El Verano

Mayette Weasley llevaba alrededor de un mes, quizá algo más, de vacaciones de verano. Y quizá era una de las pocas personas, incluso entre aquellos que asistían al colegio Hogwarts, que echaba en falta las clases. Echaba de menos todo aquello que tenía que ver con el castillo: desde su hermosa habitación individual, su sala común y sus amigos, hasta sus más arduas clases. Pero sobre todo, incluso más que las grandes cenas y las conversaciones a medianoche con sus amigas, echaba en falta las clases de pociones.

Durante el verano, la chica no había cesado en ninguna de las actividades que había llevado a cabo durante el curso. Aunque no podía conseguir los materiales por sí misma (sus padres le tenían prohibido salir sola, por temor a que fuera con sus amigos), Fred y George se encargaban de reponer su inventario de plantas y demás sustancias para hacer pociones, actividad que amaba por encima de los demás. Había seguido, por tanto, produciendo y ganando dinero con ellas, aunque ahora los gemelos se llevaban una pequeña comisión, pues hacían las compras por ella.

Tampoco había dejado de lado el quidditch, que practicaba a diario en la finca de la familia, con cuidado de no elevarse demasiado para no ser vista por muggles. Su rapidísima escoba, la Saeta de Fuego, que parecía responder a sus mismos pensamientos, resultaba demasiado rápida para las viejas barredoras de sus hermanos. Así que como la chica necesitaba con quien entrenar, se turnaban para utilizar el preciado regalo que el señor Malfoy le había hecho a la chica.

A lo largo del verano, se fue haciendo cada vez más evidente en la familia, que existía una especie de guerra fría entre Mayette y su madre. Aunque su padre estaba disgustado de que su hija hubiera quedado en Slytherin, era su madre quien la atosigaba con ello. El señor Weasley, que no podía ver en su hija mayor, primera niña en venir al mundo en la familia Weasley, nada especialmente malo, seguía siendo tolerante con la niña de doce años. Por el contrario, la señora Weasley no podía dirigirle la palabra a su hija mayor sin que saltaran chispas por las opiniones contrarias de ambas.

Así pues, la madre había tenido a su hija confinada en la casa con la finalidad de separarla de unos amigos a los que consideraba terribles influencias. También la horrorizaba la soltura con la que su hija hablaba de "El Que No Debe Ser Nombrado", a quien la niña se atrevía a llamar Voldemort.

Mayette se había enfrentado, junto con Rhaegar Malfoy y Harry Potter, al mago tenebroso más temido de la historia, Lord Voldemort, el año anterior. Al menos, eso pensaba la mayor parte de la gente, inconsciente de que Rhaegar y ella habían llegado a considerar unirse a Voldemort. Al fin y al cabo, eran Slytherin y Sangre Puras, nada tenía el señor tenebroso contra ellos... Y si les garantizaba seguir con vida, no veían las desventajas. No, a Mayette no le daba miedo Voldemort. Incluso le resultaba agradable pronunciar su nombre, aunque solo fuera por ver la cara de espanto de su madre.

Por otro lado, la chica tenía un motivo constante de diversión, pues Peeves, el poltergeist de Hogwarts que se dedicaba a hacer jugarretas a los estudiantes y molestar al conserje, había decidido pasar las vacaciones con ella, considerándola una amiga. De manera que el poltergeist había llegado con ella a la Madriguera y estaba pasando el verano con los Weasley. Viendo la mala relación que Mayette tenía con Ron y Ginny, Peeves se encargó de hacerles la vida imposible a los dos hermanos, produciendo sonoras carcajadas de la chica. Eso había acrecentado la mala relación con su madre, quien ahora gritaba a Peeves incluso más que a Fred y George.

También había mantenido el contacto con mucha gente, siendo por tanto un verano muy movido para su búho, Déese, que pasaba las horas yendo y viniendo, transportando cartas y paquetes desde distintos lugares. Porque Mayette, cuyo único escape de casa eran las cartas que recibía de sus amigos, no estaba dispuesta a abandonar ninguna de sus comunicaciones.

Así pues, había mantenido contacto con sus hermanos, que también escribían constantemente a su madre para pedirle que le permitiese salir. Con ellos la correspondencia no era excesivamente extensa, al menos por parte de los chicos, pues tenían mucho trabajo, pero ella les escribía todo: cada por menor de su vida. Pues eran de los pocos confidentes que la niña poseía y necesitaba desahogarse.

