Capítulo 4
La joven concursante miraba a las otras competidoras. Sentía que el vestido de noche con el que modelaría en la siguiente prueba no era tan bonito, o quizá sí lo era, pero el problema radicaba en que no sabía hacerlo lucir.
—No puedo... ¡No puedo! —sintió que la ansiedad la dominaba—. Tengo... Mejor me retiro para no hacer el ridículo.
—Eso sí que no —la reprendió una muy atractiva mujer tomándola de los hombros—. Hemos llegado... ¡No! Has llegado muy lejos como para que te eches para atrás justo ahora.
—Pero señorita Loud... ¿Qué pasa si pierdo?
—Pues lo intentamos una vez más para la próxima tras pulir en lo que fallamos y es todo. Tú has el esfuerzo por ganar, que si llegas a perder, siempre puedes decir que por lo menos diste lo mejor de ti al intentarlo, a que sencillamente te acobardaste.
De pronto el presentador anunció el nombre de la jovencita, la cual, tras respirar hondo como su coordinadora le había enseñado, salió esperando conseguirlo. Haría sentir orgullosos a sus padres y también a la coordinadora que le consiguieron para prepararse en los certámenes. Mucho sentía que se lo debía.
En el público, los padres miraron encantados a su hija tomándole fotos. La chica parecía más relajada y la mujer detrás del escenario al notar esto se sintió orgullosa de la joven bajo su tutela.
Su celular comenzó a sonar, por lo que tuvo que alejarse con cierto fastidio para tomar la llamada, la cual con gusto contestó en cuanto vio que se trataba de su hermana gemela. Para ella siempre tendría todo el tiempo del mundo, de ahí que no hubiese semana en que no se comunicaran de algún modo.
—Hey, Lans, ¿qué tal todo en Royal Woods?
—Qué tal, Lols. Pues aquí con ciertas novedades, hermana... —escuchó el ruido de fondo del escenario—. ¿Dónde estás? ¿Interrumpo algo?
—Descuida. Es un certamen de belleza adolescente.
Lana emitió una risilla.
—Tienes treinta y uno como yo. Ya supéralo, hermana. Te vez ridícula participando en esas cosas.
—¡Oye! —le contestó indignada—. Para que te lo sepas, fácil puedo aparentar menos de veinticinco. Envidia de seguro me tienes porque no tienes mi físico.
—Tal vez no sea tan flaca, pero mi físico no es tan distinto al tuyo.
—Se te luciría mejor sin el uniforme. En todo caso quien concursa es Mindy. Ya te había comentado que tendría el certamen esta semana.
—"Certamen miss adolescente del estado de Alabama" —Lana asintió recordándolo—. Espero que estés cuidando bien de esa chica alejándola de sus primos.
—Ese es un estereotipo muy desagradable que no es tan común como la gente erróneamente piensa.
—¿No es tan común? ¿Eso quiere decir que de verdad has visto algún caso de esos?
Lola se mordió la lengua, al pensar en los padres de Mindy que entre sí compartían algo más que su hija y su amor.
—Una pareja de primos de segundo grado, así que no creo que cuente mucho. En todo caso, ¿dices que tienes algún chisme nuevo? ¿Qué tal las cosas con Jeremy? Sí que me impresionó mucho cuando lo llevaste a la fiesta de Carla.
—Gracias. Todo está bien con él. Lo veré más tarde aprovechando que nuestros descansos en la jefatura coincidieron. ¿Qué tal Samuel?
—No me puedo quejar, aunque últimamente he sentido que las cosas entre nosotros no marchan tan bien como me gustaría. En realidad no quiero hablar de eso. Mejor cuéntame, ¿cómo estuvieron todos después de lo de Lincoln?
Lana podía comprender que su hermana evitase el tema de su novio. El sujeto era apuesto, o eso le pareció cuando Lola lo llevó a la fiesta de su sobrina, aunque en realidad no terminó de agradarle mucho. El cambio de tema no era precisamente una mejoría.
—En realidad la novedad es con él. Con decirte que el otro día alguien se metió a su casa mientras no estaba.
—¡Cielos! ¡Eso es terrible! ¿Le robaron algo?
—Sí, y esa es la parte más extraña. No se llevaron nada importante de valor, sólo todo el alcohol que había, el cual creo que debió de ser mucho por el modo en que Lincoln se puso como loco. Hasta parecía que le hubieran robado el auto.
Lola pareció meditar esto. Cierto que se escuchaba como algo muy extraño. ¿Un ladrón de licor?
—Pues, perdón que lo diga, pero creo que el ladrón le hizo un favor a Linky al haberlo dejado seco. Todavía no se me ha olvidado el numerito que se montó en la fiesta de quinceañera de Carla.
Lana meditó lo dicho por su hermana. Ciertamente el o los ladrones le habían hecho un favor a su hermano, más que una fechoría. Quizás Lincoln ya había sospechado incluso antes que ella algo parecido. Seguro eso explicaría el por qué le pidió al día siguiente que no hiciera muchos aspavientos con lo del robo. Lola suspiró antes de proseguir.
—No entiendo a mi hermano. Todavía lo veo y recuerdo aun a ese chico simpático y entusiasta que siempre estaba ahí para nosotras, dispuesto a apoyarnos en todo antes de que... Bueno...
—Que Ronnie Anne muriera. Créeme, también lo he pensado. Ahora es un hombre amargado por el alcohol y veo complicado sacarlo de ese estado.
—Si tan sólo nos hubiera dejado ayudarle.
—Lo sé, y me siento mal por no haber podido hacer mucho. Lo cierto es que él decidió alejarse de nosotras.
—Yo lo siento más por sus hijos. Al menos le quedó sentido común cuando se los entregó a nuestros padres, pero de todos modos sé que lo necesitan tanto como él a ellos.
Lana asintió al otro lado de la línea.
—Si hubieras visto cómo lo vi yo cuando fui a su casa a revisarla, creo que te sentirías tan decepcionada de él como yo.
Lola negó con un gesto.
—Sé que sus hijos son primero, pero tiene treinta y seis. Técnicamente aún es joven. Entiendo que fue duro lo de su esposa, pero ya hace mucho tiempo de eso. Le hace falta superarla para salir adelante y quizás... No lo se... Conocer a alguien más.
—Lo dices como si fuera tan fácil. Pero, además de su actitud, no creo que muchas chicas pudieran lidiar con un padre de cuatro.
—Te sorprendería saber a cuántas mujeres a eso no le darían mucha importancia. Por acá hay muchas personas así que se juntaron con hombres o mujeres con hijos de parejas previas. Créeme cuando te digo que el problema que Lincoln tendría al tratar de empezar de nuevo con alguien no serían sus hijos, sino él mismo. Curiosamente creo que alguien nuevo en su vida sería precisamente lo que necesitaría para cambiar.
Al pensarlo bien, Lana se descubrió con sorpresa dándole la razón a su hermana.
