Capítulo 3: ¿Quién es el Diablo?
No me lo creo, no puedo creerlo ¿Que clase de persona es esta? Su cuerpo, es perfecto. Le he hecho todas las pruebas médicas, he examinado cada parte de su cuerpo, pero no hay ninguna imperfección, excepto las cicatrices de su espalda. Que tenga seis ojos, me recuerda a los pequeños ojos que tiene Yuuji bajo sus ojos, pero este tiene otro par más, debajo de esos. Su largo cabello blanco me recuerda a la nieve, pero creo que este cabello es más blanco. Su piel también es pálida, tal vez algo bronceada. Su rostro, si tuviera que describirlo con una palabra, sería, hermoso. Cada facción, cada detalle de su rostro estaba pulido a la perfección.
He intentado sacarle sangre, pero no he atravesado su piel y eso que le he echado imaginación, incluso he intentado sacar una muestra desde su ojo, pero la aguja se ha partido. Su cuerpo......si Suguru me oyera, se pondría celoso de lo que voy a decir, pero es jodidamente impresionante, cada músculo, cada fibra de su cuerpo, cada vena y arteria. Y la parte de abajo...Dios mío, no es humano. Nunca encontraré a otro humano con estas cualidades perfectas, incluso me atrevo a decir, que nunca existirá alguien igual a él.
Su espalda, la cicatrices que tiene, son raras, son seis cicatrices simetricas, fueron cortes limpios y cauterizados. Dos cicatrices muy grandes en la parte un poco al nivel de los hombros, en los trapecios otros dos abajo de esos, más pequeños, justo en los redondos mayor y luego otros dos aún más pequeños en los dorsales anchos.
—¿Has acabado?— Entro Suguru en mi sala. —¿Sabes quién es o si es humano?—
—Sere honesta, no he podido atravesar su piel. He probado con todo, pero o se ha roto o se ha doblado.— Señale todos los bisturís rotos y las agujas dobladas. —Y le he echado imaginación.— Saque de debajo de la mesa una motosierra rota.
—Ni siquiera preguntaré de dónde has sacado la motosierra.— Suguru se apoyo en la pared, mirando a nuestro albino desconocido. —Los altos mandos lo quieren ejecutar.—
—¿Ya? Ni siquiera ha despertado aún.— La verdad, no quiero que lo maten, quiero examinarlo, me siento como una niña pequeña con un juguete nuevo y exótico.
—Si, pero ese rayo de la muerte, que destruyó el templo y el velo, junto con el dedo de Sukuna, ha hecho que se caguen en los pantalones.— Suguru saco un cigarro y empezó a fumar, me ofreció uno, pero lo rechace, le prometí a Utahime que lo dejaría. Aunque tener un novio que te tienta cada dos por tres, me toca los ovarios.
—¿No puedes hacer nada?— Me senté en mi silla, jugando con un boli que había.
—¿Qué tanto interés te causa? ¿Debería ponerme celoso?— Suguru se acercó a mi, apoyándose en la silla que estaba y acorralandome.
—Depende ¿Vas a compensar lo de el lunes?— Sonreí mientras me cruce de piernas y con la punta de mi tacón acaricie su pierna y subiendo peligrosamente a su entrepierna.
—Quiero compensarlo, pero bien ¿Que te parece una cena en tu restaurante favorito? Con toda la cerveza que te apetezca— Incline la cabeza de un lado a otro, dudando de aceptar. Pero Suguru se acercó a mi oído y susurro. —Luego en casa puedo compensar más mi error y quitarte todo el estrés que tienes, sabes que mis labios son para tu uso exclusivo.— Sus labios se acercaron a mi cuello, su aliento caliente tocaba mi piel y de verdad quise que me besara allí, pero se alejo con una sonrisa. Era un idiota, sabe calentarme, pero luego me deja así.
—Esta bien, está noche a las diez.— Conteste intentado estar tranquila, pero que me mire así, sabiendo que ha logrado provocarle, me enferma.
—Bueno, voy a ponerlo en una sala de sellos, voy a probar hablar con él. Tengo una idea, pero solo si hablo con él.— Lo vi ir hacia el albino y levantarlo de la camilla.
—Ponle su ropa, es extremadamente suave.— Le di la toga y el pantalón, cuando Suguru tocó la tela, puso la misma cara que yo puse.
