Agresividad
Me encontraba sentado en una silla de un aula vacía. Estaba junto a Akko y la profesora Úrsula, la cual le estaba dando unas tutorías a mi amiga.
—¡Sosomme Tiextrilla! —recitó.
Las piezas de la estatua rota se fueron uniendo solas poco a poco.
—¡Lo estás haciendo bien, Akko! —la alentó Úrsula.
Sin embargo, la cabeza se puso al revés.
—¡¿Por qué no puedo hacer nada bien?! —exclamó Akko frustrada.
—Estuvo bien. Ya casi lo logras —le dije intentando animarla.
—Mikey tiene razón —dijo Úrsula— lo hiciste mejor esta vez.
—Pero este fue mi intento número 101... —dijo Akko mientras se sentaba en la silla más cercana y ponía expresión de desánimo.
Me paré y caminé hacia ella. Puse una mano sobre su hombro y le sonreí.
—A la próxima lo lograrás.
Akko sonrió igualmente.
—Tienes razón —dijo— ¡Yo puedo hacerlo!
Luego de terminar, volvimos a nuestro dormitorio. Ya era tarde y Akko estaba muy cansada.
Cuando llegamos, ella fue directo a su cama. Se acostó y soltó un largo suspiro.
—¿Cómo les fue con la profesora Úrsula? —nos preguntó Lotte. Ella estaba sentada en la silla delante de la pequeña mesa que teníamos en la habitación, leyendo un tomo de Night Fall.
Después de lo sucedido la noche en la mansión de Hanbridge, Lotte no se comportó diferente. No parecía enfadada conmigo como lo imaginé que estaría. Yo decidí no mencionar el tema.
—He avanzado muy poco en los hechizos —dijo con voz exhausta— y eso que llevo un mes estudiando con ella. Mientras que Mikey... él es tan bueno como siempre.
—Que la profesora Úrsula te haya estado ayudando a ti y a Mikey todos estos días la hace una gran persona, yo la admiro mucho —dijo Lotte.
—Tienes razón, aunque me frustra no poder mejorar.
—No te convertirás en la mejor bruja de la noche a la mañana —le dijo Sucy, la cual estaba... ¿Qué diablos está haciendo, meditando encima de su cama? ¿Eso que tiene entre las piernas es una vela aromática?
—Quiero conocer a Chariot —dijo Akko mientras veía el póster de Shiny Chariot que tenía pegado en la pared, a un lado de su cama— quisiera preguntarle cómo puedo ser como ella. Han pasado diez años desde que hizo su último show, después de eso, desapareció, ¿por qué lo hizo, por qué se fue tan súbitamente? ¿Dónde... está ahora?
—Apuesto a que Chariot conoció a un encantador muchacho y tuvo un amor prohibido —dijo Lotte— seguro que hizo un largo viaje siguiendo al amor de su vida, y ahora vive en una casita con jardín junto a él.
—Yo creo que la envenenaron y se convirtió en roca —dijo Sucy interrumpiendo el monólogo de Lotte.
—O quizá solo quería dejar el espectáculo y comenzar a vivir una vida normal. No sé, es solo una posibilidad —dije mientras me encogía de hombros.
—Akko, ¿por qué no le preguntas a la profesora Úrsula? —sugirió Lotte— quizá ella sepa algo. La profesora y Chariot fueron alumnas aquí, incluso es posible que hayan coincidido, o incluso pudieron ser compañeras de clase.
Akko se levantó de su cama de forma repentina y corrió hacia la puerta.
—¡Tienes razón, Lotte! —dijo mientras abría la puerta— iré a preguntarle.
—Akko, ya es tarde. Deberías preguntarle otro... —Antes de que pudiera terminar la frase, Akko salió y cerró la puerta detrás de ella— estupendo.
—Creo que la profesora Úrsula es demasiado paciente con Akko —dijo Sucy— demasiado.
—Díganmelo a mí, que la soporto las 24 horas del día, los 7 días de la semana —dije suspirando.
—No sabes cuánto te admiro por eso, Mikey —me dijo Sucy— yo ya me habría vuelto loca.
Solté una pequeña carcajada.
Escuchamos el típico sonido de alguien llamando a la puerta. Los tres vimos en dirección a la puerta, extrañados.
—¿Quién viene a esta hora? —pregunté.
—Iré a abrir. —Lotte se levantó y fue hacia la puerta.
Agarró el pomo, lo giró y la abrió. Delante de ella logré divisar la pequeña figura de la directora Miranda parada en la entrada.