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—... Curiosamente creo que alguien nuevo en su vida sería precisamente lo que necesitaría para cambiar.
En su habitación, Hugh reprodujo una vez más aquél fragmento de la conversación que grabó tras intervenir el teléfono de su tía Lana.
Todo lo que esperaba era escuchar algo privado que hiciese mención a él y a su madre. Una evidencia que confirmara su hipótesis de la paternidad del tío Lincoln sobre él. Si bien no se trató de esto, igual resultó un tanto preocupante como fascinante de cierta manera el saber lo que pensaba una de sus tías.
—Lina encontrará esto bastante interesante.
—¡Hugh, tengo todo listo! ¡Date prisa!
Tras escuchar el llamado de su madre al otro lado de la puerta, el niño se apresuró a transferir el audio a la memoria de su celular, pensando en el uso que le podría dar cuando llegase a la casa de sus abuelos con sus primos.
Lisa ya estaba frente al volante con expresión indiferente. Un par de chicos pasaron cerca del coche y no pudieron evitar echarle un vistazo. La doctora Loud lucía como una mujer verdaderamente atractiva. Al darse cuenta de esto, con un poco de desagrado, Hugh gruñó antes de subir al asiento delantero libre junto a su madre, recobrando poco después su actitud estoica y profesional.
—Listo, madre. Podemos partir con tus progenitores a nuestro día de convivencia social familiar.
Lisa se le quedó observando un momento con seriedad, antes de desviar la mirada hacia atrás, lo que terminó por desesperar al chico haciendo que abandonara su porte bien portado.
—¡Oh, vamos, mamá! ¿No puedo ir adelante, aunque sea por esta vez? ¡Por favor, por favor, por favor...!
—Es por el fuerte afecto que te guardo que, en pos de cuidar tu integridad física, prefiero mantener las medidas de seguridad activas durante nuestro traslado.
De mala gana y sabiendo que no ganaría nada con reñirle, el niño bajó soltando casi en un susurro a la vez que cerraba la puerta: "¡Me tienes...!"
—¡¿Qué dijiste?! —inquirió Lisa.
—¡Que lo tengo comprendido!
Una vez atrás, con resignación, Hugh se sentó a la izquierda cruzándose de brazos, a lo que su madre le dedicó una mirada disgustada por el espejo retrovisor. Suspirando, el chico se pasó a la derecha, subiéndose además al asiento especial de seguridad para niños pequeños en el que procedió a ponerse los broches para sujetarse perfectamente.
—Madre, ¿eres consciente que soy dos años mayor sobre la edad recomendada para el uso de este ítem?
—Nunca está de más tomar todas las precauciones necesarias.
En el camino se detuvieron frente a un semáforo y el coche quedó al lado de una camioneta donde un par de niñas de doce años miraron por la ventanilla a Hugh. El niño de nueve años sonrió con lo que se imaginaba a sí mismo era una expresión seductora, al notar que ambas eran lindas; pero estas lo señalaron y comenzaron a reír al notar su asiento de bebé, cosa por la cual el chico perdió su sonrisa y se hundió en su asiento agradeciendo cuando se pusieron una vez más en marcha.
Aprovechando el tiempo, Hugh se colocó unos audífonos y reprodujo en su celular una vez más la conversación entre sus tías gemelas, mirando de tanto en tanto a su madre esperando que no lo atrapara. Se metería en muchos problemas si descubría lo que solía hacer en cada una de las llamadas semanales que sus dos atractivas tías tenían desde hacía algún tiempo.
—¿Qué es lo que estás escuchando? —le preguntó de pronto.
El chico pensó al instante en la excusa perfecta con la que sabía su madre no le pediría oír lo que tenía en su celular.
—Clásicos del audio entretenimiento latino del interprete Daddy Yankee.
En efecto, Lisa no le preguntó nada más y volvió su atención al camino musitando por lo bajo: "J*dido reggaeton".
—¿Dijiste algo, madre?
—Que te quiero, hijito.
Dado que era raro ese tipo de expresiones de su madre, Hugh la apreció, a la vez que tomaba nota de la parte en que sus tías señalaban el comportamiento destructivo de su tío que persistía en negarse a buscar ayuda, siendo que la oportunidad de comenzar de nuevo la tenía pese a no aprovecharla.
—... Curiosamente creo que alguien nuevo en su vida sería precisamente lo que necesitaría para cambiar.
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Tambaleándose con dificultad, Lincoln entró a su hogar. Sin duda fue mala idea pasar por el bar tras terminar la cita que tenía con la familia a la que intentó venderle una casa. Sus ventas no iban tan bien. Fue hace casi un mes que recordó haber vendido la última casa. Ahora, con suerte conseguía que sus pocos clientes se animaran a rentar pequeños espacios de apartamentos o locales de comercio. Al menos tenía lo necesario para pagar las cuentas y... Otras cosas.
—¡Ya llegué, cariño! —saludó con una sonrisa genuina, aunque un poco torcida, a la fotografía de la sala de él junto a su familia, específicamente mirando a su esposa.
Dejó el cartón de cervezas que compró sobre la mesita. Primero quería darse un baño. Recordó que no tenía ropa limpia en el cuarto de huéspedes donde se quedaba, por lo que fue a la habitación principal esperando encontrar un cambio.
Abrió la puerta, pero antes de ir al clóset se distrajo viendo las fotos del buró. Se talló los ojos anticipando las lágrimas que sabía no tardaría en derramar. Por el espejo se vio a sí mismo sujetando la foto y sintió cierto asco por lo que miraba.
—No me fue muy bien hoy —le dijo a la foto de una joven Ronnie Anne que estaba de pie frente a lo que entonces era la nueva casa donde viviría junto a Lincoln—. Creo que estoy perdiendo mi toque de vendedor. Era una familia agradable y la casa estaba bien para ellos, pero no parecieron muy convencidos después de todo lo que les dije. No es como antes que era el maestro del convencimiento, capaz de venderle hielo a los esquimales.
Dejó la foto en su lugar y, tras tomar lo que buscaba, se dirigió al baño donde una vez más miró su reflejo decaído. Recordó que antes, cuando solía concentrarse mucho haciendo eso, buscando alguna imperfección como un barro o un pelo de bigote o barba muy crecida, Ronnie Anne lo sorprendía por detrás pellizcándole el trasero y le preguntaba por qué tan serio de modo juguetón. Sonrió ante ese bonito recuerdo, pero su aspecto era tan sombrío que él mismo se sintió incómodo al hacerlo.
—Una de las ventajas de que ya no estés aquí, es que no tienes que ver al fracasado en el que me he convertido.
Después de bañarse y vestirse, se dirigió hacia la cocina. Al abrir el refrigerador lo encontró vacío, salvo por una caja con comida china que pese a estar refrigerada tenía un olor a rancio.
—¿Y si pedimos pizza?
