Capítulo 14: El regalo

¡Nervios! Eso era lo que sentía Natsu frente a la puerta de aquella casa. No dejaba de mirar lo bien cuidado que estaba todo. El jardín era precioso, con el césped recién cortado, con algunas rosas abriéndose e impregnando todo con su aroma y, sin embargo, pese a que la casa era una preciosidad, no podía disfrutarla como se merecía debido a la incertidumbre de qué ocurriría cuando abrieran la puerta.

Silver arrastró la silla de ruedas hasta la puerta principal, abriendo tras haber escuchado el timbre. Creyó que podría ser Jellal, al fin y al cabo, se sentiría algo preocupado por él ante la ausencia de Gray. Lentamente fue abriendo la puerta, pero su sonrisa fue perdiendo fuerza a medida que vislumbraba ese cabello rosado frente a él. No podía ver mucho del joven puesto que estaba haciendo una gran reverencia, pero ese color de cabello lo recordaba demasiado bien pese a que habían pasado años.

Una parte de él deseó cerrar la puerta y olvidarse, pero otra parte... le decía que esperase a que ese chico se incorporase y hablase para dar su explicación. Estaba claro que había venido por algo y no sería nada sencillo. Tenía que haberle costado lo suyo llegar hasta allí.

- Ya está bien – aclaró Silver al ver que ese chico no parecía moverse de la posición.

- No... no lo está y no lo estará – comentó Natsu – lamento muchísimo todo lo ocurrido en el pasado y aunque haya venido hasta aquí y suplique su perdón miles de veces, estoy convencido de que nada conseguirá arreglar lo que hice.

- Es algo del pasado, chico – comentó Silver consiguiendo que Natsu levantase la cabeza – No voy a negarte que me ha sorprendido verte pero...

Natsu se quedó atónito al ver la silla de ruedas. Ni siquiera sabía que aquel periodista que una vez trabajó junto a él estuviera ahora en silla de ruedas. En los ojos de Natsu, Silver pudo ver esa duda y sorpresa.

- ¿Te apetece un té? Estaba preparando uno y no creo que hayas venido aquí sólo para disculparte en dos segundos. ¿No es así?

- Me gustaría ese té, sí – dijo Natsu todavía algo cohibido.

Ambos se sentaron en el salón sin atreverse a pronunciar palabra alguna. Natsu seguía nervioso, no sabía cómo iniciar una conversación con él y menos con todas las dudas que le asaltaban. Quería saber por qué estaba en una silla de ruedas, dónde estaba Gray o si sabía algo de lo que había ocurrido entre ellos. Quería decirle que amaba a su hijo y que jamás le haría daño, pero sabía que ya se lo había hecho en el pasado y seguramente se lo tomaría mal.

Silver sirvió el té en ambas tazas y observó un segundo a ese silencioso chico antes de empezar a dar leves sorbos. Natsu esperó un poco más, imitando al adulto y tomando el primer sorbo de aquella bebida caliente que pareció reanimarle.

- Yo... lamento haber tardado tanto tiempo en venir a disculparme. La verdad es que ni siquiera reparé en ello hasta no hace mucho. Gran parte de lo que hice de adolescente preferí olvidarlo u obviarlo, hacer como si nunca hubiera existido pero... la verdad, es que al final el pasado siempre te alcanza.

- ¿Hablamos de Gray?

- ¿Sabe algo al respecto? – preguntó Natsu alarmado.

- Poca cosa. Me dijo que estaba conociendo a alguien pero no me dio muchos detalles, eso me hizo pensar que quizá sería alguien que no me terminaba de gustar, quizá ni siquiera a él le gustabas. Sentía odio.

- Lo sé y me lo merecía.

- Nunca me explicó exactamente lo que ocurrió pero no volvió a enamorarse pese a todas las citas que traté de conseguirle. Quizá nunca te olvidó del todo.

- Le hice daño. Yo fui su primer novio, el primer chico del que se enamoró de verdad y... le traicioné. Me merecía todo su odio.

- Gray no es capaz de odiar durante mucho tiempo – aclaró Silver con una sonrisa – es especial. ¿Sabes? Intentó odiarte, se convenció de que era lo mejor para que no doliera tanto tu traición y, sin embargo... nunca te olvidó. Siempre tuvo ese amor escondido.

- Creo que ahora podrá estar tranquilo, se ha vengado de mí por lo que le hice pero no me arrepiento, yo quise que lo hiciera.

- No... Gray no se vengaría. No le gusta hacer daño a la gente.

- Esta mañana ya no estaba en mi casa.

- Se ha marchado a Suecia, tenía un congreso o algo así, en realidad creo que le habían contratado para hacer una escultura de hielo para una fiesta de allí.

