Capítulo 3

Han pasado 84 años... Bueno, en realidad un año y casi dos meses, pero creo que se entiende el punto. :-x

Fuera de juegos, una disculpa por la larga demora en la continuación de esta historia. Pero aquí me tienen de nuevo con ella, dispuesto junto con el buen StarcoFantasma a llevarla hasta su conclusión. Espero que la disfruten. Saludos.

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Capítulo 3

La primera en entrar a la casa Loud fue Rita, sintiéndose agotada ya no sólo por la fiesta que tuvo su nieta, sino por el desgaste que supuso tener a su hijo presente en la misma. Antes que su esposo pudiese entrar tan cansado como ella, dos niñas y dos niños se les adelantaron corriendo. Una jovencita peliblanca con un mechón azul parecía estar a punto de seguirlos en la persecución, cuando al instante fue llamada por una de sus madres.

—Lina, pórtate bien. Tus abuelos están cansados —le señaló Luna—. Mejor trata de poner el orden con tus primos, ¿quieres?

—Sí, mamá.

Rita suspiró antes de dejarse caer en una silla.

—Gracias, hija.

Sam entró tras su esposa mirando con afecto el viejo hogar donde cuando joven solía ir a buscar a Luna para salir.

—¿Están seguros de esto? Todavía podemos ir a un hotel. No queremos causarles molestias.

El señor Loud negó con un gesto a su nuera.

—No digas tonterías, hija. ¿Para qué gastar en un hotel si tienen una casa a la cual llegar?

—El dinero no es el problema, papá —señaló Luna—. Pero con sus nietos...

—Si podemos ya con cuatro, una niña más y dos adultas responsables no será mayor problema.

—¿Dos adultas responsables? —bufó Sam en broma—. ¿Es que esperaban a alguien más aparte de nosotras?

Luna le dio un ligero sape. La rubia le sonrió y le dio un beso corto de cariño. A ambos padres les enterneció ver lo bien que se llevaban aunque, muy en su interior, el señor Loud se preguntaba si su hija hubiese podido ser igualmente feliz a como lo era ya de haberse casado con un varón.

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Arriba, Lina siguió a sus primos, los cuales se atropellaron al querer entrar en el baño al mismo tiempo.

—¡Lynn, Lincoln! ¡No sean groseros y déjenos entrar a nosotras primero!

—¡Llegamos primero, Linka!

Mientras se peleaban empujándose los cuatro entre sí, Lina se apoyó en los hombros de ambos chicos para de un rápido salto pasarlos entrando primero. Sorprendidos, los hermanos dejaron su discusión para mirarla haciéndoles una burla antes de cerrar la puerta.

—¡Las invitadas van primero!

Los cuatro protestaron, hasta que la aparición de sus tías cargando cada una dos maletas cortó la discusión.

—Chicos, sus abuelos nos mandan a decirles que ya es tarde —les avisó Luna—. A la cama, todos.

Apenas Lina salió del baño, sus cuatro primos entraron enseguida. Lina, sorprendida que de verdad lo usaran a la vez, se dio la vuelta descubriéndolos a todos cepillándose los dientes de forma conjunta frente al espejo.

—Estos chicos no parecen conocer el espacio personal —se volvió hacia sus madres, en especial a la del cabello reducido—. Entonces, ¿dónde se supone que dormiremos? ¿En tu vieja habitación?

—Esa ya es la de tu primo Lincoln. Tu madre y yo nos quedaremos en esa habitación —señaló otra puerta—. Solía ser la de tus tías Lori y Leni cuando vivíamos todos aquí. Tus abuelos dicen que puedes usar la de tu tío Lincoln.

Le señaló la puerta del fondo, lo que extrañó a la niña.

—¿Eso no es un cuarto de blancos?

—Y ahora es tu habitación. Es más espaciosa de lo que crees. Además, tus abuelos la adaptaron un par de días atrás para que puedas quedarte ahí.

Durante el camino de regreso, Lina había pensado que compartiría la habitación de Linka, quien dormía en la que antes fuese la de sus tías Lisa y Lily, o con Liberty que se quedaba donde moraron sus tías las gemelas. Bien, al menos no tendría que quedarse con sus primos varones, específicamente con Lynn quien solía ser un tanto tosco como su tía con la que compartía el mismo nombre y ahora la habitación de su infancia también. Con algo de dudas, Lina tomó su maleta y la arrastró hasta la pequeña habitación improvisada.

Una vez adentro tuvo que reconocer que el espacio del lugar resultaba muy agradable a pesar de ser tan reducido, incluso diría que hasta acogedor. La cama era suave y el armario tenía un buen espacio para su ropa, su guitarra y algunas otras cosas. Miró con simpatía un reloj con forma de lo que parecía ser un pescado musculoso en la pared. Se sintió agradecida de que al menos tendría su propio espacio personal en lugar de tener que compartirlo con alguien.

Trató de imaginarse a su tío durmiendo ahí dentro cuando niño, lo que le resultaba difícil, por lo alto que era. Pensar en él le hizo recordar el número que armó en la fiesta de Carla. No dejaba de sentirse responsable por aquello. Después de todo fue ella quien lo invitó sin pedirle permiso a nadie.

Minutos después de cambiarse la ropa por un short y dejarse la blusa de tirantes para dormir más cómoda, tocaron a su puerta. Tras permitirles la entrada, sus madres entraron para verla.

—Vaya que este lugar me trae recuerdos —comentó Luna con nostalgia al ver la habitación, y después a su hija que le recordaba al peliblanco anterior a ella que moraba en la misma—. ¿Cómo te sientes, chica?

—Bien. Creo que es un buen sitio para quedarnos a vivir.

Sam tosió un poco.

—Al menos el tiempo necesario en lo que terminamos de conseguirnos una residencia en el pueblo.

Les iba bien con su música y la banda, pero no eran precisamente ricas, por lo que debían prestar atención a sus gastos. De ahí que les llevaría algo de tiempo buscar un hogar que se ajustara a su presupuesto, aunque no era eso lo que inquietaba a Lina como ellas se imaginaban.

—Mamás, ¿por qué no dejan que el tío Lincoln esté con mis primos?

Sam suspiró.

—Por el mismo motivo por el que quisiera que te mantuvieras apartada de él, corazón. Ya sabes que él... No se porta precisamente bien cuando tiene una botella en la mano.

—Siendo raras las ocasiones en que no la tiene —remató Luna cruzada de brazos—. Sé que te duele, pequeña, pero créeme que es por tu bien el que mantengas tu distancia de él. Lo mismo por su bien. Tal vez así se dé cuenta de lo que le provoca a los demás y entre en razón.

A Sam se le notó cada vez más incómoda ante cada mención que hacía de su cuñado. Luna lo notó, por lo que tomándola de la mano, se dirigió por última vez a su hija.

—Buenas noches, cariño. Descansa.

—Buenas noches, mamá.

Luna se le acercó para besar su mejilla, acción que Sam repitió tras desearle ella también las buenas noches.

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Una vez salieron, Sam respiró hondo sin soltar a Luna conforme entraban a la habitación donde se quedarían. Fue cuando se sentó en la cama con su esposa a un lado, que ella se frotó los ojos para limpiárselos.

