Capitulo 17
''No siempre todo es dolor, a veces el amor lo pinta todo, a veces la alegría llega y se queda por mucho tiempo, a veces solo la felicidad lo llena todo. ''
Luego de tomarnos el chocolate Erick se fue, nos habíamos reído tanto después de la broma que nos hicieron mis padres que duramos mucho rato para calmarnos y poder hablar seriamente.
Sabía que les preocupaba lo de Noah, a mi también pero no quería alarmarme, quería seguir pensando que es un enamoramiento normal por alguien nuevo y que se le pasara pronto pero si me da un poco de miedo.
Ahora comprendo de alguna manera la reacción de Benjamín pero la idea es hablarlo no alejarse, para mi es muy difícil ver que por un inconveniente me haya evitado así, no lo podía aceptar.
Después de que mi mejor amigo tratara de hacerme entender que normalmente los hombres quieren sentir que tienen el control y que cuando ven que lo pierden se desestabilizan. Según él eso le pasó a Ben porque pensaba que todo andaba bien, se confió y al enterarse se desestabilizó.
Pero eso no lo excusa, a la que acosan es a mi, así le haya dicho o no, soy yo la que podría correr peligro.
Yo subí a mi habitación y me di un baño porque de estar tanto tiempo con la ropa mojada podría resfriarme, cuando iba saliendo del baño casi se me cae la toalla al saltar del susto.
—¿Qué haces aquí?—pregunté sujetando la toalla con fuerza.
—Quiero que hablemos—yo negué y él dio un paso hacia mi.
—No podemos hablar ahora, si no te has dado cuenta, llevo una toalla y tengo que bajar a cenar—caminé hasta mi armario dejándolo al pie de mi cama.
—Fabiana, por favor, sé que no tuve la mejor reacción pero entiéndeme—yo negué.
—Benjamín, no deseo ni puedo hablar ahora—dije lanzando un vestido holgado de flores azules a la cama.
—¡Fabiana, es hora de cenar!—gritó mi mamá desde abajo, a veces me pregunto cómo logra gritar tan alto.
—¿Puedo esperarte aquí?—lo miré suspirando.
Quería hablar con él pero el hecho de que me haya ignorado todo el día no me dejaba acceder.
—Mejor ve a hacer algo y cuando terminé yo te escribo, nuestras cenas suelen ser largas—dije y él me miró dudoso—si te voy a escribir, anda—le hice una seña hacia la ventana.
—¿Segura?—me preguntó inseguro.
—Segura, confía en mí—él me miró un segundo más para luego salir por la ventana, yo fui detrás de él y la cerré, bajé la tela de la cortina y respire un poco.
Casi me mata de un susto.
Sin pensar mucho en nada, me vestí y me dejé el cabello suelto, me puse mis pantuflas y bajé. Me detengo a mitad de las escaleras y llevo mi mano a mi cabeza, se me había olvidado la apuesta y no puedo permitirme perder, quiero ese celular si porque si.
Me levanté y con mi mejor sonrisa terminé de bajar, pasando por la sala y llegando al comedor. Ambos me vieron con demasiado interés, me senté con ellos en la mesa.
—Buenas noches ¿Ya podemos cenar?—ambos me miraron extraño.
— ¿Te pasa algo?—negué y mi mamá frunció el ceño.
—Bueno, vamos a comer—sirvió la cena entre miradas interrogativas pero yo seguía con mi sonrisa haciéndoles que se pregunten qué es lo que me pasa.
Y en realidad lo que me pasa es que estoy muy decidida a ganarles y si no han entendido es porque o son muy ciegos por la vejez o porque no se acuerdan.
Comenzamos a comer mientras hablamos de muchas cosas, nuestra familia, las clases, sus trabajos y mis mejores amigos.
Me reí un montón cuando me enseñaron el vídeo de Erick y yo, nos grabaron desde que empezamos a corretear, donde se veía claramente que hasta me caí por unos minutos.
Como nos tenía tan mal acostumbrados, mi mamá nos preparó un pequeño pastel de chocolate y lo comimos hablando de ese temido futuro incierto.
Normalmente no sacaba ese tema porque no es que tuviera muy claro que quería estudiar pero cuando él veía oportunidad sacaba el tema y no quedaba más que hablarlo.
—Sabes que debes pensar que es lo que quieres de verdad—dijo y yo suspiré.
—No quiero seguir hablando de ese tema—me levanté—estuvo muy rico todo mamá, gracias—dije y comencé a recoger los platos, los vasos y todo lo demás que se utilizó.
Ninguno de los dos me quito la vista de encima hasta que entre en la cocina.
—Si supieran cuánto me afecta no saber qué quiero estudiar, me lo preguntarían menos—susurré para mí.
