El Primer Partido

Había llegado el mes de noviembre, y con él el frío y las lluvias. Los Slytherin entrenaban entre los árboles, en el linde del lago. Allí nadie iba a buscarlos, porque era generalmente conocido para los alumnos de otras casa que esa era la zona donde los Slytherin pasaban el rato. Solo los de la casa de la serpiente se acercaban a ese lugar.

Por el bien del equipo, Mayette y Flint habían enterrado el hacha de guerra. Él no había pedido perdón directamente, ni ella lo había perdonado en voz alta, bastó una mirada y un asentimiento y los dos quedaron en paz. Así funcionaban las cosas en Slytherin. Si alguien te ofendía, por lo general no te pedía perdón, sino que te entregaba un obsequio. Así nadie renunciaba a su orgullo.

A Mayette le gustó tanto el obsequio del capitán del equipo, que lo perdonó realmente. No había corrientes subterraneas de odio en su comunicación, y ella se mostraba amable con él. Estaba contenta, por tanto, de estar en el equipo y de que Flin y ella hubiesen hecho las paces después del pequeño altercado el día en que los presentaron formalmente.

Muy pronto iba a comenzar la temporada de Quidditch, aquel mismo sábado tenían el primer partido contra Gryffindor, y nadie quería perder. Todos se preocupaban mucho por el honor de su casa. Los Slytherin solo entran al juego para ganar, y ellos se lo tomaban a pecho. Marcus Flint había incrementado los entrenamientos. No seis días a la semana, sino siete.

Entrenaban tanto, que Mayette se había visto obligada a reducir sus clases extra en pociones, para su disgusto. Pero todo aquello quedaría recompensado, tal y como le había dicho el jefe de su casa, si ganaban a Gryffindor. Mayette estaba francamente de acuerdo. Quería verle la cara a Potter, que por artimañas del director ahora era buscador de Gryffindor, cuando Rhaegar le pasase por al lado con la Snitch en la mano.

Sobre ese intento que iba a hacer de hablar con Ronald y perdonar todos los errores y todas las malas pasadas de esos meses, había quedado en el olvido. Mayette lo había intentado sutilmente en dos o tres ocasiones, mostrándose amable con su hermano, aconsejándolo o mandándole algún regalo que sabía que ni él ni sus padres podrían permitirse. Pero cuando vio a Ronald tirando a la basura la caja de golosinas que le había enviado, decidió ponerle fin a aquello.

Como el mismo Charlie había dicho, una relación debía ser en las dos direcciones, y estaba claro que Ron no estaba interesado en tener una amistosa con su hermana. Así que Mayette ya no intentaba más ser amable con él. Incluso debería agradecer que él la hubiese rechazado, así no tendría que gastar nada en él. Ni tiempo ni dinero ni energías, así de fácil. Si Ronald en algún momento quería arreglar las cosas con ella, que él hiciese el intento.

***

El día del partido llegó. El equipo de Slytherin, conformado por el guardian, Miles Bletchley, los cazadores Marcus Flint, Adrian Pucey y Mayette Weasley, los golpeadores Lucian Bole y Peregrin Derrick y el buscador Rhaegar Malfoy estaba preparándose para el partido. Cada uno tenía su escoba en la mano.

—Ya sabéis que no me gustan los discursos —dijo Flint—. Así que no os distraeré mucho. Solo quiero que sepáis que somos un gran equipo. De los mejores que ha visto esta casa, y ha tenido muchos buenos. En Slytherin tenemos tradiciones fuertemente arraigadas, y muchas frases para cada una de ellas. Una de nuestras favoritas es "la victoria no es una opción, sino una obligación". Hoy vamos a hacerle honor a eso una vez más. Saldremos a ese campo a honrar nuestras tradiciones.

Simple. Directo al grano. Ganar. No había otra opción, y todos los Slytherin lo sabían. Los jugadores no estaban nerviosos. Confiaban en su capitán y en las habilidades de sus compañeros. Todos sabían que había un cierto margen de error. Ellos eran hábiles y estaban rodeados de gente hábil. Adrian Pucey miró a Mayette fijamente mientras ésta cambiaba de mano su escoba.

Aquel partido estaba decidido desde el mismo momento en que entraron en el equipo Rhaegar y Mayette. No había posibilidad alguna de que los Gryffindor ganasen, aunque solo fuera porque tenían escobas muy superiores los de la casa de las serpientes.

