Capítulo 3: Pesadillas.
A Richard no le gustaba Dubái.
No entendía nada de lo que se hablaba fuera de la casa de seguridad; las personas se vestían extraño y olían de igual forma. Los árabes y su cultura le parecían fascinantes, pero aquel lugar no era su hogar. Scarlett no estaba con él ni con su hermano Louis, quien parecía más alegre de verse ahí que al lado de su hermana mayor; no se lo recriminaba, pero conforme fue creciendo Richard encontraba a su hermano terriblemente insoportable más a menudo de lo habitual.
— ¿Cuándo volveremos a casa? —Solía preguntar todas las noches a Peter durante la cena los últimos cinco años.
Su hermano, cuyo mentón perfilaba ya una barba canela tupida, y cuyos brazos eran grandes y fuertes, le miraba con la lástima brillando en sus ojos.
—No lo sé —se limitaba a responder, volviendo la mirada al móvil—. Disfrútalo mientras puedas. A Scarlett no le pasará nada.
Y durante cinco años, Richie había soportado aquella respuesta. Cinco largos años donde tuvo que aprender a vivir sin amor, y con escaso cariño para enfrentar el traumatismo que había padecido la última vez que había visto a su hermana en aquel tiroteo en los ángeles. No fue un proceso fácil; separarse de la que veía, no como su hermana, sino como su madre, sabiendo que quizás ella podría morir estando lejos de ellos. No fue fácil acostumbrarse a aquella ciudad; a los cuidados de los agentes, o a su hermano arisco, que no le brindaba siquiera un vil consejo para menguar su tormento.
—Fiestas —le había dicho en cierta ocasión, cuando Richie le preguntó un método para quitarse de encima la tristeza—. Te diviertes, y se te olvida todo, créeme. —le confió antes de salir de la casa de seguridad para una de aquellas fiestas olvidadizas que lo ponían tan feliz.
Pero él no era de fiestas. Él era de abrazos, de waffles crudos por la mañana y películas en el cine local. Extrañaba Londres, sus amigos, su vida, pero sobretodo; a Scarlett. No podía llamarla, no podía enviarle algún presente por navidad o por su cumpleaños. Todo tenía que ser secreto para evitar que los volvieran a encontrar, para ralentizar que los asesinaran fríamente.
Por supuesto, que los agentes les habían hecho llegar la verdad acerca de su padre; fueron sinceros hasta el último instante, y aunque fue duro, Richie terminó por asimilarlo. No había tenido contacto con él, y lo perdonaba, siendo un caso distinto el de Peter, quien decidió quitarse incluso el apellido Blackwood y desconocer a Blake como algo suyo. Richie no dijo nada, como siempre, y se lo guardó todo en su interior, dejando que este lo carcomiera lentamente.
Llegó, no obstante, el día en que decidió sacarlo a la luz. Fue en marzo, cinco años después, cuando a mitad de la cena, soltó un grito agudo lleno de frustración e ira. El cereal se volcó de la taza, empapando el celular de un azorado Peter.
— ¿Qué demonios? —gruñó con aquella gruesa voz que había adquirido, y con el ceño fruncido.
—ESTOY HARTO —gritó, sintiendo la garganta rasposa debido a la potencia del grito.
Peter frunció el ceño, viéndolo como si se tratara de un bicho raro y no su hermano pequeño que se enfrentaba a la pubertad completamente solo. Richie inspiraba profundamente, mientras que el silencio se apostaba en el comedor de aquella pequeña casa en pleno centro de Dubái.
— ¿De qué? ¿De vivir como un puto rey? —Espetó Peter cuando creyó que era conveniente entrometerse.
Richie lo miró atónito. Peter le miraba con una indiferencia fría, que lo dejaba pasmado; sentía a su hermano distante, pero no esa típica distancia que tenían los hermanos cuando discutían. Sino una aún más lejana, como cuando peleaban y a pesar de no verse veinte años, seguían odiándose. En aquel comentario, dentro de ese cuarto, se dio cuenta de que Peter había hablado bastante en serio cuando dijo que dejaría de ser un Blackwood. Caía en cuenta en medio de su furia contrita, que no sólo es quitarse el apellido y decir que Blake Blackwood no era nada suyo, sino que también incluía el dejar de lado a su familia. A Scarlett y a él, principalmente a él.
Entreabrió los labios sin saber como reaccionar a aquella oscura y profunda verdad: Peter no sería su hermano nunca más. Y no volvería con Scarlett, aunque sus brazos fueran el sitio más seguro del mundo.
— ¿Estás bien? —inquirió Peter al ver que su hermano se había quedado mudo y pálido.
—Sí —mintió, sonriendo, de hecho, se sentía mal que quiso reírse a carcajadas, pero en vez de eso se levantó del taburete de madera—. Pero estaré mejor cuando me encuentre de nuevo con Scarlett, lejos de ti.
Al pronunciar estas lúgubres palabras, Richie caminó con paso apurado a la puerta. Los agentes estarían ya apostados en sus lugares de vigilia, pero eso no le importaba. Sólo quería ver a su hermana, sentirla, abrazarla y decirle lo mucho que lo extrañaba. Que la vida no era lo mismo sin ella, y que realmente, era su madre, y que la adoraba...
—Vuelve aquí, Richard —escuchó la voz lejana de Peter, una voz conocida y que al mismo tiempo no era ya importante para él.
