Capítulo único
Sun Wukong y Macaque eran dos monos que vivían en Flower Fruit Mountain, junto a otros pequeños monos.
Crecieron todos juntos y realmente se agarraron mucho cariño, eran familia, pero entre los dos primeros había algo más, un interés, demasiado.
Se trataban con tanto cariño y cuidado, eran atentos el uno con el otro y la vida en aquel entonces era simple y perfecta, al menos así lo veía Macaque, también Wukong, pero...
Eso fue hasta que comenzó a salir de su hogar.
Sucedía que Wukong había hecho amigos fuera de su hogar, había conseguido un maestro y realmente deseaba aprender cosas, quería ser fuerte, proteger a sus seres queridos.
La fuerza realmente era algo que le interesaba, ser tan poderoso que nadie se metiese contigo, así podría proteger a su familia y seguro que a Macaque le encantaría verlo tan invencible.
Pero esas eran solo las ideas de un inmaduro Wukong, quien nunca supo realmente lo que había en la mente de Macaque.
Habían días donde Macaque pasaba solo, antes eran dos veces por semana, luego cinco, y finalmente todas las mañanas, despertaba y Wukong no estaba.
Por las noches volvía y pasaban algo de tiempo antes de irse a dormir. Macaque no estaba feliz con eso, pero no quería romperle ninguna ilusión a Wukong, de verdad lo veía tan emocionado hablando de lo que le interesaba.
Macaque quería pedirle atención a Wukong, pero siempre se iba, y cuando le pedía a Wukong quedarse, el solo respondía con un "lo hago por ti" y se iba.
¿Por el? Pero lo único que Macaque deseaba era tenerlo a su lado.
Aunque volvía por las noches y en los finales de año celebrando juntos, realmente Macaque solo lo quería allí, sin irse, solo con él, en su hogar.
Pero no tenía el corazón para obligarlo a dejar algo que disfrutaba, porque lo hacia a pesar de que se supone que era "por el".
Al final, Macaque solo tuvo que soportar, esperar.
Pronto esa esperanza y felicidad fue extinguiéndose junto al amor que comenzaba a doler.
Se sentía abandonado, solitario, no le gustaba esa soledad.
Y en esa soledad, lo único que le daba consuelo eran los pequeños monos que se acercaban a el y le abrazaban entre todos.
Los únicos que entendían al menos una parte de su dolor.
—Ya volverá.— Decía Macaque para sí mismo, para calmar su angustia.
Y así era, Wukong siempre regresaba, tarde a veces, pero lo hacía. Macaque aprendió a vivir con ese dolor, aunque...
Siempre tuvo esa pequeña esperanza de que Wukong nunca vuelva a dejarlo solo.
Pero su miedo aumentó cuando...
—¡Mac! — La voz de Wukong era de emoción, entró a su casa con el fin de buscar a su compañero, mejor amigo, todo, recién llegaba y ya estaba guardando unas cosas.
—¿Sí?— Preguntó Macaque, quien estaba en la cocina, solo se giró a verlo, empacando en una mochila puesta sobre su cama.
—¡Tengo noticias! ¡Muy buenas!—
La emoción de Wukong parecía ser tan contagiosa, Macaque solo pudo sonreír, ¿Qué sería? Debía ser bastante bueno.
—¿Cuál?—Preguntó el de pelaje oscuro.
—¡Me voy de viaje con el maestro y los demás! ¡Será maravilloso! Aprenderemos tantas cosas, ayudaremos a personas y... Esa no es la mejor parte.—
La sonrisa de Macaque amenazaba con desaparecer, ahora solo la forzaba, además de colocar sus manos por detrás y apretar los puños, se sentía tan impotente, no podía ser cierto, se iría, un viaje, ¿Por cuanto? ¿Dónde? ¿Volvería?
—Eso... Suena maravilloso, Peach.—
Pero Macaque nunca era de los que compartía realmente como se sentía, por eso solo pudo mentir y acompañarlo en su emoción, era lo mejor que podía hacer, ¿No?
—¡Lo es! Y...—
Wukong se acercó y lo agarró de las manos, mirándole a los ojos, sonriendo.
—Cuando vuelva del viaje, voy a traerte algo, ¡También a los pequeños! Tengo un plan, pero es una sorpresa, te va a encantar, solo espérame, Mac, ¿Sí?—
Wukong le besó en la frente y luego fue rápido otra vez por su mochila y la agarró.
—¡Hasta pronto, Mac! —
Emocionado, se fue de allí, dejando solo otra vez a Macaque.
—¿Esperar por ti?... Eso es lo que siempre hago.— Murmuró Macaque, para entonces suspirar.
Otra vez solo, otra vez abandonado, pero quería creer, sí, podría hacerlo, siempre lo hacia.
Cuando salió de la cocina pudo ver una nota en la cama, al agarrarla, no era más que el dibujo de un durazno y unas palabras, era una nota de Wukong.
"Conseguiré duraznos de la inmortalidad para ti, Mac. Entonces te diré algo que siempre quise, espérame."
