Capítulo 5
—¡Eshtoy vuelando! ¡Eshtoy vuelando!
La pequeña gritaba y reía en brazos de aquél hombre peliblanco. Su oscuro cabello se despeinaba con cada zarandeo que le hacía mientras ella se imaginaba a sí misma como una super heroína.
—¡Abran paso, que aquí viene Carlita, la heredera de Ace Savvy a imponer la justicia para proteger a los inocentes!
—¡No tan rápido! —exclamó de pronto y apareciendo en escena un sujeto de tez oscura, también de veintitrés años—. ¡Primero tendrán que enfrentarse a Willy Carta Salvaje para demostrar su valía!
—¡Oh no! —en fingida preocupación, Lincoln apartó a la niña para luego preguntarle en complicidad—. ¿Qué es lo que haremos, Lady Savvy?
—¡Acabémoshlo! —respondió entre risas.
Ronnie Anne se asomó al cuarto de su sobrina encontrándose con la encantadora escena de su esposo y su compadre jugando con ella. Odiaba tener que interrumpirlos, pues se veía que se la estaban pasando bastante bien.
—Creo que tendrán que suspender su misión de salvar al mundo hasta después de comer, chicos. Lori, la abuela, papá Lynn y yo estamos por servir la comida.
—¡Quelo jugal!
Lincoln bajó un poco a la pequeña a la altura de su pecho.
—Lo siento, bonita, será más tarde. Hasta las superheroínas más grandes necesitan recargar combustible.
La niña hizo un puchero, aunque de pronto se sintió algo inquieta al notar la forma inquisitiva en que la miraba su tío.
—Un momento, Carlita. ¿Qué tienes en la oreja?
La chiquilla se cubrió los oídos con ambas manos, sin comprender a que se refería su tío.
—A ver, déjame ver.
Con un rápido movimiento, Lincoln simuló sacar una moneda de a dólar de la oreja derecha de su sobrina. Sorprendida, la inocente nena de dos años se escarbó el oído.
—¿Cómo llegó esho ahí?
—Tal vez se metió en tu oreja por accidente tras la última visita del hada de los dientes, chulita.
Y le dio un beso en la punta de la nariz que la hizo reír. Clyde suspiró, negando con un gesto. Después de todo parecía que su amigo nunca perdió su afición a la magia.
—¡Lincoln! —se oyó que les llamaba Lori desde el comedor—. ¡Dejen de jugar y prepara a Carlita, que ya vamos a comer!
—¿Puedo llevarla yo? —le pidió Clyde con ilusión.
La recibió entre sus brazos con cuidado y la llevó al baño para lavarle las manos. Durante el camino, el compadre siguió jugando con la pequeña que recibía su atención encantada. Lincoln suspiró.
—Esa niña es genial.
Ronnie Anne se le acercó y lo rodeó por la cintura amorosamente.
—No cabe duda que serás un gran padre cuando llegue el momento, amor.
Lincoln sonrió. No necesitaba un diccionario de inglés-español para saber lo que significaba esa palabra, como muchas otras que venía aprendiendo desde que era niño cuando conoció a la chica con quien se casaría el año pasado. La besó en los labios y, manteniendo pegada su frente con la de ella, le susurró.
—Y tú una gran madre. Pero no hay prisa.
—Lo sé. Tenemos una larga vida por delante.
—Pero te advierto que cuando ese momento llegue sólo voy a querer uno. Después de una vida con diez hermanas no estoy seguro de tener fuerzas todavía para lidiar con más de dos.
—¡Te daré una docena, aunque no quieras!
—¿Y si no quiero?
—No voy a pedirte permiso —le sonrió con coquetería.
Se aproximaban a la mesa, cuando Clyde se les adelantó corriendo y llevando sobre su cabeza a la pequeña Carlita.
—¡Habrán paso! ¡Lady Savvy va en camino!
Observaron asombrados a su amigo, que llegó primero y acomodó con mucho cuidado y cariño a la niña en su sillita especial para infantes.
—Parece que a Clyde le urge ya ser papá. —opinó Ronnie Anne entre susurros.
—Suerte con eso —repuso Lincoln—. Tendría como mínimo que conseguirse una novia primero.
—Estoy segura que esa será Lynn.
—¿Mi hermana? Tú estás loca, mujer. No sé por qué la fijación que está teniendo con ella, pero eso no irá a ninguna parte.
—En primera, me encanta cuando hablas español. En segunda, también te darías cuenta si de verdad pusieras atención a que ella está correspondiendo a sus avances.
En ese momento, una joven de largo cabello castaño de veinticinco años entró, pasando por alto a Clyde para detenerse a hacerle un mimo a Carlita en el cabello. El hombre, un tanto nervioso al verla usando un diminuto short deportivo y una blusa sin mangas que dejaba al descubierto sus pecosos y atractivos hombros, se aventuró a saludarle.
—Ho... Hola Lynn. Tu cabello hoy luce genial.
La otra ni siquiera se dignó a mirarlo.
—¿Eh?... Ah, gracias, perdedor.
—Me abruma el amor que le corresponde —exclamó Lincoln en tono sarcástico—. Créeme que eso nunca sucederá.
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Sólo un poco más tarde y cuando estaban ya casi todos por sentarse a la mesa ante el gran banquete que les esperaba, tocaron a la puerta. Dado que se encontraban en el hogar de los Santiago, como buena anfitriona y señora de la casa, Lori fue a abrir llevándose una agradable sorpresa.
—¡Luna, Sam! ¡Me alegra que pudiesen venir!
—¡Hola, hermana! Al final pudimos hacer un espacio en la agenda para poder estar aquí y acompañarte. ¿No llegamos tarde?