"Tanta comida chatarra nos hará daño —solía recriminarle su esposa—. Dame una hora para improvisar unos molletes o unas enchiladas mientras tu juegas con los niños."
Decidido, pediría comida mexicana.
"¿Es en serio? —recordó que le dijo indignada una vez que le hizo la misma propuesta—. ¿Vas a pedir comida mexicana teniéndome aquí? ¡No seas grosero!"
Lincoln suspiró.
—Lo siento, Ronnie, perdóname... —miró el desastre que estaba hecho su hogar—. Por todo... Pero ya no te tengo aquí. De todos modos sólo estoy yo y... No tengo a nadie que me acompañe.
Tomó el teléfono para ordenar algo. Esperaría pasándose un par de latas de cerveza.
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En la mesa se servía una suntuosa lasaña acompañada con toda clase de guarniciones como pan de ajo, patatas horneadas, croquetas de tomate con parmesano y demás. Luna ayudaba a su padre a poner la mesa junto a su esposa, mientras que este ponía a enfriar en la ventana el segundo pie de manzana y avena que despedía un muy buen aroma.
—Eso huele bastante bien, papá —señaló Sam a su suegro, sintiendo que se le hacía agua la boca.
—Lo sé. El primero es de nosotros, pero el segundo irá directo a la mesa de los pequeños. Sé que les encantará como el resto.
Sam asintió, aunque no estaba del todo convencida sobre el resto de la comida. No es que su suegro no pensase en ella, pues había una ensalada César ricamente aderezada que la tentaba bastante.
—Sí, papá, todo se ve rico. ¿Pero no crees que el resto de la comida está muy condimentada y quizá... Algo grasosa como para que los niños la coman?
El hombre vio despreocupado a su nuera.
—Descuida. Para ellos tengo algo muy especial.
Del horno sacó un enorme bol lleno hasta casi desbordarse de nachos con chili con carne y queso fundido, los cuales acabó de aderezar con guacamole, pico de gallo y crema agria con jalapeños.
—¡Tara! El favorito de los cuatrillizos. Corrí con la suerte que la abuela de Bobby me pasara la receta.
Sam se estremeció al ver todo eso.
—Sigo pensando que es demasiado.
—Lo lamento —se disculpó el señor Loud. De pronto creyó comprender con vergüenza lo que sucedía—. No sabía que Lina también era vegana.
Luna musitó mascando unos palitos de pan.
—No lo es, y quedamos en respetar eso.
Sam la miró de mala manera. Su suegro sonrió.
—Entonces ejerceré el derecho de hacer felices a mis nietos malcriándolos y consintiéndolos.
Y chocó la palma de su mano con la de Luna. Sam suspiró rindiéndose al saber que no podría contra esos dos.
No tardaron en tocar a la puerta, por lo que cuando Rita fue a abrir, se encontró con la grata sorpresa de encontrarse con su segunda hija más joven en compañía de su nieto.
—¡Lisa!
—¡Madre!
Ambas se dieron un abrazo y posteriormente la mujer se inclinó para saludar y besar en la mejilla a Hugh.
—¡Oigan todos! ¡Hugh y Lisa ya están aquí!
La hermana y cuñada de la científica salieron a saludarla, lo mismo sus sobrinas y sobrinos. Si bien Hugh se sintió abochornado e incómodo sólo como un niño podría estarlo de saludar a sus tías y abuelos, pareció entusiasmarle el ver una vez más a sus primos. Le dio un buen apretón de manos a Lincoln Jr y Lynn le dio uno más efusivo y doloroso a él; además de un cariñoso abrazo a Linka y Liberty al mismo tiempo, el cual se prolongó tanto que Lynn molesto le dio un sape para que soltara a sus hermanas.
—Lamento no haber estado presente en el evento de quinceañera de Carla —se disculpó Lisa—. Se me presentaron ciertos inconvenientes laborales.
—Está bien, cariño —la tranquilizó Rita—. Lori y Bobby pudieron entenderlo. Igual te agradecemos que nos dejaras a Hugh.
Los mayores se disponían a ir al comedor, cuando el abuelo les avisó a los pequeños.
—Les armé una mesa plegable en el jardín para que se diviertan y no se aburran con nosotros. Pueden ir de una vez. No tardo nada en servirles ya.
El hijo de Lisa levantó la mano.
—¿No es poco higiénico la ingesta de alimentos al aire libre estando expuestos a los elementos?
Lisa se volvió hacia él.
—Acompaña a tus primos, Hugh. Un poco de aire fresco no te matará y después te daré un compuesto preventivo. La interacción social familiar te sentará bien como un cambio en tu rutina sedentaria.
Al chico esto no parecía hacerle gracia, pero al ver a Liberty haciéndole una seña para llamarlo, sonrojado cambió de idea.
Al contar cabezas conforme sus nietos salían, Rita se dio cuenta que la cuenta no le salió.
—Me falta otra peliblanca.
Subió a la segunda planta y tocó la puerta de la que fue la habitación de su único hijo.
—¿Lina? Por favor baja ya. Tu tía Lisa y tu primo Hugh ya llegaron. ¿Puedo entrar?
Nerviosa, la peliblanca guardó la pluma y la libreta de apuntes bajo su gorra con un rápido movimiento, casi en el momento exacto que su abuela entró a la pequeña habitación.
—¿Todo bien, cariño?
—Sí, abuelita. Voy a saludarlos.
—Tu tía está en el comedor. Tus primos ya están todos en el jardín. Ve antes que se enfríe lo que les preparó tu abuelo.
—Sí, ya voy.
La niña bajó apurada, primero a la sala para saludar a su tía y enseguida corrió hacia el patio. Sus primos ya estaban sentados en las sillas plegables y su abuelo ya estaba colocando el suntuoso bol con nachos, mientras Rita les ponía los platos frente a ellos para que se sirvieran. Los ojos de sus primos se iluminaron, mientras que los de ella se fruncieron al avistar el chili resbalar del bol a la mesa.
—No creo que mi mamá me deje probar eso.
—Ya hablé con tu mamá y todo está resuelto —le avisó su abuelo—. Tienes carta libre para dejar que tu estómago se porte mal esta noche.
Lynn, que ya estaba terminando de comer el primer nacho, tomó otro y se lo acercó a su prima.
—Abre. No querrás herir la sensibilidad del abuelo.
Lina abrió la boca para replicar algo, pero no pudo, pues su primo por la brava le introdujo el nacho. La niña tuvo que reconocer lo exquisito que estaba, por lo que se lo terminó con gusto y sus ojos se iluminaron como los de sus primos.
—¡Siento que tengo una fiesta en mi boca!
—Gracias, querida —suspiró el abuelo perdiéndose un poco en sus recuerdos—. Lo mismo le dije a la señora rosa la primera vez que los probé.
—¿La señora Rosa?
—Nuestra bisabuela —contestó Linka tras pasarse un gran bocado de nachos que se apresuró a bajar con limonada—. Fue ella la que le enseñó a cocinar a mamá.
