manos si lo abro.
—Fue escrito en Dragónico Antiguo, por eso nadie podía leerlo —dijo Diana, la cual caminó hasta estar a mi lado— yo lo pude leer, ya que de pequeña aprendí el idioma.
Ya me cagó mi momento épico esta sapa.
—Aquí no sale nada sobre esos dichosos y exorbitantes intereses de los que tanto habla —le dijo Diana al dragón— pero como sabía que estas profesoras no sabían leer el idioma, las ha estado engañando y haciéndolas pagar intereses innecesarios.
El dragón se puso nervioso e hizo una expresión de incomodidad.
—Es una acusación falsa —dijo el dragón ¿Cómo se llamaba, Fafnir?— hoy en día no existen ese tipo de deudas sin intereses, ese tipo de promesa antigua debe ser invalidada actualmente.
—En ese caso, la deuda ya no es válida —dijo Diana— ¿Acepta eso?
—Eh... —Fafnir intentó hablar, pero Diana siguió.
—Según mis cálculos —dijo— es más que el dinero de la deuda original, entonces, si el interés es injusto, debería considerarse que la deuda ya está pagada. Sobre el dinero que se pagó de más, se tendrá que devolver en un futuro. La Piedra Filosofal también tiene que ser devuelta de inmediato.
Fafnir gruñó, furioso.
—¡Mikey!
Esa voz.
Vi hacia arriba. Encima de una mesa de la habitación, estaba Akko. No, no solo Akko. Estaba junto a Lotte, Sucy, Amanda, Constanze y Jasminka.
¿Qué hacían aquí?
Ellas bajaron de la gigantesca mesa en escoba, Lotte llevaba a Akko en la suya.
—¿Se puede saber qué hacen aquí? —pregunté cuando Akko, Lotte y Sucy se bajaron de las escobas y caminaron hacia mí.
—Lo mismo digo yo —me dijo Akko.
—Es una larga historia —dijo Sucy— te la contamos luego.
Luego de las negociaciones con Fafnir y de que él devolviera la Piedra Filosofal, nos fuimos de inmediato de ese búnker donde vivía el dragón. En todo el camino de vuelta a Luna Nova, las profesoras no pararon de regañar a Akko, Lotte y Sucy y el resto de las involucradas. Por lo que entendí, escaparon de la academia "para recuperar la Piedra Filosofal". Terminaron siendo atacadas por los dragones robots de seguridad de Fafnir y fueron atrapadas y llevadas a su búnker. Lo que más me impresionó fue que destruyeron a varios de esos robots dragones con armas hechas por Constanze, por eso había varios de ellos destruídos cerca de las ruinas ¿Cómo una chica de 16 años logró fabricar armas con tal capacidad? Ni idea.
Comparado con el día que ellas tuvieron, yo tuve uno bastante normal, dentro de lo que cabe.
Hubiera preferido estar con ellas antes que pasar todo el tiempo que estuve con Diana. Todo el rato que pasé con ella fue solo tiempo perdido.
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Suficiente por hoy. Ahora toca esperar unos cuantos días hasta el siguiente capítulo.
Yo fui F Green, su escritor anónimo de confianza. Me lees en el próximo capitulo.
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