Capítulo 7


Tumbada en la alfombrilla solo con el vestido de baño puesto, Leo sirvió dos copas de vino, me entregó una de ellas y me besó nuevamente.

—Bueno, Fabiola, solo tengo un par de reglas, muy simples, cabe destacar, pero que debes cumplir si deseas estar conmigo —comentó de pronto bastante serio.

—¿Y son?

—No debes contarle a nadie sobre nosotros; solo pocas personas podrán saber de nuestra relación y seré yo el que decida quién debe o no saberlo, también deberás vivir sola y no tener otra relación para yo poder estar contigo cuando quiera, por último; y más importante, no puedes embarazarte.

¿Por qué tiene reglas?, ¿debía prestarle atención especial a eso?

«No, no debes, susurró esa voz».

«Tienes razón, me interesa tener dinero y él va a dármelo, contesté en mi mente».

—Bien, a mí no me interesa ser madre pronto, no tengo con quien hablar de nosotros, así que descuida, vivir sola me encantaría, pero sabes que estoy con Joel y para e... Interrumpió lo que iba a decirle besándome apasionadamente, subió mi vestidito de baño y entró rápidamente en mi interior: una, dos, tres, cuatro, embestidas salvajes, cerré mis ojos dejándome llevar por el placer que me proporcionaba su agresividad hasta que los dos llegamos al nivel máximo de satisfacción riendo a carcajadas.

—Supongo, que cualquier cosa que ibas a decirme no es tan importante y podrás resolverlo, ¿cierto, nena?
Fueron sus palabras saliendo con sutileza de mí y lanzándose al agua desnudo.

Las horas a su lado fueron maravillosas, me habría gustado poder detener el tiempo allí, con él, en sus brazos, haciendo el amor mil veces sin interrupciones, sin conflictos, sin nada que pudiese perturbarnos, que nadie existiera, a excepción de nosotros y esa botella de vino que nos acompañaba.
El agua caliente de la tina nos arropaba y sus dulces besos enrojecían mis mejillas, estaba recostada a su pecho y nada podía dañarme, nada podía entristecerme, justo allí me sentía extremadamente feliz. Desnudos y felices nos preparamos para dormir, sin filtro, sin preocupaciones, solo nosotros dos envueltos entre esas sedosas sabanas haciendo el amor hasta que el cansancio nos sumergió en un profundo sueño.

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Mis ojos se abrieron con dificultad escuchando un leve e insistente tintineo que me resultaba muy molesto, me senté sobre la cama bostezando y pude darme cuenta de dónde provenía el sonido que tanto me desagradaba. Era de un reloj que sonaba en modo de alarma, lo apagué y me fijé en que estaba sola, Leonardo no se encontraba mi lado, pero un su lugar estaba una nota adherida a una rosa.
Baja a desayunar, dormilona, en el closet hay ropa para ti, ¡Te espero!

«Qué encantador es Leonardo, pensé», pero el recuerdo de Joel apareció para martirizarme. ¿Por qué?, no era justo, yo lo quería, sí, pero la vida que deseo y, por supuesto, que merezco es con Leonardo. Busqué mi móvil y envié un mensaje.

Hola, Joel. Espero que todo esté bien por allá, a mi llegada necesitamos a hablar.

Caminé hacia el gran closet dentro de la habitación y sí, había ropa para mí. Encontré un par de conjuntos: uno de jean azul con camisa de manga larga en color blanco, chaleco azul y tacones blancos, el otro era exactamente igual, solo que en color vinotinto y zapatos de tacón negro. Me decidí por ese último y luego de asearme bien, cepillé mi cabello, recogí mi bolso y bajé a la cocina.

—Buen día, Fabiola. Tosté un poco de pan para untarle esta deliciosa mermelada; que podemos acompañar con este café bien cargadito, que no podía faltar. —Señaló lo que había menciado, se cercó y me besó.

—¿Vas a seguir consintiéndome? —Lo besé yo a él—. ¡Qué afortunada soy!

—¡Lo eres! Veo que la ropa que elegí para ti, te quedó a la perfección ¡Te ves preciosa!

—¡Gracias! Tienes buen gusto, yo no había pensado en el hecho de que no había traído mis cosas aquí.

—Yo siempre pienso en todo. Debemos presentarnos nuevamente en la sala de juntas de las oficinas Santamaría porque hizo falta mi firma en uno de los documentos, no sé dónde tenía la cabeza el día de ayer que olvidé firmar.

—Me guiñó un ojo y ambos reímos.
Terminamos de tomar nuestro desayuno e hicimos acto de presencia en la empresa que ahora colaboraría con textile business. Leonardo firmó lo que había quedado pendiente, también creo una nueva clausula en su contrato, que fue mi trabajo redactar. Todo ese protocolo nos llevó toda la mañana y parte de la tarde. Salimos exhaustos a las dos de la tarde. 

—Comeremos algo en la suite, nena, podemos pedir lo que desees del menú del hotel o pedir algo de fuera a domicilio ¿Qué te apetece? —preguntó mientras recostaba su cabeza en mis piernas, se le veía realmente cansado.

