Capítulo 7: I'll be on my way.


"Tendrás que volver a Londres"

La frase retumbaba en mi mente como presagio de cruel fatalidad; Londres, a pesar de ser mi ciudad natal, poseía una vibra extraña que me generaba la sensación de que algo malo ocurriría en ella. Sin embargo, a pesar de haberme quedado discutiendo poco menos de dos horas con Crickett, la razón siempre estuvo de su lado.

"Aquí está el cuartel" Había razonado "Aquí están mis hombres. Mis contactos, mis influencias, todo está aquí: en Nueva York apenas hay retazos. Nunca lo terminaríamos ahí"

Y era cierto: En parte, no quería hacer nada a medias. Estaba harta de las cosas hechas de manera mediocre; el cuidar a mis hermanos, la protección que me era brindada, mi padre y sus trabajos inconclusos. Era hora de que alguien terminara todo de una buena vez, y si eso requería regresar a casa, tragarme malos ratos e incluso, mi propia muerte, que así fuera.

Mi nivel de compromiso era tal, que ese era mi último día en Los Ángeles; ciudad que me había acogido durante mucho tiempo y con la cual estaba eternamente agradecida a pesar de haber tenido momentos muy poco gratos. Mi nuevo departamento estaba de nuevo vacío; todos los muebles habían ido a parar a una posada, donde serían rematados si no volvía por ellos en un año: No me dolía en absoluto, porque ni siquiera estaba segura de que regresaría por ellos.

Recostada en el suelo alfombrado de la sala de estar, miraba el techo blanco con las luces apagadas; por los enormes ventanales entraban las últimas luces del atardecer, y no era necesario más que eso para ver mi suerte, o para pensar. En el estómago tenía una pequeña bolsa con cacahuates, los cuales cogía de vez en cuando, alternando la vista entre el techo y los rascacielos que me recordaban que la vida existía. Cualquiera pensaría que era mi forma de despedirme, pero no, tan sólo aguardaba el último detalle que me permitiría escaparme a Londres sin complicaciones.

El detalle llamó dos horas más tarde a lo acordado: Mi representante.

—Lo obtuve. Joder, pero que suertecita tienes eh Scarlett.

— ¿De verdad? —Respondí aunque con la emoción totalmente inexistente en mi voz.

—Sí, sí, es un hecho. Los ensayos comienzan el lunes... —Hizo una pausa un tanto dramática; su voz generalmente cargada de ahínco y buen humor se trastocó en algo más sombría—. Siento que cometes un error, ¿sabes? El teatro es arte, sí, pero no es tan bien remunerado...Además, tu fama, tu vida...

—Mira, Carson —le corté de golpe, porque sus palabras me llegaban al alma—, yo sé bien lo que hago; conozco mis metas, y el teatro es una forma de llegar a ellas; además, no es cualquier teatro es el Albert Hall. No te preocupes, te llamaré cuando la temporada finalice.

—Está bien. Cuídate, Scarlett.

Coloqué el celular a un lado de mi cabeza, y giré esta hacia los ventanales; la noche estaba abordando a la ciudad. Los edificios se encendían con las luces de sus habitantes; me pregunté ¿cuántos de ellos estarían pasando por una situación similar a la mía? ¿Cuántos estarían al borde del colapso? ¿Cuántas parejas estarían dándose su último beso? Mi mirada fue de ventanal en ventanal del rascacielos más próximo, pero no pude descubrir nada. Suspiré cerrando los ojos; por la mañana tendría que partir, convertirme una vez más en alguien diferente para sobrevivir.

La alerta de un mensaje nuevo me hizo salir de mi sueño. Tomé el móvil con desgana la cual expiró rápidamente al ver que se trataba de un mensaje de Robert.

"Estoy por aquí, ¿puedo llegar?"

Dudé en hacerlo; parte porque ni él, ni ningún amigo sabía que me mudaría de los Ángeles; no deseaba despedirme una vez más de nadie, además que se sentiría todo demasiado real, y yo deseaba pensar en todo como un simple sueño, o viaje de vacaciones con un destino indeseable.

"Adelante. Entra sin tocar"

Lo sabría tarde o temprano, y Robert era de mis mejores amigos; no podía dejarlo fuera de esto solo por egoísmo. Le diría más o menos mi ubicación, mi coartada, y esperaba fuera suficiente para que no quisiera seguirme o buscarme. Negué con la cabeza; ¿por qué habría de seguirme si él ya estaba de nuevo en brazos de su esposa?