—Ya, Sam, calma —Luna la abrazó—. No deberías dejar que te afecte.

—¿Cómo es que a ti no te afecta tanto? Se trata de tu hermano y de Lina. Tú más que nadie deberías...

—Lina es mi hija, Sam. No me afecta porque la veo y veo a mi hija, mi sangre, tu sangre también. Quiero a mi hermano y me preocupo por él, pero no voy a convertir sus problemas en los nuestros y tú tampoco debes hacerlo. Muy aparte el cómo quiera vivir su vida. No estamos obligadas a involucrar a nuestra hija con él. Por el contrario, tenemos todo el derecho del mundo de restringirlo a que la vea, pues él es sólo su tío y nada más.

Sam asintió tratando de mostrarse de acuerdo con el amor de su vida, aunque tenía algunas dudas.

—Cierto, tienes razón. Es nuestra hija y es una niña buena. No tiene ningún parecido con él.

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Una vez más, Lina se quedó sola. Se acomodó en la cama para intentar dormir. Sin embargo no podía, algo la inquietaba. Se levantó y rebuscó en una de sus maletas hasta sacar una pluma y una libreta.

—El tío Lincoln no necesita que lo dejen solo, necesita que lo ayuden aunque nadie parece querer hacerlo.

Observó la hoja en blanco frente a ella unos segundos sin saber cómo comenzar. Entonces comenzó a escribir lo primero que se le vino a la mente.

Operación: Ayudar al tío Lincoln con su problema de la bebida para que pueda hacer las paces con nuestra familia.

Bien, al menos ya tenía el título. Estaba cansada, por lo que no podía pensar mucho más allá de eso. Estaba por guardar la libreta para irse a dormir de una vez, cuando de pronto se le ocurrió algo que garabateó antes de descansar.

Paso 1: Pensar en un nombre más corto para este plan.

Se recostó para ya dormirse, cuando se le ocurrió tomar su celular y crear un chat privado donde agregó entre sus contactos sólo a cuatro personas. Una vez terminó de hacerlo, les envió un mensaje conjunto.

En sus respectivas habitaciones, los cuatrillizos estaban por irse a dormir, cuando recibieron en sus celulares dos notificaciones. La primera fue la invitación a un chat abierto por su prima Lina; la segunda, tras aceptar, fue un mensaje de la misma.

Lina: Si quieren volver a estar con su papá, tengo un plan, pero necesitaré de su ayuda. ¿Puedo contar con ustedes?

Más curiosos que esperanzados por lo que a su prima se le pudo ocurrir, con cierto escepticismo todos confirmaron su ayuda. Lina sonrió pensando que ese medio para comunicarse con ellos había sido una buena idea que evitaría los regañaran por estarse moviendo de habitación en habitación para hablar durante la noche. De pronto se le ocurrió que necesitaría incluso más ayuda de la que creía, por lo que pensando en una persona lo suficientemente inteligente para apoyarlos en su plan, que ella misma reconocía era un tanto descabellado, agregó al chat el contacto de su primo Hugh. Se sentía bastante inspirada, pues en ese momento se le ocurrieron algunas ideas, por lo que sacó su libreta para anotarlas de una vez.

—Veamos... Paso 2...

¿Pero por qué se tomaba tantas molestias por su tío?, se preguntó. Ciertamente lo quería mucho y desde muy joven sintió una fuerte conexión con él. Inquieta, esperaba que no se tratara de una atracción romántica como sugirió Carla, cuando de pronto recordó a Hugh mencionando el efecto psicológico acerca de la ausencia de una figura paterna en su vida y el que adoptara a su tío como tal. Le daba vueltas al asunto, cuando tachó el nombre de la operación que tenía en mente al ocurrírsele un mejor título.

El plan de Lina

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Al día siguiente, Lincoln perezosamente se levantó mirando el reloj de su cómoda. Tomó la botella al lado del despertador y le dio un sorbo para terminar de despertarse antes de ir a ver a un posible cliente con el que se citó para mostrarle una casa.

Cuando fue al baño para tallarse los dientes, tuvo la sensación que no estaba solo. Se dio la vuelta y, como era de esperarse, no encontró a nadie. Al volver al espejo notó el reflejo de algo metálico y brillante desde su ventana. Asustado se dio la vuelta y no encontró nada, pero en esta ocasión se asomó a mirar a su alrededor. Nada. Pensó que quizá no debería empezar a beber tan temprano.

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En su habitación y con la vista en su tablet, Hugh se talló la frente dejando escapar un suspiro de alivio. Por poco y no la contaba. Había conseguido elevar el dron hasta por encima del techo de la casa de su tío a tiempo. Lo dejó ahí unos momentos dedicándose a leer alguno de sus libros, cuando casi una hora después escuchó la alarma del detector de movimiento que con el dron había colocado en el patio de su tío apuntando a su puerta. En efecto comprobó que acababa de salir de casa con rumbo aparente a su trabajo.

De ahí tomó su celular y le mandó un mensaje privado a su prima en lugar de usar el chat.

Hugh: Mi unidad paterna biológica acaba de salir de casa para comenzar su día laboral.

Lina: Gracias por el aviso, Hugh... y por favor deja de llamar así a nuestro tío. Esa loca teoría tuya no está comprobada.

Hugh: Tal vez podrías ayudarme a comprobarla una vez que terminemos con este juego tuyo.

Lina: ¡No es un juego! Y... Lo consideraré.

Hugh: Me debes una.

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Del otro lado de la línea, Lina esperaba no arrepentirse de haberle pedido ayuda a su primo. Realmente necesitaba de su ingenio para sacar adelante su plan. Bien, que no era el momento de lamentaciones, sino el de ponerse en marcha.

—¡Lina, a desayunar!

Bajó al comedor para desayunar tras escuchar el llamado de su abuela. Sus primos ya estaban ahí junto con el abuelo Lynn, pero resultaba notorio a quién se echaba en falta.

—¿Dónde están mis mamás?

—Salieron temprano —le explicó su abuela sirviéndole unos panqueques—. Dijeron algo de tener una cita con alguien de bienes raíces.

El rostro se le iluminó al ocurrírsele algo de pronto.

—¿El tío Lincoln no se dedica a eso?

—Sí —le confirmó su abuelo—. Pero no en la misma agencia en la que tus madres están buscando un hogar.

Linka en su asiento suspiró con fastidio. Sus primos, aunque no dijeron ni expresaron nada, como siempre se mostraron disimulados al prestar atención como hacían cada vez que mencionaban a su padre.

—Como sea —Lina juntó sus manos—. Hay que aprovechar el verano que recién está comenzando. ¿No les molestaría si me llevó a mis primos a ver una película?

—Supongo que está bien —asintió el señor Loud—. Dentro de poco me voy a abrir el restaurante. El cine me queda de camino, por lo que los llevaré

—¡Muchas gracias, abuelito!

Los cuatro chicos se miraron entre sí antes de mirar extrañados a Lina, quien les hizo un discreto gesto en negación.

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Más tarde, el señor Loud entregó los boletos de cine a Lina frente al resto de sus nietos.

—Cuida bien de tus primos. Te quedas a cargo. Sé responsable.

