Capítulo 10

Hora de ponernos serios. Lamento la demora. Con ustedes el auténtico capítulo 10. Disfrútenlo. :-)

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En el restaurante "La mesa de Lynn", mientras se movía por el lugar atendiendo a los pocos comensales que a esa hora había, la joven mesera miraba de tanto en tanto a la mesa donde los cinco nietos de su patrón se encontraban por si se les ofrecía algo más.

El pequeño Lincoln centró su atención en su prima y, tras soltar el aire que estuvo reteniendo, le preguntó:

—Entonces, si en verdad vamos a seguir con esto, ¿qué vamos a hacer ahora para juntar a papá con Taylor?

La niña contempló su celular, mediante el cual acababa de volver a habilitar a la mujer tras retractarse de haberla bloqueado.

—Lo primero será enviarle un mensaje en nombre de su papá disculpándose por lo que sea que haya ocurrido entre ambos, además, por supuesto, de pedirle otra oportunidad para volver a salir juntos. ¿Alguna sugerencia sobre qué decirle?

Los chicos se miraron entre sí desconcertados, al no saber qué palabras podrían emplear para disculparse sobre algo que aún no estaban seguros sobre qué ocurrió con exactitud, con todo y la poca información que Hugh les contó por mensaje cuando se los encontró a ambos en aquella casa, más allá de verlos impresentables como ellos mismos constataron a la distancia cuando el tío Lincoln se marchó llevándoselo en su auto.

La campanilla de entrada sonó y, al instante siguiente, los ojos de Lina se abrieron mucho cuando su tía Lori y su prima Carla aparecieron sorprendiéndolos a todos.

—¡Chicos! —la mujer los saludó al notarlos allí—. ¡Literalmente, no me imaginé que estarían aquí! ¿Qué tal van sus vacaciones?

—Ah... —Lynn balbuceó—. Bien, tía Lori. Que sorpresa verte en el pueblo... Aquí mismo.

Por la ventanilla que daba a la cocina, el abuelo Loud se asomó cuando creyó haber escuchado a una de sus hijas. Sus ojos se abrieron jubilosos al comprobar que en efecto se trataba de su primogénita.

—¡Lori, querida! —enseguida salió con los brazos abiertos para ir a su encuentro, todavía llevando su mandil—. ¡Qué gusto verte a ti y a Carla tan pronto de nuevo! ¿A qué hora llegaron al pueblo?

—Hace menos de media hora, papá. Nos alegra verte.

—¡Pasa a la cocina y cuéntamelo todo! ¿Tienen hambre?

—Estoy bien, papá.

La adolescente latina alzó la mano con timidez.

—Yo sí. No hemos comido nada desde que llegamos, abuelo.

—Pues toma asiento con tus primos que aún queda pizza —enseguida llamó a la mesera—. Sandra, otra bebida para la mesa siete, por favor.

Carla se hizo un espacio entre sus primos mientras su abuelo regresaba a la cocina en compañía de su madre. Los chicos no tardaron en saludarla animados, pues no la habían visto en persona desde su fiesta de quince años.

—Esto es inesperado, Carla —Linka la saludó—. ¿Pero qué hacen aquí en Royal Woods?

—Nos invitaron a mamá y a mí a un torneo de golf amistoso para madres e hijas que la universidad de Fairway organizó aquí en el pueblo . Como mamá es egresada y está empeñada en convencerme de que estudie también en ese lugar algún día, me trajo. Aunque no es que me hiciera mucho de rogar, pues sabía que de esta manera podría verlos y así estaría ya al tanto de lo que han hecho con mi tío. Por culpa de ella es que no he podido ponerme al día con ustedes como me hubiese gustado. Entonces, ¿cómo les ha ido? ¿Ya encontraron a alguna buena candidata para ser la futura nueva tía Loud?

—Algo así — respondió Linka—. Digamos que tenemos a alguien ya en mente que... Nos las arreglamos para que tuviera una cita con papá.

—¡¿En serio?! —Carla estaba sorprendida. Había supuesto que aún estarían decidiéndose por alguna candidata, sin imaginarse que incluso ya habían logrado hacer que su tío volviera a salir con alguien—. ¿Y cómo resultó?

Los cuatrillizos miraron a Lina quien, suspirando mientras comían pizza y escuchaban las ocasionales risas del abuelo y de la tía Lori en la cocina, o a Sandra atendiendo a los comensales pasando de tanto en tanto con ellos preguntándoles si no necesitaban nada, le relató a detalle hasta donde sabía de lo desastroso que resultó el encuentro entre su tío y Taylor, cuya ficha en la página de citas también aprovechó en mostrarle en su teléfono.

—A pesar de lo que ocurrió —Lina finalizó con las ideas y las reflexiones a las que había llegado junto a sus primos—, creemos que todavía puede haber una oportunidad entre mi tío y ella. Digo, las cosas no pueden haber quedado tan mal, ¿no crees?

