Dejó de correr. No podía más. Había llegado casi hasta el pueblo anterior, esquivando como pudo la casa de Bruno. El águila todavía seguía sobre su hombro, inquieta. No se habían separado ni un momento.

De repente, una idea vino a la cabeza de Maya: podía hacer que el águila fuese volando rápidamente hasta el pueblo de Novarte y viese la situación. Luego, volvería e intentaría comunicarse con ella, no sabía muy bien cómo, pero lo intentaría.

- ¡Ya lo tengo! Vale, pues vamos a hacer lo siguiente: vuela lejos, al norte, hasta que encuentres un pueblo bastante grande al lado de un bosque. Quiero que te fijes muy bien en cómo está. Luego vuelve y, bueno, pues ya veré cómo me comunico contigo. ¿Lo has entendido?

El ave pareció comprenderla perfectamente, porque soltó un alegre grito y se fue volando hacia el norte, camino del pueblo de Novarte.

Maya se sentó en una piedra y pensó en alto, como le gustaba hacer a menudo:

- Creo que he hecho lo correcto. De esta forma, podré asegurarme de que Max está bien...o si tendré que ir porque ha habido algún problema. Eso me preocupa, espero que no le haya pasado nada, aunque creo que vive en la zona sur, que es la que se ha salvado de ser quemada. - Hizo una pausa. Sabía que algo no tenía sentido. - ¿Y por qué no han quemado esa zona? ¿Por qué justo la que está al lado del bosque? Si hubiesen querido causar aún más daño, el bosque habría sido su objetivo, pero no lo han hecho, ¿por qué?

Cogió el mapa de su mochila. El águila tendría que atravesar unos cuantos pueblos. Calculó que en una media hora ya habría vuelto.

- Yo no me puedo quedar aquí parada. Tengo que buscar algo para rellenar la botella, que ya casi no me queda agua. - Estaba tan preocupada que ni siquiera notaba el frío que hacía.