Capítulo 28 - Rehén

Max despertó. Estaba en una sala oscura, sin ventanas, con las manos atadas. No sabía cómo había llegado hasta allí. Lo último que recordaba era que alguien le había golpeado.

- ¡¿Hola?! ¡¿Alguien puede oírme?! - Gritó el chico.

La puerta de la habitación se abrió y, acto seguido, una mujer entró y miró a Max.

- ¿Ya has despertado? Has tardado un poco más de lo que esperaba, pero no importa. Vamos a jugar a un juego: yo te hago preguntas y tú las respondes.

- ¿Qué? - Dijo Max, sin entender nada.

- Primera pregunta: ¿dónde está tu amiga?

- ¿De que...de qué amiga me hablas...?

- ¡De la del fuego, imbécil!

- No...no sé dónde está.

- No mientas, chico, o  no saldrás vivo de esta habitación. - Le amenazó enseñándole una navaja.

- ¡Se...se lo juro! ¡No sé dónde está! Lo único que sé es que se fue a Sierra Helada, pero eso fue hace un tiempo. - Dijo el chico, muy nervioso.

- Entiendo...no creo que mientas...así que sigue yendo hacia Sierra Helada...

- ¿Puede...puede soltarme ya?

- No, aún tienes que responder a unas preguntas más...

- ¡¿Más?!

- Segunda pregunta: ¿sabes si ha encontrado ya al otro chico?

- ¡Que no sé nada! No he hablado con ella en mucho tiempo...

- Última pregunta: ¿ese colgante que llevabas...es de ella?

- Sí, es suyo.

- ¿Y sabes si tiene algún poder mágico?

- Solo brilla cuando ella está en peligro...que yo sepa, no hace nada más.

- Vale, es suficiente. Luego vendré y te dejaré la comida de hoy.

- ¡¿Eh?! ¡¿Cómo?! ¡¿Es q no piensa soltarme?!

- ¿Y que cuentes todo esto? No, lo siento, aquí te quedas. Puedo usarte como rehén...sí, eso haré. - Le dijo, mientras se dirigía hacia la puerta. - Y...pórtate bien.

Acto seguido, cerró la puerta, dejando completamente solo al pequeño Max.

- ¿Por...por qué he dicho todo eso? Podría haber mentido...podría haber dicho que ya no está en Sierra Helada o algo así...¿qué me ha pasado?

Max intentó ver la habitación entera, a pesar de la oscuridad. Cuando sus ojos se acostumbraron a la poca luz que había, pudo observar el pequeño cuarto donde estaba: no había nada, ni muebles, ni ventanas, ni lámparas. Nada excepto una pequeña botella tirada en el suelo que contenía una especie de líquido azul.

- ¿Puede que eso sea...suero de la verdad? - Pensó Max, aún temblando del miedo.

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