—Lo haré, abuelito. Gracias.

—Que se diviertan.

El señor Loud los observó entrar a la sala de proyección, antes de dirigirse hacia el estacionamiento para tomar a Vanzilla de nuevo y marcharse a su negocio.

A los pocos minutos Lina y los chicos salieron de la sala al considerar que había pasado el tiempo necesario para que su abuelo se fuera.

—Bien, chicos —los llamó Lina tras dirigirlos a la parte trasera del cine—, es hora de poner mi plan en acción. Recuerden que si tienen alguna idea que aportar estaré abierta a escucharla.

Molesta, Linka habló.

—Lina, tengo una muy buena: ¿Por qué no vemos la película como le dijiste al abuelo que haríamos?

—Porque sería difícil volver a tener otra oportunidad para ponerlos al corriente de forma más directa sobre mi plan sin que los abuelos o mis madres sospechen y descubran lo que haremos.

—Aunque la verdad es que ni siquiera nosotros estamos seguros de lo que estás planeando. Mira, prima, de verdad te doy las gracias por lo que intentas y no dudo que tengas buenas intenciones; pero veo algo complicado que nosotros o tú podamos hacer algo cuando ni siquiera los adultos han podido resolver todo esto con papá.

—Supongo que les ha faltado iniciativa, algo que a mí me sobra —respondió de forma altanera, lo que le valió cuatro miradas de reproche—. Ya, en serio, entiendo que duden que yo pueda solucionarlo; pero no sé si se han dado cuenta que los abuelos y sus tíos pareciera que se han rendido con el tío Lincoln y esa es la diferencia. Yo no lo he hecho y ustedes tampoco deberían. Necesitamos darle una oportunidad para cambiar y un impulso para que lo haga.

Los cuatro niños se vieron entre sí. Realmente extrañaban a su padre tanto como diariamente lo hacían con su madre, siendo la diferencia que la posibilidad de regresar con él era real, a pesar de parecer complicada de momento. Linka, quien sintió la aprobación de sus hermanos, suspiró. Como de costumbre le tocaba ser la voz del grupo.

—Está bien. No perderemos más de lo que hemos hecho con intentarlo. ¿Exactamente qué es lo que tienes en mente?

La miraron con atención, esperando escuchar su radical idea para solucionarlo todo. No obstante, tras morderse el labio inferior, Lina carraspeó la garganta antes de responderles.

—La verdad... Es que no tengo todo todavía resuelto —al ver que las caras de sus primos mostraron desanimo, se apresuró a agregar—. ¡Pero...! Si tengo algo para empezar. Lo primero es lo primero, yendo paso por paso, y lo primero que tenemos que hacer es darle prioridad a su problema con la bebida. Yo digo que empecemos por cortar su suministro de alcohol.

—¿Y cómo se supone que haremos eso? —preguntó Lynn—. Es un adulto, puede comprarlo cuando quiera.

—Tal vez... Pero podemos intentar, sólo para empezar, deshacernos del que ya tiene. Díganme, ¿todavía tienen las llaves de su casa?

—No —le respondió Linka—. Aunque dijeron que no es que desconfíen de nosotros, los abuelos igual nos las quitaron sólo para evitar que se nos ocurra ir a verlo.

Lynn suspiró apático.

—De todas formas, y aún si las tuviéramos, ¿de verdad creen que podremos sencillamente entrar y sacar todas sus botellas y latas? Ni siquiera sabemos si tiene alguna reserva por ahí alzada.

—Yo sé dónde la tiene —contestó Liberty tímidamente —. A... Antes que nos fuéramos con el abuelo, vi dónde las guardaba. No todas las dejaba en el refrigerador. También tiene un frigobar en el ático.

Esto extrañó a Lina.

—¿Por qué las guardaría en distintos lugares?

Lincoln incómodo le respondió.

—Creo que quería que no nos diéramos cuenta qué tanto es lo que tomaba realmente. Y no es el único sitio. Recuerdo otros en el sótano y en su habitación.

El chico estaba preocupado, su hermano Lynn parecía más que nada avergonzado; Liberty parecía a punto de perder los ánimos, al sentirse triste por su padre. Linka, aunque deseaba no hacerlo, no podía sentir otra cosa que no fuese decepción por él.

Todo esto motivó a Lina a ponerse en marcha. Su tío necesitaba toda la ayuda posible y lo mejor que podían hacer era empezar desde ya. Miró su celular. En el mismo, Hugh le explicó que consiguió averiguar el itinerario de su tío. Estaría ocupado mostrando una casa al menos a cuatro familias ese día. Mas, aunque tenían tiempo suficiente, no podían darse el lujo de desperdiciarlo.

—Pongámonos en marcha. Tomemos un taxi a casa de su papá.

Motivados finalmente por el ímpetu de su prima, los cuatrillizos Loud asintieron. Hugh le avisaría a Lina de cualquier cambio en la agenda de Lincoln Sr., además de seguirlo regularmente con su dron.

—Pero, ¿cómo se supone que vamos a entrar a casa cuando lleguemos? —preguntó Liberty una vez que con sus dos hermanos morenos se apelotonaron en la parte de atrás de un taxi.

—Ya se nos ocurrirá algo —fue lo que le contestó Lina sentada en las piernas de una muy incómoda Linka.

—¡Tienes once! ¡Eres un año mayor que yo, Lina! ¿No debería ser yo quien estuviera en tus piernas?

—Pero yo soy más ligera que tú.

—¡¿Me acabas de llamar gorda?!

—No. Sólo que yo soy más compacta.

Las dos hermanas peliblancas asintieron teniendo que reconocer este hecho. Los dos chicos en cambio decidieron no meterse en lo que supusieron eran peleas de niñas.

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Los cuatro hermanos sintieron un golpe de nostalgia muy fuerte cuando finalmente llegaron a lo que fue su primer hogar. La casa de sus padres tenía un jardín que antes fue bonito, pero ahora le faltaba cuidado. En algunas partes el pasto estaba seco y en otras muy crecido. Por lo general su padre se encargaba de cuidarlo, y así lo recordaban, con él regándolo o podándolo mientras su madre lo bañaba con una manguera riéndose en complicidad del pequeño Lynn.

El lugar, aunque no tan grande como la casa de sus abuelos, se le parecía al tener dos plantas con tres dormitorios en la de arriba: el del señor Lincoln Loud, uno para sus dos hijos varones y otro para las chicas, además de uno adicional que estaba cerrado con llave; estos tres últimos ahora estaban desocupados.

—Debe de ser triste para papá tener la casa para el sólo —pensó Lincoln Jr. en voz alta.

—Bien, ya estamos aquí —anunció Linka mirando a su prima—. ¿Ahora cómo se supone que vamos a entrar?

La peliblanca del mechón azul se frotó los labios con un dedo pensativa, mientras que Lynn se apartó de ellos a curiosear el jardín.

—¿No tienen una llave en alguna maceta o bajo el tapete?

—Oh, no —contestó Lincoln con las manos tras la espalda, mirando nervioso a su alrededor—. Papá al principio tenía la costumbre de ponerlas en la canaleta del desagüe sobre la puerta, pero la perdió después que mamá lo regañara varias veces por hacer eso.

