Capítulo 22 - Carácter ardiente
- ¡Eh! ¡Despierta! ¿Puedes oírme? - Dijo él, intentando reanimar a Maya.
Fénix revoloteaba alrededor de ella, muy nervioso.
- ¡Aparta, pájaro estúpido! - Se quejó el chico. - Mira, no sé qué os ha pasado, pero solo a una loca se le ocurriría subir así a Sierra Helada. Menos mal que tengo mantas de sobra.
Mientras él seguía quejándose, Maya abrió los ojos. Estaba tumbada en el suelo de una especie de cueva. A su lado estaba sentado un chico alto, con unos ojos rojizos centelleantes. Llevaba una chaqueta roja y blanca, unos pantalones de color azul oscuro y unas deportivas rojas muy desgastadas. Ella se fijó en que era pelirrojo, y su pelo se elevaba un poco hacia arriba. Le hizo gracia su extraño aspecto, pero no lo mostró.
- ¿Dónde...dónde estoy? - Preguntó ella.
- ¡Vaya, ya despertaste! ¡¿Pero cómo se te ocurre venir así a Sierra Helada?! - El chico empezó a gritar sin razón alguna, parecía que tenía mucho carácter. A Maya le molestó que fuese tan brusco, no había motivos para hacerlo pero, al fin y al cabo, la había salvado, así que decidió no quejarse.
- ¿Quién eres tú? - Continuó la chica. En realidad, preguntó simplemente para saber su nombre, porque creía perfectamente saber quién era.
- Soy Lucho. Y...respondiendo a tu anterior pregunta, estás en una cueva...mejor dicho, mi cueva. Yo vivo aquí, en medio de Sierra Helada. - Contestó, bajando un poco los humos.
- ¡Encantada! Yo soy Maya. - Se incorporó, sentándose frente al chico. Ya se encontraba mejor, y estaba muy animada. - Tú me has salvado, ¿verdad? Muchas gracias.
- ¿Quién si no te iba a salvar en pleno invierno en un sitio como este? Y solo porque te vi, que a saber qué te habría pasado si no hubiese pasado por allí anoche...
- Espera...¿ya es de día? - Maya abrió los ojos como platos, se le había pasado el tiempo rapidísimo.
- Sí. Por la luz del sol serán...las 8 de la mañana. Bueno, hora de ir a por mi desayuno. - Dijo Lucho, levantándose del frío suelo de la cueva.
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