También seguía hablando con los Malfoy, que le enviaban provisiones de dulces y de tinta al menos una vez por semana, tanto para que pudiera disfrutar algo como para que pudiera seguir escribiendo. Así pues, Mayette les contaba sobre su día a día, sobre sus lecturas, y sobre todo les pedía noticias sobre ellos y sobre el mundo exterior. La Slytherin estaba aislada en casa, pero gracias sobre todo a Alex Malfoy (cuyo primer nombre era Rhaegar), se mantenía informada de lo que pasaba fuera de la habitación que compartía con Ginny.

Tampoco había perdido contacto con sus demás amigos de Slytherin, aunque con algunos era más estrecho que con otros. Theo Nott le enviaba constantemente pergaminos con nuevas canciones (pues los dos compartían el gusto por la música) y eso era la mayoría de su comunicación, que casi nunca decaía. Daphne y Pansy le enviaban noticias sobre las últimas modas, le hablaban de sus vacaciones y a veces le enviaban alguna pulsera, o un imán mágico, o cosas por el estilo de sus nuevas vacaciones. Blaise Zabini, por su parte, mantenía el contacto con ella una relación principalmente basada en enviarse mutuamente opiniones sobre libros, o incluso relatos escritos por ellos, pues ambos amaban escribir.

Con otras personas mantenía correspondencias menos constantes, muy probablemente para alivio de la pobre Déese, que debía de estar agotada de tanto ir y venir. Algunas de ellas eran por motivos claros, como Flint, por ejemplo. Marcus Flint era el capitán del equipo de quidditch de Slytherin, y después del primer altercado, Mayette y él habían llegado a considerarse incluso algo similar a amigos. El fornido muchacho seguía manteniendo contacto con ella, algo irregular, pues podía pasar una semana o tres sin tener noticias de él. Su conversación versaba siempre sobre estrategia en el campo de quidditch, y era una de las cosas que más motivaba a la pelirroja. Por otro lado, estaban Crabbe y Goyle, que por alguna razón se empeñaban en escribirle, aunque la pelirroja rara vez contestaba a las cartas mal redactadas que éstos le enviaban. Por Crabbe y Goyle sentía indiferencia absoluta, si no asco, y sus cartas, que esencialmente hablaban de comida, le interesaban menos incluso que nada.

Otra de las cosas en las que Mayette había ocupado su verano, era el negocio de sus hermanos. Fred y George, que aspiraban insistentemente a convertir su sueño, "Sortilegios Weasley" en algo real, le habían pedido ayuda para elaborar sus nuevas creaciones, como la experta pocionista que era. Después de largas negociaciones, habían conseguido convencer a Mayette de que lo hiciera, a cambio de ser un treinta y tres por ciento del negocio. Así que ocupaba sus horas pensando qué pociones podía utilizar para hacer artículos de broma divertidos, que no fuesen peligrosos.

Además, a instancias de Tom Riddle, con quien se comunicaba más que nunca ahora que el diario del chico estaba en sus manos, tenía una nueva mascota. Ésta era una serpiente de alrededor de un metro de longitud, que se escondía dentro de la manga de la túnica de la chica, o a veces sobre ella. Según el muchacho, tener a la serpiente a su lado le serviría para practicar su pársel, y de esta manera poder mantenerse alejada del peligro que rondaría Hogwarts aquel año, si todo iba según su plan.

Se trataba de una serpiente cornuda. Un animal con ojos azules y escamas negras como el carbón. Los cuernos, por el contrario, eran blancos. Mayette había tenido que dejar de llevarla oculta en su túnica porque estos la desgarraban. A pesar de todo, era increíblemente útil pues sus cuernos se regeneraban una vez a la semana y eran un material increíblemente valioso para hacer pociones, así como su veneno. Por esto, sobre todo, Mayette la apreciaba increíblemente.

En situaciones normales, ningún mago habría sido capaz de conseguir domar a ese tipo de serpiente, estaba clasificada entre aquellos animales salvajes que eran imposibles de entrenar o domesticar. Pero Mayette no era una simple humana, y poseía muchos dones. Los animales eran uno de ellos, y por eso la serpiente la obedecía y se mostraba dócil para con ella.

Así que, poco a poco, los días de verano iban pasando. Sí, a pesar de su confinamiento y de la terrible añoranza que sentía por sus amigos, Mayette no podía decir que se había aburrido.












No estoy segura de si cuenta como capítulo en sí mismo. Solo quería utilizarlo a modo, más bien, de introducción para explicaros la situación en la que se encuentra la protagonista durante el verano. Y también como empieza para ella toda la historia que J.K. Rowling ha creado para el segundo libro.

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