—Justo estábamos por empezar. ¡Pasen, pasen!
La pareja de chicas ingresaron siendo saludadas por el resto de las familias ya presentes: Los Loud, los Santiago y los Casagrande.
Tuvieron que juntar tres mesas para que todos cupieran, pues eran más personas de lo acostumbrado. Algunas de las chicas como Lola, Leni y Luan habían asistido con sus novios, al igual que hizo Carl con Adelaide, mientras otros llegaron en compañía de sus amigos, siendo el caso de CJ y Lisa con Darcy.
—Lily, te guardé un asiento.
El chico latino pelirrojo de trece años le señaló a la jovencita rubia de su misma edad la silla vacía a su lado.
—Gracias, Carlos.
—Sí, Carlitos —Carl le hizo una mueca burlona—. Que tu novia se siente contigo.
—¡No somos novios! —gritaron los dos a coro, abochornados para el disfrute de los presentes.
—Sólo somos amigos, tonto —le refutó su hermano.
—Mejores amigos —concretó Lily.
—Lo mismo decían esos dos todo el tiempo —Carl señaló a su prima y al esposo de esta.
Saliendo en defensa de su hermanita, el hombre peliblanco señaló:
—Lily ya tiene novio, Carl. Deja de molestarla.
—Lo mismo Carlitos —igual hizo Ronnie Anne—. Sólo porque iba a estar ocupada fue que no pudo traerla.
El chico refunfuñó. Nunca le había gustado que le llamaran la atención, menos frente a otros. A su lado, Adelaide le soltó un suave codazo pidiéndole que se comportara.
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La comida fue agradable y amena. No obstante, en todo momento Lincoln no pudo evitar notar las miradas que Sam le dedicaba, siempre acompañadas de una sonrisa. Ronnie Anne no la había notado dado que estaba muy entretenida platicando con su abuela y su madre; lo mismo pasaba con Luna que no dejaba de hacerle preguntas a Lori y Bobby sobre la pequeña Carlita.
—¡Esto estuvo muy bueno! —exclamó Sam satisfecha al terminar—. Haría falta algo de música, ¿no lo creen? Tengo una bocina en la camioneta con la que Luna y yo podríamos tocarles nuestro nuevo cover.
—Eso suena genial —opinó Bobby—. ¿Quieren que les ayude a sacar el equipo?
—Bueno... De hecho quería ver si Lincoln me echaba una mano.
Ella le guiñó un ojo, cosa que lo hizo sentirse incómodo. Se volvió a mirar a su esposa, a quien Luna había llamado la atención para hablarle de las nuevas canciones que estaba componiendo con cierta influencia del K-pop.
—No seas perezoso, Linc —Ronnie Anne le llamó la atención al sentirlo indeciso—. Ve a ayudar a tu cuñada.
Sin perder su sonrisa, Sam lo tomó por sorpresa de la mano y lo sacó afuera de la casa.
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Una vez solos, los dos entraron a la van donde Lincoln vio el equipo que Sam había mencionado, pero ésta no le prestó atención, al menos no tanta como se la dio a él.
—Entonces... Sam... ¿Qué quieres que lleve primero?
De pronto, la mujer le puso las manos sobre su pecho, lo arrinconó contra una esquina y se le acercó de manera provocativa.
—Deja eso por un momento, Linc. Hay... Algo que llevo mucho tiempo guardándome y... Necesito decírtelo o perderé la cabeza.
El hombre tragó saliva. Lo unico que podía pensar era en Ronnie Anne y en la cantidad de problemas que tendría si no detenía en ese mismo instante a Sam, la hermosa, la muy hermosa esposa de su hermana que hasta ese momento nunca hubiera imaginado que también le gustaran los hombres.
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Lincoln le pegó un trago a la botella de whisky antes de regresar su atención a la tablet. Estaba haciendo tiempo en lo que llegaba la cita del medio día que tenía con un posible comprador. Hasta mientras, miraba viejas fotos familiares como de costumbre, siempre enfocándose en las de su amada Ronnie Anne y sus cuatro hijos.
En esas encontró una carpeta fechada de hacía unos trece años y le dio un vistazo. En ese entonces los niños no habían nacido. Se trataba de una visita que junto con su esposa le había hecho a Lori y a Bobby. Clyde los había acompañado y juntos se habían divertido mucho jugando con Carla cuando todavía era una bebé.
En la foto que tomaron antes de irse, todo el grupo sonreía a la cámara, apenas notándose que su sonrisa era forzada y sus ojos parecían dirigirse con disimulo hacia Sam, a quien Luna tenía abrazada por el lado contrario.
Podía recordar a la perfección lo que sucedió ese día cuando fue a ayudarla, supuestamente a sacar el equipo de música que tenían en su vehículo, así como todo lo que daría inicio de ahí en más durante un largo tiempo.
—Maldita seas, Sam Sharp.
Se regañó por insultarla. Después de todo era la madre de su... ¡Su sobrina!... Quien no tenía la culpa de nada.
No era justo. Su esposa estaba muerta, sus hijos con sus padres y Lina estaba con su... ¡Con sus madres!... Y él, a causa de su estupidez, estaba solo.
El teléfono le avisó de un mensaje entrante de Hugh dándole los buenos días, a lo que Lincoln hizo un gesto al verlo sin responderle, para enseguida pegarle otro trago a la botella.
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Linka despertó soñolienta y estirando los brazos. Se apresuró a apagar el despertador que la había levantado quince minutos antes de lo que por lo general su hermana y hermanos se despertaban. Eso le permitiría rendir mejor el día y nada mejor para hacerlo que siendo la primera en tomar un baño.