Lina llamó a sus primas para que se acercaran a la entrada.

—Traten de subirme.

Comprendiendo lo que quería, las chicas juntaron sus manos para que Lina pusiera un pie en las mismas, consiguiendo así impulsarla hacia arriba donde consiguió sujetarse de la canaleta; misma que al no soportar su peso se desprendió y cayó al suelo, pero sin llegar a hacerse mucho daño.

Lincoln miraba detrás de él, esperando que con su escándalo no hayan llamado la atención de nadie que los fuera a confundir con ladrones en pleno allanamiento.

—Papá va estar muy molesto por esto —opinó Linka al ver el trozo de la canaleta que se desprendió, el cual salvo por unas hojas y tierra no tenía nada más—. Junior te dijo que mamá logró quitarle esa costumbre.

—Tenía que intentarlo —Lina se puso de pie y se sacudió el short—. ¿Alguien tiene otra idea?

Liberty, un tanto insegura, se sacó una horquilla de su cabello.

—Tía Leni me enseñó hace un par de años a abrir cerraduras con esto, pero no estoy segura si pueda hacerlo como ella.

—No perdemos nada con intentarlo —le pidió Lina arrojando el trozo que desprendió de la canaleta hacia unos arbustos.

La chica peliblanca se acercó y, tras introducir la punta de la horquilla, comenzó a moverla concienzudamente mientras los demás permanecían en silencio esperando no distraerla. Linka con todo y sus dudas iniciales cruzó los dedos al igual que Lincoln lo hacía. Pasados unos segundos, la cerradura produjo un chasquido y la puerta quedó abierta.

—¡Lo conseguí!

Sus dos hermanos junto con Lina estaban por vitorear su logro, del que la niña parecía sentirse orgullosa... Cuando los sobresaltó el estallido de un vidrio al romperse desde un costado de la casa: ¡Crash!

El grupo aguardó unos segundos congelados en su sitio, cuando un extrañado Lynn desde adentro apareció mirando la puerta.

—¿Cómo consiguieron abrirla?

—¡¿Cómo conseguiste entrar tú?! —Le recriminó Linka temiendo la respuesta.

—Tomé una piedra y rompí la ventana de la puerta de la cocina para abrirla y entrar por ahí. Papá siempre olvida ponerle llave —sonriendo tan orgulloso como lo había estado su hermana de su logro, dijo todo ello como si nada—. ¿No creen que fui ingenioso?

—¡No! ¡Fuiste muy estúpido! ¿Cómo le explicaremos a papá lo de la ventana?

—Supongo que igual que con lo de la canaleta rota. No le decimos y ya. Puede que crea que se trató de un ladrón.

Lina se frotó las sienes sorprendida por la forma en que todo se estaba saliendo de control.

—Sí, un ladrón de cervezas. Por favor, hagamos ya a lo que vinimos a hacer antes que un vecino se haya dado cuenta y llame a la policía.

Asustado ante aquél panorama, Lincoln se apresuró a entrar mirando con reproche a su hermano que a pesar de ser de la misma edad era un poco más alto que él así como un poco más desaseado.

—Pudiste cortarte con los vidrios, tonto.

Una vez adentro, lo primero que resultó muy llamativo era la ropa tirada por varias partes. Sacos, corbatas, pantalones y, para horror de Lina y las chicas, también interiores.

—¡Vaya! —exclamó Lynn —. ¿Con qué cara papá me regañaba cuando no arreglaba mi habitación?

—Mamá solía regañarlo también a él por eso —señaló Liberty—. Pero él siempre procuraba tener todo limpio porque la amaba.

—Y porque le tenía un poco de miedo.

—Bueno, sí, pero también la amaba.

Con tristeza, Lincoln miró la mesa del comedor llena de platos sucios y botellas vacías de cerveza.

—Mamá estaría decepcionada de él si viera todo esto.

Linka no quiso agregar que ella misma se sentía decepcionada de su padre. Cuando fueron a la cocina, comprendieron porque no ponía los trastes sucios en el fregadero, pues este ya estaba ocupado con una montaña de los mismos.

—¿Cómo es que puede vivir en este chiquero?

En la sala, Lina dirigió su mirada al retrato encima de la chimenea que mostraba a Lincoln y a Ronnie Anne en compañía de sus cuatrillizos siendo estos unos infantes de apenas tres añitos de edad. El detalle le pareció lindo, pero de ahí su vista pasó al minibar del fondo.

—Por sus malas costumbres, pero de eso nos encargaremos por hoy. Démonos prisa.

Lynn, que inspeccionaba un trozo de pizza de dudoso estado en la mesa, le dijo:

—Descuida. Cuando papá muestra casas, se toma su tiempo.

—Sí, pero se supone que nosotros estamos en el cine. Así que andando.

Lincoln encontró bajo la alacena algunas bolsas de plástico para basura... Además de algunas botellas de cerveza. Tras entregarle una bolsa a Lina y a cada uno de sus hermanos, de inmediato se pusieron manos a la obra. Botella que encontraban, botella que vaciaban ya fuese en el fregadero de la cocina, el lavamanos del baño, la tina o el excusado.

Dejaron vacío de alcohol el minibar, también el refrigerador, la alacena y la hielera que el padre tenía en su habitación. Lincoln y Linka subieron al pequeño ático para retirar algunas botellas de vino que sabían guardaba ahí, mientras que Liberty junto con Lina hacían lo mismo con las del sótano. Lynn vaciaba las que encontró debajo y detrás del sillón, del mueble del televisor y unas pocas de detrás de los libros en el librero.

—¿Cómo vas con eso? —le preguntó Lina al subir con una bolsa llena de botellas que también quería ya vaciar.

—Bien. Termino estas y saco las latas que están debajo de su cama y acabo.

—¡Rayos! Olvidé revisar bajo la cama.

—Mejor que no lo hicieras. Hay más que cerveza ahí abajo.

Linka miró con reproche a su hermano.

—Sólo venimos por la cerveza. Más te vale no haber tocado nada más de ahí.

—¿Es que no te molesta que deshonre la memoria de mamá con esas cosas? A mí sí y no creo que deba de tener esa clase de...

—¡Dámela!

Tras terminar de vaciar la última lata, malhumorado le entregó una revista que la niña furiosa y abochornada de inmediato convirtió en confeti con sus manos evitando verla.

—¡Oye! ¡Era una edición especial y creo que era muy valiosa!

Lincoln apareció arrastrando su pesada bolsa.

—También una botella de coñac que encontré detrás de la tina. Estoy seguro que papá se pondrá furioso con nosotros.

—No —trató de calmarlo Lina—. Con el ladrón que se metió a su casa a robar... y que le rompió una ventana y una canaleta.

Los cuatro hermanos suspiraron. De pronto Liberty preguntó:

—¿Alguien revisó la alcoba de mamá y papá?

—Sí —afirmó Lina—. Vaciamos la hielera y Lynn sacó todo lo que tenía bajo la cama.

El chico miró con tristeza como Linka tiraba los restos de esa revista especial en una bolsa junto con las botellas.

—No me refiero a donde duerme ahora, sino la alcoba principal, la que está cerrada, donde dormía con mamá. No el cuarto de huéspedes.