Mientras leía la conversación que Taylor había sostenido con sus primos simulando ser su tío, Carla se preguntó en qué rayos se fundamentaban estos para pensar que todavía podrían tener éxito en su plan precisamente con ella.

A la mar de horrorizada, no le costó trabajo descifrar el contexto subido de tono cuando la mujer le hizo una insinuación supuestamente al tío Lincoln sobre sus gustos íntimos con los "juegos de rol", y las respuestas que los chicos le dieron en su inocencia malinterpretándola, concluyendo varias cosas tanto por lo que leía, sumado a lo que Lina le contó.

—Sí... Bien... Eh, chicos... Verán... Aquí cometieron muchos errores cuando abordaron a esta mujer... El principal es que... y no busco ofenderlos... Ustedes son unos niños que intentaron tratar con una adulta fingiendo que eran un hombre adulto cuando no lo son.

—Tampoco se las des a esos dos de muy maduros —Lynn señaló el teléfono que su prima todavía tenía entre las manos—. ¿No viste o pusiste atención a la parte de los juegos de rol? Esas son cosas de niños y aún parecen gustarles a ambos demasiado, en especial a ella.

—No, no es así —incómoda, Carla negó con la cabeza—. Los juegos de rol de adultos... No son precisamente como los de los niños. No estamos hablando de juegos de mesa, cosas de aventuras y fantasía... Sino... Más bien de algo... Sexual.

Las niñas la miraron incrédulas y sonrojadas hasta el tuétano. Los chicos sin comprender al igual que ellas como una cosa se relacionaba con la otra.

—¡¿Sexual?! —chilló Linka.

—¿Sexual? —repitió Lincoln.

—Sí... —Carla, de pronto, temió haber hablado de más—. ¿Si saben lo que es el sexo?

—¡Por supuesto que lo sabemos! —contestó Liberty con el rostro encendido.

—¡Ya nos enseñaron de eso en la escuela!—añadió Linka.

—Y en Internet —agregó Lynn por lo bajo. Lo que le valió una mirada de reproche por parte de sus hermanas.

Carla se sintió aliviada de no tener que explicarles más detalles sobre el tema, si acaso sólo un poco.

—Lo siento. Bueno, por lo que entendí, Taylor, más que una relación seria, creo que todo lo que buscaba era... pues... Sexo casual, o parece que eso era lo que esperaba del tío Lincoln, y quizás por eso es que todo terminó como me contaron.

Los chicos hicieron una mueca de asco al imaginarse a su padre haciendo "eso" con aquella mujer. Bastante incómoda, Lina no tardó en comprender mejor el motivo por el que descubrieron a ambos en aquellas fachas cuando se acercaron a la casa para averiguar cómo se estaban llevando a cabo los acontecimientos de su obra.

—¡Rayos! ¿Eso era lo que ella pretendía realmente? ¡Entonces definitivamente Taylor no nos sirve para el propósito que buscamos!

—No me digas, Sherlock —molesta, Linka le recriminó—. ¿Alguna otra brillante idea?

Liberty consiguió contener a su hermana saliendo en defensa de su prima.

—Vamos, Linka. No te enojes con Lina, ella nunca ha tenido mala intensión con esto. El error que creo que cometimos fue... Pues usar estas aplicaciones de citas. Debimos suponer que la mayoría de gente que las usa suele pasar por alto muchos elementos del romance y el cortejo para ir directo hacia... Lo físico. Sobre todo los grandes que casi siempre están ocupados y sólo buscan... Pues... "divertirse".

Los chicos asintieron preocupados dandole la razón a Liberty. Por lo que Carla se apresuró a sacarlos del nuevo error en el que parecían estar cayendo.

—No voy a negar que si son muchas las personas que sólo buscan... "divertirse"... Por medio de estas aplicaciones; pero no por eso deberían generalizar a todos. Digo, la abuela María probó una de estas y como resultado fue que tengo ahora a mi abuelo Mike, así que no se desanimen todavía sólo porque en el primer intento no consiguieran los resultados que esperaban.

Lina, de pronto más entusiasmada que sus primos quienes no terminaban de convencerse aún, recuperó su celular para buscar a más candidatas sintiéndose nuevamente motivada.

—¡Perfecto! ¿Entonces cuál es la sugerencia que nos das para elegir a una mejor chica de entre todas estas?

Su prima tomó el celular por el extremo superior e hizo que lo bajara hacia la mesa.

—Supongo que mi sugerencia sería que dejen descansar este método por el momento y prueben con otro distinto, como el tradicional.

—¿Y ese cuál es? —preguntó Lynn confuso.

—Una cita tradicional, por supuesto. Ajena del internet y que surja de la manera más espontánea y menos planeada. Además, no deben de perder el piso y tener siempre presente el motivo por el que están haciendo esto en primer lugar.

—Buscarle novia a papá. —gruñó Linka por lo bajo.

