Interludio: no voy a morir
Diana Cavendish se encontraba en el bosque que quedaba a los alrededores de Luna Nova. Estaba en el bosque de Arcturus, o también conocido como el Bosque Prohibido.
Había llegado ahí después de recibir el ataque de aquel miembro de la Secta del Libro de las Sombras. Logró sobrevivir gracias a que conjuró un hechizo protector sobre su cuerpo en el momento exacto, evitando sufrir daños mayores.
—¡No dejen escapar a nadie!
Diana se escondió detrás de unos matorrales al escuchar esas voces, que eran seguidas por pisadas.
—¡No duden en atacar si ven a alguien por aquí. Nadie puede huir!
Eran enmascarados. Demasiados, más de los que Diana podría enfrentar sola. Intentar volver a la academia sería un suicidio, pero entonces, ¿qué haría?
Sacó su varita y la sostuvo firme. No tenía más opción.
Se deslizó entre arbustos y árboles, quedando desapercibida. Lanzó un hechizo y derribó a dos enmascarados. Los demás que estaban cerca, al ver que dos de sus compañeros fueron derribados, se pusieron en alerta. Diana se mantuvo escondida.
Cambió de lugar sigilosamente y disparó a tres enmascarados más. Siguió así hasta acabar con todos los que estaban en su área. A ese pasó, hubiera podido acabar con todos y regresar a Luna Nova, pero...
—Auch...
Tropezó con... ¿un jarrón?
Cayó al suelo, haciéndose unos pequeños raspones en las rodillas.
Se volteó a ver el jarrón, extrañada. No tuvo mucho tiempo de pensar, ya que de inmediato empezó a emerger del jarrón... algo.
Diana lo reconoció al instante. Debía ser un espíritu, como los que podía llamar aquella amiga de Michelangelo, ¿cómo se llamaba? ¿Lotte?
El espíritu tomó forma. Era bastante grande, de aspecto humanoide y con una sonrisa de oreja a oreja que resultaba de lo más inquietante.
—Veo que eres bastante competente, mocosa.
Diana escuchó una voz femenina tras suyo. Se levantó rápidamente y se dio media vuelta. Una mujer, con la misma túnica negra que los enmascarados, estaba parada frente a ella. Tenía el cabello castaño oscuro largo y liso. Sus ojos eran lo más peculiar. De tono ámbar, casi parecían dorados.
Diana sostuvo su varita con firmeza. Las intenciones de esa mujer eran claras. Pero Diana no pudo defenderse, ya que el espíritu del jarrón, al cual le había dado la espalda, se acercó a ella y la agarró por detrás, inmovilizando su cuerpo.
Intentó deshacer el agarre del espíritu, pero no pudo. Era excesivamente fuerte.
La mujer se acercó a Diana con una sonrisa sádica en su rostro. Se inclinó para estar a su altura, viéndola a los ojos.
—Por tus rasgos veo que eres una Cavendish. Por fin podré añadir a mi lista de víctimas una descendiente de una de las grandes familias de brujas. —Soltó una carcajada que le puso los pelos de punta a Diana— mi nombre es Olive. el más allá.
«Tengo que librarme de esto —pensó Diana— no voy a morir aquí».
Diana respiró profundamente, buscando calma en medio del caos. Su mente trabajaba rápidamente, repasando todos los hechizos que conocía. No podía permitir que Olive ganara.
—¿Nada que decir, querida? —se burló Olive, mientras extendía su mano hacia Diana— supongo que los Cavendish no son tan impresionantes después de todo.
Olive comenzó a murmurar un conjuro, y una oscura energía se concentró en su palma. Diana sintió que el agarre del espíritu se hacía más fuerte. La presión era insoportable, pero entonces recordó algo: si destruye el objeto ligado al espíritu, por consecuente, el espíritu también será destruido.
Concentrándose en el jarrón que había causado su caída, Diana levantó su varita apenas unos milímetros y susurró un hechizo.
