"El Poder De La Creación. El Poder De La Destrucción. (MLB)" Distrust.

-Narrador Omnisciente-

— Te ves hermosa, cariño. —Halagó Sabine con cara de enamorada.

La pequeña Dupain-Cheng modelaba felizmente un pequeño vestido blanco, moldeando su formada figura, junto con su cabello recogido en una sola coleta acompañada con adorno de flor rosa tenue, y su típico flequillo.

— ¿Enserio lo crees, mamá? —Cuestionó la azabache, inocente.

Una bocina interrumpió la escena. Seguido de la campanilla de entrada. Él de mayor musculatura salió de la cocina, mientras que la fémina mayor le arreglaba su vestido.

— Es hora, suerte hija. —Dijo la china-francesa tomándola por las manos.

— Gracias, mamá.

Llenó de aire sus pulmones, y salió por la misma puerta donde su padre avanzó momentos antes. Él estaba ahí, con traje bien vestido, y esa sonrisa tan característica y hermosa, dejando embobada a la fémina. Tom y Adrien conversaban alegremente, contando aficiones, anécdotas, entre otras cosas. Claro que quien hablaba más era él señor Dupain, puesto que Adrien no tiene mucho qué hacer con su rutina de modelo y clases extracurriculares, sin mencionar el hecho de que es ChatNoir, él provocador de la desgracia en París.

— No te quedes ahí, saludalo. —Rió en bajo Sabine. Acto seguido darle un empujón a la joven. Llamando la atención de los varones.

— Ho-Hola, Adrien. —Sonrió ampliamente al recuperarse.

—Él sonrió. Para después propiciarle un beso en la mano.— Princesa, se ve espléndida hoy.

Marinette optó por un carmín en su rostro, mientras que la pareja recibía un suspiro de ternura por parte de la pareja mayor. La mencionada volteó a su madre, quien le guiño un ojo.

— Por favor, cuida a nuestra hija. Regresala cuando gustes. —Habló Sabine risueña. Recibiendo una mirada de reproche por parte de su esposo.

— No más de las 11:00. —Corrigió con aire protector. Ahora Sabine lo reprochaba a él.

— No se preocupen, la tendrán en menos de lo que se hornea un croissant —Rió Adrien.— ¿Nos vamos?

— Sí ¡Nos vemos! —Exclamó la ojos cielo agitando su mano en modo de despedida.

Abandonaron la panadería, al mismo que él caballeroso chico le abriera la puerta de la limusina a su pareja, la cual aceptó la invitación gustosa.

— ¿Estás nerviosa? —Cuestionó él rubio después de unos segundos.

— No ¿Bueno, si? No sé. Estoy bien. —Respondió. Un claxon sonó fuera, provocando que el pequeño cuerpo de la peli negra se tensara por el repentino sonido. Él lo notó.

— Tranquila, solo se tu misma. Te aseguro que mi padre te aceptará.

«Eso espero.»

Pensaron al mismo tiempo. La Dupain-Cheng le regaló una sonrisa un tanto insegura. Él Agreste solo pudo responder por igual.

Por un lado, la portadora de el miraculous de la suerte siempre soñó con ser diseñadora de modas y conocer a Gabriel Agreste, no estaba en sus planes encontrarse a su hijo y convertirse en una acosadora personal de las sombras. Aún así, son hechos y momentos que no cambiaría por nada, ya que, todo la llevó al ahora.

«¿Ni siquiera el secuestro de ChatNoir

Resonó una susurrante voz en su cabeza, ignorándola, no era momento de deprimirse por el pasado, sólo había un objetivo.

Su futuro.

Aquellos orbes jade no abandonaban el campo visual que le permitía la ventana del transporte. Al mismo que una serpiente de preocupación le quemaba las entrañas hasta llegar a su cavidad bucal. Tanta duda lo carcomía vivo, provocando una ganas inmensas de devolver lo que desayuno en la mañana.

«Cuidado, niño.»

— ¿Decías? —Cuestionó él varón a la fémina.

— Yo no he dicho nada. —Respondió algo extrañada.

— Lo siento. Creí escuchar un susurro.

— ¿Imposible, aquí no hay fantasmas, o sí? —Rió.

La limusina paró. Aquel ambiente que comenzaba a nacer entre ellos cayó a sus pies, y abriéndose la puerta de el mismo, descendió la pareja con elegancia y caballerosidad (Él Agreste menor) e torpeza y inexperta (La pequeña Dupain-Cheng).

— Bienvenidos. Joven Adrien, señorita Marinette. El señor Agreste los espera adentro. —Saludó formal la Sancouer al enfocar a los jóvenes.

— Gracias, Natalie ¿Princesa? —Hizo un ademán al mismo que agradecía, permitiendo el paso a la fémina.

Sonrió como respuesta. Insegura, atravesó las grandes puertas, tras ella su pareja y la asistente. El tenue andar de sus pisadas ahogaba sus pensamientos.

¡Que lugar tan más grande!

Su primera impresión. Era un famoso diseñador, claro que su mansión sería un castillo.
A sus pies, una tela bien cuidada carmín, la cual siguió con la vista, subiendo las escaleras, hasta llegar a la fúnebre imagen de su actual novio con vestimenta oscura, acompañado de su padre.

Eso sólo la ínsito a que sus nervios la controlaran.