—Buscar a una mujer buena y paciente que tenga la suficiente libertad para estar más al pendiente de él —Carla la corrigió—, alguien que consiga valorar a su papá y este termine por valorarla lo suficiente, como para que con su ayuda pueda animarse y dejar de estar hundiéndose en aquello que lo daña, alguien que le permita ver que todavía es un buen hombre, un hombre con cuatro hijos a los que no debe descuidar u olvidar, por los que tiene que luchar para controlar su adicción y así poder recuperarlos.

Tanto los cuatrillizos como Lina reflexionaron al respecto. Algunos de ellos teniendo presente hacía un momento que vieron a Lincoln padre coger rumbo a su bar de costumbre para su decepción.

—Ya qué —Lynn se encogió de hombros—. Igual estamos hasta el cuello con problemas que en cualquier momento pueden explotarnos en la cara. Qué es uno más si por lo menos en el intento conseguimos progresar con esto.

Aunque hosco al haberse expresado de ese modo, con esto dicho consiguió que el resto de sus hermanos se decidieran a continuar. Incluso Linka, aunque un tanto a regañadientes.

—Los problemas sólo los tendremos si nos llegan a descubrir —se volvió hacia Lina, a la que dedicó una mirada inquisidora—. Te voy advirtiendo que si eso termina por ocurrir, será a ti a quien haremos la responsable principal de todo lo malo que haya sucedido y de lo que pueda llegar a suceder, así que más vale que entre tus dichosos planes idees algo para que sorteemos los contratiempos que continúen presentándose. Por nada la hemos contado hasta ahora, pero la suerte se nos puede acabar en cualquier momento.

Lina asintió, mostrándose de acuerdo con su prima, más por la lógica de su acusación que por la amenaza implícita.

—Está bien, descuida. Sobre la marcha según lo que se presente también iré ideando con detalle todas las salidas que podamos sortear para prevenir cualquier inconveniente. Por ahora tenemos que pensar en un modo de encontrar a una mujer que quiera una cita con su papá, pero en esta ocasión siendo más selectivos y cuidadosos. Necesitamos a una candidata que no piense en una cita de una sola noche, una que preferiblemente piense a largo plazo, algo serio, una mujer que genuinamente busque una relación sentimental.

—¿Y cómo se supone que encontraremos a una así? —le cuestionó Lincoln Jr.

Carla suspiró, sintiéndose culpable por no haberse involucrado más en las acciones de sus primos durante lo ocurrido con esa tal Taylor. De haberlo hecho quizá habría evitado que armaran todo aquel embrollo.

—Bien, dejen que yo me ocupe de eso —le dio unos ligeros golpecitos a la pantalla del teléfono de Lina—. Si me lo permiten, yo misma me pondré a revisar los perfiles que hay aquí para buscar a una mujer que se ajuste más a lo que queremos; pero esto me llevará tiempo, no quiero cometer errores al elegir, así que denme unos días antes de conseguirles a una mejor candidata, ¿les parece?

La primera en asentir fue Liberty.

—Por mí está bien. De hecho, creo que lo mejor es precisamente dejar pasar algunos días para que las cosas entre mi papá y Taylor se enfríen un poco más.

Linka y sus hermanos terminaron por acceder. Junior, incluso, añadió:

—Además, tú eres mucho más madura que nosotros. Seguro la que elijas será mejor opción que la que cualquiera que nosotros propusiera.

Y aunque generalizó, al decir esto miró a su prima un momento del mismo modo en que sus hermanos lo hicieron asintiendo. Lina suspiró comprendiendo con pesar que le estaban perdiendo mucho la confianza. Lo peor es que no podía culparlos tras lo sucedido.

—¿Entonces qué haremos con Taylor? —preguntó Lynn preocupado, lamentando aún que las cosas no se dieran como le hubiese gustado con aquella atractiva mujer.

—Bloquearla, ¿qué más queda?

Tras responder esto de forma tajante, Lina estaba por seleccionar la opción, cuando Carla detuvo su mano antes de que tocara su celular.

—No seas tan fría, Lina. Creo que por cortesía antes deberías dejarle un mensaje de despedida en nombre del tío Lincoln. Tampoco es que tenga por completo la culpa de todo y es lo mínimo que le debemos.

—¡Es cierto! —su primo Lynn la secundó—. Desde cierto ángulo, si lo piensas bien, ella fue víctima de las circunstancias.

—Pero claro, eso es lo que de verdad crees, no lo dices porque te gustó— lo acusó Linka.

Lynn, sonrojado, refunfuñó:

—Bueno, sí... Es un poco de eso. Pero igual hablo en serio.

—En realidad también creo que debemos irnos con más cuidado —lo apoyó Lincoln Jr.—. Para no estar afectando a terceros.

"Daños colaterales". Lina en su mente le dio el nombre lamentando no haber pensado en ello desde un principio.

—Bien, eso es justo. Será mejor que nos despidamos de ella con el mayor tacto posible.