Una pequeña chispa de energía mágica salió disparada hacia el jarrón, rompiéndolo en el proceso. El espíritu gruñó alto y aflojó el agarre. Diana volvió a convocar otro hechizo.
—¡Expulso!
El espíritu y Olive fueron lanzados hacia atrás, cayendo de espaldas. Olive se levantó rápidamente, y observó como el espíritu que antes la obedecía, ahora se desvanecía poco a poco, debido a la destrucción de su jarrón.
—¡Maldita seas! —gritó Olive, avanzando hacia Diana— ¡Pagarás por esto!
De su manga sacó un pequeño objeto. Lo lanzó al aire y, sin siquiera decir un hechizo o usar alguna varita, hizo que este mismo se agrandara en tamaño.
Era un jarrón. De él emergió un espíritu, bastante similar al que Diana acababa de destruir.
Diana rodó hacia un lado justo a tiempo para esquivar el primer ataque. Las garras del espíritu apenas la rozaron. Se incorporó con rapidez, pero no recibió tregua. Esta vez, tuvo que convocar un escudo mágico para protegerse del ataque.
«No puedo ganarle yendo de frente —pensó Diana— es más fuerte que yo».
Ella siguió manteniendo activo el escudo, mientras que el espíritu intentaba romperlo con sus garras.
Olive caminó hacia estar a un lado del espíritu. Vio a Diana a través del escudo mágico translúcido. Su sonrisa, sádica y espeluznante, hizo recorrer un escalofrío por el cuerpo de Diana.
Si Olive arremetía contra su escudo junto al espíritu, lo romperían, y quedaría en el suelo, desprotegida.
—Qué pena que esto acabe tan rápido —dijo Olive— pero no puedo entretenerme mucho contigo. Tengo cosas qué hacer.
Diana gruñó, poniendo todo su esfuerzo en el escudo. No podía hacer mucho más que eso.
Olive levantó ambos brazos, con sus manos cerradas en puños, y los cruzó delante de su cuerpo, formando una equis.
Una Línea Ley se abrió repentinamente detrás de ella.
La cara de estupefacción de Diana lo decía todo. Ella no lo sabía, pero aquello era una muerte segura, puesto que no era una Bruja Arcana, por lo que no podría moverse por una Línea Ley sin una escoba. Quedaría a merced de su enemiga, la cual no dudaría en acabar con ella.
Pero antes de que esto sucediera, alguien la empujó.
Su escudo se deshizo y perdió su varita. Ella cayó de cara contra el suelo. Cuando se incorporó y levantó su cabeza para ver qué sucedió, no pudo ver nada.
Ni Olive ni el espíritu estaban en el lugar de antes.
No entendía en lo más mínimo qué acababa de ocurrir.
Después de unos segundos, una Línea Ley se volvió a abrir, unos cuantos metros lejos de Diana. Del portal salieron expulsados Olive y... ¿Michelangelo?
Ambos cayeron al suelo pero se levantaron rápidamente. Por todo el lugar había pedazos desperdigados de cerámica, y el espíritu ya no estaba. Mikey había destruido el jarrón.
—Vaya, mira quién apareció —dijo Olive, con una sonrisa maliciosa— el elegido.
Mikey frunció el ceño al escuchar sus palabras.
—¿Cuántas veces tendré que decir que no soy ningún elegido?
Olive solo rió en respuesta. Procedió a apuntar a Diana con su dedo, la cual aún seguía en el suelo a unos metros de ellos.
—Mira, Ambrosius, te daré dos opciones. —Su dedo se iluminó. Estaba empezando a formar un proyectil de energía mágica— te entregas sin resistencia, o algo muy malo le pasará a la chica Cavendish.
Mikey volvió a ver a Diana, ella le devolvió la mirada. Se sentía débil, cansada y su cuerpo le dolía.
Mikey apretó los dientes, pero su expresión no cambió. No podía dejar que su ira lo dominara.