—¿Directora? —preguntó Lotte con sorpresa— ¿Necesita algo?
—¿Está Mikey con ustedes? —Ladeó un poco la cabeza para ver al interior de la habitación, ya que Lotte le tapaba la vista.
—Sí, él está aquí. —Se quitó rápidamente de la entrada, dándole a Miranda una mejor vista.
Me dirigió su mirada y sonrió.
Seguí a la directora Miranda por los pasillos. Dijo que me necesitaba para algo, pero no dijo el qué, por lo que asumí que era algo referente con...
Entramos a su despacho y ella tomó asiento en la silla detrás del escritorio, mientras que yo me senté en una que estaba en frente.
—Quería hablar de algo contigo —comenzó— es sobre la Secta del Libro de las Sombras.
Me tensé al escuchar ese nombre y mi corazón latió con más rapidez. De pronto, me atacó un repentino nerviosismo.
—¿Qué pasa con ellos? —pregunté— ¿Ya saben donde estoy, vienen hacia aquí?
—Tranquilo, Mikey —me dijo Miranda— ellos... se han mantenido fuera de nuestro alcance por el momento. No sabemos casi nada de dónde podrían estar o qué están haciendo, pero ellos aparecerán, tarde o temprano, y debemos estar preparados para ese momento.
—Lo estoy —dije rápidamente— yo puedo con ellos.
Miranda suspiró. Abrió un pequeño cajón de su escritorio y sacó un extraño objeto, era cilíndrico y de color dorado, con algunas partes transparentes que permitían ver el interior: una intensa luz color aguamarina.
—¿Qué es eso? —pregunté.
—Es la llave de la bodega de archivos —me contestó— confío en ti, Mikey. Sin embargo, aún te falta mucho por aprender. En la bodega de archivos puedes encontrar algo que te sirva, algún libro o documento sobre los Brujos Arcanos. Escritos a los que nosotras no hemos podido hallar utilidad por no poder controlar la Magia Arcana.
—Disculpe, directora.
Esa voz. Maldita sea, ¿es en serio?
La voz fue seguida por tres leves golpes a la puerta.
—Discúlpeme, soy Diana.
—Oh, Diana. Pasa, adelante —respondió Miranda.
Diana abrió la puerta y entró al despacho. Me vio de reojo con cierta extrañeza, pero me ignoró olímpicamente.
Desde aquella noche en la mansión del Conde Hanbridge, no hemos vuelto a tener una conversación. Solo nos hemos estado tirando pequeños eufemismos o indirectas llenas de mordacidad y veneno por lo bajo en clase, pero no creo que eso cuente como "conversación".
—Disculpe la hora, directora —dijo Diana mientras se acercaba al escritorio de la directora— pero necesito su ayuda. Estaba buscando un libro en concreto, una enciclopedia sobre las Nueve Grandes Brujas. No pude encontrarlo en la biblioteca y me preguntaba si usted sabía algo.
—Sí, sé cual es —respondió— debe estar en el archivo. —Me dirigió la mirada— y qué casualidad, pues Mikey justo iba a ir allí. Él tiene la llave, así que pueden ir juntos.
¿Pero qué estaré pagando, qué mal habré hecho yo?
Ni te quejes tanto, que otros escritores maltratan el doble a sus protagonistas. Yo más bien te estoy haciendo un favor.
¿Un favor?
Lo entenderás más adelante.
—¿Con... Michelangelo? —Su cara de decepción cambió a indiferencia en unos segundos— sí. Está bien, directora.
Yo también oculté mi disgusto. Solo asentí ante lo dicho por Miranda.
Agarré la llave del archivo y la guardé en mi bolsillo. Yo fui primero a la puerta para salir, Diana me siguió los pasos pero manteniéndose atrás de mí.
—Por cierto, deberían ir cuando la luna esté en lo alto del cielo —nos dijo Miranda antes de que saliéramos del despacho— hoy es noche de luna azul. El poder mágico de la luna azul... podría crear cosas misteriosas.
Como ninguno de los dos entendió de qué diablos hablaba la directora, solo asentimos y salimos del despacho.
Mientras caminábamos en silencio hacia el archivo de Luna Nova, iba pensando en lo que dijo Mirando. La Secta del Libro de las Sombras vendrá a por mí, tarde o temprano. Esto ya no me involucra solo a mí, sino a toda la academia. A la directora, a las profesoras, a las alumnas... a mis amigas.
No podría permitir que ellos perjudicarán a alguien por mi culpa.
