Serios problemas

La profesora Finnela llegó y se puso firme frente a la puerta principal de Luna Nova, la que daba a la salida directa de la academia.

Me encontraba junto a Akko, Lotte y Sucy. Estábamos detrás de varias otras alumnas que, igual que nosotros, esperaban para poder conseguir el permiso de salida.

—Deben considerar todas las reglas al salir de la academia —dijo Finnela— primero: deben actuar con el orgullo y decoro de una señorita que es alumna de Luna Nova. Segundo: no usarán magia, está totalmente prohibido usarla fuera de la academia...

Siguió enumerando varias reglas, a las cuales no puse mucha atención que digamos.

—Y finalmente, ¿trajeron algo que puedan usar como amuleto? —preguntó Finnela.

Sí, nos habían pedido que lleváramos un "amuleto", en pocas palabras: un objeto de valor para nosotros, sin embargo, yo no poseo ningún objeto de especial valor.

Saqué de mi bolsillo una cuchara que robé de la cafetería.

—Oh, no, no, no. No puedes usar eso —escuché una voz familiar.

Era Miranda, la cual no había visto acercarse debido a su estatura extremadamente pequeña.

—¿Por qué no? —le pregunté.

—Un amuleto debe ser algo que de verdad aprecies mucho, así podrás volver sano y salvo —me explicó.

No entiendo lo que quiere decir. Quizá sea demencia. Ya está en esa edad, creo.

—Debes dejarlo en el lugar al cual volverás, así tendrás deseos de regresar.

Ya entendí porqué hacen esto. Aunque, ¿en serio es necesaria tanta parafernalia?

—Directora... —Me agaché para estar a su altura y hablarle en voz baja. No quería que nadie más escuchara— creo que usted tiene muy presente que no tengo ningún lugar al que ir aparte de aquí —susurré.

Ella me puso una mano sobre el hombro.

—Lo sé.

Con eso dicho, se alejó y fue a hablar con Finnela.

Akko dejó su carta de Shiny Chariot, Lotte dejó un libro de Night Fall y Sucy un hongo. Todas las alumnas le entregaron sus cosas a la profesora Finnela, excepto yo.

Desde que robé aquella tarta junto a mis amigas, no me he vuelto a meter en problemas. Soy un buen alumno, así que tengo cierta confianza en la mayoría de las profesoras, y Miranda entiende mi situación.

Al final, mis amigas y yo salimos de Luna Nova. Quizá pensarán que fuimos a cualquier lugar de la ciudad. A ver tiendas de ropa o cosas así, qué sé yo, lo que sea que hagan las adolescentes normales, pero no.

Me llevaron a un puto cementerio. Sí, me llevaron, porque no fue mi decisión. Me obligaron a ir.

—¿Esto se supone que era el lugar tan genial al que querías ir, Sucy? —preguntó Akko.

—Para esta gracia me hubiera quedado en la academia —dije, viendo a Sucy con el ceño fruncido.

—Creí que iríamos a la ciudad... —dijo Lotte, escondiéndose detrás de mí y de Akko.

Quizá ahora mismo tengan una idea errónea del lugar en el que estábamos. No, no era un cementerio común y corriente. Era el tipo de cementerio de películas de terror, el que en vez de parecer un lugar donde entierras a tus difuntos seres queridos para ir a dejarles flores de vez en cuando, parece el lugar perfecto para hacer un ritual satánico o alguna cosa por el estilo.

—Este tipo de hongo. —Sucy se agachó y arrancó una seta que crecía al lado de una tumba— solo se encuentra en los cementerios. Se llama Amanita Cementerium.

—¿Y para qué quieres esa perra mamada? —le pregunté.

—Para mi colección —me respondió— aún no tenía esta especie en concreto.

Sucy es muy rara... ¿Quién carajos colecciona hongos?

—Este lugar me da mucho miedo. De seguro hay fantasmas... —dijo Lotte, la cual se mantenía detrás de mí, como un cachorro asustado.

Iba a decirle que los fantasmas no existían, pero ella literalmente habla con espíritus que viven dentro de objetos antiguos. Aparte, si existen dragones que hablan y se dedican a trabajar por internet como Fafnir, ¿por qué no existirían los fantasmas?

Una bandada de cuervos, que se encontraban en un árbol cercano, alzó el vuelo y soltaron unos sonoros graznidos. Akko y Lotte gritaron de miedo y se abrazaron entre sí, perdieron el equilibrio y cayeron encima de una lápida, la cual se derrumbó al suelo junto a ellas dos.

—¡No puede ser. Nos caerá una maldición! —exclamó Lotte, levantándose lo más rápido que pudo del suelo junto a Akko.