—¿Te crees muy lista? —dijo Mikey, mientras se acercaba un poco a Olive, su tono de voz firme— déjame decirte que he lidiado con muchos como tú en mi vida. No eres una amenaza
Olive se rió entre dientes, ignorando la amenaza implícita. Miró el proyectil de energía que sostenía, el cual se agrandó y siguió apuntando a Diana.
—No te equivoques, Ambrosius. No soy como los demás, no me asustan tus amenazas vacías.
Diana, aún en el suelo, intentó ponerse de pie, sabiendo que no podía permitir que Mikey enfrentara todo esto solo. Pero sus piernas temblaban, el dolor y la fatiga le dificultaba moverse con rapidez.
Mikey la miró, y aunque no dijo nada, sus ojos le transmitieron un mensaje claro: «quédate atrás».
Cuando estaba dentro de una Línea Ley, lo tenían a su merced, por lo que Olive tenía las de ganar en una batalla a largo plazo. Aparte de todo eso, Diana estaba en peligro, por lo que no podía dejar que la batalla se prolongara mucho. Ni siquiera usando el Uzumaki Corporal tendría oportunidad, puesto que sí, podría sorprender a su enemiga y darle un buen golpe, pero Olive no dudaría en lanzar el hechizo para matar a Diana, y no tendría forma de frenar eso.
Apretó sus puños con fuerza. Si se movía bruscamente, Diana moriría. No podía permitir eso.
—¿Acaso estás dispuesto a levantarle la mano a una dama? —dijo Olive en un tono burlesco.
—Sí. —Sonrió ampliamente, mostrando sus dientes.
Hizo el amague de atacarla, pero en realidad su intención era otra. Olive lanzó el hechizo hacia Diana, pero Mikey se lanzó y se puso en medio, recibiendo el impacto.
«Maldita sea», pensó Mikey.
Había calculado todo mal. Creyó que el hechizo de Olive sería un proyectil contundente, pero no, fue uno perforante. El proyectil perforó por completo su hombro dejándole un agujero limpio que chorreaba sangre. Pero logró su cometido: defender a Diana.
Ella lo vio con los ojos bien abiertos, conmocionada por la gran herida en el cuerpo de Mikey, pero sobre todo, por como él se lanzó sin dudarlo a salvarla.
—Un pequeño rasguño. No es nada —dijo Mikey, poniendo una amplia sonrisa a pesar del dolor.
Pensó en usar el Uzumaki Corporal ahora sí, pero decidió que mejor no lo haría. El hechizo afectaría no solo a Olive, sino también a Diana, y eso sería un problema, por lo que mejor decidió lanzarle un Uzumaki.
Olive lo esquivó y rápidamente volvió a poner sus brazos en posición para abrir una Línea Ley de nuevo, sin embargo, ese era exactamente el plan de Mikey. Deshizo el Uzumaki, puesto que solo era una distracción, y luego...
—¡Metamorphie Faciesse! —exclamó.
El hechizo le dio de lleno a Olive, convirtiéndola en un ratón. No pudo esquivarlo debido a que estaba en medio de una maniobra evasiva, esquivando el Uzumaki y las múltiples rocas que salían volando en el aire, atraídas por el hechizo.
Debido a su nueva forma animal, no pudo abrir una Línea Ley como lo planeaba. Rápidamente contrarrestó el hechizo aplicado en su cuerpo y volvió a su forma humana, pero para cuando lo hizo, ya tenía a Mikey encima de ella.
Recibió una patada en la cara, dejándola aturdida. Cayó de espaldas al suelo, pero cuando se intentó levantar, un proyectil mágico impactó contra ella en un costado del cuerpo.
Mikey giró su cabeza para ver quién lanzó el ataque, y se sorprendió al divisar en la distancia una escoba acercándose a toda velocidad, con dos brujas arriba.
Amanda y Akko.
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Acá les dejo un regalito de año nuevo. Feliz año
Yo fui F Green, su escritor anónimo de confianza. Me lees en el próximo capitulo.
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