Fiesta Pagana

Y el día llegó. Hoy mismo iba a comenzar el festival Samhain dentro de poco.

En la pista de vuelo ubicada en el campus de la academia habían montado un gran escenario, rodeado de varias gradas donde alcanzarían todas las alumnas, profesoras e invitadas.

—Cuerdas, ¿ya afinaron sus instrumentos? —las llamé.

Recibí un sonoro "¡sí!" de parte de las alumnas.

Estábamos en el gran camerino detrás del escenario. Me aseguraba de que toda la orquesta estuviera preparada.

—¿Vientos metales y maderas?

Ellas respondieron igual en afirmativo.

—¿Y las de percusión tienen todo montado ya?

Recibí la misma respuesta.

—¡Muy bien! Las quiero a todas listas afuera, ¡en sus posiciones!

Y con eso dicho, me fui. Tenía que subir a la tamarina junto a Diana, ya que nos encargaron dar un discurso de inicio.

Llegué a la escalinata de acceso, donde estaba parada Diana. Caminé hasta estar a la par de ella.

—¿Nerviosa, Cavendish? —le dije en tono burlón.

—Para nada. Esto ya es costumbre para mí —contestó en un tono arrogante.

Ambos subimos al escenario. Todas nos estaban viendo, alumnas, profesoras, brujas invitadas. Esbocé una gran sonrisa.

Diana sacó su varita y recitó el hechizo para amplificar su voz. Sostuvo la varita frente a ella y habló.

—Bienvenidas. Soy Diana Cavendish, la directora del comité de asuntos generales del festival de Samhain. Muchas gracias a todas por... por venir... y... amm... —Empezó a ver de izquierda a derecha. El pánico escénico sí que le estaba afectando.

Actué rápidamente y le quité la varita de sus manos.

—Como mi compañera dijo: muchas gracias a todas por venir. Especialmente a las brujas invitadas, que han decidido hacer espacio en sus ocupadas agendas para poder presenciar este festival —dije— yo soy Michelangelo Ambrosius, seguro que han escuchado hablar de mí. Director ejecutivo de música y folklore del festival de Samhain. Espero que este festival que hemos organizado con tanto esmero les sea de su agrado. Sin más que decir, ¡qué comience el festival de Samhain! —Levanté en alto mi mano derecha, era la señal para la orquesta.

En todo el campus resonó una explosiva melodía. Mil Demonios, de La Maravillosa Orquesta del Alcohol. Claro, esa canción no estaba entre las que se suponía que debíamos tocar, pero ¿qué importa?

La orquesta trepó al escenario mientras seguían tocando, siendo recibidas por los aplausos que venían de las gradas.

Volví a ver a mi izquierda, justo en donde estaban las alumnas encargadas de los fuegos artificiales. Con un asentimiento de cabeza les di la señal.

La pirotecnia formó figuras variadas en el cielo naranja crepuscular. Mientras los fuegos artificiales decoraban el cielo, un grupo de estudiantes volaron en escoba, formando la insignia de Luna Nova en el cielo con un humo negro generado gracias a un hechizo. Este humo negro cambió de color a un dorado resplandeciente en cuestión de segundos.

Les voy a ser sincero. En este momento, me siento el puto amo. No me sentía así desde la carrera de relevos. Disfruté de los aplausos y ovaciones.

—Quizá para la próxima —le susurré a Diana mientras le daba una palmadita en el hombro.

Me bajé del escenario, Diana también, y lo hizo sin quitarme la mirada de encima. Me veía con odio, con ganas de matarme a sangre fría.

—¡Qué gran presentación! —dijo la chica morena, la encargada del periódico estudiantil. Ella sobrevolaba las gradas— ¡Una gran puesta en escena, definitivamente! ¡Y por cierto, al final del festival, la bruja de mayor excelencia será escogida para darle el título de Bruja Iluminada por la Luna, así que quédense hasta el final para ver quien será la que obtenga ese título!

Y lo mejor del festival fue el inicio, porque vaya espectáculos de mierda que hicieron el resto de alumnas. No es que lo hayan hecho mal, sino que lo que tenían que hacer en sí era muy... ¿anticuado? Cosas como preparar una poción en vivo, danzas extrañas con máscaras y túnicas, memorización de hechizos mega antiguos que se usaban en la edad media... Nada divertido o emocionante de ver.

La orquesta y yo tocamos lo mejor que pudimos en cada presentación en la que nos necesitaban, y era obvio que nosotros éramos quienes se llevaban casi toda la atención.

Yo había modificado un poco las canciones para que fuese más ameno escucharlas. Ahora ya eran canciones de verdad, y no melodías lentas, tristes y que da cáncer auditivo de solo escucharlas.