Una vez envuelta en una bata y teniendo las cosas que necesitaría en sus manos, se dirigió hacia el pasillo escuchando tras las puertas a sus hermanos apenas levantándose y elevando con ello su buen ánimo al encontrar el camino despejado.
Ya dentro del baño estaba por quitarse la bata, al tiempo que metía la mano detrás de la cortina hacia la tina... Cuando oyó que alguien pegaba un grito justo después de abrir la llave de la regadera.
Linka la cerró de inmediato, gritando también por el susto. Enseguida corrió la cortina de la tina y encontró a su prima metida en ella.
—¡Lina! ¿Pero qué estás haciendo aquí?
A pesar de estar mojada por su culpa, no parecía que estuviese preparándose para bañar. Seguía vestida, envuelta en una cobija y hasta hace unos instantes parecía que estuvo apoyada en una almohada dentro de la tina.
—Dormía la siesta; pero ya que me despertaste mejor tomaré un baño. ¿Te importaría?
Parecía de mal genio, y no era para menos dada la manera en que la despertaron. Linka corrió la cortina con cierto fastidio, pero preocupada por su prima, y se marchó dejándole la toalla y las cosas que había llevado para ella.
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Una vez terminó de bañarse, Lina salió arrastrando su cobija y almohada empapadas, camino hacia su habitación en el cuarto de blancos, de donde en ese momento vio que su tía Lynn salía estirando los brazos con una sonrisa de satisfacción.
—¡Pero qué buena noche! Vaya que me hacía falta. Ya extrañaba bastante este rincón de la casa.
Entonces volteó hacia su malhumorada sobrina, quien a pesar de estar ya aseada tenía algunas ojeras.
—Buenos días, Lina. No noté cuando te levantaste. ¡Cielos! Te ves terrible. ¿Qué fue lo que te pasó? ¿Tuviste una pesadilla?
—Algo así.
Siendo la peor parte de la misma que al despertar descubrió que no estuvo soñando. Restándole importancia, Lynn se dirigió al baño a formarse, pues el resto de sus sobrinos ya estaban en la fila viendo con cierta pena y diversión la escena.
De pronto, la mujer le entregó su celular.
—Ten. Creo te estuvieron marcando mientras te bañabas. Me parece que se trataba de Carla.
—¿Eh!... ¡Ah! Gracias, tía Lynn.
Olvidándose del mal rato que pasó, con prisa se dirigió nerviosa hacia la habitación donde se encerró. Lo primero que hizo antes de marcarle a su prima fue levantar su colchón, pues de todas maneras su tía no había tenido la cortesía de tender la cama. Suspiró aliviada al encontrar todavía allí la libreta donde trazaba su plan sin evidencia de haber sido leída por su tía.
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—El omelette está delicioso, mi amor. Lo mismo los chilaquiles para acompañarlo.
Lori le dio un corto beso a Bobby antes de servirle su porción a Carla.
—Te dije que te tendría una sorpresa si me confiabas hoy el desayuno. ¿Tú qué opinas mija?
Carla se mostraba dudosa por darle el primer bocado a la curiosa combinación cultural gastronómica, más acostumbrada a la cocina de su padre, cuando de pronto su celular sonó.
—¡Lo siento! —le dio un rápido vistazo a la pantalla—. Es Lina. Déjenme atenderla un momento.
Salió del apartamento antes que su madre pudiese reprenderla. En el pasillo de la segunda planta que daba al exterior del condominio donde residían los Casagrande, contestó.
—¿Hola?
—Buenos días, Carla. Vi que me habías marcado. Perdón por no contestarte. Olvidé mi teléfono en mi habitación.
—Te llamé anoche. ¿Dónde te quedaste a dormir entonces?
En el edificio de en frente, Carla distinguió a quien parecía ser su tía Lily salir apurada de, si mal no se equivocaba, la ventana del apartamento de su tío Carlos. ¿Era idea suya, o su tía llevaba la blusa al revés?
—Larga historia —oyó refunfuñar a Lina del otro lado de la línea—. Luego te cuento. Dime, ¿qué sucede?
—Ah... Que tengo una idea sobre cómo buscarle novia al tío Lincoln.
Ahora distinguía a su tío pelirrojo asomándose para impedir que la rubia se marchara, pero ésta le pedía entre picaras risillas que la soltara. Ambos lucían extraños, con sus cabelleras despeinadas por completo.
En su habitación, Lina se pegó más el teléfono a la boca mirando con nerviosismo a su alrededor y asomándose por la puerta.
—¡Se supone que eso tienes que contármelo en el chat privado! ¿Tus papás están ahí? No quiero que nadie se entere de esto más que nuestros primos.
Carla apenas y se tomó en serio la llamada de atención de Lina, en parte porque pensaba que exageraba, por otro lado le divirtió la expresión de desconcierto de la tía Lily cuando ella, seguida del tío Carlos, la notaron observándolos, comprendiendo al instante que fueron descubiertos. La adolescente agitaba su mano a modo de saludo y su tía, con nerviosismo, respondió el gesto, para enseguida hacerle otro como preguntándole: "¿Con quién hablas?". Carla negó con la cabeza y agitó la mano para darle a entender: "Con nadie sobre lo que hacen".
—Deja de reclamarme, que de por sí te estoy haciendo un gran favor. No creas que no me he puesto a pensar en los problemas que tendríamos por estar inmiscuyéndonos en la vida de mi tío, aún si es por el bien de nuestros primos.
Tras hacerle a distancia un gesto de súplica a su sobrina para que no dijera nada a nadie, ante lo cual ella contestó levantando el pulgar indicándole que no había problema, Lily le dio un beso corto al chico latino pelirrojo antes de apresurarse a bajar por la escalera de incendios. El tío Carlos la observó hasta perderla de vista, para enseguida mirar a su sobrina y hacerle un gesto de agradecimiento antes de regresar adentro.
