Maldita rubia
Estábamos en clases de lenguaje mágico con Finnela. El aula era una convencional, bastante simple. En pocas, palabras, un aula normal de una escuela normal. La única diferencia es que las letras de la pizarra se escribían solas con el movimiento de la varita de la profesora.
Si soy sincero, esto es bastante aburrido.
—En otras palabras, las Letras de Luna son el antiguo sistema de símbolos que usaban antes las brujas, y son un tipo de escritura segmentaria —explicó Finnela. Ella movió su varita y una serie de símbolos aparecieron en la pizarra— ¿Alguien puede leer esto? —preguntó.
Volví a ver a Akko, la cual estaba a mi lado, sentada. Ella tenía los ojos bien abiertos y su cara era de completa incredulidad. Sí, esto no era lo que ella esperaba.
Yo volví a ver a la profesora. Iba a levantar mi mano, sin embargo, otra alumna también lo hizo antes que yo, una chica de cabello rubio platinado y ojos azules.
—Señorita Cavendish —dijo Finnela— adelante.
—"Bendito sea quien deje esta piedra intacta, ay de quien la mueva" —dijo la rubia, Cavendish, terminando su lectura.
—"Recibirá un castigo que ni él se podría imaginar" —continué el texto donde ella lo había dejado.
Todas las alumnas en el salón dirigieron la mirada hacia nosotros dos.
—Maravilloso, Diana Cavendish —dijo Finnela con una sonrisa— y... Michelangelo Ambrosius —dijo esto último con sorpresa— desde que soy profesora, son los únicos que han logrado leer esto.
Las alumnas comenzaron a murmurar entre ellas. Me dirigían varias miradas de sorpresa. Diana, la chica rubia, antes de volver su atención de nuevo a clases, me volvió a ver rápidamente de reojo.
—Mikey... —me dijo Lotte. Ella estaba sentada a mi lado— no sabía que eras bueno en esta materia.
—Antes de venir, estudié bastante. Supuse que lo necesitaría —le respondí con una pequeña sonrisa.
—Debo de admitir que fue sorprendente —dijo Sucy. Ella sentada al lado de Lotte.
Akko aún seguía sumida en sus pensamientos, viendo a la nada con esa expresión de incredulidad. Al parecer, no fue su mejor primer día de clases.
Después de esa primera clase, fuimos a la siguiente. Tocaba clase de pociones. A pesar de que nos habíamos pasado de aula, el lugar era idéntico. Al parecer, todas las aulas de aquí eran iguales, o al menos la mayoría.
La profesora Lukic, una anciana de cabello canoso y nariz puntiaguda, era quien impartía esta clase. Tenía un gran caldero con un líquido verde en él, y en sus manos tenía un enorme cucharón de madera que usaba para revolver el líquido que había dentro del caldero, del cual poco a poco comenzaba a salir un humo color verde el cual llenaba todo el salón de clases.
—Mientras más lo muevan, más cambia de color... —decía la anciana— luego, añaden una rana viva a la caldera...
Conforme iba hablando, las alumnas iban tomando notas. Ella siguió dando instrucciones de como elaborar la poción, y mientras más movía el cucharón, más humo salía, llegando hasta donde nosotros. Sucy parecía encantada con esta clase, estaba poniendo mucha atención.
Mientras que Lotte y Akko tosían e intentaban alejar el humo, Sucy lo respiraba con total normalidad. Hasta parecía disfrutarlo.
Después de esa desagradable clase, cambiamos de aula otra vez. Ahora estábamos con la profesora Badcock, una anciana de cabello azulado, lentes redondos y estatura pequeña.
Parece que aquí el 99% de las profesoras eran ancianas.
Estábamos en numerología mágica, una clase de lo más aburrida.
—Como les decía —dijo Badcock con un libro en la mano mientras movía su varita, así en la pizarra aparecieron un montón de símbolos y números— se considera que Pitágoras contribuyó en el descubrimiento básico de la predicción a base de números racionales, y las brujas se apoyaron en esto, basándose en las reglas de la suerte mágica para predecir sucesos —explicó— como lo ven en la página 933, línea 102, desde la perspectiva de la numerología, pueden describir el universo desde el 1 al 5.
Diana levantó la mano desde su asiento.
—Profesora, en realidad es del 1 al 4, no del 1 al 5 —dijo ella.
—4,6 —la corregí— es del 1 al 4,6.
Badcock, al escucharnos a ambos, revisó rápidamente el libro.
—Oh, tienes razón. Es del 1 al 4,6. Lo siento, fue mi error —dijo rápidamente la profesora.
Diana otra vez me volvió a ver de reojo, sin embargo, yo no le di mucha importancia.
Voltee mi cabeza y vi a Akko dormida a mi lado.
—Akko... —intenté despertarla, en vano.
—Déjala, Mikey —me dijo Sucy mientras tomaba sus apuntes.
Yo solo suspiré y la dejé dormir.
Finalmente el recreo llegó. Yo fui junto con las chicas a la cafetería y tomamos asiento en una mesa vacía. Varias hadas iban de aquí para allá, trabajando. Llevaban lámparas, bombillos y entre otras cosas, y había trolls atendiendo y trabajando en la cafetería.
—¡Qué sucede. Por qué las clases de magia son tan aburridas! —exclamó Akko.
Desde que salimos al recreo ha estado quejándose de eso. Me tiene mareado.
—Mikey, ¿puedes pasarme la sal? —me dijo Sucy.
—Sí, claro —le respondí e hice su pedido.