—Quisiera una pizza, Leo, ¿te parece bien? —pregunté acariciándole el cabello.

—Me parece perfecto, nena.

—¿Saldremos a Detroit a qué hora? Debo avisar a mi madre.

—¿A tu madre? —Levantó una ceja y su mirada se oscureció.

—Sí, claro que a mi madre —le contesté con absoluta seriedad.

—Vale. Llama a tu madre e infórmale que saldremos mañana a las seis de la mañana. Hoy me apetece comer mucha pizza y ver alguna película acostado contigo. —Sonrió y me acarició la mejilla.

Ya en la suite recién duchados y con nuestra pizza en mano. Envié un mensaje a mamá diciéndole que volvería al día siguiente por la mañana y me olvidé por completo de Joel centrándome en Leonardo. Pasamos la noche comiendo y mirando en la tv de la suite la maratón de Harry Potter y mi mundo solo parecía girar en torno a él.
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Eran las 7:00am del día domingo cuando Leonardo y Fabiola llegaban a Detroit. Se despidieron con un apasionado beso y cada uno tomó su camino, Leonardo se encaminó con su chófer a una hermosa casa donde un precioso niño rubio de aproximadamente cinco años lo recibió con una sonrisa; por su parte, Fabiola estaba intranquila, ya que no tenía la valentía para terminar su relación con Joel. Llegó a casa y su madre la recibió con cariño, tomaron juntas un café y le contó sin detalles como estuvo el viaje; por suerte, Joel aún dormía, ajeno a todo lo ocurrido.
                                                                         

                           .Fabiola.

Quería contarle a mamá que dejaría a Joel y que pronto viviría sola, pero no sabía como podía reaccionar y Joel dormía en nuestra habitación, así que opté por callar y decir otra cosa.

—Subiré a despertar a Joel.

—Bien, cariño. Ve y bajen juntos a desayunar. —Me dedicó una sonrisa y yo caminé hacia la habitación.

Entré y me quedé en la puerta observándolo mientras dormía, estaba tan bello como siempre e inocente de todo, que difícil resultaba esa parte de la historia.

«Él no es para ti»

—No quisiera dejarlo —admití con melancolía.

«No te conviene»

—¡Crees que no lo sé!, claro que lo sé —Subí la voz molesta—. ¡Déjame ya!

«Entonces deja el sentimentalismo»

—Amor, ¿hablas con alguien? —Joel despertó mirándome extrañado.

«Dile que no»

—No, Joe, con quien voy a hablar —dije haciendo una mueca.

—Me pareció oírte discutir con alguien —insistió.

—He dicho que no, seguro lo imaginaste. —Me acerqué a la cama y en un hilo de voz comenté—. Tenemos tanto de qué hablar, pero mamá nos espera para desayunar, luego de eso hablaremos.

Le sonreí y me levanté para ordenar la ropa que traía en mi maleta.

—Sí, claro que tenemos que hablar yo tengo algo importante que decirte, me ducharé y luego vamos con tu madre.

—Me dio un beso rápido en los labios y se fue al baño.

Cuando Joel me besó me sentí miserable, una tristeza enorme se apoderó de mí y las lágrimas brotaron de mis ojos como cascadas. Quería dejarlo, pero no quería hacerlo sufrir, no lo merecía, pero yo tampoco merecía esa vida de mierda, llena de carencias como la que tuvo mi madre, tarde o temprano Joel sentirá presión por la falta de dinero y actuaría como mi padre: todo a golpes y no quiero eso para mí, no quiero, me niego y siempre me negaré a repetir esa historia.

«Para de llorar y déjalo»

La única manera que tengo para conseguir lo que quiero es controlando mis estúpidos sentimientos.  Sequé mis lágrimas y terminé de organizar la ropa en silencio. Una vez culminé me dirigí a la cocina.

—Hija, ¿sucede algo?, ¿dónde está Joel? —preguntó mi madre en cuanto me vio entrar.

—Ya viene, mamá —contesté con desgana y tomé asiento mientras mi madre ponía en frente de mí una taza de café.

Joel llegó poco después y se unió a nosotras para el desayuno y charlamos animados o bueno, a menos eso fingía yo, porque estaba perdida en mis pensamientos, «¿cómo voy a decirle que se vaya? y, ¿cómo haré luego para irme yo?, ¿qué va a pensar mi madre?, ¿cómo iba a reaccionar, ¿seguro comenzaría a llorar o me gritaría?»

—¡Hey, Fabi! —Joel me sacó de mi burbuja.

—Disculpa, Joe, estaba distraída —dije avergonzada.

—¿Te pasa algo?, estamos hablándote y no escuchaste ni una sola palabra —comentó reflejando confusión.

—Nada, descuida —mentí—. ¿Qué me decían?

—Voy a salir por unos minutos, necesito recoger algo que debo llevar a mi jefe mañana, hablaremos cuando llegue. —Me besó en la mejilla.

Yo asentí, él se levantó y se marchó. Ya a solas con mi madre me dispuse a hablar con ella.

—Mamá, voy a dejar a Joel —dije sin más y con la cabeza abajo.  Ella soltó su tasa de café y me miró sorprendida.

