- ¡Oh, ya has vuelto! - Dijo Maya al ver que el ave se posaba de nuevo sobre su hombro.

El águila soltó un alegre graznido, y miró a la chica con su imponente mirada.

- Y...¿qué has visto? - Continuó la chica. - A ver, suelta un grito largo si es mal y uno corto si es bien.

Soltó un grito bastante largo, y la chica palideció.

- ¿Tan mal lo has visto? Y...¿había gente? Suelta un grito largo si es que sí, y uno corto si es que no.

Esta vez el grito fue muy corto, lo que hizo que Maya se tranquilizara.

- Vale, buen trabajo, Fénix. - Hizo una pausa para ver como reaccionaba el animal. La miraba con gesto curioso, intentando descifrar qué quería decir ese nombre. - Bueno, en vista de que parece que quieres quedarte conmigo, pensé un nombre: Fénix. - Realizó otra pausa, ya que se centró en otro tema más importante. - Vamos a tener que decidir: o continuamos el viaje o volvemos al pueblo para ayudar, bueno, y también ver a un amigo mío...

Miró hacia el suelo, pensativa. No sabía qué decidir, y Fénix parecía igual de perdido.

- Si volvemos a Novarte, ya no podremos continuar después nuestro viaje hacia las montañas...tendremos que esperar hasta el año que viene. El invierno se acerca y vamos con el tiempo justo. Pero el año siguiente puede que él ya se haya movido de sitio, y ya no esté en las montañas de Sierra Helada. - Se había disgustado mucho, ya que sabía que cualquiera de las dos decisiones tenían algo bueno y algo malo. - Bueno...has dicho que no había nadie en el pueblo, lo cual quiere decir que Max y su familia han podido huir.

Fénix asintió con la cabeza, muy convencido de lo que había visto.

- Solo pueden haber huido o haber  muerto. - Maya palideció. No quería pensar que su amigo había muerto. - En cualquier caso, no podemos hacer nada por ayudarle: si ha huido, ya estará lejos...y de la otra forma...

Miró de nuevo al frente: continuaría su viaje, costase lo que costase.

- Buena suerte en tu camino, Max. - Susurró para sí.