Esto sorprendió a Lina.

—Creí que ese era el cuarto de huéspedes. ¿Por qué duerme ahí en lugar del suyo?

Las chicas junto con Lynn se encogieron de hombros, pero Lincoln incómodo le respondió.

—Por mamá. No sólo era su habitación... También era de ella.

Un tanto pensativos se dirigieron hacia allá. No podían dejar recoveco sin revisar. Lynn miró la puerta cerrada con desanimo.

—No me atrevo a romper la ventana por fuera. Además está muy alto.

—¡Ni te atrevas! —le recriminó Linka—. Liberty, ¿puedes abrirla?

Tras alargar un suspiro, su hermana introdujo la horquilla. La puerta se abrió con mayor facilidad a como lo consiguió con la principal.

Adentro, los cinco quedaron sorprendidos. El piso estaba bien barrido y limpio, así como la cama perfectamente tendida con su cobija morada y las cómodas a los lados sacudidas con los marcos de sus fotografías muy bien ordenados. Revisaron brevemente el interior de los cajones. Había pocas cosas de su madre y más de su padre. Un cajón estaba cerrado con llave, pero no se les ocurrió pedirle a Liberty que lo abriera, pues estaban absortos en lo que sí tenían a la mano.

Poco después, como si hubiesen olvidado a qué se suponía habían ido, los chicos Loud se acercaron a ver las imágenes. Sus padres besándose bajo el muérdago la última navidad que pasaron juntos; sus padres junto a ellos en un picnic en el parque; su madre cansada y fatigada en la cama de un hospital cargando con dificultad, pero notablemente feliz, a cuatro bebés recién nacidos. Lina frunció el ceño consternada al ver una foto de un niño idéntico a sus primas, bastante sorprendido y avergonzado porque una niña morena, con un aire semejante al de su primo Lynn, por atrás riéndose maliciosamente le bajó los pantalones en lo que parecía ser la parte alta de un mirador.

—¿Por qué el tío Lincoln tendría esta foto aquí?

—Por lo mismo que tiene todas las demás —le contestó Liberty con tristeza—. Porque amaba todo de ella.

—No... No sabía que conoció a mi tía desde que eran niños.

Con mucho cuidado, Linka abrió el armario. Habían algunas prendas de su padre, pero en su mayoría era ropa de su madre. Anhelante tomó una bata y la olió. Tuvo que dejarla en su lugar de inmediato cuando sintió que sus ojos se humedecieron.

—Aún huele a mi mamá.

Lynn, preocupado por su hermana, corrió a abrazarla y permitió que sollozara en su hombro.

Lincoln, apenado, entró al baño privado de sus padres para limpiarse los ojos e intentar calmarse, algo que no conseguiría cuando en el mismo miró dos cepillos de dientes, intuyendo que uno era de su madre, junto con su bata de baño, algunos perfumes y cremas también. Al curiosear el botiquín detrás del espejo, con disgusto también miró la gran cantidad del medicamento que había estado tomando durante sus últimos meses de vida. Sintió el impulso de tirarlas como lo hizo con todo el alcohol de su padre, pero consiguió contenerse. Supuso que su padre nunca le perdonaría que se deshiciera de eso, como tampoco a la larga se perdonaría a sí mismo.

Lina suspiró pensando en la forma en que su tío amaba mucho a su tía, además que recordó tiempos mejores cuando era muy pequeña e iba a visitar a ambos. Es verdad que su tía Ronnie Anne era un poco más brusca de trato, pero siempre se mostró muy amable y cálida con ella, así como su tío que era pura jovialidad. Ambos, además de esposos, tenían el mismo trato que dos mejores amigos tendrían, siempre haciendo las cosas juntos en complicidad complementándose perfectamente el uno con el otro. Todo eso la decidía cada vez más a hacer algo al respecto para ayudar a su tío. Tal vez perdió al amor de su vida, pero su familia seguía ahí y lo justo era que estuvieran a su lado, así como ella quería estarlo.

El celular de Lina comenzó a sonar. No se trataba de un mensaje, sino una llamada entrante de Hugh que contestó lamentando que el emotivo momento se rompiera.

—¿Hola? ¿Qué pasa Hugh?

¡Dime que ya salieron de la casa de mi tío! ¡Si no lo han hecho, háganlo en este mismo momento!

Los cuatrillizos, un tanto cabizbajos, se acercaron al escuchar a su primo tan alterado por la línea.

—Tranquilo, ¿qué ocurre? ¿El tío Lincoln salió temprano y viene para acá?

¡Peor! ¡La policía va en camino! No sé qué hicieron para entrar, pero se activó una especie de alarma.

Horrorizados miraron a Lynn, quien retrocediendo un paso trató de defenderse.

—En mi defensa, nadie sabía que papá instaló una de esas cosas. Además, ¿cómo saben que no fue Liberty quien la activó al abrir la puerta en lugar de yo al romper la ventana?

—¡Eso no importa ya! —los apresuró Linka—. ¡Tenemos que salir de aquí!

Los chicos salieron corriendo y, al seguirlos, por accidente Lina tiró una de las fotografías al suelo sin darse cuenta. El marco por fortuna no se había quebrado y los recién casados Lincoln y Ronnie Anne el día de su boda quedaron en el suelo.

Al dirigirse hacia la entrada, por la ventana observaron con horror a una patrulla acercándose.

—¡Es tarde! —exclamó Lincoln entrando en pánico—. ¿Qué vamos a hacer?

Lina, igual de alarmada y notando como de la patrulla que acababa de estacionarse bajaba una figura muy familiar, gritó:

—¡Todos escóndanse!

Los cinco salieron disparados en distintas direcciones de la casa, justo en el momento en que, vistiendo su uniforme policial, la oficial Lana Loud entró al notar que la puerta principal estaba abierta.

Liberty, detrás del refrigerador, se tapó la boca y se pegó más a la pared al ver a su tía Lana acercarse hacia la ventana que Lynn rompió. Con horror la vio tantear con su mano el arma que llevaba en su cintura. Por suerte pareció pensárselo mejor y salió de la cocina, por lo que la niña, aunque aún nerviosa, pudo respirar tranquila.

Lynn, debajo del sofá, observó los zapatos de su tía frente a él. Internamente rezó porque no se le ocurriera sentarse. El espacio era muy justo y si ella lo hacía suponía que quedaría aplastado y con las costillas rotas. Afortunadamente su tía se retiró a otro lado.

—¿Hay alguien ahí?

Tras escucharla decir eso al aire en el pasillo de arriba, Lincoln, recostado en la bañera, se puso a temblar. Escuchó cómo su tía entró y dio un vistazo a todo, pero sin llegar a correr la cortina del baño para asomarse.

Lana revisó las habitaciones de sus sobrinos, con un presentimiento en mente. Revisó debajo de las camas y en los armarios.

—Estos chicos tenían sus cosas mejor ordenadas que yo —exclamó en voz alta tras revisar un clóset y cerrarlo sin percatarse que, en la parte de arriba, Linka tragó saliva por lo poco que estuvo de ser descubierta.