—¿Cómo qué vas a dejar a Joel, cariño?, ¿por qué?, ¿te hizo algo malo? —Tenía cara de preocupación.

—No, mamá, soy yo. No me siento bien con esta relación, Joel no es un hombre para mí, yo necesito más que esto, él no tiene nada que ofrecerme, no quiero pasar lo que tu pasaste con papá —contesté con un leve temblor en mi labio inferior y al mismo tiempo abrí más de lo normal mis ojos evitando que se desbordaran en llanto.

—¡No compares a Joel con tu padre, Fabiola! Tu padre era un hombre con problemas, era un alcohólico; por eso me agredió, la falta de dinero nunca fue el problema, el problema era él. —Me miró molesta.

—No, mamá. Si ustedes no hubiesen tenido problemas económicos mi padre no te hubiera maltratado de esa manera y me habría dado amor, amor de verdad, sin verme como una carga más. —Rompí a llorar.

—¿Y crees que dejarlo es la solución? Tu estás estudiando, cuando te gradúes sé que estarán mejor y puedes animarlo a estudiar también, cariño, no llores.

Mi madre se levantó de su asiento para acercarse a mí y me abrazó para consolarme.

—Mamá, para llegar a eso pasaría mucho tiempo, él no quiere superarse, se conforma con muy poco y además yo tengo quien pueda darme to… 

¡Dios mío! hablé de más, me separé de ella y sin mirarla bebí un poco del agua que se encontraba sobre la mesa.

—¿Quién puede darte todo, Fabiola?, ¿estás dejando a Joel por un hombre con dinero?  Yo no te eduqué de esa manera. —Golpeó fuertemente la mesa y con sus manos me apretó la cara para obligarme a mirarla—. El dinero no es lo más importante en la vida, ¿desde cuando eres una interesada? —gritó furiosa.

«Desde siempre»

—¡Tú cállate!

—¿Disculpa? —volvió a gritar.

—Mamá no es contigo. Perdóname, ¿sí?, estoy nerviosa. ¡Entiéndeme! este hombre me gusta y puede darme todo lo que me merezco, ya nunca más volveremos a tener problemas de dinero, entiéndeme y apóyame en esto —le supliqué.

—Me imagino que ese hombre es Leonardo Alcatraz, si es tu decisión hazlo, pero yo no quiero ni un céntimo de ese hombre y que sepas que él, no pisa esta casa, Fabiola.

Mi madre se dio media vuelta y me dejó sola en la cocina. Seguí llorando, a pesar de que mi decisión estaba tomada. Esta noche dejaría a Joel.

Horas más tarde…

—Joe, ya que estamos solos tengo que decirte algo. —Lo miré fijamente decidida de lo que iba a decir.

—Antes quiero pedirte algo, amor.

Buscó en el cajón de la mesita y sacó una cajita cuadrada pequeña. ¡NO!, qué no sea un maldito anillo de compromiso, te lo pido Dios mío, no. Mientras Joel abría la cajita yo sentía temblar cada parte de mi cuerpo.

—Cásate conmigo —pidió mirándome con tanto amor y un bello anillo de compromiso en las manos.

No podía creer lo que escuchaba, las lágrimas comenzaron a caer de mis ojos, lloraba de rabia e impotencia, ¿cómo me va a pedir matrimonio? ¡Está loco!, de verdad cree que de puro amor nos vamos a mantener, eso era insólito.

—¿Cómo te atreves a pedirme eso? —Sequé mis lágrimas, le quité la cajita y la solté sobre la mesita—. Vivimos en casa de mi madre, no tenemos dinero como para mudarnos y hacer una familia, Joel, mucho menos tenemos dinero para costear una boda.

—Fabi, ¿cuál es el problema de vivir aquí? Y por la boda; será algo sencillo y solo por civil —dijo cabizbajo.

—Joel, mi respuesta es no, yo no voy a casarme contigo, no tienes nada que ofrecerme. —Lo miré indiferente.

—Tengo mi amor para darte y hacerte feliz —respondió sonriente.

—¿Y de qué nos sirve el amor sin dinero? Yo quiero una casa, un carro, ropa nueva, quiero poder pagar para no tener deudas. Eso se logra con dinero y eso tú no lo tienes. —Estaba indignada, me molestaba su ingenuidad y conformismo.

—Si eso es lo que piensas, no estamos en sintonía y lo mejor es que esta relación se acabe. —Su mirada reflejaba tristeza.

—Sinceramente, es lo mejor para los dos.

Me lancé sobre la cama y cubrí mi cuerpo con la sabana e ignorándolo comencé a llorar en silencio.
Sentí como Joel sacaba la maleta del armario y comenzaba a guardar sus cosas para salir de la habitación sin decir una palabra.

Estando sola la tristeza me invadió un poco más, pero a la vez sentía un gran alivio, puesto que fue él quien decidió marcharse, yo no lo eché de casa, así que haciendo a un lado mis sentimientos estúpidos, me acomodé para dormir porque mañana volvería a mis clases y a trabajar para Leonardo.

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