Llegué hasta donde el rastro terminaba. Ve hacia todos lados, pero no había rastro de Diana y mis amigas.

Un portal Línea Ley se abrió a unos metros de mí, del cual salieron ellas tres junto con Olive. La Bruja Arcana no se veía para nada cansada, mientras que Akko, Amanda y Diana, estaban heridas y claramente agotadas.

Me acerqué lo más rápido que pude a Olive, por detrás, sin dejarle tiempo para reaccionar, y la golpee en la espalda con todas mis fuerzas.

—¡¿QUÉ DIABLOS...?! —exclamó al caer al suelo.

Al verme, rápidamente se levantó y se puso a la defensiva.

Vi hacia Diana y mis dos amigas. Asentí, dándoles a entender que me dejaran solo y escaparan.

Le metí un puñetazo con todas mis fuerzas a Olive, ella lo bloqueó, pero la fuerza fue tanta que igual la mandó a volar, chocando de espaldas a un árbol. Apunté con mi dedo y lancé un Uzumaki. Ella apenas pudo esquivar, pero en vez de volverse hacia mí y seguir con la pelea, se levantó y corrió, siguiendo a Akko, Amanda y Diana. Ellas iban corriendo, porque al parecer, la escoba en la que Akko y Amanda habían llegado estaba rota. Una mitad de esta misma yacía tirada en el suelo.

Olive era más rápida que ellas, por lo que las alcanzaría con facilidad. Tenía que ser rápido, aún más de lo que ya era. Tan rápido como... como el jorobado. El tipo de la electricidad al que mató Lorence.

Lorence dijo que usaba un hechizo para aumentar la circulación de su sangre, logrando una mayor capacidad física.

Me concentré.

Regla básica del control de la Magia Arcana: nunca rompas o modifiques tu flujo natural de energía mágica. Sería tan desastroso como que tú mismo empezaras a jugar con tus venas y arterias, cambiándolas de sitio y alterando tu flujo sanguíneo.

Yo rompí esa regla en ese mismo instante.

La energía mágica se filtró en mi sangre, en mis órganos. En todo mi cuerpo.

Salí disparado en dirección a Olive, utilizando una velocidad que sobrepasaba lo sobrehumano.

Llegué rápidamente hacia la Bruja Arcana, la cual estaba a punto de alcanzar a Akko, Amanda y Diana. Ella me notó. Paró de correr y se dio media vuelta para enfrentarme, abriendo una Línea Ley.

Ambos entramos, pero esta vez yo era tan rápido que logré esquivar todo hechizo que me lanzara. Cuando salimos de la Línea Ley, aproveché para molerla a golpes. En un descuido mío, logró escabullirse y empezar a huir, pero no era más rápida que yo.

La agarré del cabello y la jalé hacia mí, para luego darle otro puñetazo en la cara.

—¡Deja de escapar, COBARDE ASQUEROSA!

Esa mujer había sido responsable de lastimar a mis amigas. A Akko, lo más cercano que jamás tendré a una hermana. Y a...

A Diana.

No se lo iba a perdonar.

En un movimiento desesperado, Olive me clavó un proyectil de energía mágica perforante en el pecho, y otro en el estómago. Pero podía aguantar eso.

Clavó otro. Y otro. Y otro.

Maldita sea, si seguía así...

—¡SUÉLTALO! —... ¿Amanda?

Ella se lanzó hacia Olive por detrás y la retuvo por unos instantes. Rápidamente me alejé de la Bruja Arcana, para evitar más daños.

—¡EXPULSO! —gritó Olive.

Amanda salió despedida en el aire, cayendo bruscamente en el suelo.

Olive empezó a huir. Se veía desesperada.

Akko y Diana empezaron a lanzar hechizos de metamorfosis desde lejos para incapacitar a Olive, pero no funcionaba, pues ella los esquivaba.

Apunté con mi dedo a Olive. No la iba a dejar escapar.

El Uzumaki gira hacia una dirección en concreto constantemente, causando un efecto de atracción, pero ¿qué pasaría sí...?

Lancé un Uzumaki, pero este era diferente. Toda cosa que estuviera cerca de él, árboles, rocas, arbustos, todo era repelido y salía volando en dirección contraria al hechizo.

Un Uzumaki Inverso.

El hechizo llegó hasta Olive. La mandó a volar, luego cayó de cara contra el suelo, y se quedó inmóvil.

Ojalá y disfrute mucho del infierno esa maldita zorra.

Corté el flujo de energía mágica en mi cuerpo.

Maldita sea, eso dolería mucho en unas horas.

Me quedé parado en un mismo lugar, viendo el cuerpo inerte de Olive. Me di media vuelta lentamente para ver a Diana y a mis dos amigas. Estaban heridas y cansadas, pero vivas.

—¿Est... están... bi... bi...?

Balbuceé las palabras antes de caer al suelo y perder el conocimiento.

¿Mikey? Mikey... ¡MIKEY! Eh, bueno, es comprensible. Déjenlo tomar un descanso, lo tiene bien merecido.

Jaxon ordenó una retirada. Lorence y Úrsula lo habían logrado retener con eficacia, aún cuando él era capaz de abrir Líneas Ley a su antojo. Pero era claro que la Secta del Libro de las Sombras estaba siendo superada. Se marcharon, pero dejaron claro que volverían.

Era obvio que después de aquella batalla, nada volvería a ser lo mismo en la comunidad mágica. Todas las brujas lo vieron con sus propios ojos, se enfrentaban a algo desconocido y ni siquiera sabían porqué las atacaban. La única con esa información era Miranda Holbrooke, y ella no compartiría ese conocimiento por nada del mundo, pues sabía que las autoridades mágicas se le irían encima al pobre Michelangelo.

La directora se echaría la culpa de haber ocultado que Mikey era un Brujo Arcano. Algunas otras profesoras lo sabían, ya que Miranda se los contó con el tiempo. Finnela, Badcock, Lukic y Úrsula, quienes contaban con su mayor confianza, pero la directora decidió llevar la culpa ella sola.

Las discusiones entre la F.D.M., las brujas de altos cargos que se encontraban presentes en aquel atento, la mismísima ministra de magia y la directora Miranda no se hicieron esperar.

Mikey, ajeno a todo aquello, seguía sin despertar. Descansaba en una camilla de la enfermería de Luna Nova. No habían dejado entrar a ninguna de sus amigas, por más que Akko y Amanda insistieran.

Ese día fue llamado como el Atentado Arcano a Luna Nova, y se registró a la Secta del Libro de las Sombras como una organización terrorista, la primera conformada solo por personas de la comunidad mágica.

Todas se tendrían que unir para enfrentar esta nueva amenaza.

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Yo fui F Green, su escritor anónimo de confianza. Me lees en el próximo capitulo.