Finalmente, los llamaron para salir al campo. A Mayette le parecía que todo, incluso ella, iba a cámara lenta. Estaba nerviosa y se sentía increíblemente torpe, pero al mismo tiempo, tenía una confianza en sí misma de la que no lograba deshacerse, tal vez porque prefería conservarla.

Se pusieron en posición en el suelo del campo, mientras Wood y Flint se adelantaban. Ambos se dieron la mano con mucha más fuerza de la estrictamente necesaria mientras la profesora Hooch, que hacía de árbitro, los miraba fijamente.

—Bien, quiero un partido limpio y sin problemas, por parte de todos — dijo cuando estuvieron reunidos a su alrededor.

Mayette esperó con impaciencia hasta que la mujer decidió dar inicio al partido.

—Montad en vuestras escobas, por favor.

Pasaron tan solo tres segundos. La profesora dio un largo silbido y todos se elevaron en el aire. Mayette se dirigió como un rayo hacia la cazadora de Gryffindor, que volaba hacia los aros de la casa de la serpiente. Lee Jordan narraba el partido vociferando contra Slytherin, supervisado por la profesora McGonagall.

—Y la quaffle es atrapada de inmediato por Angelina Johnson de Gryffindor... Qué excelente cazadora es esta joven y, a propósito, también es muy guapa...

—¡JORDAN! 

—Lo siento, profesora.

—Y realmente golpea bien, un buen pase a Alicia Spinnet, el gran descubrimiento de Oliver Wood, ya que el año pasado estaba en reserva... Otra vez Johnson y... No, Slytherin ha cogido la quaffle, el capitán de Slytherin, Marcus Flint se apodera de la quaffle y allá va... Flint vuela como un águila... está a punto de... no, lo detiene una excelente jugada del guardián Wood de Gryffindor y Gryffindor tiene la quaffle... Aquí está la cazadora Katie Bell de Gryffindor, buen vuelo rodeando a Flint, vuelve a elevarse del terreno de juego y... ¡Aaayyyy!, eso ha tenido que dolerle, un golpe de bludger en la nuca... La quaffle en poder de Slytherin... La lleva Mayette Weasley y... ¡No! Tanto para Slytherin.

El comentarista parecía disgustado mientras Mayette recuperaba la quaffle y reanudaba su recorrido, por segunda vez, en dirección a los aros de Gryffindor. La chica notaba la mirada penetrante del guardián de la casa del león, como si quisiera adivinar lo que ella iba a hacer. Su cabello rojo se había desprendido del moño y volaba tras ella a la velocidad del rayo. La chica ni siquiera se molestó en pasar a Wood. Bajó en dirección al suelo, dio la vuelta a los aros y alcanzó a marcar gol por el lado contrario al que el capitán del equipo de Gryffindor estaba vigilando.

La afición de Slytherin estaba loca de la emoción. Mayette casi no oía lo que le gritaban. Sabía que era bueno, pero no conseguía aclarar su cabeza. Todo lo que podía escuchar, a través del pitido que nublaba sus oídos y su mente, eran las palabras de su capitán "la victoria no es una opción, sino una obligación". Mayette sabía que no dependía de ella ganar aquel partido. Solo era una cazadora, la gloria iba para el buscador. Pero no le importaba. Tenía que ayudar, marcando todos los goles posibles. Burlando a Wood.

Sentía su estómago vacío, ya que no había conseguido obligarse a comer nada. Sentía el hambre. A esas alturas estaba segura de que no había nada que no sintiera. Pero no le importaba, porque en esos momentos, todo aquello que pensaba, todo aquello que sentía, todo aquello que le importaba giraba en torno a la quaffle, a la necesidad de pasarla por los aros de sus rivales. Mayette quería ganar, y hacía todo lo que estaba en su mano para lograrlo. Al fin y al cabo, la misma jefa de la casa Gryffindor la había recomendado. Tenía que demostrar a la profesora de Transformaciones que no se había equivocado de persona.

Mayette miró a su alrededor, buscando la quaffle, que había pasado a posesión de Gryffindor, cuando escuchó el grito que cambiaba el punto de interés del partido. Alguien había visto la Snitch. Rhaegar pasó a su lado a toda velocidad, de tal manera que por poco la derribó, y lo siguió Potter. Los dos luchaban por atrapar la pelota dorada que se movía a toda velocidad, subiendo y bajando.