Lave los platos en silencio y cuando regresaba a mi habitación ellos veían tv en la sala, subí poco a poco las escaleras y entré a mi habitación con ganas de llorar pero me tragué todo y tomé mi celular.
Yo: Ya puedes venir, te espero aquí.
Abrí la ventana, me senté en el piso y recosté mi espalda sobre la pared.
Cinco minutos después sentí que alguien estaba entrando y me quedé sentada esperando que terminara de entrar.
—Fabs...—me llamó y yo no dije nada— ¿preciosa?—sonreí y agarré su tobillo haciéndolo saltar y gritar del susto.
Se tropezó con unas cosas que tenía en el suelo y cayó con fuerza en el piso, yo contuve mi risa al escuchar la voz de mi mamá al otro lado de la puerta.
—Fabiana ¿estás bien? ¿Qué ocurre?—me levanté tragándome la risa y caminé hasta la puerta.
—Estoy bien mamá, solo me tropecé y casi me caigo pero todo bien—escuché una queja por parte de Benjamín y casi me río pero me contuve.
—Bueno hija, está bien—escuché sus pasos alejarse, me volví hacia Benjamín y comencé a reírme bajito de él.
Él me miró mal mientras me carcajeaba a su costa, me senté en mi cama esperando que se le pase el drama.
—¿Estás listo para hablar o vas a seguir en el piso?—le pregunté y él se levantó.
Lo miré fijamente hasta que empezó a caminar y vi que no podía afincar bien el pie en el suelo.
—Oh, amor—me levanté para ayudarlo a llegar más rápido a la cama—lo siento—dije con una sonrisa.
—Tranquila, me merezco eso por ser un idiota contigo hoy—negué y lo ayudé a sentarse.
Quité su zapato y subí su pie a la cama.
—Déjame buscar algo—fui a mi baño y traje una crema mentolada que se llama árnica.
Eso me lo regaló una tía que vendía esas cosas, casi nunca lo uso pero es bueno para aliviar dolores, llegué hasta él y se lo comencé a aplicar en el tobillo que fue lo que se dobló.
—Gracias, cariño—le sonreí sin mirarlo—lo siento, sé que actué mal, no pensé en ti ni me puse en tu lugar—suspiró—a la que acosan es a ti y por eso me molesto que no me dijeras nada pero yo no puedo interferir en tus decisiones, perdón si te hice pensar cosas erróneas, si te ignore por todo el día de hoy—asentí.
—Te puedo dar la razón en que fui una tonta en no avisarles pero pensé que era algo insignificante, aun no estoy segura si es una broma o si es alguien con un enamoramiento tonto pero no por eso debemos discutir o alejarnos, puede que sea una posibilidad que me este acosando pero no quiero pensar en eso y por eso no te dije nada, decirlo es hacerlo real y no quiero o quería—suspiré—puedo entender porque te molestaste pero también debes entender y aceptar mis elecciones, porque Erick se enteró porque iba llegando y vio sino, tampoco lo hubiese sabido—me levanté con el árnica en mano y fui al baño a lavarme las manos y guardar el árnica.
Regresé y me senté al lado de él, tomé su mano y la llevé a mis labios.
—No podemos dejar que cualquier cosa nos aleje, no debemos tomar esa actitud de hoy, hay que ser maduros, saber hablar y entendernos—le dije y él sonrió viéndome.
—Eres tan increíble—le sonreí y él me dio un beso en los labios—por cierto, mi mamá quiere que vayas a desayunar a la casa mañana, lo que significa que vengo a buscarte mucho más temprano de lo común—cerré mis ojos lamentándome.
—No me quejare—él se rió—esta bien, te voy a esperar muy temprano y así agrego un día más a eso de la apuesta—nos reímos bajito y me recosté en su costado—Te quiero.
—Y yo a ti, preciosa.
****
Mi alarma comenzó a sonar y me levanté de inmediato, tomé tres minutos de mi tiempo para procesar la hora, para luego adentrarme al baño rápidamente, la ducha más rápida que jamás había tomado.
Salí con prisa y busqué la ropa en mi armario, quiero decir que agarré lo primero que encontré pero en realidad busqué un poco pero al fin encontré la ropa para empezar a vestirme.
Me puse un pantalón negro tiro alto, una camisa manga tres cuarta morada y unas zapatillas negras. Me hice una trenza francesa y solo puse brillo en mis labios.
Agarro mi bolso revisando que esté todos los cuadernos de hoy, metí mi teléfono y las llaves.
Creó que me tarde más de cinco minutos pero todavía me quedaban otros cinco para que él llegara.