Mientras tanto, Akko siguió quejándose, se quejaba y se quejaba sin parar. Ninguno de los tres le estábamos poniendo atención, ya que, bueno, eran quejas sin sentido. Prácticamente estaba hablando sola.
—No es nada como lo pensé... —siguió hablando— es difícil creer que Shiny Chariot aprendió magia en esta escuela.
Vi como nuestra compañera de clases, la rubia, Diana, se acercó por detrás a Akko y la vio con el ceño fruncido mientras escuchaba lo que decía. Ella estaba acompañada por otras dos chicas.
—Nadie acepta la magia de Shiny Chariot, sobre todo en esta escuela —dijo, haciendo que Akko la volteara— Atsuko Kagari, ¿ese es tu nombre, no? Eres nueva, ¿cierto?
—Llámame Akko, y sí, soy nueva ¿Y tú eres...? —le respondió Akko.
—Soy Diana Cavendish. Ellas son mis dos amigas, Hannah y Bárbara —se presentó a sí misma y a las dos chicas que la acompañaban.
—¿Cómo es posible que no conozcas a Diana? Ella es muy famosa en el mundo de la magia —dijo Hannah.
—Más que eso, dicen que ella es la mejor bruja en la historia de Luna Nova —agregó Bárbara.
Simplemente suspiré al oír eso. No me llevo muy bien con las personas arrogantes, y Diana tenía todas las papeletas para caerme mal, aunque, a decir verdad, sus dos amigas ya me cayeron en la punta del-
Piensa en los niños, Mikey. No digas groserías...
—Está bien, entonces, te llamaré Akko —le dijo Diana— pero quiero que sepas que la mayoría no tiene una buena opinión sobre Shiny Chariot. Ella ha sido duramente criticada aquí.
—¡Eso no es verdad! —replicó Akko— la gente de todo el mundo amaba sus shows. Ella era muy popular.
—Es cierto, fue muy popular, pero solo era un espectáculo, además, es imposible que una magia como esa durara mucho tiempo —respondió Diana— desde que Chariot desapareció y dejó de hacer espectáculos, han pasado diez años, y a nadie le importa lo que haga o en qué lugar esté ahora.
Akko iba a responder, sin embargo, yo adelanté mi palabra.
—Diana, llevo una semana entera buscando, y aún no encuentro quién te preguntó —le dije— entonces, te invito amablemente a irte.
Diana se quedó un poco impresionada por mi respuesta tan directa, al igual que sus dos amigas. Antes de que alguna pudiera decir algo, Akko se levantó de su asiento y confrontó a Diana.
—Shiny Chariot me dio un sueño, me dio algo por lo qué luchar. No dejaré que digas esas cosas... —dijo— y también encontré su vara brillante en el bosque.
—¿... La Vara Brillante? —dijo Diana con tono escéptico.
Fuimos al patio de la academia. Estábamos frente a una gran estatua de una bruja. Ahí estaba Akko, con la vara brillante en sus manos, Diana estaba viendo, con sus dos amigas atrás de ella. Yo, Lotte y Sucy estábamos en una esquina, viendo la escena.
—Debe ser falsa, como muchas otras —dijo Diana.
—¡No lo es! —respondió Akko de inmediato.
—¿Ese juguete es tu mayor posesión? —se burló Hannah, la cual rió junto a Bárbara.
Esto enfureció a Akko, la cual se acercó con varita en mano a la estatua.
—¡Les demostraré que no es así! —dijo.
Mientras tanto, yo, Lotte y Sucy veíamos aquello, sintiendo vergüenza ajena.
—Genial, hará el ridículo —dijo Sucy.
—Sí... lo hará —le respondí.
Akko agitó la varita y repitió palabras sin sentido, una y otra vez, pero ni sus mil intentos dieron resultado. No logró hacer nada.
—¿Por qué...? Ayer sí funcionó... —dijo Akko, deprimiéndose por el nulo resultado de su demostración de poder.
Vi como Diana sacó su varita, iba a lanzar un hechizo, yo de inmediato me acerqué a ella y la detuve.
—Ni se te ocurra —le dije.
Diana guardó su varita y me vio con cara seria. No dijo nada, simplemente se alejó de mí y se dirigió a Akko.
—La magia es algo que se estudia y se cultiva, no es algo que alguien fascinada por una-
Antes de que Diana siguiera hablando, me puse entre ella y Akko.
—Suficiente —dije.
Ambos cruzamos miradas. Ni su expresión seria podía ocultar el enojo creciente que ahora sentía hacia mí, y sinceramente, ella también ya me había caído mal. Es bueno que el sentimiento sea mutuo, supongo.
Ella sin decir nada más, se marchó junto con sus dos amigas.
—Qué chica tan engreída... —dije viéndola alejarse.
¿Por qué siento que esto es solo el inicio de una relación de odio mutuo por el resto de nuestra estancia en esta academia? Genial.
Aclaro que eso último fue sarcasmo, esto no es nada genial... Maldita rubia.
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De verdad que no había escrito algo con tanta emoción en mucho tiempo, siento unas ganas tremendas de terminar esto, o más bien, ganas de llegar al clímax de la historia. Por ahora la verdad es que siento que los capítulos pueden ser lentos o pesados, pero tengo demasiadas cosas planeadas para esta historia. Como diría el típico músico independiente que sube a YouTube sus canciones grabadas con el celular: se vienen cositas. En fin, espero que te haya gustado lo que acabas de leer, sea quien seas.
Yo fui F Green, su escritor anónimo de confianza. Me lees en el próximo capitulo.
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