La lluvia los calaba a todos y Mayette confiaba en Rhaegar lo bastante como para no quedarse estática como el resto de jugadores. Se lanzó a por la quaffle, notando al resto desprevenidos, y se las apañó para marcar su cuarto gol al equipo de Gryffindor. Luego volvió a mirar a su alrededor.

Rhaegar y Harry se habían perdido de la vista, subiendo hacia las nubes a toda prisa, en persecución, supuestamente, de la Snitch. Rhaegar fue el primero en bajar, a toda velocidad. 

Por un terrible instante, Mayette pensó que el chico se estrellaría contra el suelo y se rompería todos los huesos. Por el contrario, agarró un destello dorado, casi invisible entre las gruesas gotas de lluvia que caían sobre él, giró a toda prisa y se elevó hasta quedar a la altura de las tribunas. Mostró lo que tenía en la mano: la Snitch.

Toda la afición de Slytherin se alzó en una ovación a su nuevo buscador, y Mayette, demasiado contenta para contenerse, gritó con ellos hasta que le dolió la garganta. Uno a uno, los jugadores de Slytherin también se unieron. Incluso Marcus Flint sacrificó su orgullo y gritó a todo pulmón.

Salieron del campo, y Mayette no podía parar de reír, por alguna razón. Estaba cubierta de sudor, lluvia e incluso barro, pero daba igual. Habían ganado, y se sentía tan ridículamente feliz que no sabía cómo podía expresarlo más que riendo a carcajadas. Se apoyó en el hombro de Rhaegar mientras volvían al castillo.

—Eres un idiota, ¿sabes? —le dijo.

—¿Soy un idiota? —preguntó él—. ¿Por qué? Solo he hecho lo que debía para ganar.

—Sí. Pero esa última jugada ha sido muy arriesgada. Si Potter no te hubiese seguido, habría agarrado la Snitch y ellos habrían ganado. Y si no hubieses girado a tiempo, podrías haberte roto todos los huesos —replicó ella—. Además, me has asustado. Pensé que te haría daño —le regañó ella, frunciendo los labios en una mueca de disgusto.

—Bueno, bueno, lo siento —dijo él—. Lo cierto es que no lo pensé demasiado. Solo quería ganar, no pensaba en mucho más.

—Yo tampoco —confesó ella—. Las palabras de nuestro capitán se me quedaron en la cabeza. No quería ser una deshonra para nuestra casa.

El resto del camino lo hicieron en silencio. Cuando llegaron al castillo, ninguno de los dos atinó a hacer otra cosa que encerrarse en su habitación. Mayette, todavía inexplicablemente feliz, se dio una ducha bastante larga.

Cuando salió, se propuso escribir a sus hermanos, puesto que no había respondido a las últimas cartas de estos. Después de alrededor de una hora trabajando en las cartas que les iba a enviar, decidió escribir también a su madre. Había intentado reconciliarse con Ron, así que no perdía nada intentando lo mismo con su madre.

Finalmente, decidió bajar a la sala común. Se sentó entre Daphne y Pansy, quienes todavía estaban emocionadas por su victoria y la abrazaron con fuerza. Estaban todos sentados en círculo, y a pesar de que Mayette se sentía inenarrablemente cansada, se dejó llevar por la emoción general.

—Hemos ido a la cocina —explicó Blaise—, y pedido a los elfos domésticos que nos preparen algo. Tenemos chocolate caliente, pastel y algunos dulces más.

Le tendió a la muchacha agotada un trozo de bizcocho con chocolate y una taza de chocolate caliente. Mayette los cogió después de agradecérselo, y, volviendo a sentarse, se dedicó por entero a disfrutar de lo bien que se sentía estar en el calor de la sala común con chocolate caliente, pastel y buenos amigos.

—Ha sido un partido increíble —dijo Pansy—. Mayette, has estado sensacional. ¡Has marcado cuatro tantos! ¡Cuatro, ni más ni menos! Y Rhaegar... ¡No vuelvas a hacer algo tan peligroso, podrías haber muerto!

—Sí, Mayette ya me ha echado la bronca mientras veníamos hacia aquí —asintió el muchacho.

Y así, entre comentarios y silencios varios, los Slytherin pasaron felizmente la tarde en su sala común, comiendo y descansando después del agotador partido.





















Pido perdón por que este es un capítulo corto. Y también os dejo aquí una foto de cómo es la varita de Mayette. Es de treinta y siete centímetros, inflexible y tiene pelo de unicornio como núcleo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top