—Lo siento —se disculpó Lina —. Sé que tú también estás arriesgando mucho. No me hagas caso. De verdad, que pasé una muy mala noche.
—Sí, se te nota irritada. ¿No puedes contarme que te ocurrió? Ya me tienes preocupada.
—La tía Lynn discutió con el tío Clyde, por lo que pasó la noche con nosotros. Específicamente conmigo en mi habitación. Como no me dejaba dormir tuve que pasar la noche en la tina del baño y Linka me despertó cuando abrió la regadera para bañarse.
—¿En la tina del baño? ¿Por qué no lo hiciste en el sillón?
Lina se palmeó la cara ante la lógica opción. ¿En qué había estado pensando? Estaba segura que la pésima idea la había sacado de algún lado, aunque no recordaba de donde. Le parecía que se trataba de una de las anécdotas que escuchó hace años a cuando iba a la casa de sus tíos Lincoln y Ronnie Anne.
—Bueno, al menos sólo fue una noche... Supongo. Tal vez la tía Lynn ya se sienta mejor y regrese con el tío Clyde. Odiaría que se separaran.
—Yo también. Aunque a veces el tío Lincoln dice que merece algo mejor. En fin, por lo menos no encontró mi libreta de planes; pero mejor dime cuál es esa idea que se te ocurrió. Puedo apuntarla incluso ya mismo, aunque a la próxima lo mejor será que uses el chat.
—Está bien. Mira, lo que se me ocurrió fue...
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Tras agradecerle a su prima por la idea, la cual ciertamente le intrigó, algo adormilada, Lina se arregló y bajó al comedor.
Sus primos la miraron preocupados cabecear constantemente, en más de una ocasión a punto de darse de cara contra el plato con huevos revueltos.
—¿Tan mal te fue? —le preguntó su primo Lincoln.
—Como no tienen idea.
Su primo Lynn se apresuró a quitarle el plato de enfrente, cuando finalmente el golpe se produjo. Lina exclamó un ¡auch!, pero ya no se enderezó. Juraron que la escucharon roncar.
El abuelo se había marchado temprano al restaurante, pero la abuela y la tía de los niños continuaban en la cocina. Con suma discreción, Liberty se acercó alcanzando a escuchar lo que parecía una discusión entre madre e hija.
—¡Ya no lo soporto! ¡Está obsesionado, mamá! De verdad que lo abandonaría de no ser porque de verdad amo a ese idiota.
Rita tomó por los hombros a su hija.
—Lamento que estés pasando por esto, cariño. Pero el problema es Clyde. Tiene que entender que así son las cosas. Si no le gustan, entonces...
—Pero a mí tampoco me gustan. Yo... De verdad quisiera tener un bebé; pero no creo que mi cuerpo ya pueda hacerlo. Al final es verdad lo que me dijo, yo misma me lo busqué por mi obstinación en ser la mejor en todo lo demás.
Rita estrechó entre sus brazos a Lynn para que se desahogara.
—De verdad quisiera ayudarte, hacerte ver más opciones.
—¿Cómo cuáles?
Finalmente al bajar, Sam saludó a todos al lado de Luna.
—¡Buenos días, familia! ¿Qué hay de comer?
Esperando que no la metieran en problemas al descubrirla, Liberty regresó a la mesa con sus hermanos y prima, quien por la impresión se despertó nuevamente para saludar a sus madres.
—Ah... Buenos días.
En ese momento su celular emitió las alertas de notificaciones, las cuales Lina al instante reenvió con agrado, al ver que se trataban de los detalles de la idea de Carla.
—¡Lina! —la reprendió Sam—. Guarda eso que vamos a desayunar.
—Lo siento, mamá.
Se apresuró a guardar el celular en su bolsillo y Lynn le hizo un gesto burlón a su prima. En respuesta, Lina le mostró la lengua, obteniendo además un golpe a su lado en el hombro por parte de Linka. Rita y Lynn aparecieron para servir el desayuno de la pareja de mujeres. Liberty miró con tristeza a su tía y Lina lo notó.
—Oigan... ¿Les gustaría acompañarme más tarde al centro comercial?
Aunque los cuatrillizos no parecían tener humor para salir, la manera en que ella comenzó a cabecear y a tamborilear los dedos les hizo comprender que tenía algo más en mente, quizá relacionado a su padre.
—Seguro —asintió Lincoln Jr.—. ¿Podemos ir, abuela?
—No veo problema si van juntos.
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—¿Y por eso fue que se pelearon?
Liberty asintió a la pregunta de su prima. Como el resto de sus hermanos, también pareció consternada al enterarse.
—Me gustaría que pudiéramos hacer algo por ella también.
Lina chupaba su helado pensativa. Se arrepintió de no haber intentado aguantar a su tía Lynn y tratar de reconfortarla. Apurado porque desviara su atención de lo que les interesara, su primo Lincoln la sacó de sus cavilaciones.
—Un paso a la vez. Lina, dinos, ¿nos querías hablar de papá?
Recobrándose del momento, su prima asintió.
—Algo así; pero antes necesitamos candidatas que pudieran interesarse en él. Dado que esta persona podría convertirse en su madrastra, primero les quería preguntar si tienen alguna sugerencia.
Aunque en la mayoría se mostraban preocupados al respecto, Lynn bufó divertido.
—Podría ser la tía Sam. De esa forma te convertirías en nuestra hermana y haríamos felices a tu mamá; con lo "mucho" que parece llevarse bien con papá, que de paso sería también el tuyo.
Escandalizada, Lina lo reprendió.
