Capítulo 4
Aeneas
—Mírame a los ojos y dime que no me amas. —Yuki está más gracioso de lo habitual, para no decir pesado. Estuvo espiando, a través de una ventana, a una familia que veía televisión y ahora está imitando una escena de la misma. Utiliza gestos afeminados y una voz demasiado chillona para mí gusto—. Bésame. —Se acerca a mí contoneando las caderas de una forma muy rara, pareciera que le duele la espalda. Me toma de los hombros y hace el amago de besarme, pero le doy un pequeño golpe en el abdomen que me da el tiempo suficiente para alejarme de él.
—No te asienta ver series mundanas —comento una vez que estoy a una distancia segura de él.
—Tú sólo estás envidioso por mis dotes de actor. —Se iergue con una sonrisa de autosuficiencia dibujada en el rostro.
—Exacto, te tengo mucha envidia —hablo con notable sarcasmo. El de ojos rasgados me saca la lengua y se acerca poco a poco a mí mientras su semblante se va transformando.
—Ya es hora de echar otro vistazo. —Remplaza su tono divertido por uno más serio y despliega sus alas listo para despegar. Sé a lo que se refiere, así que lo imito, segundos después nos alzamos por toda la ciudad asegurándonos de que todo esté bien.
Ya es pasada la medianoche y las calles están tranquilas, demasiado para mi gusto. Algunos individuos van y vienen, pero nada de que sospechar o preocuparse. Los demonios prefieren la madrugada para hacer de las suyas: vandalismo, tratos, engaños, pero principalmente comprar almas, ahí es cuando entramos nosotros, nuestro objetivo es darles caza, proteger a los humanos de estos seres viles y despreciables, devolverlos al infierno donde pertenecen.
Aterrizamos en el tejado de un pequeño edificio y continuamos inspeccionando el lugar. Las cosas han estado demasiado tranquilas desde hace unos días, lo que nos hace sospechar.
—Mira aquellos que vienen por allá. —Mi amigo me señala a dos hombres que se acercan por la otra acera y penetran en el interior de un edificio casi en ruinas, pero no son demonios.
Estos entes son fáciles de identificar en su forma original: seres humanoides con características de animales, colas, garras, cuernos, colmillos, aliento pútrido y voces guturales; parecen criaturas salidas de nuestras peores pesadillas. Cuando tienen forma humana son difíciles de identificar, pero no imposible: en ocasiones sus ojos toman una forma o color antinatural, su aura es oscura y suelen conservar una parte de su forma original, pero se encargan de esconderla lo mejor posible.
Minutos después, y por el mismo camino, aparecen tres figuras encapuchadas que ingresan en la misma edificación que los anteriores.
—Esas personas tenían un aura extraña, es mejor que investiguemos —digo y me lanzo, aterrizando en el pavimento seguido de Yuki.
—Si es que realmente son personas. —Escucho susurrar al de ojos rasgados.
Entramos al edificio, intentando hacer el menor ruido posible, ya que si los tres últimos son realmente demonios las cosas se pondrán feas aquí. Escuchamos susurros en un apartamento, así que nos acercamos con cautela. La puerta está semiabierta, además de tener un agujero en la parte baja, lo que nos permite algo de visibilidad hacia el interior. La habitación en la que se encuentran está en penumbras, con muebles viejos llenos de polvo, además de telarañas por todas las esquinas.
—¿Están dispuestos a cerrar el trato? —Uno de los últimos hombres que entraron es el que habla mientras que sus dos acompañantes solo se paran ahí, observando en silencio.
—Sí. —La respuesta de los otros dos parece alegrar al trio porque sonríen y se remueven un poco, dejándonos ver a nosotros la cola escamosa que lleva escondida uno de ellos en la pata de su pantalón.
<<Demonios>>.
—Solo tienen que firmar aquí y el trato estará sellado. —El que preside la reunión le extiende una hoja de papel y un puñal al dúo.
Antes de que la situación se nos vaya de las manos y no podamos hacer nada decidimos actuar. Hacemos aparecer nuestras espadas e irrumpimos en la habitación mientras vamos tomando nuestra forma de luz.
—¡Pero qué...! —Escucho maldecir a uno de los mundanos.
—Malditos pollos —dice uno de los demonios y enseguida toma su forma original: un lagarto humanoide, con escamas verde brillante por todo su cuerpo, cola larga y gruesa, garras grandes y puntiagudas, colmillos afilados acompañados de un aliento putrefacto, ojos amarillos y tenebrosos, en su cabeza sobresaliendo dos cuernos.
—Este es mío. —Se adelanta Yuki y comienza a pelear con el reptil gigante.
Los dos humanos están aterrados, agachados debajo de la mesa, mientras que las otras dos criaturas se van transformando: una se convierte en un ser pequeño y deforme, ojos perturbadores acompañados de una sonrisa macabra de dientes afilados, con dedos y extremidades delgadas; el otro creció hasta alcanzar dos metros de altura, su piel se oscureció, garras aparecieron en sus dedos, su mandíbula se desfiguró hasta ser grande, cuadrada y grotesca, sin labios, con dientes largos y afilados, de ojos rojo brillante. El demonio de extremidades delgadas recoge el papel y la daga del suelo y comienza a molestar a los dos hombres insistiéndoles en que firmen con su sangre.