En la habitación de huéspedes que ya era la de Lincoln, debajo de un montón de ropa arrumbada formando una pila, Lina manoteó el celular cuando este emitió la notificación de un mensaje.

"Más vale que sea importante, Hugh", pensó consiguiendo quedarse inmóvil cuando Lana entró chasqueando la lengua al ver la pieza.

—Está bien, esto si se parece a mi habitación.

Una vez que Lana se retiró, Lina leyó el mensaje.

Hugh: Atentos. El tío Lincoln va hacia allá.

A la niña casi se le escapa una grosería. Era consciente que tendrían muchos problemas si la tía Lana los descubría, pero estos aumentarían considerablemente si agregaba a su tío a la lista.

Al escuchar a su tía salir de la casa para inspeccionar los alrededores, tanto Lina como sus primos salieron de sus escondites lo más silenciosamente posible, esperando quizá encontrar un momento en que su tía se distrajese para marcharse finalmente de ese lugar. Sin embargo, su plan se vino abajo cuando el coche de Lincoln se estacionó y de forma iracunda salió para encontrarse con su hermana.

—¡Lana! ¿Qué haces aquí?

—Lincoln, los de la central de alarmas llamaron a la policía para notificarnos que alguien se metió a tu casa. Cuando me enteré quise venir yo misma para revisar lo que ocurre.

—¿Cómo es que entraste? —miró consternado la puerta principal abierta.

—Ya estaba así cuando llegué. Además, estaba roto el vidrio de la puerta de tu cocina. Seguro el ladrón entró por ahí y salió por la principal.

—¿Salió?

—Ya revisé y no encontré a nadie.

Lina bailoteaba en medio de la sala cuando, en un impulso que le vino al ver por la ventana a sus tíos regresar adentro, corrió a meterse dentro de la chimenea consiguiendo apagar su celular a tiempo para evitar que Hugh la delatara al llamarle otra vez o marcarle otro mensaje. Mientras que Lincoln y Lana entraban, Lina puso la reja polarizada y llena de tizne frente a ella, esperando que no se le ocurriera a ninguno abrir la llave del gas para encenderla.

Lincoln miró a su alrededor al igual que Lana, la cual tenía su atención en un televisor de cuarenta pulgadas y un estéreo mejor que el que tenía.

—Tal vez conseguí llegar a tiempo y espantarlos. No parece que se hayan llevado nada valioso, ¿o sí?

Lincoln buscando desestresárse abrió su refrigerador para tomar una cerveza. Le pareció extraño no encontrar ninguna, por lo que fue a tomar algo del mini bar.

—Eso parece, Lana. ¿Gustas un...? ¿Qué rayos...?

La oficial se dio la vuelta. No entendió lo que ocurría con su hermano, el cuál de permanecer congelado sobre el mini bar vacío, apresurando el paso se dirigió hacia el ático, de ahí a su habitación, tan concentrado en lo que buscaba que por poco y hubiese descubierto al Lincoln Jr, el último de sus hijos, escapar por la ventana lateral junto a la que se alzaba un roble por el que se deslizó ágilmente y aterrizó en el jardín a tiempo para reunirse con sus hermanos y huir del lugar.

—¡No están! ¡No hay nada!

Lana corrió hacia la segunda planta creyendo avistar por una ventana a una cabellera blanca perderse en la otra calle; pero no estaba del todo segura. Su atención regresó a su hermano que bajaba furioso las escaleras.

—¿Qué? ¿Qué es lo que ocurre? ¿El ladrón sí se llevó algo?

—¡Mi colección de vinos! ¡Mi Brandy! ¡Toda la ginebra! ¡En esta casa no hay ni siquiera una sola de mis latas de cerveza! ¡Se llevaron todas mis bebidas!

El susto de Lana poco a poco se apartó para dar paso a la incredulidad.

—Pues... Que pena. Lo siento.

—Eso no me sirve. ¿Qué vas a hacer al respecto?

—Abrirte una denuncia y ya. No es como si te hayan robado algo de valor.

—¡Tenía una botella de ron añejo de más de mil dólares!

Su hermana emitió un chiflido.

—Cielos, con eso pagaría una o dos semanas de despensa por lo menos. Está bien, pondré tu ron también en el reporte... —podía notar que su hermano estaba molesto ahora también con ella por no parecer preocupada por el robo—. Mira, ya, tranquilo, antes di que no te robaron las cosas indispensables. Vi tu computadora en tu salón y un smarthphone cargándose en la sala. Deberías de sentirte agradecido que no pasara a mayores. Además... Creo que el alcohólico que se metió a tu casa desesperado por bebida, te hizo un favor.

—¡¿Cómo puedes decir que un ladrón me hizo un favor?!

—Porque alcohol es lo que menos necesitas.

Esta vez Lincoln no pudo reprimirse nada y estalló.

—¡No me vengas con sermones en estos momentos, maldita sea! ¡Me acaban de robar y no pareces estar actuando como una profesional! ¿Qué rayos tienes en el cerebro, mujer? ¡¿Basura, acaso?!

Tras terminar de decir eso, el hombre se llevó una mano a la boca, incrédulo por lo que le había dicho, no sólo a una oficial de policía, sino a una de sus hermanas menores. Lina en la chimenea estaba impresionada también, pues desde donde estaba había alcanzado a escuchar los gritos de su tío. Lana miró duramente a su hermano sin expresión, siendo la primera pasados unos segundos en retomar la conversación esperando cortar la discusión.

—Tienes razón. Por ser mi hermano y conocer tu situación no estoy actuando acorde a mi juicio. De actuar como debería, en este momento te estaría poniendo las esposas para retenerte por lo menos esta noche en una celda por faltarle el respeto a la autoridad. Pero no lo haré. Sigues siendo mi hermano y veo que ya tienes suficientes problemas. Sólo me basta ver este lugar que lo tienes hecho un desastre.

La necesidad de tomar un trago atacaba pesadamente a Lincoln, casi tanto como la culpa que sentía por cómo había reaccionado. Su hermana se dio la vuelta y bajó por las escaleras de vuelta al recibidor.

—Lana, discúlpame... Yo de verdad no quería...

—Veré si hay reportes de robos de bebidas alcohólicas. No esperes sentado, que eres el primer precedente. Hasta luego, Lincoln. Ahora que vas a estar forzadamente sobrio, hazte un favor y arregla un poco aquí. Antes este lugar no era así. ¿Qué cambió?

Lincoln no respondió. Sólo miró la foto en la sala donde estaba al lado de su esposa e hijos. Lana lo comprendió.

—¿Sabes qué me da más tristeza, hermano mayor? Que no escuchas a nadie, como sí la escuchabas a ella. Antes nos enseñabas y aprendíamos tanto de ti, pero ahora no podemos hacer que aprendas lo que nos enseñaste.

Una vez que su hermana se marchó, Lincoln cabizbajo se fue a sentar en el sillón de su sala a un lado de la chimenea donde, todo nublado y con formas oscuras, su sobrina podía verlo. Más que parecer sentir pesar por el robo que sufrió, parecía sufrirlo por los reclamos que su hermana le había hecho con justa razón. De pronto Lincoln sacó su llavero y rebuscó entre las llaves una muy pequeña y subió a la planta alta de nuevo. Lina se cuestionó qué tan prudente sería salir en esos momentos.