Llegó pasados diez minutos: El chirrido de la puerta y el sonido de sus pasos tan familiares me sacaron de mis pensamientos que amenazaban con dejarme dormida; rápidamente el sueño fue sustituido por un hormigueo en mis manos debido al nerviosismo de enfrentarme a él: Me había enfrentado a muchos hombres difíciles en mi vida, y aún así, Robert seguía siendo el más difícil de ver a los ojos a la hora de ser contundente; porque en su mirada se reflejaba su sentir, y el verlo decaído, débil, no hacía más que matarme a mí en partes pequeñas.

—Wow...—Exclamó y giré mi rostro para verle; yacía de pie junto a mí, inspeccionando por debajo de los lentes de sol todo cuanto había en mi efímero hogar—. Cuando dijiste que era nuevo, pensé que te referías a nuevo de hace un mes... ¿Cuándo piensas comprarle muebles? —se quitó las gafas y las colgó en el cuello de su camisa. Me miró fijamente, dejándome sin habla por unos instantes. Se le veía de buen humor, y era agradable, cálido.

—No sé que comprar —mentí, tocando con mis dedos el borde de su pantalón, mirando lo que hacían estos para esquivar su mirada—. Tampoco me gustó mucho el departamento o el cambio de vida.

—Hmmm, ya veo.

Se sentó junto a mí en el suelo, observando a través de los ventanales la hermosa vista de la ciudad. La contempló largo rato y yo a él en silencio sin atreverme siquiera a respirar; me preguntaba que pasaba por aquella mente creativa y loca que siempre tenía una palabra para dirigirme y mejorarme el día.

— ¿Entonces te vas a volver a mudar o algo así? —Indagó, clavando su par de almendras en mi cara; era una mirada con cierto tono de dureza, como si el haber dejado al FBI hubiese sido una mala idea.

—Sí...—susurré, apenas con un hilo de voz. Tenía que ser fuerte y mentirle en la cara—. Robert, yo, me voy a Londres por un tiempo.

Su ceño se frunció de inmediato como prueba valiosa de que mis planes no serían aprobados ni de joda por él. Me miraba extrañado, como si fuera otra persona y no Scarlett Blackwood, la chica con la que había pasado tantas locuras a un lado. Supuse que aquella aventura era más de lo que podía soportar viniendo de mí.

— ¿Ya haces bromas pesadas?

—No es ninguna broma —me enderecé del suelo, sentándome frente a él; quería que viera la determinación en mí—. Es una decisión que tomé hace un par de días. Quiero crecer de forma profesional y creo que Londres es, es mi oportunidad...

—Alto, espera —alzó un dedo índice, y se cogió la cabeza como si le doliera fuertemente. Me detuve, ladeando el rostro, procurando comprenderle—. Espera, ¿estás escuchando la sarta de tonterías que me dices? Es decir, por lo general yo soy el de las estupideces, hoy te estás rebasando...

—Actuaré Hamlet en el Albert Hall —le interrumpí con cierta molestia—. Muy prestigioso. Creo que el publico vivo es lo que requiero para recuperar la pasión en mi trabajo, y no veo la estupidez en ningún lado.

—La estupidez de irte a cualquier lado donde no haya protección, esa estupidez —inspiró hondo, cansino. Se restregó las facciones con fuerza, utilizando ambas manos—. ¡No puedes! ¡No puedes dejarte morir en este punto de tu vida!

Nos quedamos en silencio algunos segundos; él se ocultaba detrás de sus palmas, como si estuviera escuchando algo que no lograba creer del todo y alejándose podría digerirlo. Por mi parte, el corazón se me hacía añícos por hacerle pasar por aquel mal momento. Yo contaba con irme sin decirle a nadie, y su visita inesperada había vulnerado mi fuerza de voluntad; era difícil no hablar con Robert y contarle lo que pensaba hacer. Era difícil no verlo como mi compañero para todas mis locuras, pero debía entender que él no era un adolescente; su vida giraba en torno a sus hijos y a su esposa.

