Capítulo 9 - Bruno
Con los guantes puestos y la gorra bien colocada sobre la cabeza, con la solapa protegiéndola del sol, Maya caminaba por un sendero. Solo estaba ella, no había nadie más. Respiró el aire fresco y sacó de la mochila el mapa. Empezó a hablar en alto para sí misma.
- Tengo que caminar un rato, y después llegar a un pequeño pueblo al lado de la subida de la montaña. Puedo ver si allí venden lo que me falta. Después subiré por la ladera de la montaña.
Hizo una pausa para recordar las palabras de su amigo.
- Max dijo que lo vio en medio del bosque, en una zona llana...así que no puede vivir en la ladera. Tiene que estar en la cima.
Volvió a guardar el mapa en la mochila, he intentó divisar en el horizonte el siguiente pueblo, pero no lo vio por ninguna parte. Solo le quedaba la opción de seguir caminando.
- Si sigo andando a este ritmo, tardaré meses en llegar hasta la cima. Y se me echará en invierno encima. Pero si corro, me cansaré más rápido, y no tengo dinero para botellas de agua ilimitadas...tampoco parece que haya ningún lago o río cerca para rellenar.
A lo lejos pudo ver algunas casas. Ya casi estaba en el siguiente pueblo. Eso la animó y empezó a correr con todas sus fuerzas.
Llegó rápidamente. No perdió el tiempo y empezó a buscar entre las callejuelas y plazas una tienda de ropa. Estaba tan concentrada buscando que se le olvidó taparse con la gorra, que aún llevaba sobre la cabeza.
Se paró un segundo en medio de una plaza. Miró a su alrededor, pero no vio nada. Entonces notó unos toquecitos en su hombro izquierdo.
- Buenos días.
Ella pegó un bote y se dio la vuelta rápidamente. A su lado había un chico joven, que parecía que tenía la misma edad que ella. Era alto, con el pelo corto y rubio, y con unos ojos azules y brillantes que Maya no podía dejar de mirar. Llevaba una chaqueta de lana y unos pantalones grises y largos.
- ¿Buscas algo? - Prosiguió el chico.
- S...sí...sí. - Dijo ella, nerviosa.
- ¡Ay! Perdón, qué poca educación. Mi nombre es Bruno. Te he visto un poco perdida y me he acercado a ver si podía ayudar. Y tu nombre es...
- Ma...Maya.
- No eres de aquí, ¿me equivoco?
- N...no. - Ella seguía nerviosa, no sabía muy bien por qué. Quería salir corriendo, pero su cuerpo no se movía. Simplemente se quedaba quieta, mirando fijamente los ojos de Bruno.
- Tienes unos ojos preciosos. Son un color...singular. -Dijo él, esbozando una sonrisa.
<<¿Cómo se ha dado cuenta de que...? ¡Ay! ¡La gorra! ¿Y si me ha reconocido? Bueno, no lo creo. Ya es tarde para ponérmela>>. Pensó Maya, mientras el chico la observaba, curioso.
- ¿A dónde te diriges? - Prosiguió él.
- A Sierra Helada. - Contestó ella, que se había tranquilizado un poco con los halagos de Bruno.
- ¿Y vas a ir así, sin abrigarte?
- No tengo mucho dinero...
- ¿Ese es el problema? Tranquila, mis padres son montañero, y además ricos. Viven, bueno, vivimos en una mansión en la ladera de la montaña. Seguro que no tienen problema ninguno en prestarte un abrigo o algo.
- Bueno, no sé si debería...
Antes de que ella pudiese terminar, Bruno la cogió de la mano y empezó a llevarla por el pueblo, hasta salir a un sendero que conducía directamente a Sierra Helada. Maya, sonrojada, se dejó llevar sin mediar palabra.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top