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Aquella tarde en la oficina todos volvieron a evitar a Taylor, cuyo humor de perros, si bien no era tan marcado como con el que días atrás se presentó, aún le faltaba un poco antes de que terminara de menguar. Los valientes que se atrevían a preguntarle si algo le sucedía, ya fuera por curiosidad o porque estuvieran genuinamente preocupados por ella, recibían por respuesta un seco "Todo está bien", dejando en claro sin la necesidad de añadir nada más que no quería que nadie metiera las narices en sus asuntos.

A poco de que una luz roja la obligara a detenerse, recibió una llamada entrante que contestó sin fijarse de quién se trataba. En cualquier caso, y a estas alturas, ya había perdido la esperanza de que se tratara de Lincoln buscando ponerse en contacto con ella.

—¿Sí? ¿Bueno? —de mala manera contestó anticipando que se trataría de alguien del trabajo. Por mal que se viera en ella, por lo menos de esta forma dejaría advertida una respuesta si se trataba de requerirla fuera de su horario. Afortunadamente ese no fue el caso—. ¡Oh! Hola, mami. ¿Qué pasó?

El pequeño instante de paz que había sentido desapareció en cuanto comenzó por preguntarle cómo le había ido al final en su cita del otro día, aquella con el sujeto que de manera precipitada parecía desear formar una familia desde ya con ella.

—¡Terrible! —escupió, reviviendo por enésima vez el funesto recuerdo—. ¡En el momento en el que estábamos llegando a lo bueno, un mocoso salido de la nada apareció y Lincoln se marchó llevándoselo sin explicarme nada! ¡Lo peor de todo es que no se ha comunicado conmigo! —hizo una pausa para escuchar a su madre—. Si, yo tampoco entiendo nada. Creo que el niño era uno de sus hijos o quizá un amigo de ellos. Como sea, estoy molesta con él. No sé a qué esté jugando ese bobo.

Apoyó el teléfono entre el hombro y la mejilla para avanzar en cuanto el semáforo cambió a verde. Resopló ante lo que su madre le decía.

—Pues sí, aunque muy loco, también me pareció un partido excelente y... —¿ese sonido era el de los mensajes entrantes de emergencia de su aplicación de citas?—. Dame un segundo, mamá. Creo que por fin Lincoln se comunicó conmigo.

Mirando alternativamente del camino por el que conducía al celular, Taylor ejecutó la aplicación revisando algo muy curioso con relación al sujeto con el que había salido. Sintiéndose todavía más molesta que antes, volvió a ponerse el celular entre el hombro y el oído para seguir hablando con su madre.

—¡No vas a creer esto! ¡El muy maldito ya me había bloqueado mientras estaba en una junta de trabajo y no me había dado cuenta! ¡Volvió a habilitarme ahora sólo para decirme que "lamentaba las molestias, me rogaba que lo disculpara, que me deseaba lo mejor, pero que cree que lo mejor es que dejemos las cosas así pretendiendo que nunca nos vimos" para enseguida bloquearme de nuevo! ¿Pero qué demonios le pasa a este tipo? —mientras escuchaba a su madre, Taylor se detuvo cuando el semáforo se puso en rojo en el siguiente cruce de la avenida por la que ahora estaba transitando. La rabia de la mujer iba creciendo exponencialmente más y más conforme escuchaba asintiendo a lo que su madre le indicaba contagiada de su enojo—. ¡Tienes razón, mamá! ¡De mí nadie se burla y definitivamente me las va a pagar! Descuida... No pasa nada, de nada le sirvió bloquearme, sé dónde trabaja... ¡Por supuesto que en este momento me voy a ocupar de esto! Luego te cuento cómo me fue.

Dado que por el lado contrario el camino estaba despejado, de forma imprudente Taylor aceleró para darse la vuelta en U consiguiéndose posicionar por el lado contrario de la avenida sin esperar a que el semáforo cambiara de color. Todo lo que pensaba era en que si Lincoln creía que durante su niñez ella fue mala, en unos momentos más lo haría extrañar aquellos tiempos.

En todo lo que Taylor pensaba era la forma en que abordaría a ese bobo en la agencia de bienes raíces donde trabajaba, por lo que tardó unos segundos en comprender que el sonido de la sirena de una patrulla que tenía detrás la venía siguiendo a ella. Maldiciendo por lo bajo, la mujer se orilló para detenerse. Dado que realmente quería poner en su lugar al idiota de Lincoln, decidió que no alegaría nada para cortar pronto con el nuevo problema que ahora tenía.

En lo que el policía descendía de su unidad, Taylor abrió la guantera y dejó ahí dentro su celular para evitar interrupciones en lo que esperaba fuese un procedimiento rápido. Todo este lío volvía a ser por culpa del idiota de Lincoln al provocar que se precipitara a conducir de manera tan imprudente.

La oficial, una mujer rubia visiblemente más fornida que ella, se acercó con libreta en mano exhibiendo un porte intimidante.

—Licencia y permiso, por favor.