Incliné la cabeza con cierto desconsuelo abordándome el alma; nunca me había planteado una vida sin Robert hasta ese punto donde tenía que despedirme de él, probablemente para siempre: No porque fuera a morir en busca de venganza, sino porqué el rumbo de su vida era distinto al mío desde hacía mucho tiempo y él había buscado la forma de que no fuera así; siguiéndome como una sombra en cada desatino, en cada bar, en cada locura. Y él pensaba lo mismo, pues alzó el rostro de su escondite improvisado para verme con cierta incredulidad.

—Supongo que podré organizarme para ir a verte cada dos semanas... —musitó con cierta pena.

—No, Robert, no...—estiré mi mano cogiendo con fuerza una de las suyas. Nos vimos a los ojos; los de él reflejaban un ligero tormento. La calidez y el buen humor se habían marchado de su interior, como siempre que estaba a mi lado: Sólo le traía turbulencia a su pacífica vida.

— ¿Por qué no? ¡Ya sé! Lo tengo... Dime, dime la verdad, ¿tienes a otro mejor que yo, ¿verdad? Es un superhéroe de élite, tiene que ser de Dc...

— ¿Qué? —sonreí de forma espontánea—. ¡No, Rob! No.

— ¡Ajá! Tiene que ser Affleck, ese batimovil las vuelve locas a todas...

—Robert —hice un puchero para no reír o llorar ante él—. Robert, yo... No te estoy cambiando por nadie. Sólo quiero seguir mi propio camino, el que estoy segura que me llevará a un lugar mejor y me quitará la mierda de encima... No quiero estamparme ni morirme, esto que haré es por mí. —aseguré y apreté con más firmeza su mano.

Noté como sus labios temblaban, él lo sabía; nada ni nadie me harían cambiar de opinión y el mudarse o seguirme quedaba fuera de sus limitaciones. Bajó la mirada, como señal de rendición, manteniendo quietas sus pupilas sobre nuestras manos unidas.

—Me arrepiento, ¿sabes? —murmuró tan bajo que tuve que inclinarme para oírlo—. Me arrepiento de haber terminado contigo cuando más me necesitaste —apretó la mandíbula, como si de esa forma pudiera tragarse el sentimiento que amenazaba con embargarle; su mano se removió entre la mía, pero no la solté, a pesar de yo también quería echarme a llorar.

—No pienses en eso, Bobbie. —Le tomé de la barbilla con delicadeza, elevándola para que pudiera verme. Sus labios formaban un adorable puchero y sus ojos imploraban en una súplica silenciosa.

— ¿Por qué no habría de pensarlo? Después de todo, esto ya se acabó, ¿no? Eso quieres decirme, quieres que me aleje, quieres iniciar de nuevo y es admirable, pero... —se sorbió la nariz—. Me estás abandonando, cuando prometiste que nunca lo harías. Yo lo prometí contigo, era mutuo. Esto... Esto no era parte del trato.

—Ahora si estás diciendo tonterías —me obligué a poner la mejor sonrisa en mis labios, y me arrastré hasta quedar junto a él. Lo abracé por los hombros, obligándolo a recargarse en mi regazo, cual niño pequeño desconsolado—. No te estoy abandonando de por vida, sólo serán un par de meses. Es más, debes de prometerme que irás a la noche de estreno, por favor, no sería lo mismo si no estás criticándome con la mirada.

—Iré, iré a verte.

Era difícil ver a Robert en un estado vulnerable por mi causa. Acaricié sus cabellos, mientras que, con su cabeza recargada en mi hombro, miraba la noche sin estrellas desconsolado por los vidrios que decoraban mi sala: Por dentro me estaba muriendo, porque sabía que sin él probablemente moriría a los dos días, pero tenía que hacerlo por mi cuenta sin involucrar a nadie más, porque nadie más debía morir en asuntos de la familia Blackwood.

— ¿Podemos hacer confesiones vergonzosas? —Preguntó tras varios segundos callado.

—Adelante —le insté, sin dejar de enterrar mis dedos en su cuero cabelludo castaño.

—Siempre pensé que serías la madre de mi hija —dijo apenas con voz. Yo contuve la respiración pues era una confesión que realmente no esperaba—. Y se llamaría Scarlett, como tú, tendría tus ojos, tu cabello, el brillo de tus dientes. Pero mi cerebro. Sería una niña perfecta... Perfecta... —alzó su cabeza, encontrando mis ojos acuosos—. Como tú.