- No me dijo nada... tampoco me dijo que usted estaba en silla de ruedas.

- Fue tras nuestra entrevista, la última de todas. Cuando me despidieron gracias a lo que comentaste de mí o a tus quejas, tuve un accidente. Un coche me arrolló.

- Lamento oír eso, porque entonces también fue mi culpa.

- No, eso fue un accidente. Estoy de acuerdo en que te odié cuando me despidieron, pero es un sentimiento que aprendí a afrontar. He tenido mucho tiempo para ver al detalle cada cosa. Sólo eras un chico perdido. Me alegra que encontrases el buen camino, pero si quieres recuperar a Gray... creo que vas a necesitar esto – le comentó dándole un papel con la dirección del hotel donde Gray se hospedaba en Suecia.

***

Hacía frío en aquella ciudad, demasiado para el gusto de Natsu, sin embargo, sabía que Gray merecía ese esfuerzo por su parte. Su teléfono no había dejado de sonar excepto en el momento del avión, que había desconectado el teléfono. Su representante era muy pesado y más desde que había dejado claro que no iba a hacer la ruta que le habían pedido para presentar su nuevo CD. Había cogido el primer vuelo a Suecia sin pedir permiso, era lógico que estuviera enfadado con él, pero no le importaba lo más mínimo, tan sólo Gray estaba en su pensamiento.

Entró por la recepción del hotel y recogió las llaves dispuesto a subir a dejar las cosas. No quería perder más tiempo, sólo necesitaba encontrar a Gray y aclarar las cosas con él. Una nueva llamada entró en su teléfono, de nuevo su representante y sin miramiento alguno, colgó por enésima vez. Harto de escuchar la vibración del móvil y las dichosas llamadas entrando cada cinco segundos, apagó el móvil. Antaño había dejado que controlasen su vida, pero ya no era ese adolescente, ahora era un hombre hecho y derecho, que sabía lo que quería. Nadie volvería a controlar su vida, ahora sabía perfectamente lo que deseaba y lo que no quería perder y ese... era Gray.

Armado de valor y cubierto con capas de ropa que le hacían parecer una cebolla, salió del hotel para adentrarse en las nevadas y animadas calles. Paseó por ellas, observando a los escultores creando sus obras. Aún había luz suficiente para que trabajasen un rato y eso llenaba de esperanzas a Natsu para encontrar a Gray. Más o menos, siguiendo la guía de las obras de artes heladas, se imaginaba cuál podía ser la de Gray y dónde estaría ubicada.

En el camino mientras recorría toda la calle principal, se entretuvo observando las obras a medio montar del resto de escultores que trabajaban sin descanso para cumplir con el plazo de entrega. La gente observaba atónita cómo creaban sus maravillas heladas y esperaban con entusiasmo el resultado final. Siguió caminando hasta que llegó a la escultura que él creía sería la de Gray, tenía que serlo, porque recreaba una cita.

Natsu sonrió porque, pese a haber cambiado a los personajes, reconoció su cita con él, junto a la playa, en aquella mesa los dos sentados, cenando con calma a la luz de las velas y se rió aún más cuando observó que la tela de la mesa estaba levantada. Imaginó que querría conseguir que la gente entrase dentro de la escultura, tendría algo pensado para que se pudiera ver dentro pero quedase oculto a simple vista.

Mirando la escultura, finalmente vio a Gray bajo ese manto helado bajo la mesa de hielo que estaba esculpiendo y saltándose el cordón de seguridad, se adentró en la estatua, subiendo por la rampa y entrando también en el recinto bajo la mesa, sorprendiendo a Gray.

- ¿Qué haces aquí? No puedes estar aquí – le dijo alarmado observando cómo todo su equipo detenía el trabajo de aquel recinto.

- Sólo a ti se te podría ocurrir algo así, no sólo la escultura de fuera, sino hacer algo bajo ella para que el público entre.

- Tienes que marcharte, Natsu, en serio.

- ¿Estás seguro?

- Sí, es peligroso que estés aquí, aún estamos trabajando.

- ¿A qué hora terminas? – le preguntó.

- A las seis, pero no creo que sea conveniente vernos.

- He hecho un vuelo de más de dieciséis horas sólo para estar aquí con la persona que más me importa. Te recuerdo, Gray, quería que lo supieras.

- No puedes recordarme – dijo atónito observando que tras Natsu empezaban a venir unos hombres cargados con flores, todos en fila - ¡Venga ya, Natsu! – exclamó al ver aquel espectáculo y cómo la gente sacaba sus cámaras y móviles fotografiando el momento.

- Te quiero, Gray.

- No puedo corresponderte, mi padre te odia.

- Tu padre me dijo que estarías aquí, estoy aquí por él y por ti. Te quiero – le repitió.

