Interludio: el peor hombre

Diana volvió a la fiesta junto con Frank. No lograron encontrar a Michelangelo ni a Andrew, así que finalmente se rindieron y volvieron.

Diana tomó asiento en su mesa. Hannah y Bárbara estaban muy ocupadas disfrutando de la fiesta, mientras que Diana estaba más centrada en estar enfadada con Michelangelo.

¿Por qué?

Porque se había vuelto a salir con la suya otra vez. Ella no tenía ni idea de a dónde había ido, pero seguro que no se escapó de la nada para hacer algo que no implique romper las reglas de la academia, y que la haya dejado sola haciendo un trabajo que se suponía que era de los dos, le causaba aún más enojo.

«Es un idiota —pensó ella— ni siquiera debería estar en esta academia».

Aunque Akko, la amiga de Michelangelo, también le causaba cierta irritación, no era el mismo sentimiento que le causaba el joven Ambrosius. A Akko solo la veía como una alumna incompetente y molesta, que no le llegaba ni a los talones, pero Michelangelo era diferente. Era, junto a ella, de los mejores promedios de la academia.

Diana siempre había sido la mejor bruja en toda Luna Nova, y que alguien como él la igualara, le causaba disgusto.

En resumen: A Akko la veía por encima del hombro, mientras que Michelangelo, por más que le molestara, era su igual.

El sentimiento de que Michelangelo no pertenecía a Luna Nova la hacía sentir aún peor. Él no debía estar allí, porque se supone que es una academia para brujas. Es más, los brujos ni siquiera existen... a excepción de él, claro. Le molestaba que alguien que, en primer lugar no debería pertenecer al mundo de la magia, tuviera el potencial de superarla.

«No, eso jamás. Él nunca me va a superar».

Pero, si siente ese odio hacia Ambrosius, ¿por qué pensaba tanto él y le daba tantas vueltas al asunto? Era tonto, ya que mientras más pensara en ese chico, más se enfadaba.

Suspiró y se recompuso, manteniendo una postura más firme en su silla.

«Michelangelo, eres un estúpido. Eres el peor hombre que jamás he conocido».

Ojalá pudiera decirle eso a la cara, pero ella nunca lo haría. Solo lo soportaba porque había sido criada con buenos modales y costumbres refinadas.

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Puede que no sea el mejor escritor del mundo ni mucho menos, pero por lo menos publico seguido.

Yo fui F Green, su escritor anónimo de confianza. Me lees en el próximo capitulo.

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