—Y también me enseñó a mí como yo a ella mis recetas —les contó el abuelo con orgullo—. Aunque me preocupa que tus primos terminen aburriéndose de este platillo, ya que se los preparo con cierta frecuencia.
—¡Nunca! —corearon los cinco, pues Hugh se había unido a ellos.
—Pero si es la primera vez que los pruebas —le replicó Lincoln a su primo extrañado.
—¡Qué importa! Ya me envicié —y continuó devorando la porción de nachos que tomó con gusto esperando repetir de nuevo al terminar.
Rita también miró complacida la escena. Parecía que la comida que organizaron estaba resultando un éxito tanto con sus hijos como con sus nietos.
—Los dejamos. Su abuelo y yo regresaremos adentro. No duden en ir con nosotros si necesitan algo.
Una vez solos y más tarde, ya con el estómago lleno de nachos, Hugh junto sus manos para preguntarles a sus primos.
—¿Y cómo les fue ese día que allanaron la casa de nuestro padre?
Linka bufó.
—Te refieres a la casa de TU TÍO, supongo. Pues al final no muy bien. Conseguimos sacar todo el alcohol que tenía y no dudo que para estas alturas ya volvió a resurtirse; sólo para que al final la tía Lana resultara ser la policía que fue a inspeccionar. Casi nos descubre, pero pudimos escaparnos a tiempo. Es Lina la que no la contaba por poco.
La prima de los chicos asintió recordándolo todo. Liberty, estando a punto de reventar, contempló con melancolía el último nacho que le quedaba en su plato antes de llevárselo a la boca.
—Antes del abuelo, era mamá quien solía prepararnos estos nachos. A papá también le encantan, en realidad todo lo que ella preparaba le fascinaba.
Suspiró reflexiva antes de dirigirse a su prima esperanzada.
—¿Tienes ya algún nuevo plan para que regresemos con él?
Linka, al igual que sus hermanos varones, no mostraba mucho interés en el tema. No es que no quisieran estar de regreso con su padre; pero tras lo que pasó la semana pasada, se mostraban un tanto escépticos de las ocurrencias de su prima. Lina en silencio y mostrándose repentinamente nerviosa, terminó de masticar su último bocado con lentitud antes de contestarle.
—En realidad, sí. Tengo uno, pero... Bueno, primero tenemos que poner en perspectiva los eventos recientes. Soy consciente que nos la jugamos mucho cuando fuimos a casa de su papá, y aunque logramos un gran avance, para estas alturas es posible que hayamos perdido parte del mismo.
Lynn suspiró.
—No creo que papá esté ganando mucho de rentar locales como lo hacía cuando vendía casas; pero también creo que ya debió de haber resurtido su nevera y no precisamente de comida.
—No quiero hacer de nuevo lo que hicimos —exclamó Lincoln exaltado—. Pudieron arrestarnos por robo.
—Tía Lana nunca nos hubiera hecho eso —trató de calmarlo Liberty—, y también dudo que papá nos hubiese levantado cargos.
—De todas maneras, igual hubiésemos tenido otros problemas, algo que ya no quiero tener.
Aunque le hubiera gustado tener más tiempo para pensar en un modo de decirles lo que tenía en mente, Lina no quería que una discusión empezara antes de siquiera decir lo que de verdad causaría una peor.
—Tranquilos todos. Lo que estoy pensando será menos invasivo de lo que hicimos la última vez. Pero algo debemos de hacer para que deje de actuar como lo hace por culpa de la bebida.
—Pues espero que tengas razón —la acusó Hugh—. En todo caso comprendo tu punto. Incluso en su entorno, el comportamiento de mi prospecto paterno resulta ser muy destructivo por lo que he visto durante mis investigaciones. Hay que cuidar bien los pasos que dan. Ese día tía Lana estuvo muy cerca de pasar por donde se ocultaron.
Los cuatrillizos observaron consternados a su primo.
—¿Estudios? ¿Investigaciones? —repitió Linka—. ¿Cómo es eso que lo has estado investigando?
Lina se encogió en su asiento.
—Yo le pedí que lo siguiera vigilando para... Ya saben... Cuidarlo.
Lynn miró al chico sorprendido.
—¿Y tú sólo aceptaste prestarte para algo así de fácil?
—No es que fuese muy difícil. De cualquier manera ya lo tenía bajo observación desde hace algún tiempo. No es como si fuese muy complicado programar un dron para seguirle los pasos de tanto en tanto o intervenir su teléfono como lo hago ocasionalmente con el resto de nuestras tías y a veces con mi progenitora, siendo con ella algo mucho más complicado de hacer que con otras personas, pues casi siempre está un paso por delante de mí para evitar que lo haga.
Sus cinco primos lo miraron sin dar crédito a sus palabras. Lincoln era quien estaba principalmente asombrado.
—Es increíble la facilidad que tienes para vigilar a las personas.
—Muchas gracias. Todo se lo debo a mi ingenio privilegiado.
—No era un cumplido, tonto —le recriminó Linka—. Además, ¿otras personas? ¿Es que puedes espiar a quien sea?
—Mientras el área de monitoreo tenga lugares que permitan ocultar o pasar desapercibidos a los drones, una línea telefónica digital, o un sistema de vigilancia con cámaras como sucede con la casa de los abuelos, sí, podría.
Las chicas se pusieron de pie indignadas y sonrojadas.
—¡¿Pusiste cámaras en nuestra casa?!
—¡Por supuesto que no hice tal cosa! —el chico retrocedió asustado por su reacción. Justo cuando sus primas estaban por relajarse un poco, agregó—: Fue mi madre quien las dejó ahí de cuando vivía con los abuelos. Todo lo que hice yo fue conseguir acceso a ellas.
De nuevo las chicas se levantaron, siendo Linka la que se le acercó de un modo amenazante.
—¡¿Acaso una de esas cámaras está en el baño?!
—¡Por supuesto que no! Parece que los abuelos obligaron a mamá a quitarla hace mucho. Sólo se trata de los pasillos, la estancia, el patio y algunas de las habitaciones.
Liberty tragó saliva.
—¿Te refieres a nuestras habitaciones?
El chico se sonrojó y miró en todas las direcciones, buscando una manera de salvarse de esta sin tener que contestarles. Aunque su silencio fue más que suficiente.
—¡Oh, pervertido!
—¡Mocoso degenerado! —saltó Lynn indignado a nada de golpear al chico, de no ser por Lincoln quien lo detuvo, pero comprendiendo como él su indignación, pues también estaba molesto—. ¡Si no quitas esas cámaras del cuarto de mis hermanas, mi prima y de los nuestros, tienes mi palabra que te convertiré en un pretzel humano! ¡Y puedes apostar a que tía Lori me enseñó a hacerlo!
—¡Está bien, está bien! Las quitaré. Sólo no le digas a los abuelos, mi madre o a nadie. No hay que acrecentar esto más de lo debido, ¿sí?