— Es un gusto conocerla en persona, señorita Dupain-Cheng.

La figura de un hombre mayor interrumpió el campo de visión que tenía la mencionada de la foto. Gabriel Agreste hizo su aparición, Adrien agachó la cabeza junto a Natalie en modo de respeto.

— E-El gusto e-es mío. —Tartamudeó admirando al mayor, el cual bajaba las escaleras.

— Me alegra que pueda acompañarnos ésta noche. Por favor, le muestro la mansión. —Ofreció.

Volteó a ver a su novio. El ceño fruncido de él hacía su padre la desconcertó. Adrien sintió la mirada de Marinette, sonriéndole queriendo transmitir confianza.

No pudo.

— Ve. —Susurró.

Avanzó tras el mayor Agreste. Dejando al modelo con la ojos negros.

— ¿Sucede algo, Joven Adrien?

— No, nada. —Respondió seco. Alejándose.

(...)

Fotos, muchas, cada pose tenían embobada a la acompañante de Gabriel, sin poner atención a las palabras dichas por él, escuchando murmullos, y cuando alguno tenía acento de pregunta, simplemente asentía.

— La perfección en persona. —Soltó al recordar las palabras dichas por él a Ladybug.

Igual a la heroína. Él sonrió de lado, con malicia, Marinette calló al pronunciar aquella oración sin querer, no quería que alguien más se involucrase con las sospechas de su álter-ego.

— Tiene razón, mi hijo es él orgullo de mi trabajo. Desde que nació, sabía que su futuro sería la grandeza, y espero, que cuando yo desaparezca, él se encargue de la compañía Agreste.

— Sin duda, Adrien es un gran chico.

— Lo es. Lamentablemente, no tengo el tiempo suficiente para estar en su crecimiento.

— ¿A qué se refiere?

— Es mi hijo, señorita Marinette, y todo padre se preocupa por su familia. Es todo lo que tengo, y aunque no esté ahí para verlo convertirse en alguien maduro, me encargaré de que su futuro sea el correcto —Volteó a ver a la fémina.—. Aun sí debo deshacerme de los obstáculos.

Tragó saliva intimidada. Sabía que el señor Agreste es alguien a respetar y de mucha seriedad, pero nunca le pasó por la cabeza que él tuviera un lado tétrico.
Analizó cada palabra dicha por él, buscando alguna amenaza, pero no podía, su mente se volvió blanca al sentir como unos dedos retiraban delicadamente un mechón de su cabeza, llevándolo detrás de su oreja. Raudo, se alejó unos pasos.

— Oh, mis disculpas. No buscaba incomodarla. —Dijo algo "apenado" por lo hecho.

— D-Descuide, soy algo cosquillosa. —Rió la de cabellera azabache. Llevó, ella misma, su otro mechón detrás de su oreja, dejando unos pendientes rojos a la vista.

— Que hermosa joyería decora su rostro —Halagó.— ¿Quién le ha obsequiado tan hermosos pendientes?

Otra vez, su mirada interesada sobre la pobre azabache. Excusas, una buena lo desinteresaría de ellos.

— Regalo navideño, por parte de mi madre.

— Felicitala de mi parte, tiene buenos gustos.

— Gracias, ¿proseguimos? —Cuestionó en un intento por cambiar el tema.

— Debemos regresar a el comedor principal, la cena está lista. —Hizo saber.

Y así, el diseñador y la azabache, regresaban para prepararse a lo que sería una cena donde Gabriel decidiría si aceptarla o no.
El ambiente se tornaba pesado, e incómodo para la joven quien le preocupaba cada vez más, el hecho de que Gabriel Agreste le llame la atención unos "simples pendientes", y aunque ella misma sabe que aquellos son de suma importancia, nadie más debe verlo, con una persona era suficiente, y nunca espero que fuera Miss Bustier, no obstante ya todo está hecho, y nada puede cambiarlo.
Para ella todo era...

Desconfianza.

El dueño de aquellos orbes neón, los cuales ya llevaba tiempo espiando a los civiles, tomó diferente atajo por los pasillos al ver como ellos ya regresaban al lugar de estar. Llegó al recibidor, nadie a la vista.

Perfecto.

Deshizo la transformación, Adrien Agreste había regresado y aquel gato ChatNoir desaparecido. Observó a su padre junto a su bella dama. Él le sonrió tosco y divertido, él rubio lo fulminó al mismo que le insultaba por lo bajo.

— La cena está lista, padre. —Habló para llamar la atención, con voz neutral.

— En ese caso, comencemos. —Dijo él Agreste mayor atravesando la única entrada que separa aquella sala de el comedor.


(...)

— Eso ha sido todo, señorita Marinette, gracias por aceptar mi invitación.

— La cena a estado de maravilla, gracias. —Agradeció por igual, esperando permiso para poder levantarse de su asiento.

— Adrien, ¿por qué no llevas a tu novia a su hogar?, asegúrate de que regrese bien.

— Por supuesto, ¿nos vamos Marinette?

Sonrió como respuesta. Gabriel le observó todo tiempo, hasta que desapareció de su campo de visión. Aquella sonrisa socarrona volvía a tomar espacio en su rostro.

Vaya ironía.

Una pequeña figura volante observaba a lo lejos, Nooro estaba más que asustado, y se preguntaba.

«¿Te has equivocado de nuevo, Maestro Fu?»

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