Taylor se los pasó y le dijo manteniendo su mirada al frente:

—Tengo prisa. ¿Puede darme mi multa de una vez?

Sorprendida, la oficial abrió mucho sus ojos. Por lo general, ya sea de forma pacífica o con miedo, las personas solían replicar brevemente antes de cooperar. La única excepción eran aquellos quienes ocultaban algo y preferían rendirse con tal de no maximizar el inconveniente si se les descubría algo realmente incriminador.

—Perdón, ¿cómo dijo?

—Que me de mi multa. Se me hace tarde para algo muy importante que tengo que hacer.

Taylor no se daba cuenta que a la oficial no le estaba haciendo ninguna gracia el modo en que le estaba hablando.

—¿Sabe siquiera por qué la detuve?

—Luz roja, vuelta prohibida, exceso de velocidad. ¿No puede apurarse? ¡Sólo deme esa multa y ya!

Y se lo dijo todo así, como si poco le importara lo que había hecho, y encima el tono con el que le hablaba terminó por contagiar de su irritación a la oficial.

—Ya veré yo qué es lo que hago, señora. Usted no es nadie para darme órdenes.

Pésima idea. Lo último que Taylor hubiera querido era discutir, pero ya que esa estúpida policía se iba a poner en ese plan, no tendría de otra que ponerla en su lugar.

—Mire, oficial, en primera, soy señorita, que no somos iguales. En segundo... ¡Acabo de tener un mal día! ¡Tan malo como el de ayer y el anterior a ese! Mi novio me dejó sin darme explicaciones, y de hecho voy en camino para que me de algunas. De verdad estoy más que fastidiada —y dignándose finalmente a mirarla, le soltó—. ¡Por lo que lo último que necesito es que una funcionaria asalariada me haga perder el tiempo a mí! ¡Una ciudadana que va al día con sus impuestos con los que usted cobra su cochino salario, que de seguro no debe de ser nada a lo que con verdadero esfuerzo yo sí me gano por sí saber hacer mi trabajo! ¿Ya me entendió? Ahora, ¡si no me va a dar mi maldita multa entonces déjeme ir si no quiere que la reporte con sus superiores!

Y vaya que la oficial lo había entendido.

—Baje del vehículo en este instante, "señorita".

A Taylor no le había gustado nada el modo burlón en que esa mujer la había llamado con énfasis al final.

—¿Por qué tendría que bajar?

—Porque se lo estoy pidiendo.

Con un gesto, negó apenas sin inmutarse.

—No tengo por qué bajarme. No tiene motivos para que me esté pidiendo que lo haga.

Por el contrario, la oficial estaba sospechando que la mujer podría estar intoxicada de alguna manera, y ella no haría correctamente su trabajo si sencillamente lo dejaba pasar. En el mejor de los casos sólo se trataría de una "Karen" que urgentemente necesitaba una lección de respeto.

—Sólo quiero realizarle unas pruebas.

—¿Qué clase de pruebas? —Taylor frunció el seño sospechando de que iba—. No he tomado nada si es lo que está insinuando.

—Entonces no tendrá nada de qué preocuparse cuando se las haga.

—¡Ya le dije que tengo mucha prisa como para perder mi tiempo con sus tonterías!

La oficial sentía que ya estaba en el límite de su paciencia.

—¿Sabe?, entre más pronto coopere, más pronto terminaremos con este procedimiento, "señorita". ¡Así que bajé de una buena vez si no quiere que la detenga y la obligue a realizar las pruebas en la comisaría!

Taylor terminó por hartarse de esa mujer. Tenía una tía que trabajaba en el ayuntamiento. Una llamada y esa mujer se arrepentiría de haberse metido con ella cuando la suspendieran de su cargo.

—¡Te vas a arrepentir de esto, tarada!

Todo lo que sucedió a continuación, transcurrió en menos de medio minuto.

Visiblemente iracunda, de manera rápida Taylor abrió la guantera apresurándose a sacar algo. Pensando que se trataba de un arma, la oficial le gritó "¡Deténgase!" al tiempo que velozmente sacaba su spray de pimienta para rociarlo sobre la cara de la mujer sin llegar a distinguir qué fue lo que había sacado y tiró por aullar de dolor con los ojos cerrados.

La oficial metió la mano por la ventanilla y le quitó el seguro a la puerta para abrirla, consiguiendo así sacar a rastras a la detenida que no dejaba de chillar un muy amplio repertorio de groserías incapaz de recuperarse por la agresión. A pesar de haberse ufanado hasta hace poco en la jefatura de conocerse todos los insultos del mundo, la policía con sorpresa aprendió unos nuevos de esa tipa conforme la metía en la parte de atrás de la patrulla una vez que la esposó por la espalda.

—¡Maldita desgraciada hija de...!

Tras cerrarle la puerta en la cara (lo que no detuvo a la mujer de seguir profesando el resultado de su "noble" educación), la oficial suspiró.