Llegamos al archivo y entramos utilizando la llave. Era un edificio enorme lleno de estanterías que llegaban hasta el techo, pero no había escaleras.
Diana caminó a un lado y agarró una escoba que estaba dentro de una escobera al lado de la puerta, la cual yo no había visto.
La vi elevarse en el aire con su escoba y empezar a buscar entre las estanterías el libro que quería. Me quedé un rato viéndola desde abajo.
Desde aquella noche en la fiesta de Andrew, no he parado de...
De...
¿De qué?
Nada.
Si tú no quieres decirlo, lo diré yo. Desde aquella noche en la fiesta de Andrew en la mansión de los Hanbridge, Mikey no había podido sacar a Diana de su cabeza-
¡NO ES CIERTO! Ya cállate. Se supone que yo soy el narrador, no tú.
No, no, no. Tú no sabes narrar bien. Ahora me toca a mí.
Como decía: por alguna razón, Mikey no había podido sacar a Diana de su cabeza desde aquella noche. Al principio, esto le frustraba, pero después simplemente decidió ignorar sus propios pensamientos.
Lo que él no sabía era que Diana estaba en la misma situación que él.
En los últimos días, ambos se estaban empeñando más de lo normal en hacer enfadar al otro. Sin embargo, en un momento a solas como este, su hostilidad permanecía calmada. Una calma que se podía desmoronar de tan solo un soplido, ya que bastaba una sola frase para que los dos empezaran a lanzarse los insultos más elaborados que alguien jamás podría decir.
Mikey agarró una escoba y empezó a volar hacia las estanterías más altas. Fue una coincidencia desagradable para los dos cuando se dieron cuenta que ambos tendrían que estar relativamente cerca, ya que buscaban en la misma sección del archivo. La sección de libros de historia mágica pre-moderna.
Ambos se estuvieron viendo de reojo mientras buscaban.
Qué comportamiento tan raro, ¿no?
Mientras fingían estar concentrados en la búsqueda, cada vez que uno de ellos hacía algún movimiento, el otro se tensaba, como si estuvieran esperando el momento perfecto para atacar.
Continúa, Mikey.
Como quieras.
Mi búsqueda fue infructuosa. No encontré nada sobre los Brujos Arcanos, no había ni rastro de nosotros en los libros de historia.
Nunca me había preguntado cuál era la historia de los Brujos Arcanos, pero ahora que lo pienso, es muy intrigante ¿Cómo fue que desaparecieron de la nada al punto de que se creyeron extintos. Qué hizo disminuir tanto nuestra población?
—¿Qué estás buscando?
Giré mi cabeza para ver a Diana. Cruzamos miradas por un momento, pero ella de inmediato puso su atención de nuevo en el libro que tenía entre manos.
—Nada que te importe.
Podría justificarme diciendo que respondí de esa manera porque no podía revelarle la verdad, pero mentiría. Solo tenía ganas de lanzar la primera piedra.
Ella frunció el ceño, aunque pareció casi imperceptible.
—¿Y esa agresividad? —preguntó, viéndome con una ceja arqueada— no es mi culpa que seas un inútil que ni siquiera logra encontrar el libro que busca.
—Oh, claro. Que no haya absolutamente nada sobre... —Estuve a punto de revelarlo, pero me frené al instante—... lo que busco en este archivo es mi culpa.
—A menos de que estés buscando algo como la cultura mágica de Asia central, dudo que no esté en este archivo.
En serio, nunca en mi vida había conocido a una persona que tuviera el mismo efecto que Diana tenía en mí. Me irritaba, me enfadaba y me exasperaba hasta ponerme los pelos de punta.
—No te metas en mis asuntos.
Saqué un libro más de la estantería. Pasé página tras página. Nada de nuevo.
No. Un momento.
Una parte del libro en la que hablaban de las Líneas Ley, mencionaban algo que me pareció extraño, así que empecé a leer desde el principio.
"Las Líneas Ley son una serie de redes a través de las cuales la energía mágica fluye por todo el mundo desde tiempos antiguos. Son la fuente de toda la energía mágica del planeta, la cual fluye a través de ellas llegando a todas partes. Las Líneas Ley también se pueden utilizar como medios de transporte gracias a que algunas se encuentran abiertas y son lo suficientemente grandes para que una o más personas puedan entrar en ellas, y solo se necesita una escoba para poder viajar por una Línea Ley. A los lugares con Líneas Ley abiertas se les llama Terminales Ley. Las academias de magia son generalmente construidas cerca de una Terminal Ley. Una Línea Ley te puede llevar a cualquier parte del mundo, ya que fluyen por todo el planeta".