—¡Tienes sólo nueve, Hugh! —le increpó Lina—. ¿Cómo es que a tu edad haces esas cosas?
—Ah... Curiosidad científica, por supuesto. Soy muy joven para interesarme en cosas correspondientes a individuos prepubertos, no piensen mal de mí.
Podrían creerle si no estuviese sonrojado y nervioso. Las chicas se preguntaban que clase de chico sería cuando fuese mayor o si acaso su madre le habría hecho un experimento hormonal.
—Además, de no ser por mi constante vigilancia, piensen en la de problemas que hubiesen tenido a causa de sus cuestionables acciones con los adultos de no advertirles con tiempo premeditado sus movimientos.
Lincoln y Lynn se vieron entre sí, recordando algunas travesuras como cuando sin querer rompían algo y recibían la notificación por celular de Hugh advirtiéndoles sutilmente con comentarios del tipo: "Vi a la abuela al salir del supermercado hace dos minutos. Creo que por la prisa con que la vi no pude saludarla", dándoles una idea del tiempo que tenían para ocultar sus travesuras.
—Está bien —le dijo Lincoln—. Gracias por eso. De todas formas quita esas cámaras o la próxima vez no detendré a Lynn para que te pegue.
Linka estaba harta del tema, además que quería olvidarse del asunto para no pensar en el pervertido de su primito espiándolas.
—¿Podríamos regresar con el asunto de papá?
Hugh volvió a tomar la palabra, algo que Lina agradeció para poder postergar un poco más de tiempo su plan.
—Bueno, he estado investigando con respecto al tema de las adicciones, pues es evidente que es lo que nuestro progenitor posee. Más que un vicio, el alcoholismo se trata de una enfermedad y como tal necesita de ayuda profesional que pueda orientarlo para tratarse. Por muy buenas intenciones que ustedes tengan o el gran genio que yo posea, eso no cambia el hecho que sólo somos niños y estamos bastante limitados a hacer algo al respecto de un asunto tan complejo.
Sus palabras parecieron desanimar a los cuatrillizos. Ciertamente habían confiado demasiado a que podrían ayudar a la causa de su prima, la cual habló para discrepar con su primo.
—Yo no lo veo de esa manera. Es cierto que quizá el tío Lincoln necesita de ayuda profesional, ¿pero porque no la ha tomado? Porque no quiere. ¿Entienden? No se da cuenta o no toma el valor para buscar hacer algo con su problema. Lo que tenemos que hacer entonces quizá no es curarlo, sino motivarlo a que tome ayuda profesional. Podemos hacerlo, sólo hay que cambiar nuestra dirección en cuanto a cómo ayudarlo, algo que conseguiremos si trabajamos juntos y afinamos algunos detalles de lo que tengo en mente.
Pese a que no querían ilusionarse en balde, lo cierto es que Lina conseguía infundirles los ánimos para creer que de verdad podrían ayudar a su padre de alguna manera. Al menos Liberty parecía la más entusiasta de todas.
—Estoy contigo. ¿Pero exactamente que tienes en mente para ayudar a papá?
Y esta era la parte que más temía explicarles. Suspiró una vez se dio cuenta que consiguió una vez más la atención como la motivación de todos.
—Miren, su papá aún es joven y está solo. Es precisamente porque se concentra mucho en eso que aleja a todos y le hace tener ese carácter tan hosco. ¿Estamos de acuerdo ahí?
Todos asintieron, incluso Hugh.
—Entonces... La solución por supuesto es evitar que esté solo.
Linka negó con fastidio.
—Los abuelos no dejarán que regresemos con papá, mucho menos en ese estado.
—Lo sé, prima. En realidad pensaba en... Otro tipo de compañía.
Lynn sonrió con incredulidad.
—¿Crees que un perro solucionaría las cosas? —aunque de pronto se mostró entusiasmado—. Porque siempre quise tener uno como el que mamá dice tuvo cuando era niña en casa de sus tíos.
—El de tía Lana era más bonito —opinó Liberty.
—¡No! —aclaró Lina, decidiendo sencillamente soltar ya la bomba—. Me refería a... Ya saben... Una novia.
Ante esto, se hizo un silencio absoluto en la mesa. De pronto los cuatrillizos la vieron como si acabara de perder el juicio.
—Creo que lo que necesita el tío Lincoln... Es una novia.
Hugh se irguió en su asiento siendo el primero en opinar.
—No entiendo la relación entre buscarle una pareja y solucionar su problema de alcoholismo. Suena algo absurdo, hasta descabellado si me permites decirlo.
—No puedo creer lo que diré —habló Lynn molesto—, pero el nerd tiene razón. Lina, eres mi prima y te quiero. Por eso te daré cinco minutos para correr.
Lina tomo aire antes de proseguir.
—Sí, imaginé que podrían reaccionar así, y prefiero usar ese tiempo para explicarme bien. Miren, lamento de todo corazón lo de su mamá. De verdad me agradaba y sé que su padre sigue amándola; pero he ahí el problema. El tío Lincoln no ha podido desprenderse de ella, no la ha dejado ir y eso es lo que lo tiene tan miserable. Por pensar en lo que perdió, es que no pone atención a lo que aún tiene que son ustedes. Necesita algo así como... Amor en su vida, uno muy distinto que nadie de su familia podría darle. No es que se trate de sustituir a la tía Ronnie Anne, sino reénfocar su corazón de una forma más saludable en alguien presente que pueda llevarlo de la mano de regreso al buen camino. ¿Entienden?
La expresión de Lincoln y Liberty era indescifrable, a diferencia de la de Linka y Lynn, siendo este último quien se puso de pie tronándose los nudillos.
—Bien, se acabaron los cinco minutos. Linka, sujétala para que pueda golpearla.
La mencionada se levantó indignada contra su hermano ante una aterrada Lina.
—¡¿Estás loco?! ¡Un chico nunca debe golpear a una chica! —justo cuando Lina parecía tranquilizarse, su prima agregó—: ¡Sujétala tú que seré yo quien le dará una buena paliza!
—¡Esperen los dos!
Liberty se puso de pie tomando la atención de sus hermanos y primos.
—Tal vez... Tal vez debamos de considerar esa idea.
—¿Hablas en serio, Liberty? —inquirió su hermana mayormente indignada—. ¿Estás de acuerdo con esta loca de buscarnos otra mamá? ¿Es que no extrañas a la nuestra?
—Por supuesto que lo hago, es sólo que... Yo ya lo superé, y sé que tu también, todos lo hicimos. La extrañamos y la lloramos de vez en cuando, eso es normal. Pero Lina tiene razón al decir que papá no la ha superado. ¿Viste esa habitación cuando allanamos la casa? Está tal y como mamá la dejó la última vez. Conserva todas sus cosas, sus fotos. Pareciera que la tiene presente cada momento de su vida y por eso siempre está triste y cuando está triste es que se pone a beber.