Una vez asegurada la detención, tras tomar el celular de la mujer (suspirando al darse cuenta que no se trataba de un arma a final de cuentas) y asegurar el coche tras cerrarlo, regresó a su patrulla donde tomó su radio para dar a conocer su situación.

—Aquí la oficial Lana Loud. Llevo a una detenida, posiblemente intoxicada, por manejo imprudencial, resistencia y falta de respeto a la autoridad. Solicito una grúa a la avenida Savino esquina con Sakas para que su unidad, un BMW plata, sea remolcado. Cambio.

Al mirar por el espejo retrovisor a Taylor, cuyo aspecto desencajado lo relacionó con una bruja de penetrantes ojos rojos, y escucharla decir por doceava vez que se aseguraría de que le dieran cadena perpetua a ella y a todos los miembros de su asquerosa familia, apenas sin inmutarse en esta ocasión, Lana le respondió:

—Y esto es lo que pagan sus impuestos, "señorita".

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Gracias a la grabación del casi microscópico dispositivo de video, que desde hacía ocho años por ley los oficiales de policía sin excepción debían de llevar en sus placas, fue que la tía de Taylor no pudo ayudarla a proceder contra la oficial Loud, quedando mal al acusarla de que la detención fue algo personal por un conflicto que tuvo con el hermano de la misma sin dar muchos detalles al respecto. Lana supondría que se refería al bullying con el que solía acosar a Lincoln en la secundaria, y para no molestar a su hermano no le mencionaría nunca nada del asunto. Como sea, de cualquier forma quedaría asentado que su proceder fue legal ante el sospechoso comportamiento de la mujer.

Tras librarse de la cárcel, pero desembolsando una multa de cincuenta mil dólares y perder su licencia de conducir por todo un año, Taylor teniendo que contener su coraje decidió no volver a contactar de ninguna manera con Lincoln ni con nadie de su familia ante los problemas que le ocasionaban.

Satisfecha consigo misma, Lina a futuro se imaginaría a aquella mujer con quién interfirió en su vida teniendo una vida plena y feliz guardando como un bonito recuerdo su salida con su tío.

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La misma noche en que Lana saldría tarde de la jefatura por culpa de una alborotadora tras el volante que la mantuvo por mucho tiempo ocupada, Lincoln saldría del bar que acostumbraba frecuentar en un muy cuestionable estado.

Estaba tan mal, que al llegar a su casa, el taxista, un hombretón castaño de prominente barriga y una tupida barba al que Lincoln tuvo la prudencia de marcarle para no tener que conducir así como se encontraba, le hizo el favor de llevarlo del taxi a la puerta de su casa, cargándolo con un brazo rodeando su cuerpo para cruzar su jardín, e incluso le abrió la puerta después de que Lincoln le confiara sus llaves para que lo hiciera.

—Definitivamente denunciaré a Taylor a primera hora de la mañana — musitaba Lincoln arrastrando las palabras—. Es una depredadora y está loca. Es necesario que ponga una orden de restricción en su contra.

—Claro, claro —escéptico le decía. La historia que el peliblanco le había contado en el camino acerca de lo que le sucedió días atrás, admitía, le resultó muy divertida—. Por supuesto que debes hacer eso. Una mujer muy hermosa como la describiste que buscó tener sexo con un hombre hetero, soltero y sin compromisos, sin duda es una persona muy peligrosa para la comunidad como para que esté como si nada por ahí caminando en la calle. Estoy seguro de que la policía tomará muy en cuenta tu denuncia una vez que terminen de reírse hasta el cansancio en tu cara. Luego me dices cómo te fue.

Molesto y pensativo, Lincoln lo miró.

—¿Es en serio?

Con esa pregunta se refería a si en realidad creía que la policía no lo tomaría en serio, pero el taxista lo interpretó a si de verdad deseaba que le contara cómo le iría después.

—Bueno, si no quieres no es necesario que me lo digas, que tengo un primo policía quien de seguro me contaría todo el chisme.

Mientras el muy corpulento hombre abría la puerta para conducir a Lincoln hacía el interior, este pensó en su hermana Lana, una agente de policía que seguramente se enteraría de todo y, así como el primo de ese sujeto, por supuesto sería seguro que ella le contaría a toda la familia sobre su denuncia y acerca de lo que le ocurrió. De pronto pudo imaginarse convertido en el hazmerreír de todas sus hermanas, uno todavía mayor al que ya se sentía que era. Sin duda ellas nunca perderían la oportunidad por muchos años de hacerle burlas al respecto.

—Bueno. Tal vez estoy siendo demasiado injusto con Taylor. Seguro que entendió que no estoy disponible, así que la perdonaré y no haré nada contra ella. Se lo dejaré pasar esta vez.

—Eres un pan de Dios.

Entraron a la sala, donde el sujeto consiguió hacer que Lincoln se sentara sobre el sofá. Ahí, el peliblanco se removió un poco para sacarse la cartera del bolsillo trasero y pagarle su tarifa una vez que le regresó las llaves.

