XI


"—¿Dónde estás?... Jungkook no hagas cosas de las que puedas arrepentirte, no es justo para nadie, ni para Jimin, ni para Hoseok tampoco para ti."

El pelinegro lanzó su teléfono a la cama después de oír el mensaje y se recargo la pared pellizcando su nariz en signo de frustración, unos minutos después el omega salió del baño con el cabello aun húmedo y una toalla rodeando su cadera.

—¿Quieres que te haga un café? — preguntó mientras terminaba de vestirse —con esa cara creo que será con mucha azúcar— se burló.

—Sabes que no me gusta el azúcar— le dijo de forma gruñona mientras desenredaba su cabello con las manos —me meteré a bañar y me iré, no sé cuándo pueda volver.

Jimin hizo un puchero —¿vas a estar con él?

—Es mi esposo, es lo normal.

—¡¿Y yo qué?! — gritó —¡es que no piensas en mí!, ¡estoy harto de esto!

Jungkook le ignoró de mala gana metiéndose al baño, dejo que el agua fría lo empapará, en su cabeza sonaban las advertencias de Taehyung una y otra vez y el rostro sonriente de Hoseok se hacía presente. Golpeo la pared con su puño logrando algunos raspones.

Se había mentido así mismo diciendo que sólo tendría una relación de amistad, que no vería a Jimin más que como un viejo compañero y amigo, se lo debía por no haberlo traicionado, por no haberle esperado, pero como bien dicen donde hubo fuego, cenizas quedan y había enloquecido por completo con su aroma.

Entonces recordaba a Hoseok, su linda sonrisa, el tono de su voz o el aroma a vainilla, los momentos divertidos que pasaba a su lado y que cada vez se hacían menos por las preocupaciones de su omega.

"SU OMEGA"

Esas dos palabras calaban dentro de su cuerpo, quería a Hoseok, no sabía si era costumbre, cariño o amor, entonces pensaba en Jimin en lo que le hacía sentir, en los cambios de ánimo de su cuerpo.

Jimin era como un huracán, desbastador, destruyendo todo a su paso, apasionado, Hoseok era... como la brisa lenta pero constante y segura, le daba frescura y calidez a su vida.

Cuando llegó a la oficina con la misma ropa del día anterior, Jongdae ya lo esperaba sentado frente a su escritorio y silbo.

—Nunca lo creí de ti.

—No estoy para bromas— fue lo único que le dijo.

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