Sus dos hermanos se quedaron callados sopesando sus palabras. De pronto Hugh intervino.
—Es verdad. No es sano el modo en que el tío Lincoln está viviendo al seguir guardándole luto a la tía Ronnie Anne. No le hace ningún bien, ya no sólo a su salud física, sino también a la mental. Además... No es como si a Lina fuese la primera en ocurrírsele algo así.
Sacó su celular y tras encontrar lo que buscaba en él, se dirigió a sus primos.
—Esto es un extracto de la última conversación que capturé entre la tía Lola y la tía Lana cuando intervine su teléfono.
La revelación abrió los ojos de los cinco presentes.
—De verdad me das miedo —musitó Lincoln con nerviosismo.
—Cierto, viejo —asintió Lynn—. Tienes un serio problema.
Lo mismo parecían pensar sus tres primas, por lo que, sonrojado, Hugh resopló.
—Buscaba evidencia para terminar de confirmar la relación entre mi persona y mi muy probable figura paterna. Pero no se trata de eso lo que quiero que escuchen.
Reprodujo la grabación y pudieron apreciar la voz de la tía Lola diciéndole a su hermana:
—Sé que sus hijos son primero, pero tiene treinta y seis. Técnicamente aún es joven. Entiendo que fue duro lo de su esposa, pero ya hace mucho tiempo de eso. Le hace falta superarla para salir adelante y quizás... No lo se... Conocer a alguien más.
—Lo dices como si fuera tan fácil. Pero, además de su actitud, no creo que muchas chicas pudieran lidiar con un padre de cuatro.
—Te sorprendería saber a cuántas mujeres a eso no le darían mucha importancia. Por acá hay muchas personas así que se juntaron con hombres o mujeres con hijos de parejas previas. Créeme cuando te digo que el problema que Lincoln tendría al tratar de empezar de nuevo con alguien no serían sus hijos, sino él mismo. Curiosamente creo que alguien nuevo en su vida sería precisamente lo que necesitaría para cambiar.
Lina no se esperaba ese refuerzo. Sin duda ayudaba mucho a su proyecto, siempre y cuando sus primos terminaran de convencerse. Lynn negó con un gesto indeciso. Linka se rascó la cabeza confusa y de pronto miró a su otro hermano que se había quedado callado todo el tiempo.
—¿No quieres decir algo, Linky?
El chico jugó brevemente con sus dedos.
—Como a cualquier niño, no me gustaría que nadie ocupe el lugar de mi mamá, pero... Extraño a papá y... Si una novia de verdad lo ayuda a regresar a como era antes, creo que lo mejor es que comience a salir con una chica. Eso le haría bien. Me parece... Una idea muy sensata.
En ese momento Luna se asomó al patio encontrando a su hija y al resto de sus sobrinos extrañamente serios.
—Su abuelo me envió para ver si necesitaban algo... ¿Todo bien por aquí? ¿No se han puesto a molestar a Hugh de nuevo, verdad?
—Todo bien, mamá —le contestó Lina—. Sólo... Es que Hugh trataba de explicarnos un nuevo proyecto de ciencias en el que está trabajando.
—Bien. Recuerda que eres la mayor y debes cuidarlos.
—Lo haré. Descuida.
Luna se retiró y el grupo reanudó su discusión.
—¿Entonces? — prosiguió Lina sintiéndose nerviosa—. ¿Qué dicen?
Temió que Linka quisiera intentar golpearla, ahora sí en serio dada la forma en que la miraba. Para su sorpresa, su prima se dirigió a sus hermanos anunciando:
—Hay que hacer una votación. Sería lo más justo.
Lynn la miró con cierto resentimiento, pero también con esperanza.
—¿Y tú por qué votas?
Su hermana no le respondió al instante.
—Yo... No estoy segura. ¿Y tú?
Al ver a Liberty y a Lincoln en una actitud similar, Lina supo que no habría manera en que cada uno se animara a tomar una decisión por sentirse presionado ante el resto de sus hermanos. De su libreta arrancó una hoja, lo que llamó la atención de los chicos, y la dividió con la mano en cuatro partes lo más similares posibles. Luego se quitó la gorra y repartió un papel a cada uno de sus primos.
—Pongan una equis si no están de acuerdo con el plan y una paloma si quieren que prosigamos con el mismo. Doblan el papel, lo ponen en mi gorra, y al final contaré los votos y nadie tendrá que saber quien eligió aceptar o rechazar la propuesta. ¿Qué dicen?
Los cuatrillizos observaron el papel ya en sus manos reflexionando al respecto. De pronto Linka se acercó y tomó la pluma, se dio la vuelta apoyándose el trozo de hoja sobre su mano libre para que nadie viese lo que puso en él. Lo dobló y lo tiró en la gorra de su prima. Enseguida le pasó la pluma a Lynn quien dudó unos momentos antes de ponerse de pie y alejarse de la mesa para hacer su voto. Un instante después regresó repitiendo la acción de su hermana.
Cuando Liberty fue la siguiente en recibir la pluma, un tanto impaciente, Hugh levantó la mano.
—Falta mi papel para votar.
—Esto no te incumbe —le señaló Lynn—. Se trata de nuestro padre, por lo que ni tú ni Lina que son sólo sus sobrinos pueden participar en esta decisión. Es cosa de hermanos.
—¡Pero si soy su medio hermano! ¿Si recuerdan que soy el hijo no reconocido de su padre?
—Por favor, no empieces, Hugh —le pidió Liberty al terminar de doblar su voto y dejarlo en la gorra de su prima—. No insistas. Además, ni siquiera te pareces a él.
—Es porque soy idéntico a mi madre, es decir, su hermana. Tal vez me le asemeje más a ella por tener genes dominantes.
Lynn lo inspeccionó de arriba abajo altivamente mientras que su hermano se marchó para hacer su voto.
—Es verdad. Eres idéntico a la tía Lisa. ¿Estás seguro que no eres en realidad su clon?
El chico se echó a reír junto con Linka, Lina trató de ser discreta al hacerlo al igual que Liberty. Contrario a molestarse, Hugh se acomodó los lentes sobre el puente de la nariz antes de contestarle.
—Dado que mi madre cuenta con los recursos para tal empresa, he considerado esa opción, la cual tiene un porcentaje apenas menor de probabilidad ante la teoría que mi tío es en realidad mi padre.
De pronto el asunto dejó de parecerles divertido. Lincoln regresó colocando el papel en la gorra, por lo que Lina formando una especie de bolsita comenzó a revolver los votos.
—Muy bien. Empecemos... —sacó el primer papel, el cual al desdoblarlo vio una paloma—. Un voto a favor.
Lynn parecía tan fastidiado como Linka.
—Un voto en contra —continuó Lina al ver la primera equis.
Hugh se exasperó.