- No recuerdas nada de mí – intentó excusarse Gray una vez más.

- Lo recuerdo todo de ti, hasta ese tatuaje y me gusta, me gustas tú, Gray, tu carácter, tu físico, tu bondad, tu trabajo, tu forma de ser, aunque detesto que te largues a hurtadillas de mi piso – sonrió Natsu – aun así... te quiero – le repitió intentando que Gray de una vez lo confesase, pero el moreno tan sólo le observaba con cautela.

Cuando las flores terminaron de llegar y tras haberlas colocado junto a la gran mesa de hielo, un hombre se acercó hasta Natsu para darle el último ramo, los crisantemos azulados, mezclando el blanco y azul para simular el hielo y el cristal con el que ese chico trabajaba todos los días.

- Son para ti – exclamó Natsu dándoselas.

Gray las cogió pese al rubor que sentía al ver cómo toda la gente estaba pendiente de él, hasta sus propios hombres que trabajaban a la espalda habían dejado las cosas para observar la escena. En el interior del ramo había una cajita.

- Oh, madre mía – exclamó Gray temiéndose lo peor, porque él no estaba listo para aquello, apenas llevaba un mes saliendo con Natsu y le había dejado abandonado en su cama para alejarse de él.

- Cógela – sonrió Natsu.

- Yo no...

- Cógela y no digas nada hasta abrirla – susurró Natsu temiéndose que diría algo inoportuno sin saber su contenido.

Gray la abrió con lentitud pero se sorprendió. Él esperaba un anillo, algo precipitado para cómo iniciaba su relación. ¡Si es que se le podía llamar relación a eso que habían tenido! Pero no, tan sólo había una llave de cristal, con un colgante en forma de corazón también de cristal.

- Es la llave de mi casa, me costó mucho hacerla – sonrió Natsu – pero aprendí del mejor. Puedes entrar en mi casa siempre que quieras.

- ¡Joder! – exclamó Gray mirando la llave. Ni a él se le habría ocurrido hacer una llave así, debió costarle mucho trabajo hacerla pese a lo pequeño que era el objeto.

- Dos noches y tres días – comentó Natsu – y el corazón fue complicado darle la forma pero lo logré. ¡Más o menos! – dijo algo sonrojado.

Gray sonrió al ver que por detrás no había quedado del todo bien, pero Natsu había intentando al menos hacer algo con la técnica que Gray le había enseñado en ese mes.

- Es perfecta.

- Tienes mi corazón, Gray, y sé que helé el tuyo, pero si me dejas... lo derretiré, conseguiré que vuelvas a amarme, te haré feliz por todos los minutos que te hice daño en el pasado, lo compensaré. Te quiero a ti, Gray, hago estas locuras sólo por ti. Para mañana, todo el mundo sabrá que yo... cantante famoso de rock, estoy pillado por ti – sonrió sabiendo que las noticias llegarían pronto a la prensa – ¿Qué me dices, Gray?

- Acepto la llave – comentó Gray – aunque el corazón necesita ser remodelado – sonrió – pero aun así... te quiero y lo conservaré porque es tuyo. Es imperfecto como lo fuiste en el pasado, como seguiremos siendo en el futuro, pero es así como te quiero.

Natsu sonrió un segundo antes de acercarse a él y besarle con pasión, dejando que a su espalda se escuchasen los gritos de la gente que no podía creerse que hubieran sido capaces de presenciar algo así simplemente por estar en el lugar indicado en el momento preciso. La prensa sacaría aquello, pero vivirlo de primera mano, pocos podrían hacerlo.

Ambos chicos sonreían pero no querían soltar sus labios. Su relación comenzaba en aquel momento, los dos lo sabían. Quizá sería difícil, ambos siendo famosos siempre había un precio que pagar, en ese caso, su intimidad puesto que la prensa les seguiría los pasos durante un tiempo, sin embargo, a ellos no les importaba, tan sólo pensaban en estar juntos y reiniciar lo que abandonaron.

- ¿Dónde te hospedas?

- En tu hotel – le aclaró Natsu.

- Tendré que hablar con ellos para que te cambien de habitación. Tengo una cama de matrimonio y podríamos compartirla. Aunque no sé cuánto vas a quedarte.

- Hasta que acabes tu trabajo – sonrió Natsu.

- ¿Y tu representante?

- Que le den... estoy de vacaciones – sonrió aún más volviendo a atrapar los labios de su ahora novio – ya sabemos qué esculpirás bajo la mesa, ¿no? – preguntó Natsu.

- Claro que sí – sonrió Gray, sabiendo que bajo la mesa, los turistas podrían ver la mano de Natsu con esa cajita y la llave con el corazón dentro de ella, como si fuera a proponerle volver juntos en la cita que se representaba encima de ellos.

Fin


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