—Muchas... ¡Burpp!... Gracias. Quédate con el cambio. Eres un gran amigo, siempre lo has sido, Llanta Ponchada.

Algo irritado, tras terminar de contar los billetes que recibió, le increpó.

—Ya te dije que me llamo Marvin, Lincoln. ¿Aún crees que tenemos once años o qué?

Tras negar con un gesto, el sujeto al que conocía desde su infancia se marchó bajo su atenta mirada. Cuando escuchó la puerta principal abrirse y cerrarse, suspiró y musitó a la nada.

—Eres un buen amigo Llanta Ponchada... ¡Que diga...! —hizo un esfuerzo para pensar, pero la cabeza terminó por dolerle aún más—. ¿Cómo rayos dijo que se llamaba? ¡Bah! Lo que sea.

Se tomó unos minutos para reponerse un poco más y, entonces, con esfuerzo consiguió ponerse en pie.

De manera cautelosa se dirigió a la habitación principal, donde pesadamente se dejó caer sobre el lado izquierdo de la cama, luego estiró un brazo y palpó el lado contrario.

—Buenas noches, amor. Perdóname por la hora.

Sintiendo un golpe de nostalgia y rememorando lo malo que fue su día por culpa de Taylor, quien estuvo fastidiándolo en sus pensamientos, no se sintió con ánimos para dormir todavía. Por lo que se levantó y, tambaleándose, se dirigió hacia el armario donde por la parte de abajo, al fondo, casi oculto, tras sentarse en el suelo sacó un enorme cajón que abrió ahí mismo.

Mirando con añoranza su contenido, Lincoln suspiró antes de sacar un juego de esposas, una porra de plástico y una fusta que le produjo cierta gracia. La asió bruscamente por detrás de su hombro sintiendo el golpe de las correas sobre su espalda. Entonces movió la cabeza con desánimo.

—No es lo mismo.

Estaba seguro que de haberle permitido a Taylor llegar a tanto con él, seguro tampoco hubiese sido lo mismo.

Admiró por un momento más aquellos aditamentos con los que la vida íntima con su esposa fue de todo, menos aburrida.

Hizo entonces a un lado el cajón para sacar otro que estaba mucho más oculto detrás del primero y que, aunque ya antes lo había visto, como pertenecía a las cosas privadas de su esposa, apenas y podía recordar qué era lo que contenía. Tal vez se trató del alcohol en su organismo lo que lo motivó a esculcarlo, pues en mejor estado no se hubiese atrevido a hacerlo. Una vez que lo abrió, Lincoln se dedicó a examinar los secretos que Ronnie Anne guardaba rememorando gratos recuerdos.

Al revisar los boletos usados de cine que había dentro de un sobre, no solamente fue capaz de recordar las películas cuando fue a verlas, sino las reacciones de Ronnie Anne ante ciertas escenas que vieron juntos, entre algunas anécdotas personales que compartieron cuando fueron a ver dichas cintas, lo mismo las risas que les provocaron, o sus emotivos llantos, su perplejidad y atención ante ciertos giros de tramas, o lo que ocurrió en otra película donde en realidad no era capaz de recordar de qué trataba, siendo más vívido el momento en que tras ponerse demasiado intensos los terminaron por correr y vetar del cine por una larga temporada.

Perfectamente doblada dentro de una bolsa de plástico para evitar que se maltratara, encontró la sudadera que de seguro en sus últimos años a su esposa ya no le quedaba, pues se trataba de esa misma sudadera de Royal Woods que él le obsequió cuando fue a visitarla siendo muy jóvenes a Great Lake City donde, a pesar de la discusión que tuvieron, afianzaron su cariño y quizás su incipiente amor al que a Ronnie Anne seguía costándole aceptar en ese entonces.

Debajo de la misma y también acomodados con mucho cuidado, como si se trataran de algo cuyo valor sentimental fuese equiparable a su obsequio, había algunos discos de K-pop. Lincoln resopló sin entender qué fue a lo que su esposa le llamó tanto la atención de esa música, cuyo idioma era tanto para él como lo fue para ella de indescifrable, pues no era ni inglés o español.

Al hacer todo eso a un lado, dio con un diario cuyas solapas parecían ya acartonadas, así como sus hojas amarillentas. Con mucho cuidado lo tomó sin poder recordar si antes lo había visto alguna vez.

Sintió algo entre las hojas, y al abrir el diario en esa parte distinguió que lo que estaba a modo de separador se trataba de una flor seca y quebradiza. En la fecha de la entrada marcada en esa página calculó que ambos tendrían dieciocho y diecisiete años. Para entonces ellos finalmente ya habían comenzado de manera formal su noviazgo. Aunque sabía que no era correcto husmear en los diarios ajenos (lección que Lori podría jactarse de haberle impreso con sangre en la piel), su curiosidad pudo más y, tras pedirle perdón a su esposa por estar de fisgón, leyó sus anotaciones reconociendo con cariño su letra.