—Mi voto hubiese sido decisivo ya que conmigo seríamos un número impar que daría un resultado más concluyente —señaló a sus primos—. Es evidente que Lincoln y Liberty votarán a favor y Linka y Lynn en contra, por lo que tendremos un empate.
—Un voto a favor. —anunció Lina ignorándolo.
Pensando que su primo tenía razón y esto no los llevaría a nada, Lina abrió el último papelito esperando ver la segunda equis.
—Un voto... A favor.
Sorprendida les mostró la paloma en ella.
También sorprendido, Hugh miró a sus primos. Los cuatro tenían una cara de póquer, por lo que resultaba indescifrable buscar al único decepcionado genuinamente por el resultado. Después de todo si se habían terminado de convencer con el plan.
—¿Alguien quiere objetar algo? —preguntó Lina para zanjar dudas y buscar el modo en que los cuatro se comprometieran con el plan.
Ninguno de los cuatro chicos aún sin expresión dijo nada.
—Bien. Entonces... Parece que tenemos una misión en marcha.
Hugh se cruzó de brazos.
—Les deseo suerte con eso.
Esto impresionó a Lina.
—¿No vas a ayudarnos, Hugh?
—¿Por qué debería? Ni siquiera tuve voz ni voto en esto. Ustedes lo dijeron, no soy su medio hermano.
Linka resopló disgustada.
—Pero sigues siendo nuestro primo, bobo, e igual, de haberte dejado votar, el resultado hubiera sido el mismo.
—Ese no es el punto. Además, tengo miedo de meterme en serios problemas si los adultos descubren lo que estamos planeando y ven que yo formo parte de esto.
Liberty suspiró, se puso en pie y rodeó al chico colocándose detrás de su asiento. Con sus manos comenzó a frotar los hombros de su primo, acción que lo sorprendió y lo hizo sonrojarse, algo que se agravó cuando la chica se inclinó y le susurró al oído.
—Por favor, primito. Necesitaremos de mucha ayuda para hacer algo con papá y tú eres el chico más inteligente que conozco; por lo que nos vendría bien tu apoyo.
—Ah... No... No estoy seguro si deba. Digo, realmente tengo un proyecto... Varios proyectos de ciencias y... Y ya les hice un favor con lo de la otra vez.
Lina se acercó al chico y se inclinó al frente, dejando muy poco espacio entre su rostro y el de él.
—Vamos, Hugh. Te queremos mucho y de verdad estaríamos encantados que fueras parte de esto. ¿Sí?
Los anteojos del chico parecieron empañarse por el aliento de Lina, aunque esto no parecía molestar en lo más mínimo al niño. Odiándose por lo que tendría que hacer, pero reconociendo que necesitaban al pequeño granuja sabelotodo, Linka fue la siguiente en acercársele de lado, rodeándolo con un brazo y pegando su mejilla contra la suya.
—Vamos, no seas bobito. Sabes que estaríamos perdidos sin ti. Hazlo al menos por nosotras.
Y remató plantándole un beso en la mejilla.
Sintiendo que se estaba quemando, el chico accedió exclamando con una voz muy aguda y una expresión bobalicona de felicidad.
—Está bien... ¡Está bien! Supongo que puedo... Dejar de lado lo que estoy haciendo para dedicarles más tiempo... ¡Dedicarle más tiempo al proyecto!... Sólo prometan que tendremos cuidado para evitar que los adultos nos descubran.
—¡Genial, gracias Hugh! —exclamó Linka soltándolo.
—Sabíamos que podíamos contar contigo, eres bueno —dijo Liberty dejando sus hombros para regresar a su asiento.
—Realmente apreciamos tu ayuda —soltó Lina alejándose de él.
El chiquillo suspiró con una sonrisa muy amplia, sin notar o importarle que Lincoln y Lynn lo miraban con fastidio y disgusto, siendo el último quien le señaló.
—No se te ha olvidado que nuestras hermanas también son tus primas, ¿cierto?
—O que si esa cosa rara que dices de papá fuera cierta, se tratarían de tus medias hermanas, ¿verdad? —añadió Lincoln.
—Y aún así, gracias a la ciencia y a la manipulación genética, mamá tuvo un hijo saludable y perfectamente normal —fue lo que contestó.
Lincoln negó con un gesto.
—Eso último lo pongo en duda.
Lynn le apretó con afecto el hombro a su hermano mostrándose de acuerdo con él.
—Esta bien —dijo Hugh sin dejar de sonreír—, entonces me quedaré con Lina.
La mencionada alzó una ceja ya al otro lado de la mesa.
—¿Qué dijiste?
—¡Que me quedaré con tu plan de conseguirle una novia a papá!
—Tío —lo corrigió Linka.
—Sí, eso. Por cierto, ¿cuál es el plan?
Los cinco miraron a Lina quien les respondió.
—En realidad... No tengo nada contemplado todavía. Primero quería saber que contaba con su apoyo antes de siquiera pensar en uno. Ya los pondré al corriente en el chat del grupo cuando piense en algo.
Sus primos se mostraron de acuerdo.
Momentos después, Lisa salió con los chicos.
—Hugh, despídete de tus primos. Tenemos que dar por concluida nuestra visita. Necesito terminar un informe preliminar para el laboratorio todavía.
—Voy enseguida, madre —se volvió hacia sus primos—. Estaremos en contacto.
Los cuatrillizos se levantaron para ir a llevarle los platos a su abuelo y luego a lavarse los dientes, cuando Linka se llevó a su prima a un rincón apartado.
—Lina, creo que sobra decir que si algo sale mal con esta loca idea tuya, mis hermanos y yo te haremos completamente responsable.
—Seguro —contestó nerviosa—, puedo entenderlo.
—Bien. Porque si no, la próxima vez no contendré a Lynn de hacerte puré.
La niña asintió tragando saliva. Tendría que pensar muy bien su siguiente movimiento. Agradecía contar también con la ayuda de Hugh para ayudarle en ese aspecto.
-o-o-o-
Lina ya estaba preparándose para dormir. Lo único que esperaba era que Carla le confirmara la invitación que le había hecho para unirse al chat que tenía activado con sus cinco primos. Había considerado la posibilidad de pedirle ayuda a Carla, algo que exteriorizó a los cuatrillizos tras que Hugh se hubiese marchado. Estos no tenían problema al respecto. Por el contrario, agradecían toda la ayuda que pudiesen tener, en especial si se trataba alguien mayor a ellos que pudiese ser comprensiva con lo que se traían entre manos.
La peliblanca del mechón azul había puesto al corriente a su prima de sus intenciones. Si bien al principio se mostró un tanto recelosa al respecto, Carla terminó por comprender la situación. Dos minutos después la encontró agregada al chat.
Sonriendo por su nuevo logro, Lina puso a cargar su celular. Tomó su libreta y tachó de la lista uno de los puntos de su plan.
Convencer a los cuatrillizos de buscarle una novia al tío Lincoln y que ayuden con ello.