—¡¿Maldición?! —dijo Akko.

—¡Sí! —contestó Lotte— ¡El difunto nos lanzará una maldición por arruinar su lápida!

Sucy y yo intercambiamos miradas. Ambos estábamos incrédulos por la estupidez de nuestras dos amigas.

—¡Espera! —De su bolsillo, Akko sacó un frasquito con un líquido espeso y color marrón amarillento dentro— es una poción para reparar cosas. La profesora Úrsula me enseñó a usarla. —Empezó a abrir el frasco.

—¡No! —Lotte la detuvo, poniendo una de sus manos sobre la de Akko— recuerda que no podemos usar magia fuera de la academia.

—Nadie se va a dar cuenta. Tranquila, Lotte.

—¿Pero y si algo malo sucede?

—No pasará nada. Déjame hacerlo.

Ambas forcejearon. Akko intentaba quitarse a Lotte de encima, pero Lotte se negaba a dejarla abrir el frasco de la poción. Entre el forcejeo, terminaron tropezando con Sucy. El hongo que ella sostenía cayó al suelo, junto con la poción de Akko, la cual se le escapó de las manos. Ambas cosas cayeron al suelo.

El frasco se rompió y la poción hizo contacto con el hongo. Por alguna razón la cual no logro comprender, hubo una pequeña explosión la cual soltó un extraño humo verde que nos tapó la vista.

—¡Pero qué pasó! —exclamó Akko.

—La cagaron —le dije en respuesta.

—Efectivamente —confirmó Sucy.

Sucy sacó su varita, hizo un hechizo e invocó una ráfaga de aire la cual disipó el humo verde.

—No parece haber pasado nada... —dijo Lotte.

Me paré justo en frente del frasco roto donde antes estaba la poción. No parecía haber causado ningún efecto-

¿Qué mierda?

—Guatafak, bro.

Una mano esquelética salió literalmente debajo de la tierra y agarró mi pierna. Me quedé viendo la mano por unos segundos, sin dar crédito a lo que veía.

Akko y Lotte comenzaron a gritar. Sucy se mantuvo impasible, como siempre.

La tierra se levantó y de ella emergió un esqueleto. Sí, un esqueleto.

—¡Ostia! —exclamé— ¡Pero si es Brook, el de One Piece! A ver, toca el Sake de Binks

Me cagué de la risa con mi propio chiste. A veces soy un poco imbécil, ¿verdad que sí?

—¿El quién de qué cosa? —preguntó el esqueleto con tanta naturalidad que hizo la situación más subreal.

Él se paró, se sacudió la tierra de su ropa y se acomodó el cráneo como si fuese lo de todos los días.

—Esperen, ¿ese uniforme es el de Luna Nova? —nos preguntó, viéndonos a Sucy y a mí— ¡Increíble. Ya veo! Unas brujas me resucitaron.

Se acercó hacia mí y empezó a verme con curiosidad, pasando su mirada de arriba hacia abajo.

—Aunque tú eres una bruja muy peculiar...

—Es porque no soy una bruja —lo corregí— soy un brujo.

—Vaya. Han cambiado muchas cosas desde que morí —dijo el esqueleto— ahora hasta existen brujos.

—Sí, eh... —Aún no me creía del todo la situación en la que me encontraba— ¿Quién sos?

—¡Oh! —exclamó el esqueleto— ¡Claro! Yo soy... mmm... Yo soy... —Hizo una pausa, pensativo— ¿Quién era yo cuando estaba vivo...? ¡NO LO RECUERDO!

—Sí, sí, lo que sea, pero no grites —le dije frunciendo el ceño.

—¡En fin! —exclamó el esqueleto y, con una espada que aparentemente sacó de la nada, rebanó una lápida como si fuera mantequilla— Rebanaré a ese infeliz como esta lápida ¡Es hora de mi venganza! —Y salió corriendo como un maldito desquiciado.

—... ¿Qué putas acaba de pasar? —pregunté viendo como el esqueleto se perdía de vista.

Akko y Lotte finalmente salieron de su escondite, el cual era un arbusto al que se habían metido.

—Resucitamos a un muerto... —dijo Lotte en un susurro.

—Por accidente —terminó Akko.

—¿Y lo dejarán ahí suelto? —les preguntó Sucy— recuerden que revivir a un muerto con magia está penado por la ley.

Ambas se quedaron calladas por un momento.

—O sea, estamos en problemas —concluyó Akko— en serios problemas...

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Ya no sé ni qué decir acá.

Yo fui F Green, su escritor anónimo de confianza. Me lees en el próximo capitulo.

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