Por ahora, todo normal. Aquí es donde se pone raro.
"Las brujas no son capaces de tener el control de las Líneas Ley, sin embargo, registros antiguos indican que había una clase de personas que eran capaces de abrir y cerrar una Línea Ley para entrar en ella a voluntad. Lo más raro es que parece que se podían desplazar entre las Líneas Ley sin necesidad de una escoba, aunque la distancia que podían recorrer haciendo esto no era mucha. Parece ser que esta habilidad era usada como método ofensivo, ya que la persona que entrara a una Línea Ley junto a la otra persona que la abrió a voluntad, podría considerarse muerta".
¿Estarían hablando de los Brujos Arcanos. O sea, que puedo abrir una Línea Ley si yo quisiera? Aunque ahora que lo recuerdo... Akko abrió una Línea Ley con la varita que encontró en el bosque de Arcturus, la Vara Brillante. Recitó un hechizo, la varita se convirtió en un arco y la flecha que lanzó abrió la Línea Ley. Así fue como llegamos a Luna Nova.
Con todo eso, decidí que era suficiente por hoy.
Di vuelta a mi escoba y volé hasta estar cerca de Diana. Saqué de mi bolsillo la llave del archivo y se la extendí a ella.
—Yo ya me voy.
Ella agarró la llave sin decirme nada.
Ya estaba listo para ir hacia abajo y marcharme, pero la voz de Diana me detuvo.
—En la carrera de relevos usaste magia sin una varita.
Me quedé como piedra ante esa afirmación. Era cierto, ese día fui muy imprudente.
—¿Qué tonterías dices? —Intenté parecer condescendiente— pensé que eras más inteligente que eso. Una bruja no puede realizar magia sin un objeto en el cual canalizar esta misma, ya sea una varita, una escoba o distintos ingredientes con los que se elabora una poción.
—Pero tú no eres una bruja.
—Es obvio que las mismas reglas se aplican en mí.
Vi su expresión. No estaba para nada convencida con mi explicación.
—Quizá hayas visto mal.
—"Antiguos escritos afirman que existían personas capaces de manipular la energía mágica como ninguna otra bruja lo podría hacer jamás, capaces de crear inigualables hechizos sin una varita y de usar magia sin necesidad de una fuente de poder como una Piedra Filosofal" —leyó un pasaje del libro que sostenía— buscaba información sobre las Nueve Grandes Brujas y terminé encontrando esto.
—Suena... interesante —respondí y descendí con mi escoba antes de que la conversación se extendiera.
Llegué al suelo, dejé la escoba en la escobera y me dirigí a la salida del archivo con paso rápido.
Diana estaba a punto de descubrir mi secreto, pero no tiene mi confirmación ni suficientes pruebas. Ella no puede estar 100% segura. Con eso creo que estoy a salvo, al menos por ahora...
Caminaba de regreso a mi habitación, pasando por los oscuros pasillos de la academia, iluminados tan solo por la tenue luz de la luna llena.
Llegué a la puerta de mi habitación. Iba a acercarme para abrirla, pero antes de eso, se abrió desde adentro. Akko salió. Iba vestida con el uniforme y con la Vara Brillante en mano. Al verme se sobresaltó ligeramente.
—¿Akko...?
Ella me agarró de los hombros y me arrinconó contra la pared.
—Shh... no hagas ruido —me dijo.
—¿A dónde putas vas? —le susurré.
Vaciló antes de darme una respuesta.
—¿Irás conmigo?
Suspiré. Estaba cansado y quería dormir, pero no podía dejar que fuera sola por ahí, porque seguro se metería en problemas. Sí, estaba desarrollando un cierto sentido protector sobre ella. Es que es como una niña pequeña.
—Sí, iré contigo.
Akko sonrió.
—Entonces, vamos.
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Como buen fan de Brandon Sanderson que soy, ya se imaginarán el tipo de sistema de magia que haré aquí. La creación de sistemas de magia (o sistemas de poder, como gusten llamarlo) siempre ha sido de mis procesos creativos favoritos a la hora de escribir. Solo espero no terminar como Togashi, con miles de páginas de puro texto explicando como funciona una sola habilidad. Aunque con ese texto tan grande que puse sobre las Líneas Ley, ya estoy viendo que es muy probable que caiga en eso.
Yo fui F Green, su escritor anónimo de confianza. Me lees en el próximo capitulo.
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