Aunque lo sentía de más, recordando la advertencia de Hugh, garabateó sólo para siempre tenerlo presente.
Hay que tener cuidado que los adultos no se lleguen a enterar de nuestras intenciones. No lo entenderían.
Cerró su libreta considerando que ya había sido suficiente por ese día, por lo que alzó un extremo del colchón de su cama y ocultó la libreta debajo del mismo.
Posteriormente se recostó disponiéndose a dormir. Aún era temprano, pero se sentía algo cansada por el estresante día que tuvo con sus primos, quienes también estaban en sus respectivas habitaciones quizá jugando. Cerró los ojos esperando entrar pronto al mundo de los sueños, cuando...
—¡ESTOY EN CASA!
El grito proveniente de la planta baja la hizo enderezarse enseguida. Curiosa por la voz familiar, se levantó y salió de su habitación descubriendo a sus cuatro primos y a sus mamás asomándose por las puertas de sus habitaciones, también atraídos por el escándalo al que los abuelos se habían unido tras escuchar, además del llamado, el modo en que la puerta principal fue azotada al cerrarse.
—LJ, ¿Qué haces aquí? —escucharon preguntar al abuelo.
Adelantándosele a sus primos, Lina bajó lentamente las escaleras quedándose a una distancia prudente para no ser vista, pero donde ella además de escuchar mejor si pudiera verlo.
—Necesito un lugar donde quedarme esta noche y esperaba que pudieran ayudarme con eso.
La abuela lucía preocupada. Esto lo notó Lina, así como a su tía Lynn de pie en la sala vestida de forma casual con su calentador como de costumbre, cargando consigo lo que parecía una de esas enormes maletas deportivas.
—Hija, ¿pero qué te ocurrió? ¿Está Clyde contigo?
—No. Se quedó en casa pensando las cosas.
El abuelo parecía haber perdido el color.
—¿Dejaste a tu esposo?
Su homónima hija respiró hondo buscando tranquilizarse, pues ella misma se sentía ansiosa.
—No es que lo abandonara, pero... Creo que lo mejor que podemos hacer en estos instantes es darnos un tiempo a solas.
—Pero hija —insistió Rita buscando comprender las cosas—. ¿Qué fue lo que ocurrió entre ustedes dos?
—Te lo diría en estos momentos, mamá. Pero la verdad es que no me siento con humor para hablar que fue todo lo que estuve haciendo las últimas dos horas con Clyde antes de venir para acá, que sigo molesta. Además, no te gustaría que te lo contara todo con Lina escuchándonos en las escaleras con sus madres y los hijos de Lincoln atrás de ella, ¿o sí?
Lina se sobresaltó al sentir de pronto la iracunda mirada de su tía sobre ella. Al retroceder un par de escalones buscando ocultarse, terminó por chocar con sus primos e incluso con sus madres. No se había dado cuenta en qué momento llegaron todos hasta ahí.
—¡Oigan ustedes! —les llamó la atención la abuela—. ¡Deberían de estar en la cama y no espiando a los mayores!
—Lo sentimos —exclamaron a coro los cuatrillizos junto con sus tías, dejando de lado a Lina.
Comprendiendo que en efecto su hija se le notaba muy molesta y lo mejor era que primero se calmara, el viejo señor Loud trató de hacer el orden.
—Está bien, hija, puedes quedarte esta noche. Pero en la mañana me gustaría que hablaras con nosotros ya más tranquila. ¿Qué te parece?
—Sí, supongo que es justo. ¿Pero dónde voy a quedarme?
—Bueno, supongo que con uno de tus sobrinos —Rita dirigió la vista hacia las escaleras, donde sus cinco nietos seguían ahí congelados por lo que estaba sucediendo—. ¿Quién de ustedes se acomide a dejar que su tía se quede en su habitación?
Lina sintió una estampida correr detrás de ella y, al volverse, descubrió que ni sus madres ni sus primos ya no estaban, al tiempo que escuchó cinco puertas cerrándose violentamente.
"¡Traicioneros!" pensó Lina. Al regresar su vista al frente, descubrió a su tía subiendo hacia ella con su maleta en mano.
—Gracias por ofrecerte, Lina. Supongo que seremos compañeras de cuarto.
Sintiendo que perdía todavía más color, la niña parcialmente albina tartamudeó buscando zafarse de la precaria situación.
—Tí... Tía Lynn... No es que no quiera que te quedes conmigo, pero... Las habitaciones de mis primos son mucho más amplias que la mía. Yo me estoy quedando en el pequeño cuarto de blancos del fondo.
—¡Genial! Amo ese pequeño cuarto. Cuando era más joven, hubo noches que solía ir ahí para acostarme con tu tío.
—¡¿Qué hacías que cosa?! —exclamó el señor Loud que llegó a escucharla.
—Que me iba a dormir con Lincoln, en especial cuando me peleaba con Lucy o quería sacar algo de estrés. Nada como un buen revolcón con mi hermano para dejarme como nueva al día siguiente.
—¡¿Hacías qué con Lincoln?! —le preguntó Rita tan escandalizada como su esposo.
—Lucha libre, karate, cualquier forma para pelearnos era divertida. Lo dejaba hecho polvo en la cama.
—¡¿En la cama?! —chilló Lina.
—Pues sí. Funcionaba perfectamente como cuadrilátero de lucha.
Tanto los abuelos como Lina dejaron escapar el aliento en cuanto todo quedó aclarado.
—Hija, por lo que más quieras ya no digas esas cosas —le pidió Rita—. Por un momento creí que... Mejor olvidémoslo.
—Sí, ya estoy cansada. Me voy a dormir. Mañana hablaré con ustedes con más calma.
Los señores Loud un tanto dudosos dejaron las cosas así y se marcharon a dormir tras desearle las buenas noches a su hija y una vez más a su nieta.
Una vez arriba, Luna y Sam se asomaron de su habitación y miraron preocupadas a la deportista.
—Hermana, ¿pero qué pasó entre tú y Clyde?
—Discutimos, y por favor no me hagan más preguntas. Mañana hablaré con todas. Pero ahora quiero irme a la cama para hacer con Lina lo que me hubiera gustado hacer con Clyde.
—¡¿Disculpa?! —saltó Sam antes que Luna.
—Sí, lo que quiero es dormirme ignorando a quien sea que esté a mi lado por completo para ya no pensar en nada.
Sam miró a su esposa preocupada.
—Tranquila Sammy. Es inofensiva cuando se lo propone —de pronto miró con recelo a su hermana—. Pero si le haces algo a mi hija, te mato.
Una vez que cerraron la puerta, Lynn se rascó la cabeza tratando de entender a su familia.
—No entiendo por qué se portan todos así. Ni que fuera algo malo dormir.
Lina tampoco entendió muchas cosas, sólo unas pocas que agradecía haber malinterpretado. Sin duda le esperaba una larga y pesada noche en compañía de su tía.
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