Como el Cthaeh
—Hay un antiguo fantasma en Luna Nova que solo aparece en las noches de luna azul. O sea, cuando hay una segunda luna llena en un mes —me explicó Akko— es un tipo con un muy mal carácter, pero tiene un vasto conocimiento sobre el pasado, el presente y el futuro, y responderá las preguntas de quien le agrade.
—Como el Cthaeh —dije.
—¿Cómo quién?
—Nada. Olvídalo.
Íbamos caminando por el campus, alejándonos cada vez más de los edificios principales de la academia.
—¿Y estás segura de que ese tal "fantasma", o lo que sea, es real?
—Estoy segura. La otra vez, fui a la Fuente de Polaris por la descripción de la carta, inclusive dicen la ubicación exacta.
Fruncí el ceño. Esas cartas tienen más información de la que deberían, aunque supongo que es así por conveniencias de la trama.
Ya deja de romper la cuarta pared, subnormal.
No quiero, perra.
—¿Y dónde está exactamente ese tal fantasma?
—En la torre de la Piedra Filosofal. En la planta baja, justo debajo de la capilla. Hay una cueva llamada el Abismo de la Luna Azul, pero la entrada solo aparece en las noches de luna azul.
Llegamos a la torre y entramos. Estaba abierto, cosa que me pareció extraña ¿Acaso no sabían sobre la posibilidad de que alguien entrara, escalara la torre y se robara la Piedra Filosofal?
Como tú dices: conveniencias del guión, Mikey. Conveniencias del guión... No me juzgues a mí, yo no cree la historia.
Yoh Yoshinari se pasó con las conveniencias.
—Llegamos —dijo Akko.
Sí, habíamos llegado a la capilla de la planta baja de la torre. Akko fue y se paró frente a una estatua de una bruja, por encima de esta misma estatua, entraba la luz de la luna a través de un cristal.
La Vara Brillante de Akko se iluminó en un color turquesa y lanzó un rayo de... ¿Energía mágica... pura...? Hacia el suelo.
¿Cómo?
El suelo se abrió, dando paso a unos escalones que iban descendiendo a una inmensa oscuridad. Akko y yo nos asomamos, pero no logramos ver nada.
—Es por aquí, esta es la entrada al Abismo de la Luna Azul —dijo ella.
Saqué mi varita y recité un hechizo que hizo aparecer una pequeña flama en la punta, dando una pequeña iluminación.
Empezamos a bajar los escalones hasta llegar al final de estos mismos. Entramos a una inmensa cueva, en la cual no parecía haber nada, así que seguimos avanzando.
—¿Por qué siempre que voy a algún lugar contigo tiene que ser alguna movida rara? —dije, viendo mi alrededor con disgusto— ¿No podemos, no sé, salir a comer un helado o algo así? Algo normal, ya sabes...
—Esto es mucho mejor —me contestó.
Dio unos pasos más y tropezó con una roca. La agarré de su camisa antes de que cayera de cara contra el suelo.
—Ten más cuidado... —me detuve un momento y vi alrededor.
Pilares de roca habían aparecido de la nada, rodeando nuestra ubicación. Parecían tener una especie de ¿cara?
—¿Qué hacen aquí? ¡¿Por qué vinieron?! ¡Vayanse!
—¡QUÉ ES ESO! —exclamó Akko aferrándose a mi brazo.
Unas voces femeninas resonaron por toda la cueva, repitiendo lo mismo una y otra vez.
—¿Qué carajos está pasando? —me pregunté.
Apenas Akko se soltó de mi brazo y caminó unos pasos hacia atrás, desapareció.
Me giré de repente al escuchar sus gritos, pero no vi nada. Ya no estaba.
—¿Akko? ¡¿Akko?! —grité desesperado al ya no verla— maldita sea, ¡¿dónde estás?!
Empecé a caminar rápidamente por toda la cueva, buscándola. Me desesperé con cada segundo que pasaba sin encontrarla, aún más cuando llegué a un callejón sin salida. La cueva se acabó, ya no había más.
—Ella ya no está. Se fue. Nunca la volverás a ver.
Escuché aquellas mismas voces de antes.
—¿Creen que me dan miedo, creen que me asustan? Maldito fantasma, copia barata del Cthaeh o sea quien carajos seas. —Levanté mi mano y apunté hacia la pared de roca de la cueva— como no me devuelvas a Akko, te voy a meter un Uzumaki por donde te alcance apenas te vea.
Escuché una estruendosa risa que resonó por toda la cueva, cosa que me enfureció aún más.