Cuando la presentación terminó, aplaudieron unas pocas personas, más que todo por pura cortesía.

Mientras las alumnas que seguían se preparaban para subir al escenario, yo y un par de miembros de la orquesta bajamos al camerino rápidamente. Los arcos de los violines, chelos, contrabajos y violas necesitaban recubrirse de resina para poder seguir tocando.

A lo lejos, en una esquina, vi a Lotte y a Sucy sentadas, pero no veía a Akko por ningún lado, así que me acerqué a ellas para preguntar.

—¿Dónde está Akko? Ya casi les toca salir a la tarima.

—Aún sigue practicando —me explicó Sucy— quiere seguir haciéndolo hasta el último momento.

—Pronto llegará, no te preocupes, Mikey —dijo Lotte.

Vi de reojo como Diana, Hannah y Bárbara se acercaban a nosotros. Llevaban unas capas color gris oscuro que las cubría casi por completo.

—¿Dónde está Kagari? —preguntó Diana— ya casi es su turno.

—Ya llegará —le dije de forma cortante.

—De seguro ya comprendió lo patética que es —dijo Hannah.

—Y ahora se quedó escondida para no pasar vergüenza —añadió Bárbara.

—Cállense ya, si no quieren un puñetazo en sus caras —dije mientras apretaba los puños del enojo— ella no escapó. No lo hará.

Una chica de la orquesta se acercó a mí y me agarró del hombro. Estaba jadeando del cansancio.

—Michelangelo, ya casi es hora de volver a salir —me dijo— tenemos que subir el amplificador y la pedalera para conectar y ecualizar.

Le di una última mirada de odio puro hacia Diana y las dos idiotas antes de irme.

La próxima presentación iba a ser el ritual de invocación, el cual realizaría Diana. Veremos quien se lleva la atención del público esta vez. En esta presentación demostraré porque este año tendrán que cambiar el título de Bruja Iluminada por la Luna a Brujo Iluminado por la Luna.

Mientras Diana, Hannah y Bárbara subían al escenario, toda la orquesta ya estábamos ahí arriba, y empezamos a tocar.

Se suponía que debíamos tocar una canción en concreto, que es una tradición y que se ha tocado en todos los festivales de Samhain, ¿pero saben qué? Era muy aburrida, así que la cambié por algo mucho mejor. Por eso necesitábamos una guitarra eléctrica.

Fiesta Pagana. Una obra maestra del rock.

Accio escoba... —susurré un hechizo.

Gracias a la Magia Arcana, no hizo falta una varita. La escoba llegó disparada hacia mí, y de un salto me subí en ella. Y sí, es un hechizo robado de Harry, ¿algún problema?

Sobrevolé las gradas mientras seguía tocando la grandiosa intro de Fiesta Pagana, y cuando la bateria, el bajo y la guitarra entraron con fuerza, toda la orquesta dio un grito que resonó en todo el sitio.

—¡QUÉ ESPERAN! —les grité a Diana, Hannah y Bárbara, las cuales se quedaron petrificadas en la tarima, quizá por la impresión de la canción que estábamos tocando.

No esperaron más e iniciaron el ritual de invocación. El suelo del escenario se volvió líquido, como agua resplandeciente de manantial, pero ellas no se hundieron. Era solo una ilusión.

En medio del escenario hubo un estallido de agua, del cual salió un... ¡un puto unicornio! El cual, literalmente, caminó en el aire, ¡en el aire, weon, EN EL AIRE!

Volé a la par del corcel y acaricié su cabeza. Él me siguió por un rato, ambos volamos encima del público, ellas nos veían impresionadas.

El coro de la canción llegó, y lo canté a todo pulmón junto al resto de la orquesta.

"¡Ponte en pie, alza el puño y ven
A la fiesta pagana, en la hoguera hay de beber
De la misma condición, no es el pueblo ni un señor
Ellos tienen el clero y nosotros nuestro sudor!"

El unicornio fue hacia Diana y corrió alrededor de ella con entusiasmo. Pude ver como su mirada estaba alzada, fija en mí. Yo le dediqué mi mejor sonrisa.

Mientras descendía para volver a la tarima, pasé cerca de las gradas. El público me ovacionó.

Cantamos el coro por última vez antes de dar finalizado el espectáculo. El corcel saltó hacia las gradas y, antes de chocar contra las personas que estaban ahí, se desintegró en pequeñas partículas de agua que flotaron hacia el cielo nocturno.

Nunca me habían aplaudido con tanta fuerza. Y eso que aún quedaba una presentación más: el ritual de sacrificio.

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