"Sigo sin poder creer que en serio esto esté pasando. Que el perdedor y yo seamos novios, pero... ¡No puedo creerlo! Hoy en la tarde me visitó trayéndome flores y chocolates. Me ataqué de la risa y le dije si acaso creía que estábamos en la época de nuestros padres o de nuestros abuelos."

Lincoln se rió un poco. Ahora recordaba ese día y lo mal que su plan de buscar sorprenderla le salió. Ciertamente se sintió ridículo cuando ella le señaló aquello. Pero bueno, que de prueba y error fue aprendiendo.

"Me sentí muy mal cuando lo noté decepcionado, pero lo recompensé con un delicioso pozole que le había preparado con ayuda de mi abuela."

—Bueno, al menos valió la pena el ridículo que hice —en voz alta habló mirando la fotografía que tenía de Ronnie Anne sobre la mesita de noche junto a la cama—. El pozole resultó ser tan bueno que desde ese momento se convirtió en mi sopa favorita.

"Me está costando trabajo comportarme como la novia que Lincoln merece, pero haré mi mejor esfuerzo por lograrlo. Después de todo estar con él es lo que siempre quise, lo que siempre deseé, puede que incluso desde mucho antes, cuando niña, en aquel entonces cuando no sabía qué era lo que en realidad quería."

Lincoln no entendió qué era esa gota que tras aparecer repentinamente casi estropeó la hoja de papel, hasta que sintió una segunda escurrir sobre su mejilla. Tras pasarse la muñeca sobre sus ojos continuó leyendo.

"Los chocolates estaban exquisitos y las flores eran muy hermosas. Necesito trabajar mucho en mi orgullo, pues por culpa de este me quedé con la duda de cómo hubiera reaccionado Lincoln si hubiese actuado más honesta conmigo misma y admitido que su detalle estuvo a nada de hacerme llorar al comprender lo importante que soy para él, y lo mucho que parece amarme tanto como yo lo amo a él".

—¿En serio, tú escribiste esto?

Sorprendido, Lincoln trató de imaginarse a su joven novia de diecisiete años actuando como una genuina adolescente enamorada, tal cual aquellas chicas a las que ella tanto solía criticar, que ni siquiera Sid se pudo salvar de sus mordaces comentarios cuando andaba de novia con alguien. ¡La de burlas que en respuesta su entonces mejor amiga le hubiera hecho en represalia! Sería su novia y todo, pero por supuesto que él se hubiese puesto del lado de Sid ayudándola a devolvérsela y ver cómo actuaba tras exponerla por comportarse del mismo modo. ¡Hubiese sido la broma definitiva!

La escena de sólo imaginársela le daba tanta gracia que comenzó a reír a carcajadas, por lo que volvió a guardar el diario sintiendo espasmos en su cuerpo debido al incontrolable acceso de risa que estaba sufriendo.

Cerró el cajón y continuó riendo, y riendo, y riendo... Y llorando.

En algún momento sus carcajadas se convirtieron en alaridos de dolor al tiempo que la presa se soltaba y lloraba con tanto sentimiento, dolor e impotencia, al igual que aquel funesto día cuando el corazón de su amada dejó de latir.

—No es justo... ¡No es justo!... ¡¡¡NO ES JUSTO!!!

Como si se tratara de un niño pequeño al que le habían quitado algo que quería mucho, hizo una pataleta en el suelo, y es que así era. El destino le había quitado algo que más que querer mucho, amaba; le había quitado a su alma gemela, la otra mitad de su corazón, la mitad de su ser y que necesitaba para poder seguir viviendo como antes.

—¡¡¡NO ES JUSTO!!!...

Su esposa se había ido muy joven, cuando se suponía que los dos permanecerían juntos para ver crecer a sus hijos, verlos estudiar en la universidad, trabajar en lo que desearan, verlos casarse, estar ahí cuando les dieran la noticia de que los convertirían a su vez a ellos en abuelos; y cuando tuvieran una edad muy avanzada, casi tan avanzada como la de la abuela Rosa, que milagrosamente continuaba viva superando en longevidad a lo que vivió no sólo su esposo Héctor, sino también Pop-Pop, entonces él se iría primero, anticipando que por su genética Ronnie Anne sería quien viviría por más tiempo.

"O capaz y yo también me voy al poco tiempo que tú lo hagas para no tener que extrañarte", le había dicho cuando él le compartió su teoría.

Siempre le pareció que su abuela Lori, la primera esposa de Pop-Pop y la madre de su madre, había vivido muy poco, y aún así era mucho más de lo que Ronnie Anne estuvo en este mundo.

—No es justo...

Tirado en el suelo, abrazando el cajón que contenía los tesoros de su querida, difunta y amada esposa, fue como Lincoln durmió toda la noche, no tanto por su ebriedad, sino por el terrible desgaste emocional que sufrió.

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