Una vez arriba, Lincoln miró con alivio que, aunque estaba abierta, nada en lo que fue la habitación principal de Ronnie Anne y la de él faltaba. Le extrañó ver una fotografía en el suelo contra el tapete, el cual amortiguó la caída para evitar que el marco se rompiera. Miró a su alrededor esperando de pronto encontrarse con el ladrón. ¿Por qué le interesó ver sus fotos? ¿Simple curiosidad? Tuvo un presentimiento de pronto que no tardó en disipar tras abrir la cómoda echada llave y descubrir que lo que guardaba seguía ahí dentro: una botella de vino, quizá la única que había en casa tras que el misterioso ladrón se robara todo su licor (el presentimiento regresó con un poco más de fuerza). Al lado de la botella, estaba lo otro: un arma.

Aunque por largo tiempo se quedó observando el revolver que compró hacía unos años como medio de defensa para su familia, al final agarró sólo la botella de vino y volvió a cerrar el cajón. Agradecía estar sobrio, pues ebrio temió no haber tomado sólo la botella precisamente dado su estado emocional; aunque incluso ya de por sí sobrio su comportamiento era errático, como bien su hermana pudo comprobarlo al desquitarse con ella. Le llamaría en la mañana para disculparse más apropiadamente y para hablarle sobre lo que pensaba del robo.

Lina, que estaba a nada de salir de la chimenea, volvió a pegarse contra esta cuando vio a su tío de regreso en la sala con esa botella que no se explicaba de dónde pudo haberla sacado, pues estaba segura que con sus primos se habían llevado todo. De pronto se preguntó cómo es que el tío Lincoln y la tía Lana no se encontraron las botellas vacías en los botes de la basura. Quizá, esperando no dejar evidencia, sus primos se las habían llevado al marcharse. No los culpaba por haberla dejado sola. En realidad, de permanecer juntos los hubiesen descubierto.

Lincoln encendió el televisor y comenzó a cambiar los canales de forma distraída. Abrió la botella y estaba por darle un trago cuando, tras los comerciales, en un canal comenzaron a emitir la película de Ace Savvy que se estrenó unos años atrás. Recordó que, a diferencia de él y sus hijas, tanto Ronnie Anne como los chicos se quedaron dormidos en la sala de cine cuando fueron a verla. En ese momento la baraja hacía una sorpresiva aparición para ayudar al héroe contra el villano que estaba a punto de matarlo, con lo que sintió una vez más la misma molestia que la primera vez al ver eso y recordar el modo en que sus hermanas consiguieron ganar aquél concurso, con todo y que él fue el autor del grupo de heroínas que apoyaban a Ace. Estaba ahora si por dar el primer trago, cuando sintió que alguien lo observaba.

Lina retrocedió temerosa de que su tío la hubiese visto, pero él no miraba hacia la chimenea, sino a la fotografía encima de la misma. En su sitio, a pesar de la sonrisa que tenía por estar al lado de su esposo y sus cuatro hijos, había algo en la mirada de Ronnie Anne que parecía transmitir tristeza y acusación.

De pronto, Lina se sobresaltó y estuvo a punto de pegar un grito cuando Lincoln arrojó la botella contra la chimenea, estrellándose esta contra la mica polarizada, apenas haciéndole una cuarteadura, a diferencia de la botella que simplemente estalló. Por encima, algunas gotas de lo que parecía ser vino tinto salpicaron a la niña en la cara. Lincoln se dejó caer en el sillón, se llevó ambas manos al rostro y, enfurruñado, comenzó a llorar.

—¡Perdóname, mi amor, perdóname...! —sollozó varias veces—. Pero es que tu fuiste lo mejor que me pasó en la vida... ¡TE EXTRAÑO TANTO!... Me siento tan solo sin ti... Sin nuestros niños...

Durante la siguiente hora y media, Lina permaneció escondida, un tanto adolorida por la posición en la que estaba sentada recargada contra la pared de ladrillo, pero más lastimada por todo lo que su tío soltó creyendo estar solo. No supo en qué momento él se había quedado dormido, pero cuando se percató de esto supo que era hora de irse. Ya había pasado mucho tiempo y estarían preocupados por ella.

Silenciosamente apartó la mica y salió, procurando no pisar los trozos de vidrio en que quedó reducida la botella. Aunque su sentido común le indicaba que debía marcharse ya, contempló un momento a su tío dormido penosamente.

Había una frazada tirada por ahí entre otras prendas de ropa. La tomó y cubrió el cuerpo de su tío con ella. Después agarró el control que para esos momentos estaba en el suelo y apagó el televisor. No estaba molesta por el susto que le dio al tirar la botella contra la chimenea, pues no sabía que estaba ahí. Más miedo hubiese sentido de él de haber roto el televisor.

Estaba por marcharse ahora sí cuando, en un arrebato, se dio la vuelta y besó a su tío en la frente, acariciando un poco su cabello tan blanco como el suyo.

Con cuidado y sin hacer ruido, salió por la puerta principal.

-o-o-o-

Lina suspiró pensando en lo que los cuatrillizos le habrían dicho a sus abuelos y a sus madres cuando estos llegaron sin ella. La película que supuestamente habían ido a ver había terminado su transmisión hacía varías horas.

—¡Lina, ya llegaste!

La chica estaba por tocar la puerta, cuando se vio sorprendida por sus cuatro primos detrás de ella. Estaban sucios y con aspecto cansado, pero felices de verla.

—¿Pero qué les pasó?

—Venimos de uno de los vertederos —le explicó Lynn con entusiasmo—. Nos costó algo de trabajo, pero conseguimos deshacernos de las bolsas con todas las botellas vacías.

—¿Es en serio? —La niña estaba sorprendida.

—Sí —confirmó Lincoln de mal humor a las palabras de su hermano mientras se sacudía inútilmente la ropa—. Lo hicimos.

Liberty parecía avergonzada con ella.

—Lamento mucho que te hayamos abandonado en casa de papá. Yo no quería hacerlo, pero Linka dijo que lo único que conseguiríamos era descubrirnos a todos y que tú de cualquier forma te las arreglarías.

—¡Pero es la verdad! —reclamó su hermana—. Entre todos éramos un blanco muy notorio.

Lina tranquila medió entre sus primos, pues Lincoln parecía estar del lado de Liberty, así como Lynn de Linka.

—Tranquilos, está bien, Linka tiene razón. De esta forma las cosas fueron más sencillas y al final ninguno de mis tíos me descubrió —Linka hizo un aire de superioridad que molestó a sus hermanos—. Pero dejen esas cosas para otro momento. Hay asuntos más importantes que tratar. Entremos, cenemos y después los veo en mi habitación. Hay algunas cosas que necesito hablar con ustedes.

-o-o-o-

—¿A dónde fueron después de la película?

Fue la pregunta que la abuela les hizo un tanto molesta al lado de su esposo, señalándoles a los chicos el reloj en la pared. Cruzadas de brazos, Sam y Luna estaban también presentes. Los cuatrillizos nerviosos parecían a punto de hablar con lo que pudo ser un atropelladero de palabras, de no ser por Lina quien alzó los brazos y respondió adelantándoseles a sus primos.