—Chistosito, eh. Parece que te cogió un payaso.
Lancé un Uzumaki, y otro, y otro. Destruyeron gran parte de la cueva y levantaron una nube de polvo.
Caminé hacia el cráter que acababa de hacer, dándome cuenta que ahí había una especie de túnel vertical que conducía hacia abajo. No me lo pensé dos veces y me tiré hacia el túnel, deslizándome por él. En mi mente solo estaba el único objetivo de encontrar a Akko.
Después de deslizarme por un rato, caí al suelo. Era una sala circular, sin ninguna otra entrada a parte de la que yo usé para llegar hasta aquí. Miré hacia todos lados hasta que vi a quien buscaba.
Akko estaba tirada en el suelo, al parecer inconsciente. Corrí hacia ella y me agaché para agarrarla entre mis brazos.
—¡Akko, Akko! —la llamé, pero fue inútil. No despertó.
Le tomé el pulso. Estaba estable y respiraba bien, eso me tranquilizó.
—Eres un muy buen amigo, pequeño brujo.
Me voltee con brusquedad. Quien había hablado era una mujer de aspecto fantasmal que brillaba en la oscuridad. Su piel era blanca y pálida, en su frente tenía un símbolo extraño en color lila y aguamarina, su cabello era grisáceo y muy largo. Llevaba puesto un largo vestido color verde oscuro junto con una tiara en su cabeza hecha de ramas y flores. También tenía lo que parecían ser dos astas, como las de un reno.
—Uzumaki.
Y lancé el hechizo directo hacia lo que fuera que fuese esa cosa, sin embargo, no pareció hacerle el más mínimo efecto. El hechizo la atravesó como si nada.
—Tranquilo. No te haré nada —me dijo.
—¿Qué le hiciste? —pregunté. Mi voz estaba llena de ira— si le pusiste un dedo encima, te las verás conmigo.
—No le hice daño —me dijo— solo la puse a prueba. Comprobé que ella es una chica muy valiente. Le ofrecí un futuro donde su sueño era una realidad, pero a cambio debía perder todo su pasado y recuerdos. Ella rechazó mi oferta.
—... ¿Qué eres?
—Me llamo Woodward. Un gusto.
—Michelangelo Ambrosius —me presenté igualmente.
Ella se acercó hacia mí flotando. Yo aún estaba desconfiado de... ese fantasma o lo que fuese, pero me mantuve firme.
Tenía a Akko alzada entre mis brazos. Por puro instinto, afirmé mi agarre sobre ella, como si tuviese miedo de que esa cosa rara que se hacía llamar Woodward le volviera a hacer algo o me la pudiera quitar.
—Desde hace mucho que no veía a un Brujo Arcano —dijo Woodward.
Abrí los ojos de sorpresa al escucharla decir eso.
—¿Cómo lo sabes?
—Puedo sentirlo. La energía mágica fluye en los Brujos Arcanos como si fuera su sangre, aún más que la de cualquier otra bruja —explicó— muchas cosas vendrán, Michelangelo. Espero estés listo para todos los desafíos que te esperan. —Puso su mano en mi frente repentinamente.
Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo, y sin poder evitarlo o hacer nada... Me quedé inconsciente.
Caí al suelo. Lo único que pude hacer fue que Akko no chocara contra el suelo, sino que mi propio cuerpo recibiera el impacto.
Cerré los ojos y perdí el conocimiento.
Por eso siempre eviten cualquier cosa que pueda "responder cualquier pregunta". Esos seres solo traen problemas.
Me desperté en mi habitación. Estaba en la cama de Akko, al lado de esta misma, la cual aún no despertaba.
Simplemente decidí no hacerme más preguntas y aceptar lo que sucedió. Después de todo, estoy en un mundo mágico, acá pasan cosas mágicas...
Subí a mi cama y me acosté. Me envolví con mis sábanas y cerré mis ojos, listo para dormir. Estaba muy cansado después de todo lo sucedido esta noche.
No sin antes pensar en aquellas palabras que me dijo esa tal Woodward.
"Espero estés listo para todos los desafíos que te esperan". Jah, estoy listo para patear los traseros de esos religiosos idiotas de la Secta del Libro de las Sombras. Que vengan de uno en uno, los haré tragarse mi Uzumaki.
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Para el que no haya entendido la referencia: el Cthaeh es un personaje de la saga Crónicas del Asesino de Reyes.
Yo fui F Green, su escritor anónimo de confianza. Me lees en el próximo capitulo.
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