—¡Deja de jugar con eso! Ya sé que a mi mamá no le agrada mi tío, pero igual no es gracioso lo que dijiste.
Linka también lo reprendió.
—Es verdad, Lynn. Lo que dijiste fue de muy mal gusto.
—¡Cierto! —saltó Lincoln—. Y aún si se cayeran bien, de ningún modo haríamos que la tía Sam se separe de la tía Luna.
Liberty se encogió de hombros.
—Ya dejen eso. De cualquier forma, tengo entendido que a la tía Sam nunca le han gustado los hombres —miró con duda a Lina—. ¿O sí?
—No hasta donde sé. Sólo mi mamá Luna es la que es más abierta en ese aspecto. Quizá tal vez por eso es muy desdeñosa con mi tío, más allá del problema que tiene con la bebida.
—Y vaya que no es nada discreta al hacerlo —Lynn masculló con cierta molestia hacia su tía—. Por lo menos le agradezco que por nosotros haya moderado los comentarios que normalmente le hace a papá.
Ciertamente a ninguno les hacía gracia lo que de vez en cuando soltaba sobre él. Lina pudo entenderlos. Sam seguía siendo su madre, pero no por ello la justificaba.
—Bueno, ya dejemos eso. Hay que pensar en los requisitos que necesitaría la candidata para la nueva novia del tío Lincoln.
—Es decir, nuestro padre —le puntualizó Linka—. Por lo que no sólo debe de ser alguien que quiera salir con él, sino que además no tenga problema con nosotros.
Lincoln hizo una mueca.
—No será nada fácil encontrar a una mujer que no le moleste un hombre que ya tiene cuatro hijos.
—Tal vez una de las conocidas de la tía Lola —sugirió Lynn—. Ya escucharon lo que Hugh nos consiguió de las llamadas.
—Preferiría que fuese alguien más local —opinó Liberty, no muy convencida—. Además, que tenga el carácter fuerte para saber manejar a papá cuando tiene sus... Momentos con la bebida. Que pueda lidiar con eso, pero sin dejar de quererlo.
—Siento que estamos pidiendo mucho —mencionó Lincoln—. Lo cierto es que no debe de haber muchas mujeres así que reúnan todos esos requisitos.
—Vamos, no pierdas la fe —lo animó su hermana—. Estoy segura que debe de haber alguna así por ahí.
—Pero nadie como mamá.
—Aún si encontramos a alguien, que sería bueno saber de entrada como empezar la búsqueda —Linka retomó la palabra—, ¿cómo conseguiríamos que saliera con papá de cualquier forma?
Lina sacó su celular y comenzó a pulsar y buscar entre sus aplicaciones.
—En realidad, ese punto lo estuve discutiendo con Carla esta mañana y me dio una buena idea. ¿Qué les parece una página de citas?
Los muchachos se vieron entre sí incrédulos. Linka negó con la cabeza.
—Me parece que papá nunca se animaría a armarse un perfil en una, aunque tratáramos de convencerlo.
Su prima se encogió de hombros.
—Opino lo mismo, por lo que deberíamos de armárselo nosotros mismos sin decirle.
Los niños la miraron incrédulos, siendo el pequeño Lincoln quien se negó al instante.
—¡De ningún modo! ¡Es un delito suplantar la identidad de alguien más! Eso nos podría meter en problemas más serios.
—No creo que su papá los denuncie aún si nos descubre.
—De cualquier forma, Lina —Linka le espetó incómoda—. Esas cosas no creo que funcionen bien.
—Carla me contó que la tía Carlotta lo usó y le fue muy bien.
Los muchachos se escandalizaron.
—¡La tía Carlota es una mujer casada y con hijos!
—¡No lo usó con ella! —tarde, se dio cuenta lo que debió de aclararles primero—. Fue con la tía abuela María, cuando era más joven.
—¿La abuela María? —Lincoln quedó impresionado—. ¿Así es cómo conoció a ese sujeto con el que se casó?
—Así es. La tía Carlota se encargó de contactarlo cuando él respondió al perfil de su abuela junto con otros, ya que encontró a quien consideró a un candidato perfecto. Le contó todo a su abuela y comenzaron a salir los dos. No me dirán que parece una mujer renovada desde que empezó su relación.
Bien, que ahora ya tenían una explicación al misterio de aquél hombre, que con vergüenza su abuela se mostraba abochornada cuando le preguntaban cómo lo conoció. Tenían que reconocerlo, había dado un cambio muy grande desde entonces aparentando incluso menos edad de la que tenía.
—No suena mal —Lynn asintió—. Sólo le veo un problema a la parte de después "convencer" a papá que salga con quien nos parezca la correcta. ¿De verdad crees que quiera hacerlo, después que se entere de lo que hicimos a sus espaldas? Yo creo que primero se enojará bastante con nosotros antes de preguntar por la chica, sea quien sea.
Lincoln concordó con su hermano.
—Aparte, aunque ya ha pasado tiempo desde que mamá se fue, es obvio que no querrá seguir adelante al tenerla todavía presente.
Lina suspiró. Era cierto que había muchos detalles que le faltaba ajustar, pero no se dejaba desanimar.
—Vamos por partes y armemos el perfil. Cuando consigamos a alguna candidata viable, será cuando nos pongamos a pensar en el resto del plan. ¿Qué les parece?
Los cuatrillizos no parecían del todo convencidos, pero no es que las opciones sobraran.
—Bien, confiamos en ti —Linka le respondió tras ver a sus hermanos más o menos de acuerdo—. Aunque seguimos teniendo nuestras dudas.
—Está bien. Le pediré a Carla que nos ayude con el registro y todo lo demás.