Se detuvo en el marco, pero no giró la cabeza ni volvió con Peter, sino que apretó la mandíbula, dispuesto a escapar, de correr al aeropuerto más cercano y hacer el intento de viajar de vuelta a América. Llevaba en el bolsillo su pasaporte, dinero y la promesa de que Scarlett accedería, le daría permiso y vivirían juntos, sin importar que o quien los persiguiera.
Abrió la puerta y corrió. Sintió dos pares de manos que se pegaban a su camiseta, pero la fuerza del adolescente; fresca y rebelde, lo ayudó a zafarse de aquellos hombres policíacos. En sus ojos, dos gruesas lágrimas corrían. Daba igual si tenía veinte años, quince o diez, seguía sintiéndose como un niño indefenso. Corrió a través de los pasillos del condominio, evitando los ascensores; bajó como un rayo los dos pisos que lo separaban del exterior, sin mirar atrás a pesar de los gritos desganados de los agentes. Richard pensaba, ¿cómo era posible que su hermano se escapara de ellos en sus narices, y a él lo persiguieran hasta el cansancio? Intuía que los sobornaba, pero no tenía nada estable.
Al llegar a las puertas del edificio, rápidamente se internó en las calles iluminadas por luces LED, por los faros de los automóviles, y la diversidad del centro; bulliciosa, atractiva, llena de gente. Dubái era como New York, como Los Ángeles, no tanto a Londres, que era un poco más febril, pero sí; Dubái siempre vivía tanto de noche como de día.
Sintió las lágrimas deshacerse ante el aire que raspaba su cara; corría tan rápido como sus largas piernas se lo permitían. No hacía falta mirar hacia atrás para saber que le pisaban los talones; le llamaban por su nombre clave "Pollito" Absurdo, pero se lo habían colocado a los once años, y no había modo de cambiárselo. Los agentes gritaban; Richard esquivaba gente con ferocidad, pero no la suficiente; lo alcanzarían si no encontraba una ruta más despejada.
Sus ojos azules buscaron algún sitio donde escabullirse, y lo encontró tres cuadras más allá del centro. Aprovechó un tumulto de gente que se congregaba alrededor de un espectáculo de ¿marionetas? Se ocultaría en algún restaurante hasta que los agentes lo olvidaran un rato; después tomaría un taxi hasta el aeropuerto. Llamaría a Scarlett, le imploraría por Facetime hasta que accediera a darle asilo. Era un excelente plan.
Y salió como lo previó. Se escondió en un restaurante anglosajón bastante familiar (y lleno) Aguardó media hora, comió unas papas fritas con queso, y salió cuidándose las espaldas. Su taxi estaba en camino. El aire cálido le abrazaba los tobillos desnudos, y el rostro que recobraba su tranquilidad habitual, sobre todo cuando vio el automóvil deslizarse hasta él. Se montó, y mentalmente, se despidió de aquella ciudad.
Avanzaron por el centro de Dubái. El conductor tenía una aterciopelada voz, que lo calmaba, y le aseguraba que todo estaba bien, incluso cuando le ofrecía una botella con agua o unos caramelos. No lo veía bien desde el asiento trasero, pero todo estaba bien; llegaría al aeropuerto y buscaría a Scarlett.
Era un buen sueño, del cual fue despertado cuando el conductor se detuvo frente a un edificio extraño. Richard iba a protestar que aquel no era el aeropuerto, cuando la puerta del pasajero contraria a él se abrió con cierta violencia. El rubio entreabrió la boca, sintiendo el vello de la nuca erizarse, ante aquella silueta negra que se perfilaba tenebrosa, entraba y se sentaba junto a él.
—Hola, nene —le saludó con una voz burlona. Richard intentó abrir la otra puerta, pero los seguros estaban colocados—. No, no. No hay escapatoria del destino, Blackwood.
Richard tragó saliva, intentando definir el rostro de aquel sujeto; era alto, de cabello castaño, y joven, como de la edad de su hermana. Un Deja vú lo hizo estremecerse: No sabía cómo se llamaba o quien era, pero lo había reconocido de aquella vez en los ángeles. ¡Él! ¡Él había tratado mal a su hermana y a sus amigos! ¡Él lo había raptado!
— ¿Qué quieres? —El automóvil volvió a arrancar. La sonrisa gélida de su interlocutor, se mantenía imberbe.
—Yo sólo soy un intermediario —Replicó, sacando de su bolsillo una pequeña navaja—. Yo sólo sigo órdenes. Y tengo orden de ensartarlos a ti y al chulo de tu hermano.
Tenía miedo. Pero no lo demostraría. Hasta ese entonces, se percató de lo importante que era estar dentro de esa casa, lejos de Scarlett. Más que su seguridad, estaba en juego la salud y tranquilidad de su hermana.
"Pero ¿qué hice?" Lo que sea que hubiera hecho, no tenía ya solución. La navaja se hundió superficialmente en la piel de su mejilla. Richard echó la cabeza hacia atrás, evitándola, temblando, pero Thomas Lancaster estaba aferrado a obtener su vida y su alma. La navaja se enterró más, y más, hasta que el dolor le cubrió la cabeza como un manto de muerte. Cerró los ojos; no le daría el gusto de verlo suplicar o llorar: Pensaría en su hermana, en los wafles crudos por la mañana; el pastel que le daba de las fiestas donde ella limpiaba. Las premieres, los viajes, su sonri...
En algún lugar de los ángeles, Scarlett Blackwood lanzaba un alarido de dolor. Una pesadilla la había hecho pedazos por dentro; en veinticinco años, nunca había padecido ese tipo de sueños.
Richie T_T
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