Macaque solo bufó, sí, esperar, como siempre, Wukong solo era... Un tonto, ni siquiera quería eso, o bueno, en algún punto sí, recordaba aquella charla.
—¿Crees que nos volveremos a ver al reencarnar?—
Aquella pregunta fue hecha por Wukong, ambos estaban viendo las estrellas, acostados en el pasto, hablando de variedad de cosas.
—Espero que sí.—Dijo Macaque.
—Ooh~ ¿Y eso?— Preguntó por curiosidad.
—No quisiera tenerte lejos y... La verdad la reencarnación me asusta, porque no quiero dejar de estar contigo.—
Macaque a veces era tan honesto que hacia ponerse nervioso a Wukong, quien realmente no podía evitar sentirse ansioso, porque sentía lo mismo, quería mucho a Macaque, quería su vida entera con el.
—¿Y qué tal la inmortalidad?—Preguntó Wukong otra vez.
—Sería mejor, nunca decirnos adiós. Pero... No somos inmortales, ya sabes.—
—Una mordida a unos duraznos de la inmortalidad y todo arreglado.—
—¿Qué? No, no, no, ¡Eso solo está en el jardín de los dioses! Por Buda, Wukong, no planeas asaltarlo o algo así, ¿O sí? Fíjate que soy yo el de las ideas locas y no me da buena espina.—
—Bueno, podría robarlo, o... Tomar prestado, sí.—
—¿Por qué harías algo tan arriesgado? No seas imprudente.—
—Por ti.—
Fueron palabras que aún Macaque recordaba y tomaba como algo de simple amistad, no quería hacerse ilusiones, pero que difícil era estar enamorado de alguien tan denso.
Pero así le gustaba, amaba a Wukong así como era, y no podía cambiar su corazón.
El viaje era por aquel durazno, Macaque no podía creer que haría algo así, pero le tocaba esperar, pues el otro ya se había ido.
Si, esperar, no podía tardar demasiado, ¿No?
Wukong tuvo un gran viaje con su maestro y amigos, aprendió muchas cosas y se enfrentó a varios enemigos y demás.
Eso significa que, si, hizo muchos enemigos, también se metió en problemas, pero no importaba, no estaba solo.
Pero entre todas las cosas que hizo, la que más esperó y se emocionó cuando tuvo la oportunidad, fue robar los duraznos de la inmortalidad.
¡Finalmente! Todo ese viaje había valido la pena, era hora de volver, hora de ver a su amado Macaque y decirle lo que tanto había querido.
¿Qué sonaba más romántico que darle un durazno y pedirle pasar la eternidad juntos?
Era el plan perfecto que Wukong estuvo ideando por tanto tiempo, una vida sin fin junto a Macaque, a quien amaba tanto y todo el tiempo extrañaba.
Aunque, debía admitir que estuvo muy concentrado en su viaje, ¡Lo había disfrutado tanto! El tiempo había pasado volando. Había conseguido probar un durazno antes y realmente lo disfrutó, era inmortal ahora, su pareja ideal era Macaque.
Emprendió camino a Flower Fruit Mountain, llevaba los duraznos en una bolsa, su emoción se notaba.
—¡Mac! ¡Mac! ¡Mac! ¡Pequeños!— Comenzó a llamar Wukong al llegar, mirando alrededor antes de entrar a casa.
Hubo silencio, bastante, las cosas habían cambiado, habían plantas que antes no había, ¿Cuánto tiempo había pasado? Además, por alguna razón, la casa...
Oh, no, la casa.
La casa estaba destrozada, ¿Qué había pasado? Buscó entre los escombros, alterado, preocupado a más no poder, pero no había ninguna señal de Macaque ni los pequeños monos.
¿Acaso habían atacado su hogar mientras no estaba? Digo, tenía sentido, después de todo, tenia muchos enemigos, había olvidado ese detalle, ¿Estarían bien?
—¡Mac!— Volvía a llamar, pero no había respuesta.
Esta vez comenzó a preocuparse de verdad, no sabía que hacer, ¿Dónde se había ido? ¿Por qué no estaba? Le pidió esperar...
Pronto escuchó muchos ruidos, ¡Eran los monos! Más grandes que antes y fueron a saludar con emoción a Wukong.
—¡Pequeños! Por Buda, que alivio... Miren, les traje unos regalos, tengan, estarán muy bien con estos. —
Indicó Wukong mientras les entregaba a cada uno un durazno de la inmortalidad, pronto comenzaron a comerlo, el mono dorado solo sonrió al verles, pero comenzó a ver alrededor, aparte de ellos, ¿Por allí llegaría Macaque? Quizás habían ido a dar una vuelta.
—¿Y Macaque? ¿Dónde está?—
El bullicio de los monos había cesado, quizás porque no parecían gustarles el tema.