—¡Q-Que suave!—
—Sí, debes preguntarle de que está hecho, quiero que la cama tenga está suavidad—
—Se lo preguntaré.—
...
Desperte, sentía que me pesaban los ojos, pero con unos parpadeos pude abrir bien los ojos, delante de mi vi a un humano, se notaba por el brillo de su alma, pero no era Adam, ¿Algún hijo suyo? Pero es muy mayor ¿Cuanto he dormido? Intenté levantarme, pero mis manos estaban atadas a una cuerdas, mire mi alrededor, montón de ojos de una lengua que no conocía ni que inventé.
―あ、目が覚めたんですね。さて、基本的なことから始めましょう: あなたの名前は何ですか?— Le mire extrañado ¿Que idioma es esa? No parece la que uso ni la que usan los demonios y menos la que usaban Adam y Eva originalmente.
Por mí cara de confusión, comprendió que no le entendí ni mierda
—hmmm, do you speak English?— Inglés, supongo que así se llama el idioma en el que me está hablando.
—E-me-en?— Definitivamente no entendió lo que dije, porque me miro confundido. —Lú šu-gi šu-gi nu-bí-in-dug?— El chico se rasco la frente con su pulgar, mire los papeles que había pegados en la pared, tal vez leyéndolos y con él hablando, pueda aprender rápido su idioma.
――私の言葉が話せないのは残念ですね、本当に。これでは合意に達することが不可能になり、あなたの処刑を阻止できると思います.— Escuche atentamente cada palabra y luego leí, los papelitos de las paredes. Creo que lo tengo.
—¿Como te llamas humano?— Me miro con los ojos abiertos, se sentó en la silla de madera que había y me miró como un animal exotico.
—¿Me entiendes?— Solo asentí con la cabeza. —Bueno, pues empezamos de nuevo ¿Como te llamas?—
¿Es una broma? ¿Cómo me llamó? ¿Quién no me conoce? Soy tu creador ¿Que clase de pregunta era esa?
—Soy Samael, el iluminado.— El humano delante mía, se rió y creo que de mí.
—Buena broma, venga, tu nombre real— El humano me miró fijamente, pero solo puse una cara seria. La verdad está broma ya ha pasado la línea.
—Humano, mi nombre es Samael, tu creador.— La sonrisa tranquila del chico ha desaparecido. Cuando miro mi expresión seria.
—¿Como el Diablo?— Pregunto. Yo estaba ya confundido, como es que no me reconoce, Adam y Eva no le hablaron de mi ¿Donde estoy? ¿Y por que me duele la espalda?
—¿Quien?—
—¿Te haces llamar como el Diablo y no sabes quién es?— Vale, pude sacar dos conclusiones, la primera, no me cree que soy su creador y la segunda, que mi nombre ahora lo relacionan con el Diablo.
—No me has dicho tu nombre, humano— Intenté quitarme las cuerdas, pero me sentía raro, no sabría describirlo.
—Suguru Geto, soy profesor de la escuela de hechicería de Tokio. Y como no tengo mucho tiempo, quiero proponerte un trato.— Alce una ceja, ahora tenía más dudas ¿Tokio? ¿Hechicería? Esto me está poniendo de los nervios.
—Vale, antes de que me ofrezcas algo, yo quiero hacerte unas preguntas. Primero ¿Cuanto tiempo ha pasado desde la creación del Edén?— Vi como Suguru se empezó a reír.
—¿El Edén? ¿Eres cristiano?—
—Haber, limítate a responder está sencilla pregunta ¿Cuanto tiempo ha pasado desde la creación de la tierra?— Ya me estaba enfadado de verdad.
—Historicamente, tengo entendido que hace años, eh, creo que sí no estoy equivocado...cuatro mil quinientos cuarenta mil millones de años o eso se cree.— No, no, no...
—¿¡Ya ha pasado un eon!?— Debo ir al cielo, me han hecho dormir un eon, esta vez sí que se ha pasado de la raya Miguel. Intenté mover mis alas, pero...no las siento, no noto nada con ellas, siento que las tengo, pero no puedo moverlas.
Mire mi espalda y...no había nada ¿Donde están mis alas? E-esto no me gusta ¿Donde están? ¿Por que no las siento?
—Eh ¿¡Donde están mis alas!?— Suguru me vio extrañado.