—¡Fue mi culpa! Lo siento. Es que el día estaba genial y les propuse que fuéramos a tomar un helado y después al parque a jugar un rato y como que perdimos la noción del tiempo.

El abuelo suspiró.

—Está bien, supongo que quieren aprovechar el verano; pero háganos un favor y avisen por sus teléfonos la próxima vez. Nos tenían tan preocupados que ya estábamos a punto de llamar a su tía Lana.

Los cinco tragaron saliva por el recuerdo del encuentro que tuvieron con la misma, sin que ella se diese cuenta.

—Lo sentimos mucho —se excusó Lincoln bajando la cabeza—. No volverá a suceder.

Luna se dirigió a su hija.

—Y tú, jovencita, entiendo que quieras pasar tiempo con tus primos, pero recuerda que siendo la mayor eres la responsable por ellos. Así que cuídalos y no los metas en problemas.

—Sí, mamá. Perdón.

—No se hable más —cortó el señor Loud ya más calmado y buscando regresar la paz a su hogar—. Lávense las manos y vayan a la mesa. Estoy a punto de servir la cena.

Suspirando de alivio, los chicos estaban por retirarse, cuando Sam tan relajada ya como su esposa y suegros les preguntó de forma casual a los chicos:

—¿Y cuál película fueron a ver?

A lo que los chicos respondieron a la vez atropellándose.

—Romance en el espacio —contestó Liberty.

—El campeón del barrio —respondió Linka.

—El caso del doctor Darwin —se le entendió a Lincoln.

—¡Halloween 3000! —gritó Lynn entusiasmado.

—La balada de Skeletor —balbuceó Lina.

Al darse cuenta de lo que hicieron, los niños se quedaron fríos. La miradita que las mujeres Loud les dedicaron los hicieron flaquear. Sam se acercó a su hija y sorprendida le recriminó.

—¿Por qué hueles a licor?

La niña tembló.

—¿Me creerías si te dijera que alguien arrojó una botella contra un árbol muy cerca de donde estaba y me salpicó?

-o-o-o-

—Vaya que esquivamos esa —dijo Lina entusiasta a sus primos después de la cena, ya en pijama y reunidos en su pequeña habitación—. Tendremos que tener más cuidado la próxima vez que hagamos el siguiente movimiento.

Molesta, Linka le reclamó.

—¿Hablas en serio? Lina, estuvieron a punto de descubrirnos.

—Los abuelos y mis mamás al final no...

—¡Me refiero a papá y la tía Lana! Lo que hicimos fue algo muy tonto y arriesgado. ¿Qué fue lo que conseguimos al final? Tal vez nos deshicimos de todas las bebidas que papá tenía en casa, pero no podremos impedir que se compre más.

—Ustedes no estaban ahí para ver lo que yo vi. Aún tenía otra botella que no vimos, pero no se la tomó. La estrelló contra la chimenea.

—Eso explicaría la peste que tenías.

Lynn se llevó su mechón azul a la nariz. El baño había eliminado la mayor parte del olor del vino, aunque creía aun percibir un poco.

—Una suerte que mis mamás me creyeran lo que les dije.

—Te olía el cabello, pero no la boca cuando te pidieron que les echaras el aliento.

Lina se había sentido un tanto humillada cuando tuvo que hacer eso, así como apenada con sus primos cuando los abuelos les pidieron hacer lo mismo a ellos.

—Primos, escuchen, sé que no fue el más prudente de mis planes, pero de verdad siento que hicimos un avance. Su papá de verdad parecía sentirse culpable tras lo que hicimos. Realmente parecía reflexionar muchas cosas —no les comentaría como se quebró y se puso a llorar. Eso lo sentía como algo muy íntimo y personal que quedaba sólo entre él y ella—. Vamos por buen camino. Si lo dejamos ahora regresará a lo mismo dentro de poco, pero si lo presionamos estoy segura que podremos hacerle un cambio total que será para su bien. Y cuando eso ocurra ustedes regresarán con él. ¿No es eso lo que quieren?

Sus primos asintieron, aunque seguían sintiendo dudas de lo que Lina les prometía.

—Bueno —Lincoln suspiró resignado—. Supongo que mientras lo próximo que tengas en mente no resulte tan invasivo y peligroso... O sucio, como lo de hoy, podremos apoyarte.

Sus hermanos asintieron otra vez.

—Entonces, ¿cuál es el siguiente plan? —preguntó Linka.

—En realidad... Aún no tengo nada. Sólo algunas ideas, pero necesito pulir los detalles y pensar en algo distinto para que la siguiente vez estemos libres de riesgos.

Eso pareció agradarles más.

Los abuelos y sus tías no tardaron en tocar a la puerta recordándoles que se les estaba pasando la hora de dormir, por lo que se despidieron de su prima.

—En lo personal, me divertí —dijo Lynn—. No me molestaría repetir algo como esto. Todo sea por el bien de papá.

—De verdad piensa bien cuando se te ocurra otra vez algo así —le pidió Lincoln—. Tal vez no tengamos suerte la próxima vez.

—A pesar de todo me gustó que nos convencieras de hacer esto —le agradeció Liberty—. Me puso muy contenta ver de nuevo la habitación de mamá y papá.

Linka fue la última en salir y de despedirse de ella.

—Cuando tengas el próximo plan, avísanos. Sabes que tienes nuestro apoyo. Todo lo que queremos es a papá de vuelta.

Una vez que se quedó sola, Lina se recostó, no sin antes sacar la libreta donde había detallado su plan anterior, obviando los posibles catastróficos inconvenientes que nunca se le ocurrieron podrían ocurrir.

En realidad sí que tenía un plan en mente, pero si no se lo dijo a sus primos era por temor a su reacción.

Mi tío se siente muy solo. Por lo que la opción es muy obvia: que sus hijos vivan una vez más con él. Pero le hace falta más motivación para cambiar. Algo que no hará estando solo.

La niña suspiró tras anotar todo aquello en su libreta. Después, y tras pensarlo unos segundos, escribió:

Paso 3: Conseguirle una novia al tío Lincoln.

Sería lo más difícil que tendría que hacer, pero se sentía en la obligación de intentarlo, aunque resultara complicado. Pues no quería precisamente sustituir ni en broma a su tía Ronnie Anne o faltarle el respeto a su memoria; pero realmente veía necesario buscarle una nueva compañera a su tío, aunque no podría ser cualquiera, sino alguien especial que consiguiera ajustarse tanto a él como a sus hijos. Realmente, por muy buena que la idea le pareciera, le veía muchas contras.

—Mis primos me matarán cuando les diga lo que tengo en mente.

-o-o-o-

.

.

.

Y tras un muy, muy, muy, muy, muy largo tiempo, regreso finalmente con esta historia que entre otras historias y los paros técnicos que tuve, dejé muy abandonada. ¡Más de un año! ¿Cómo pasó esto? Pero ya no más, que ahora si de esta tendremos actualizaciones entre semanales y quincenales hasta llegar a su conclusión, siendo que después me concentraré en abarcar un buen tramo de "Tres días de caos" siguiendo un formato semejante.

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