De inmediato se puso a textearle a su prima para explicarle lo que acordó con sus primos. De pronto Lina saltó, sorprendida y sonrojada por la notificación que le llegó.
—¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡No puede ser!...
Sorprendidos por su sobresalto, sus primos la rodearon.
—¿Qué ocurre? —preguntó Liberty llevándose las manos a la boca—. ¿Acaso ya encontró a alguien?
—¿Quién es? — preguntó Lynn sorprendido, al imaginarse el tipo de mujer que podría convertirse en su madrastra.
Lina le respondió con entusiasmo.
—¡Es Mick Swagger!
—¿Disculpa? —exclamó Lincoln escandalizado como sus hermanos.
—¡Mi mamá me mandó un mensaje diciéndome que la novena reproducción de los discos de Mick Swagger ya salió a la venta! ¡Bebo tenerlo!
Los muchachos la miraron un tanto molestos.
—¡Nos asustaste, boba! —le espetó Lynn—. ¿Además quien saca discos en estos días? Creí que dejaron de fabricarlos hace más de diez años.
—¡Por eso son reproducciones! Además, no son discos como los de antaño, son especiales. Este es uno muy extraño reproducido en caramelo macizo.
Los chicos estaban boquiabiertos.
—Eso es tonto.
—¡Oigan! No es tonto, es artístico y es fantástico. Con mis mamás tenemos los ocho que ya han salido —volvió a revisar su teléfono—. ¡Genial! Mi mamá investigó dónde puedo comprarlo aquí y ya me envió la ubicación para ir por él. ¿No quieren acompañarme a la tienda de música?
Lo cierto era que los chicos no tenían mucho qué hacer en el día y en algo debían de aprovechar las vacaciones. Además, su prima se había preocupado por ellos con lo que estuvo haciendo y el asunto del disco parecía importante para ella. En realidad, se merecían también un descanso del estrés que el tema de su padre les generaba.
—Seguro —le respondió Linka—. ¿Por qué no? Tal vez encontremos algo que nos interese también.
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En la tienda de música del centro comercial, una aburrida dependienta con mechones morados en la parte superior de su enmarañado cabello negro rebuscaba un paquete bajo el mostrador, sacudiendo al tiempo su cabeza al ritmo de la música que escuchaba por sus auriculares.
—¡Disculpe!
La mujer casi se cae de la impresión que le causó una de las chicas peliblancas, cuando al levantarse la vio casi frente a ella inclinada sobre el mostrador, invadiendo así su espacio personal.
—¡Cielos, chica! Casi me matas de un infarto.
—Lo siento. Escuché que les llegó la reproducción en caramelo del disco de Mick Swagger y vine a comprarlo.
La mujer de chaqueta morada y blusa blanca a rayas le mostró la caja que sacó del mostrador.
—¿Te refieres tú también a este?
En efecto. Cuando Lina lo vio mejor se dio cuenta que se trataba de la reproducción del disco que había visto por internet.
—¡Sí, es ese! ¡Gracias!
Lina estiró su mano para tomarlo, pero la dependienta lo retiró de su alcance.
—Lo siento, chica, sólo tengo este y pues... El chico de allá me lo pidió antes de que tú llegaras.
Los cuatrillizos, que habían estado observando con poco interés la escena que su prima estaba montando, se volvieron al igual que ella a sus espaldas, notando hasta ese momento a los dos muchachos que con cierto fastidio esperaban a que la dependienta terminara de atenderlos.
Uno era robusto y rubio, con algo de acné en la cara, claramente un adolescente de al menos trece años de edad. El otro era pelirrojo, flacuchento y algo más joven que él, quizás de doce años. Lo que más llamaba la atención de este otro chico, por desgracia, eran lo que parecían ser marcas de quemadura alrededor de su opaco ojo derecho, tan distinto al ojo negro de su lado izquierdo sano. La quemadura se extendía hasta donde llegaba la oreja, pero por un poco más encima del nacimiento de su rojo cabello.
Lina y sus primos se quedaron observando un largo rato al segundo chico, hasta que este desvió la mirada sintiéndose incomodo, de modo que la quemadura de su rostro no pudiera verse. Lo que hizo a Lina darse cuenta primero que lo que hacían no era nada amable, por lo que regresó de nuevo su atención a la dependienta.
—¡Vamos! No puedo creer que sólo les haya llegado ese.
—Me llegaron varios que ya están apartados. Este es el único que no lo está. Lo siento —se volvió a los otros dos muchachos—. Bien, chicos, su caja está en buen estado, el sello de garantía está en su sitio y viene con el certificado de autenticidad. Completo como lo pidieron.
—Perfecto —exclamó el muchacho robusto acercándose al mostrador e ignorando a los Loud; entre ellos una muy desilusionada Lina—. ¿Cuánto por él?
La mujer le pasó el verificador de precios y, tras comprobar el resultado en la computadora de la caja, le respondió.
—Quinientos dólares.
No sólo los dos chicos, incluso los hijos de Lincoln hicieron un gesto ahogado, sorprendidos de que aquella cosa fuese así de costosa. El chico robusto miró a su amigo más joven quien, cabizbajo, se inclinó hacia él y le susurró algo al oído. El mayor suspiró y se volvió a la dependienta.
—Creo que es más de lo que imaginábamos.
La dependienta ya se lo esperaba, pues no era común que unos niños cargaran con semejante cantidad. Sin embargo, Lina sacó la cantidad de su cartera y, pasando de largo a los otros dos chicos, la dejó frente al mostrador.
—¡Entonces lo compraré yo!
Todos quedaron impresionados. La dependiente examinó los billetes tratando de averiguar si había truco. Temiendo que pensara que se hubiera robado el dinero o fuesen billetes falsos, Lina se apresuró a explicarse.