—Y la tendrás —dije con apenas aliento; su cercanía me descomponía, quemaba en fuego mis planes, sustituyéndolos con los suyos—. Con tu esposa... Ya lo verás —pasé mi mano de su cabello a su mejilla, regalándole dulces caricias buscando refrenarlo...

Pero Robert se jugaba el todo por el todo.

Acercó su rostro más al mío; su nariz rozó con la mía con sutileza. Sus ojos aún abiertos expedían chispas dolorosas, abrasando los míos, mi piel, el alma entera.

—Scarlett, por favor —el murmullo fue tenue, con la suplica impregnada en cada sílaba—. Sólo tienes que decirlo y te seguiré hasta el fin del mundo, lo sabes...

Las palabras se atoraron en mi garganta. No podía llevarlo a una misión suicida, no podía...

—No lo sé —respondí apretando los ojos, intentando huir de él.

—Te ayudaré a decidirte.

Me preparé para recibir su boca; cuatro años tenía sin su sabor; sin curarme con la calidez que manaba de ella. Estaba fresco como el agua de un manantial; sus labios se movían con ardiente dolor sobre los míos. Se abalanzaba, tiraba, succionaba; era un beso de despedida que yo correspondía con la misma euforia. Sin embargo, poco a poco el dolor fue desapareciendo hasta que una sensación más placentera se inmiscuyó en aquel beso; sus manos se afianzaron de mi rostro, bajando por mi cuello, y no quería que las quitara, deseaba que me quemara con su toque por todo el cuerpo. Estaba perdiendo contra él.

—Espera, espera —coloqué mis manos sobre su pecho. Robert se apartó a regañadientes—. Debes irte, ahora.

— ¿Qué? ¿Por qué? —Sus dedos se tensaron alrededor de mi rostro, desesperado porque entendiera que lo quería—. ¿No sientes lo mismo que yo?

—Sí y no. Es confuso, por favor, vete —me arrastré lejos de él con dificultad.

—Scarlett, por favor —se arrodilló—. Siento que no volveremos a vernos y...Sólo quiero estar contigo lo que reste de tiempo antes de que te vayas.

Miré a Robert con fijeza; guardé a detalle en mi memoria el como lucía en ese momento. Sus ojos color miel estaban humedos; sus labios inflamados coronados por aquel bigote pronunciado y una barba corta; su cabello castaño estaba despeinado debido a mis manos. No obstante, había un toque de madurez pronunciado en este Robert al de hace cuatro años; las canas ya se apoderaban de su cara, y sus ojos traslucían seguridad. La edad le había sentado bien a su mente y corazón: Y una lágrima de alegría rodó por mi mejilla al verlo convertido en un gran, gran hombre. Yo ya no tenía nada que hacer con él.

—Señor Downey Jr —musité, poniéndome en pie sin apartar mi vista de él—. Ha sido un placer coincidir con usted en esta vida. Fue un excelente profesor, el que más parte de mi corazón ha tenido, pero es momento de que prosiga con su vida y yo con la mía.

Robert estaba boquiabierto, sin entender del todo que ocurría.

—Es momento de separarnos y dejar que el destino nos reencuentre después —me acerqué pasando mi mano por sus cabellos—. O quizás nos reencuentre algún pastelillo... De momento, iré a caminar, y espero que haya recogido los pedazos de nuestra amistad para cuando vuelva, así al juntarnos...La armaremos de nuevo...

—Scarlett.

Me llamó, poniéndose en pie. Pero yo tomé mis auriculares de la barra de la cocina y abrí la puerta. No estaba dispuesta a soportar un instante más aquella tortura que terminaría desgarrándome el corazón.

— ¡Scarlett!

Me quedé de pie debajo del umbral ante su llamado firme. Aguardé unos instantes para ver que sería lo que diría.

—Si alguna vez me necesitas, llámame. Y yo llegaré a mi manera hasta ti.

Apreté los labios enternecida. Inspiré hondo, cerrando la puerta tras de mí.

Probablemente sería la persona que pondría como heredera legítima de todo lo mío, incluso mi alma. 




N/A:

Hola, Depplyducks, una disculpa por la deemoraaa, pero estoy en el último semestre y pues ando con tokio. He estado pensando en cambiar los nombres de la novela para que pueda ser categorizada como acción o mafia -claro con los mismo actores- pero no lo sé ¿qué opinan?

Procuraré actualizar más seguido, una disculpa a todas las que siguen:( 

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