—¿Pequeños?...—Les volvió a llamar Wukong al notar simple silencio y no una respuesta. —¿Dónde está Macaque? ¿Fue a dar una vuelta con ustedes?—
Otra vez silencio, se miraron entre ellos y comenzaron a caminar hacia lo que era bosque, jardín, lo que sea, más que todo bosque al ser descuidado el sitio. Los monos señalaron una pila de flores, una pila de flores sobre una bufanda roja, la bufanda de Macaque.
—¿Qué significa esto?—Preguntó Wukong, no entendía, o más bien, quería que fuese un malentendido.
Uno de los monos habló, claro que no hablaban el idioma humano, simplemente Wukong entendía.
"Mientras no estabas, un día vinieron unos malos y atacaron nuestro hogar, te estaban buscando y no estaban felices por no encontrarte, Macaque nos protegió a todos, pero..."
No hubo continuación, porque el pobre mono no quería decirlo, aún dolía.
—...¿Qué? No, no... Yo... Yo solo estuve fuera un tiempo, no fue tanto, Macaque no puede...—
"Fueron más de 15 años desde que te fuiste." Fue la corrección hecha por un mono.
¿Más de 15 años? No, no era posible, había pasado tanto tiempo y nunca se había enterado, ¿15 años? ¿Eso... Significaba que no estuvo en 15 celebraciones de fin de año junto a Macaque? ¿Qué se perdió su cumpleaños?
...
No, eso no era importante.
Más de 15 años fuera, había dejado pasar el tiempo, era tarde.
Wukong miró la tumba, sintió todo su mundo derrumbarse, todo lo que hizo había sido por nada. Se arrodilló en el suelo y miró aquella bufanda.
—Mac... Lo siento, lo siento, lo siento tanto.—
El gran sabio no podía evitar sentirse tan mal, no estuvo allí, por su culpa lo mataron, porque vinieron por el y no estuvo allí.
Macaque lo estuvo esperando por más de 15 años.
—No pensé tardarme tanto, yo... Yo lo siento tanto...—
Colocó su frente en el suelo, las lagrimas salían de su rostro, daba golpes el suelo, sentía tanta rabia, ¿Para qué hizo todo? Llegó tarde.
—No quiero, no quiero ser inmortal, no sin ti, Mac... Por favor... Lo siento, yo... Yo quería decírtelo, quería decir que te amaba tanto... —
No pudo decirlo, no pudo pedirle una vida juntos, no pudo hacerlo.
Si tan solo no se hubiese ido, si tan solo no hubiese hecho tantos enemigos.
¿Ese era el precio a pagar por su estupidez?
Debía tener prioridades, pero parece que no las tuvo bien definidas.
—Lo siento, Macaque... Lo siento tanto... Juro que nunca dejé de pensarte, ¡Lo logré, Mac! Por favor solo... Dime que es mentira, quería... Quería una vida contigo... ¡Conseguí los duraznos! Así que... Por favor...—
No hubo respuesta.
No la habría, y lo sabia.
Los monos se fueron, dejándole solo para que pueda dejar salir el dolor.
Wukong comenzó a gritar del dolor, su pecho dolía tanto, no quería ser inmortal, no quería ser un gran sabio, no quería ese poder y fuerza, solo quería a Macaque devuelta.
¿Por qué ser inmortal? No tenía sentido sin su amado.
...
Pero ya era tarde, tomó la decisión incorrecta.
Tal parece que ese era el precio por la inmortalidad...
Perder.
Perder lo más valioso de su vida, y ahora ya no había sentido. Ahora solo deseaba morir y encontrárselo otra vez.
...
Quizás, en otra vida...
Pueda enmendar ese error.
Pero en esta...
Ya lo perdió.
Macaque esperó, cada día, cada noche, en todo momento, porque Wukong se lo pidió.
Cuando pasó un año, no perdió la esperanzas y así fue por tanto tiempo, hasta que luego de 10 años, comenzó a sentirse aún más miserable.
Todas las noches lloraba, y cada mañana lloraba al ver que seguía solo, no podía seguir, sentía que fue una mentira y jamás volvería.
Entonces, un día, llegaron en busca de Wukong, era un alivio, significaba que si estaban molestos con el, seguía vivo, eso era bueno.
Pero... Vinieron a atacar, muy violentamente.
Macaque no podía contra todos, lo intentó, pero se había descuidado tanto por la depresión.
Hizo lo que pudo, pero solo terminó con una herida mortal, una gran apuñalada que llegaba de un lado a otro, estaba sangrando a más no poder y sentía perder la razón.
Incluso en su agonía, esperaba por Wukong.
Macaque esperó por el hasta el final, deseando que llegase con el durazno y aquello lo salve.
Esperó, esperó todo lo posible, tratando de mantenerse despierto, pronto llegaría, Wukong nunca le dejaría solo.
...
Esperó, pero nunca llegó.
...
Al menos, le consolaba el hecho de volverse a ver en otra vida.
Aunque, hubiese deseado vivir cortamente, pero con Wukong a su lado.
...
Sí, la inmortalidad no lo valía.
Lo único que deseó toda su vida, era estar con el.
Fin
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