—Tus alas serán mi trofeo —dice el de tez oscura con una voz de ultratumba antes de abalanzarse sobre mí.
Esquivo su primer zarpazo mientras intento acuchillarlo con mi espada, pero no logro nada. Comenzamos un combate en el que intentamos hacernos daño, pero ambos sin tener éxito. El ser de ojos rojos me ataca directamente al cuello, pero mis reflejos actúan y logro cortar su brazo a la altura del codo. Un alarido ensordecedor abandona su garganta y con furia inyectada en sus ojos embiste hacia mí, atacando con su otra mano y todos sus dientes, pero soy más rápido y lo esquivo, haciendo que caiga de rodillas en el suelo. Sin esperar un segundo más, con una estocada rápida y certera, corto su cabeza. Esta cae de inmediato al suelo y rueda, hasta parar a los pies de los dos hombres que no paran de temblar debajo del mueble.
El más pequeño de los dos, sin aguantar más el vómito en su garganta, sale corriendo fuera de la habitación mientras que el pequeño ente deforme suelta un pequeño grito lleno de agonía antes de hablar.
—Te arrepentirás de esto maldito pollo. Nos volveremos a ver, y me temerás, yo seré tu peor pesadilla. —Y en un parpadeo desapareció.
—Odio los lagartos. —Me volteo para ver a Yuki bañado en una sangre espesa y oscura mientras que su contrincante yace en el suelo descuartizado.
<<El hombre que salió corriendo>>.
Una alarma se enciende en mi cabeza.
—Hazte cargo de ese. —Le señalo a mi amigo el hombre que se quedó inmóvil bajo la mesa y con la mirada perdida—. Voy por el otro.
Salgo a toda velocidad de la edificación y echo a volar intentando interceptar al humano. Lo diviso a varias manzanas, sí que corre rápido. Parece cansado, camina a toda velocidad y mira hacia atrás como si alguien o algo lo estuviese siguiendo. Ya no puede verme: sólo soy visible para él si así yo lo preciso o si su vida corre peligro a manos de algún demonio.
El recuerdo de las palabras de Gabriel inundan mi mente: <<Sabes que no debemos hacernos visibles ante ellos(...) (...)un desliz más y Aeneas, tus alas sufrirán las consecuencias>>. Debo ayudarlo, pero sin ser visto. Una idea cruza mi mente y decido ponerla en práctica.
Me acerco a él y vuelo a su lado mientras decido hablarle, no rompo las reglas porque no me podrá ver, sólo escucharme.
—Humano —se pone alerta, se para de un tirón y respira—, todo estará bien.
Empieza a hiperventilar y sus ojos se humedecen, mira a todos lados pero no ve a nadie.
—Dejame en paz, por favor, detente —grita a todo pulmón y comienza a correr otra vez.
Intento detenerlo, pero no me escucha, está aterrorizado, tanto así que al cruzar la calle no se da cuenta del auto que viene a toda velocidad.
El sonido de los huesos al romperse es horrible, escuchar como su corazón dejaba de latir y ver cómo exhalaba su último respiro fue angustiante. Sentí como una parte de mí se iba con él ¿Por qué no podemos ayudarlos? ¿Por qué no podemos intervenir?
<<Para protegerlos a ellos y a nosotros>>.
Siento mi pecho oprimirse y las lágrimas llenar mis ojos. Esto no debía haber sucedido, yo podía ayudarlo, él no tenía que morir. La culpa me corroe por dentro mezclada con ira y tristeza. Malditas reglas.
Regreso con Yuki, no puedo presenciar esta escena ni un segundo más.
—¿Qué sucedió? —pregunta en cuanto me ve aparecer, pero no es necesario hablar, mi expresión se lo dice— ¿Murió? —Asiento.
Quedamos en silencio, y prefiero que sea así, no quiero articular palabra. Levantamos el vuelo hacia nuestro hogar en el mismo silencio, agradezco que mi amigo me conozca tan bien. En cuanto llegamos cada cual va hacia su alcoba para limpiar la suciedad y sangre mezclada que tenemos encima. Gabriel me ha enviado varios mensajes para que acuda ante él, pero no tengo ánimos de escucharlo decir que hice bien y que no podía haber hecho nada por el humano. Después del baño me voy a la biblioteca, específicamente a la sección de "Libros prohibidos". Tuve que escabullirme, porque esta zona es para Arcángeles y Principados, no para simples ángeles como yo.
Estoy decidido a encontrar una forma de ayudar a los mundanos sin poner en riesgo mis alas.
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Aquí les dejo otro capítulo más. Es mi primera vez escribiendo una escena de acción y pelea, así que espero haberlo hecho bien.
Mis disculpas si al leerlo sale el guión corto. Yo escribo con el largo, pero al parecer en ocasiones la plataforma lo cambia.
Espero que les guste.
Besote y Apapacho.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top