—Asi que ¿esas cicatrices de tu espalda son de tus alas? ¿Ese es tu ritual?— ¿Cicatrices? Me...me...me han c-cortado las alas....¿Como? ¿Quién? ...mis alas....
—¿¡Donde las tienes!? ¿¡Donde has escondido mis alas!?— Grite en cólera, y con fuerza rompí la soga que me mantenía sentado, pero no podía quitarme las cadenas de mis muñecas.
Suguru se levantó de la silla y dio un paso atrás. —Oye, no te he hecho nada, te encontramos así, te lo juro.— Se le notaba algo asustado, me lloraban los ojos de la impotencia y la cólera. Quería gritar, quería llorar, mis alas....nunca más podré volar....mis poderes....he perdido casi toda mi divinidad. Ya se lo que estoy sintiendo....me siento débil, ahora soy débil.
Me senté en el suelo, Suguru salió de la sala, no me importa que me vea llorar un humano. Porque no puedo evitarlo, cortar las alas a un ángel....¿Quién haría eso? ¿Miguel? No...el no haría eso...pero, es al único que recuerdo antes de quedar dormido...¿Makima? No, ni en mis peores pesadillas, ni aunque la enfadará de verdad, ella no me haría esto. Debo saber quién lo ha hecho y cuando lo haga....lo castigaré con la peor de las torturas.
—Eso lo juro—
Después de media hora, Suguru entro, con un vaso de agua. La verdad es que ahora que no tengo mis alas, tengo las mismas necesidades que los humanos, los demonios o mis hermanos. Hambre, sed... Nunca pensé que sentiría estás necesidades. Suguru me dio de beber y sentí satisfacción de sentir el agua fría en mi paladar.
—Gracias.— Dije después de terminar de beber.
—Veo que estás más tranquilo. Supongo que para tí, tus alas son tan importantes como para mí, mis piernas.— Solo di una pequeña y corta risa.
—Son más que eso...pero sí, el concepto es el mismo. Suguru ¿Verdad?—
—Sí...verás, debo de informarte, que los altos mandos quieren ejecutarte, pero tengo un trato que ofrecerte. Tú has demostrado destruir un dedo de Sukuna, por eso quiero que lo hagas de nuevo con este dedo.— Saco un dedo momificado.
—¿Por qué crees que yo puedo destruir eso?— Ahora sin mis alas, no estaba seguro de lo que puedo y de lo que no puedo hacer.
—Solo intentalo— Me quitó las cadenas de las muñecas y me levanté del suelo, con una mirada frustrada, cogí el dedo y lo apreté con todas las fuerzas que tenía...no pasó nada, pero al alzar la cabeza, me encontraba en otra parte, mire el monto de huesos y vi ha alguien sentado allí, mirando la calavera de un animal.
Me subí al montículo hasta quedar a su lado, no parecía un humano corriente, se le notaba distinto, no era humano o almenos ya no, pero tampoco era un demonio o otro ser que haya creado.
—¿Que eres?— Mi pregunta le asustó, haciendo que saltará hacia las costillas que había arriba, de un salto le seguí. Me miraba con asombro, supongo que esto no es algo que debería pasar.
—¿Como has llegado a mi alma y que haces tocándola?— Su tono era soberbio y amenazante.
—Yo hice una pregunta primero... ¿Que eres? Pareces humano, pero no lo eres.—
—Tsk, Soy Sukuna muchacho, así que deja de tocar mi alma— Movió su mano, sentí una presión en el pecho, pero no pasó nada. Aunque detrás de mi, la costilla se había cortado. Esto es curioso, no pude evitar sonreir, este ser era interesante. —¿Como? ¿Como no te he cortado?—
—Supongo que sigo teniendo mi invulnerabilidad, eso es bueno.— Solté el dedo y salí de esa zona.
—¿Y bien?— Suguru me miró atento, pero le di el dedo.
—Lo lamento, pero no puedo destruirlo, aunque Sukuna me recuerda a mi hermano Miguel.— Me acerque a la puerta y salí de allí.
—Oye espera.— Suguru me intento parar, pero ya estaba afuera, viendo la luz del sol.
—Por mí, como extrañaba la luz...bueno, me voy— Suguru me detuvo antes de que diera un paso más.
—No puedes irte, los altos mandos...— Un sonido vino de su bolsillo y vi como saco un artefacto donde lo pegó a su oreja y empezó a hablar a través de el.