—Mis mamás ya me habían dado el dinero necesario.
Detrás de ella, Lynn se burló.
—Vaya que les ha ido muy bien.
La dependienta miró con interés a Lina; lo mismo hizo después con sus primos, sintiendo una extraña familiaridad en ellos; pero el interés le duró poco, pues su atención se dirigió enseguida hacia el muchacho de la quemadura que gruñó algo, a lo que su amigo lo miró con condescendencia.
—Lo sé, Chris, esto apesta —se volvió otra vez a la dependienta—. Pero no dijimos que no lo íbamos a comprar. Igual llegamos primero, así que nos lo llevamos.
Era lo justo. Los muchachos sacaron el dinero y estaban por entregárselo a la dependienta, cuando Lina los detuvo.
—¡Esperen! De verdad necesito ese disco para mi colección —miró a la encargada—. ¡Le pagaré quinientos cincuenta dólares por él!
Los ojos de la mujer se abrieron bastante interesados en la propuesta. El chico robusto miró a su amigo quien parecía preocupado y negó con un gesto, pero este pareció desoírlo.
—Te doy quinientos ochenta por el disco.
El muchacho que no parecía hablar, parecía asombrado.
—Descuida, Chris, yo te prestaré lo demás.
Lina rebuscó en su cartera y sus pantalones.
—¡Le daré seiscientos dólares!
La dependienta miró a los otros dos muchachos esperando su contraoferta.
—¿Qué dicen, chicos?
El chico robusto parecía estar por echarse para atrás. Incluso su amigo lo tomó por un hombro y se acercó una vez más para susurrarle algo.
—Olvídalo, que ya me lo tomé personal. Seiscientos veinte.
Frustrada, la niña peliblanca dio un pisotón.
—Seiscientos es todo lo que traigo.
La mujer sonrió.
—Bien. Vendido por seiscientos veinte dólares a...
—¡Seiscientos setenta!
Lina se volvió hacia sus primos. Todos habían estado hurgando en sus bolsillos entregándole el dinero que llevaban a Linka, que con el suyo habían juntado otros setenta dólares.
—Chicos —Lina estaba conmovida—, no tienen que...
—Ya sabemos que no tenemos que. Pero si ya llegamos hasta aquí lo menos que puedes hacer es llevarte ese disco.
El mayor de los muchachos gruñó cuando la dependienta lo miró esperando su puja.
—Me doy.
Sonriendo, la encargada pasó la caja del disco por la máquina para hacer el cobro. No había esperado que aquella tarde, que apuntaba ser aburrida, conseguiría una buena comisión de ciento setenta dólares por una sola venta. Colocó el disco en un borde del aparador de su lado para pedirle el dinero a los Louds estirándose hacia ellos.
—Bien, entonces vendido a...
¡Clac!
Sin querer, con su cuerpo había hecho un mal movimiento y el disco cayó hacia un lado haciendo un estruendoso ruido que les heló la sangre, tanto a los chicos, como a la misma mujer que lentamente regresó a su sitio y bajó la mirada viendo con miedo hacia donde el artículo cayó. En su expresión se leía el estado en que lo encontró.
—Entonces... ¿Qué les parece si les vendo una mitad a cada uno por doscientos cincuenta dólares?
Los muchachos la miraron incrédula. El chico robusto suspiró.
—Te doy cinco dólares por el disco completo.
—Yo doy diez. —pujó Lina.
—¡Bha! Olvídalo. Me retiro.
La mujer rumió con fastidio, ante la idea que tendría que pagar el resto a causa de su descuido. Lina les regresó a sus primos el dinero que le prestaron. El muchacho robusto también parecía enfadado, pero el chico de la cicatriz parecía más interesado en los Louds, a quienes miraba fijamente incomodándolos bastante, pues su ojo quemado había vuelto a ser visible.
—Vámonos, Chris —lo apuró su amigo—. Parece que vinimos a perder el tiempo.
Sin dejar de ver a las chicas, el tal Chris se marchó en compañía de su amigo, lo cual alivió a los cuatrillizos, siendo Linka la que expresó su intranquilidad.
—Vaya que ese chico da miedo.
—No seas grosera —Liberty le llamó la atención—. No creo que tenga la culpa de... Lo que sea que le haya pasado en la cara.
Aunque lo cierto es que a ella también le había dado algo de miedo, Lina miró el disco partido en dos y a los otros dos chicos alejándose. Tras pensárselo un poco, dejó a sus primos de lado sorprendiéndolos, para dirigirse en seguida hacia aquellos muchachos.
—¡Ustedes dos, esperen!
Ambos voltearon con cierta sorpresa, en especial el chico de la cicatriz cuando Lina le entregó las dos mitades del disco. Avergonzada, se explicó.
—Si hubiera dejado que ustedes lo compraran primero, tal vez nunca se le hubiera roto a la encargada. De verdad lo siento mucho.
El muchacho robusto asintió con la cabeza.
—Sí, deberías avergonzarte. Chris ha estado ahorrando durante meses para...
Se calló cuando su amigo levantó la mano para silenciarlo y lo tomó del antebrazo para que se detuviera, todo sin dejar de mirar a Lina con su único ojo sano.
—Gra... Gracias. —susurró, con una voz tan baja que Lina apenas y si alcanzó a escucharlo, encontrando simpatía en el sonrojo del muchacho.
—Por nada. Bueno... Hasta luego...
Entonces Lina regresó con sus primos. El muchacho de la cicatriz la observó alejarse durante un largo rato, hasta que su amigo lo sacó del trance chasqueando los dedos frente a él.