Mientras caminaba hacia la sala vi que estaba comiendo galletas con un vaso de leche que seguramente mi mamá le dio, llegue hasta él y lo agarre por él brazo sacándolo de casa lo más rápido que pude.
—No puede ser que hayas llegado minutos antes—él sonrió y yo lo miré mal mientras nos subíamos al auto.
El camino no fue tan largo, realmente no vivimos tan lejos pero ir en auto lo hace mucho más fácil.
—No sabes cuan entusiasmada está mi mamá por conocerte—me dice él sin una pizca de nervios en cambio yo estaba por explotar a causa de ellos.
—Si, yo también estoy entusiasmada y muy nerviosa—digo viendo por la ventana del auto y apreciando la hermosura de la naturaleza y la ligereza de las hojas al danzar con el viento.
—Entonces ¿Cuándo piensas bajar del auto?
— ¿Qué pasó? ¿Ya llegamos?
—Pues, realmente no hay mucha distancia que recorrer y te quedaste perdida viendo por la ventana—me reí.
—Es que estaba viendo la naturaleza, son cosas que de verdad se deben apreciar—me siento muy nerviosa, mis manos están sudando.
—Si, así como tú. Eres tan digna de apreciar como la misma naturaleza—sentí el sonrojo subir hacia mis mejillas.
—Estoy nerviosa—él tomó mi mano.
—No deberías estarlo—acarició mi mano con suavidad y eso logró tranquilizarme un poco—confía en mí, le caerás bien—llevó mi mano a sus labios para dejar un beso en mi dorso.
—Está bien—Y le sonreí para luego acercarme y darle un beso en la mejilla.
—Ya podemos bajarnos—hicimos exactamente eso y caminamos el sendero de piedras rodeados de hermosas flores hasta llegar al porche de su casa.
Al entrar a la casa vi a la mamá de Ben caminando de un lado a otro, luego de un minuto se dio cuenta que estábamos allí y se quitó el delantal que parece no se había dado cuenta que aun tenia puesto y lo puso en el mesón, se acercó y me recibió con un gran abrazo al que no tuve más que corresponder.
—Hola soy Maribel, la madre de Ben. Todos estos años he escuchado a mi hijo hablar de ti y me alegra conocerte por fin—asentí y Ben sonrió con timidez.
—Hola señora Maribel, mi nombre es—No pude terminar de hablar porque me interrumpió.
—Si, lo sé muy bien, Fabiana la novia de mi pequeño hijo.— No pude evitar reírme y Benjamín me vio con sus ojos entrecerrados.
—Esa misma soy—dije evitando reírme más.
—Ven, vamos a la mesa. —asentí y seguí a Benjamín hasta la mesa.
Mientras comíamos la mamá de Ben no dejaba de contarme todas las travesuras que hacía mi novio cuando era pequeño, mientras él le lanzaba una mirada fulminante a su madre y yo no podía dejar de reírme.
Luego de comer nos sentamos en el sofá y nos quedamos viendo como si no hubiera nada más en este lugar que nosotros dos, pegamos nuestras frentes y Ben comenzó a rozar su nariz con la mía hasta que sus labios terminaron en los míos, lo besé con amor y en eso sentimos una luz que chocó con nosotros.
Nos volteamos y la mamá de Benjamín sostenía su celular en dirección a nosotros, mi novio negó y tomó mi mano levantándonos.
—Fue un placer conocerla, nos vemos en otra ocasión—ella volvió a abrazarme.
—Lo mismo digo cariño, eres bienvenida aquí siempre—le sonreí y me alejé para caminar hacia la puerta con Benjamín.
Ya estando afuera caminamos un poco hasta llegar a un parque que está cerca sabiendo que aún nos quedaba tiempo ,ya estando allí nos sentamos en unos columpios y empezamos a hablar.
Jamás había hablado tanto con alguien, yo me reía de cualquier tontería que decía y la gente pasaba y nos quedaban viendo como si fuéramos dos locos y necesitáramos ayuda, que en efecto necesitamos.
Ya era la hora de ir a clase y caminamos hacia el auto mientras él me iba abrazando por la cintura y yo tenía mi cabeza apoyada en su hombro.
Me dio un beso en la coronilla de mi cabeza y nos separamos para subir al auto.
Después de diez minutos llegamos al colegio y nos bajamos del auto viendo que no había nadie afuera.
Llegamos tarde.
Entramos corriendo mientras nos reíamos, nos dimos un beso antes de ir por caminos distintos.
Yo respiré con mucha dificultad al detenerme fuera del salón y darme cuenta que la profesora no había llegado, entré y me busqué un asiento.
Busqué regular mi respiración y en eso mi celular vibró.
Ben: Te quiero enana, que tengas un gran día hoy.
Mi corazón se aceleró y sonreí feliz.
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