Capítulo 43 - Se nos acabó la suerte
- Entonces...¿qué haremos para encontrar a Fénix? - Preguntó Lucho, después de un rato en silencio.
- Posiblemente nada, no sé dónde puede estar...bueno, a lo mejor algún día decide buscarme él a mí, ¿quién sabe? - Dijo ella, algo triste.
Caminaron en silencio un largo rato, hasta llegar al bosque donde se encontraba la mansión de Bruno. Decidieron pasar por el camino más lejano a la casa para evitar cualquier posible problema. Aun así, la suerte no les sonrió esta vez.
- Sabríamos que volveríais... - Dijo la voz de una mujer en la lejanía. - ...y que haríais lo correcto.
- No hemos cambiado la respuesta. - Contestó Maya. - ¿Qué es lo que queréis ahora?
- Hemos cambiado de planes... - Explicó la voz de un hombre. - Estuvisteis mucho tiempo desaparecidos, no éramos capaces de localizaros. No queremos que volváis a ese escondrijo, ya sabéis que no nos conviene para nuestros planes...
La madre de Bruno avanzó, hasta estar a la vista de los chicos, y el hombre la siguió. Todavía tenían los trajes que les protegían del fuego.
- Lucho, esto no me gusta... - Susurró la chica.
- A mi tampoco. - Contestó él, en el mismo tono. - Pero ya sabes que siempre tendremos un último as en la manga...
Los dos adultos se acercaron más, hasta que poco a poco se colocaron en frente de los jóvenes. Entonces, Lucho sintió una presencia a sus espaldas y se giró rápidamente. Consiguió esquivar el ataque de Bruno, que sostenía una navaja en la mano. El chico de fuego se abalanzó sobre su enemigo y ambos rodaron por una ladera.
- ¡Lucho! - Gritó su compañera. Iba a ir tras él, pero un fuerte tirón hacia atrás la acabó dejando en el suelo.
- Estate quietecita. - Dijo la mujer, sonriendo. - Sabemos lo importante que es él para ti...y también hasta qué punto serías capaz de arriesgarte para salvar su vida. Ahora no os atenderán en ningún hospital...así que piensa bien todo lo que vayas a decir, niña.
Mientras, los dos chicos seguían rodando, hasta que cayeron a un pequeño lago. Lucho intentaba salir del agua, cuando algo se clavó en su espalda. Un grito resonó por todo el lugar, lo que hizo que Maya consiguiera zafarse y correr hacia el cuerpo del chico, que yacía en el suelo, rodeado de sangre.
La chica se sentó a su lado e intentó hacer que reaccionara, pero no obtuvo resultado. Justo en ese momento, Bruno se acercó al cuerpo y, despiadadamente, retiró el cuchillo. Lucho ni siquiera se movió.
- ¡No, por favor! ¡No! - Gritó ella, entre sollozos.
Los tres miembros de la familia se acercaron a ellos y esperaron a que la chica volviese a hablar.
- Está bien, me rindo...¿curaréis a Lucho si yo os doy mi poder? - Preguntó Maya, llorando.
- Claro, pero primero queremos tu poder. - Explicó la mujer.
La chica del fuego comenzó a acumular energía en sus manos. El resto se acercaron y esperaron. Ella siguió acumulando más y más energía, pero dejando un poco en su interior. Entonces, acercó sus manos a ellos y las abrió suavemente. Tres pequeñas bolas de energía de color rojizo entraron en los tres cuerpos.
- ¿Ya está? - Preguntó Bruno.
- Sí, creo que sí. - Contestó ella. - Ahora cumplid la otra parte del trato.
- ¿Y que contéis todo lo que ha pasado? Ahora tienes la prueba de que hemos atacado, o matado, a ese chico. No podemos permitir que viva. Y ahora que tú tampoco tienes poder y nosotros sí...acabaremos contigo. - Dijo el hombre.
Maya tenía muchísimo odio acumulado. No podía más y estaba a punto de estallar. Rápidamente, juntó sus manos, acumuló la energía que todavía quedaba en su interior y volvió a abrirlas, dejando escapar un enorme rayo de fuego que desintegraba todo lo que tocaba, incluida aquella familia.
- Vosotros lo habéis querido. - Susurró ella, sudando. Después, se giró hacia Lucho, que seguía tendido en el suelo. Acercó lentamente su mano a la herida y, entonces, una luz la cegó por un instante. Sintió cómo parte de su energía iba hacia la herida, mientras la chica caía al suelo agotada.
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