—Tierra llamando a Chris. Mayday, mayday. Responda.
El muchacho suspiró y reanudó su rumbo en compañía de su amigo.
—Supongo que es bonita —dijo el chico robusto, aún indignado—. Pero igual siento que debiste reclamarle por lo del disco. Realmente parecías obsesionado con tenerlo.
—Se parece mucho a ella.
—¿Qué? ¿A quién?
—La chica del cabello blanco, con ese mechón azul y... No sé... Me recuerda mucho a Sam Sharp, una de las vocalistas de Los ángeles ruidosos.
Su amigo conocía al grupo, aunque no tanto como Chris.
—Supongo. A de ser por el mechón azul. En lo personal creo que se parece más a Luna Loud.
Chris, tras pensarlo un poco, se dio cuenta que era verdad.
-o-o-o-
—Es una pena que no consiguieras tu disco, Lina. —su primo Lynn la trataba de consolar.
—Sí, es una pena.
El momento fue interrumpido cuando Lina recibió otra alerta de mensaje. Tras haberlo revisado detuvo su andar y llamó la atención de sus primos.
—Carla terminó de abrir la cuenta del tío Lincoln para buscar citas y me está pidiendo algunos datos para llenar su perfil.
Lincoln suspiró.
—Supongo que seguiremos adelante con esto. ¿Pero de verdad será seguro?
—Mucha gente consigue novia de esta forma todos los días —meditó Liberty—. He escuchado que muchas bien llevadas terminan incluso en matrimonio. Además, es la mejor opción que tenemos si queremos hacer que todo sea discreto y sin que papá se entere, al menos todavía.
Lynn asintió aún no muy convencido.
—Siento que hay muchos riesgos en esta cosa. Sin duda nos meteremos en muchos problemas si no resulta.
Linka encaró a su prima.
—Te lo advierto, Lina, si algo sale mal toda la responsabilidad será tuya.
—Descuiden —respondió confiada como de costumbre—. Tendremos todo controlado.
—¿Ah sí? Para empezar, si alguna chica responde, ¿cómo se supone que convenceremos a papá de salir con ella?
—Eso lo veremos después. Ayúdenme primero a redactar un perfil para su padre.
Ese importante detalle era el que Lina aún trataba de idear con ciertas dificultades. Tomaron asiento en una de las bancas del centro comercial para buscar ideas, cuando, en el respaldo de la banca contraria a ellos, vieron la publicidad de la compañía de bienes raíces donde el padre de los cuatrillizos trabajaba, anunciándose por supuesto como la mejor y más confiable en la búsqueda del hogar de tus sueños, con visitas arregladas sin compromisos a los domicilios en venta. Lina sonrió.
—¿Saben?, creo que ya sé cómo convencer a mi tío de volver al juego.
Sus primos se miraron confusos entre sí.
-o-o-o-
Por la noche, frente a su laptop, Carla terminaba de redactar el perfil de su tío Lincoln con los datos que sus primos le dieron sobre sus gustos e intereses, aderezándolos con un poco de su propia cosecha para garantizar el interés que debía generar entre las mujeres que buscaban pareja.
Su madre tocó a la puerta como primera señal de advertencia antes de entrar a asomarse.
—Carla, ya apaga eso y duérmete de una vez. Llevas muchas horas ahí.
—¡Ya voy, mamá! Estaba viendo la nueva serie de "La ocho de espadas" y me piqué.
Lori le echó un vistazo al video pausado en pantalla.
—Bien, termina de ver ese capítulo y acuéstate.
Cuando se retiró, Carla exhaló un suspiro de alivio. Cambió la ventana de la cuenta de HBOMax, para enseguida regresar a la de un programa de edición, con el que terminó de retocar algunas fotos de su tío que sus primos le enviaron, haciéndolo ver un poco más presentable, o por lo menos no tan ojeroso.
Bostezó, justo cuando terminó con su trabajo quince minutos después y se fue a la cama satisfecha con lo que había logrado. Agradecía que Lina y el resto de sus primos le confiaran la encomienda pues, al ser la más mayor del grupo, sentía que tenía más madurez que ellos en ese campo. Su tío, a pesar de sus defectos, tenía buenos valores. Estaba segura que no tardaría en recibir algunas propuestas gracias a ella. Sólo era cuestión de ser paciente y esperar.
Sacó su celular y le envió un mensaje a Lina explicándole que ya tenía todo listo, junto con el enlace del nuevo perfil de su tío, el nombre de usuario y la contraseña para que también tuviera control sobre él mismo. Esperaba que estuviese satisfecha. Dejó el aparato a un lado sobre su cómoda y cerró los ojos.
A los pocos minutos, que ya se estaba quedando dormida, escuchó el zumbido de una notificación entrante.
Pensando que se trataba de su prima, posiblemente felicitándola por su labor o por lo menos diciéndole que estaba satisfecha con la misma, ni bien echó un vistazo a su teléfono, Carla perdió el sueño de la impresión, puesto que no se trataba de Lina.
—¿Tan pronto? Sabía que era buena en esto, pero no tanto.
Mientras se preguntaba si habría alguna forma de dedicarse a eso y ganar algo de dinero como casamentera, Carla revisó el perfil de la usuaria a la que le interesaba conocer a su tío, para saber algo de esa mujer.
—Supongo que está bien.
Satisfecha por lo que leyó, en esta ocasión abrió el chat que tenía con sus primos para avisarles que ya tenían una candidata en puerta.
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Y después de un muy largo hiatus, regreso con este fic, pidiendo de antemano una disculpa a quienes con paciencia esperaban su retorno; anunciándoles además que el siguiente viernes habrá un pequeño proyecto derivado de este que espero sea de su agrado. Saludos.
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