—¿Sí?....No, enseguida voy, si...yo me encargo— Al apagar el artefacto Samael ya no estaba. —Mierda ¿Donde ha ido?—
...
Camine hacia el edificio más grande, antes de entrar vi el diseño que tenía, era muy bonito, los humanos tienen casas muy bonitas. Al entrar me encontraba en un pasillo muy largo, sin saber donde ir, camine descalzo por los pasillos. Todo me parecía fabuloso y raro. Pero al hacer esquina, me choque con una mujer alta y rubia.
—Oh, disculpa, culpa mía, por no mirar. Oh...¿Como te llamas?— Con una actitud amigable me sonríe.
—Soy Samael, el iluminado.— La chica me miró de arriba a abajo y con una sonrisa se acercó a mí.
—Samael.... ¿Cuál es tu tipo de mujer?—
—¿Mi tipo?— Y allí lo vi, en sus ojos, esa mirada, la misma mirada que ponen todas las demonios...al parecer las humanas tambien sienten deseo. —Las que les encanta pecar— Conteste con un sonrisa amable.
—Me gusta, me llamó Yuki— Con una sonrisa se acercó más. Antes de que dijera algo, Suguru llegó.
—Oye, no te vayas así.— Suguru vino corriendo hacia nosotros
—Lo lamento, pero es que no me apetece quedarme aquí.— Conteste contento.
—Yuki ¿Que haces aquí?— Suguru miro a Yuki, pero ella me estaba mirando de arriba abajo, a punto de comerme.
—Querida, no te lo recomiendo, soy adictivo como el azúcar. Una vez que lo pruebas no puedes parar.— La advertí alegremente. Suguru nos miraba extrañado, hasta que empezó a entender la situación.
—Yuki, lo van a ejecutar, no puedes.—
—¿Que? ¿Por qué? Sí es todo una belleza— Yuki puso una mano tentativa en mi pecho descubierto.
—Bueno, gracias por el halago, pero si quieres probar esto, vas a tener que hacerme un favor.—
—¿Que clase de favor?— Pregunto con un tono agudo coqueta.
—De los que se saca solo beneficio.— Sonreí más y me acerque a su oreja. —Si me sacas de esto, prometo satisfacer tus deseos, hasta que ya no quieran ejecutarme.— Yuki se mordió el labio tentativamente, intento resistir a sus deseos, pero no pudo, miro a Suguru y sonrió.
—Hecho.— Susurro y se acercó a Suguru. —Dejame hablar con los altos mandos. Puedo sacar partido con él ¿Vale?—
—¿Que te hace pensar que te dejaré que te vayas con él?— Suguru se cruzó de brazos
—Porque, aún me debes ese favor.— Suguru la miro algo molesto.
—No juegues con eso, Yuki—
—No lo hago, solo quiero cobrar el favor.— Suguru suspiro y a regañadientes acepto, dejándonos solos.
—¿Por donde íbamos?— Pregunto Yuki mirándome
—Por la parte donde ahora me toca pagar mi parte del trato— Con una sonrisa me quite la parte de arriba de la toga, dejando mi pecho al descubierto.
...
Estaba en una habitación de un edificio muy alto, miraba el ventanal de la habitación, donde me dejaba ver todo lo que sería la ciudad de Tokio. Unos brazos delgados, pero fuertes abrazaron mi pecho, pasando sus uñas con suavidad y tentación.
—Samael ¿No te apetece una décima ronda?— Hablo Yuki detrás de mi, dándome besos en los hombros. Sus pechos tocando mi espalda y sus manos bajando hacia mi miembro.
—Claro querida, pero necesito saber unas cosas antes.— Me gire y la empuje en la cama y me puse encima de ella, mi mano acarició su rostro con delicadeza. —Veras, necesito saber un cosa muy importante, para mí.— Mi otra mano acarició tentativamente el ombligo y después bajo, hasta tocar la vagina y frotar mis dedos en la entrada, aumentando su deseo.
—Ah~ Sí....te diré lo que quieras~ Pero mete esos dedos~— Me pidió con lujuria y necesidad.
—Bien, querida, hablame ¿Que es la hechicería? Y ¿Quién es el Diablo?—
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Capítulo corto, pero prometo hacer más largo el siguiente capítulo. Recordad dar estrellita y decid si os ha gustado, un beso.
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